Con motivo del día del niño compartimos (un poco tarde) este artículo de Adela Salinas originalmente publicado en el periódico Reforma:
En el penumbroso dormitorio de una de sus tías, Augusto Monterroso se hallaba debajo de una mesa cubierta con un largo mantel de terciopelo que llega hasta el piso. A sus cinco años, empieza a sostener la teoría de Freud en la que se explica que el niño es un ser "perverso polimorfo", para de la manera más atenta bajarle los calzones a su prima, escondidos ambos entre las páginas de "Los buscadores de oro". De eso y más son capaces los niños.
Jacobo Glantz, aprendería de niño a buscar el "pupik" (ombligo) a las niñas, y más tarde, una de ellas sería la madre de Margo Glantz, quien en "Las Genealogías" habla también de su niñez, de la atracción de unas viejas fotografías de un abonero lituano de barba puntiaguda al lado del vendedor de ropas de muerto.
Así es como se van quedando las imágenes en la frente pequeña de los niños, en las encías de los chimuelos, en las piernas flacas y despatarradas al brincar, en las pecas, en sus orejas de Dumbo –si es que todavía ven a Walt Disney–, en todo su cuerpo que vive para el equilibrio aunque todavía no estén coordinados los movimientos.
El niño es el único ser capaz de meterse al baño con sus amigos y decir "yo primeras" para sentarse en el excusado frente a los demás y oír el sonido de las caquitas al caer, cloc, cloc, cloc, plip, plup, plop, plop, con sus consabidos aromas, como lo experimentara Mariana, el personaje principal de "La flor de liz" de Elena Poniatowska, o de poner una muñeca de cera carísima frente a la ventana para derretirse con el sol y , después de un brutal castigo, preguntarse de qué está hecha la belleza, como lo hiciera Fabiola en "Los colores del principio" de Alicia Trueba.
También es capaz de discernir todas las muecas que hacen las señoras cuando se pintan, como Oshinica lo viera con su tía en "Novia que te vea" de Rosa Nissán, o de no moverse durante horas porque es el juego de las estatuas, como lo hiciera el poeta Carlos Pellicer con su hermano Juan a los ocho años de edad, porque el niño, como lo dice Maria Luisa Puga en "La forma del silencio", es el único ser auténtico antes de enfrentarse con el mundo de la mentira y el poder.
Así pasaría con el pintor Paul Antragne, quien ante una tía estrictamente poderosa, tendría que fabricar una lámpara con una vela y una caja de zapatos para ir por las noches a hurgar en la biblioteca los libros prohibidos para los niños y leerse todas las perversiones del Marqués de Sade por las noches. No en vano luego se dice que el niño es un gran conocedor del arte abstracto, porque así como Baudelaire dijera que "El diablo es quien sostiene los hilos que nos mueven", los niños sostienen los hilos de la vida de sueño y del sueño de la vida.
El 30 de abril es la única fecha que se aprenden los niños sin tenerla que buscar en los libros de historia, en la que se levantan temprano, se visten rapidito para volverse un pastel, hacer papirolas consigo mismos, aparecer y desaparecer con su propio arte de magia, entrar con pasos magestuosos a la palestra del circo romano, en realidad un cirquito, como Fabiola, porque ya lo cantaría la pequeña Lulú en la tina de "La flor de liz": "De ratas y culebras/ y sapos y ranas y arañas/ de todo eso/ y más/ están hechos los niños.
Datos para citar este artículo:
Adela Salinas Salinas. (2014). De lo que el niño es capaz. Revista Vinculando, 12(1). https://vinculando.org/articulos/de-lo-que-el-nino-es-capaz.html
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