Desarrollo:
Estas ideas son producto de la introspección y algunas lecturas que realicé sobre los acontecimientos provocados por el virus de infuenza atípica AH1N1, surgido a la vida pública en una sala de prensa el día 23 de Abril de 2009, en la Residencia Oficial de los Pinos.
Intentan describir la experiencia vivida por la epidemia en un sentido sociológico; ilustrar en lo posible un peculiar sentimiento de incertidumbre, pérdida o vacío atemporal que asoló la vida cotidiana en la Ciudad de México.
En efecto, el virus de la influenza nació con el pecado original: "la Secretaría de Salud recomendó a la población evitar sitios concurridos o eventos multitudinarios si no era estrictamente necesario". Por supuesto, nada sabíamos de la procedencia ni la infectabilidad del virus, sólo sus características externas, es decir, sus síntomas; sin embargo, pronto se comprendió que la enfermedad era realmente personas enfermas, como tú o como yo; y la pérdida de la salud podría ocurrir en cualquier momento; contagiar a tus seres queridos o a cualquier persona que estuviera cerca o alrededor.
El modus operandi del contagio fue difundido en todos los noticieros del país, mientras tanto, la letalidad del virus de inlfuenza humana (VIH), se esfumaba entre los casos sospechosos, posibles, probables, confirmados, acumulados y recientes. La suspensión de actividades en todos los niveles educativos del DF y del Estado de México, disparó la estrategia de salud para contener la peligrosidad del virus. El razonamiento fue que al romper la cadena de contagio, se contendría en automático su propagación; aunque ello significara la pérdida del contacto social en ámbitos importantes de nuestra vida cotidiana. Nos encontramos de pronto en estado de emergencia; vulnerables ante la acechanza del nuevo virus (VIH).
El Consejo de Salubridad General de la República, intensificó aún más el distanciamiento social; decretó la suspensión de actividades económicas no esenciales del 1 al 5 de mayo, y fueron suspendidos todos los eventos en los centros de culto religioso, estadios, teatros, cines, bares, discotecas, restaurantes, cantinas, billares, museos, bibliotecas, tiendas departamentales etc., y, en general, lugares con aglomeraciones importantes.
Las cifras de la morbilidad fluctuaron de manera desconcertante, de 20 muertos confirmados (23 de abril); a 26 (28 de abril), y posteriormente a 19 (2 de mayo). Actualmente hay 45 muertos confirmados. ¿A que nos enfrentábamos? ¿Qué pasaba con la comprobación virológica de las muertes, porque tanto vaivén con la cifras oficiales? La información tensó áun más el ánimo de los ciudadanos, sin olvidar que vivimos la parálisis de todo el sistema educativo nacional; situación por demás inédita y sin precedentes en la historia este país. El trabajo pleno cesó en varias empresas, negocios, comercios e instituciones públicas y privadas de esta ciudad. Desapareció el bullicio de las calles y el transporte transitó semivacío. Se instaló súbitamente una nueva realidad entre las personas y la ausencia de referentes sociales básicos como la iglesia, la escuela, el trabajo, etc., provocó la pérdida de identidad individual. Sufrimos un lapsus de conciencia, que metamorfoseó a los individuos en una masa abierta; es decir, en un conglomerado creciente, numérico, amorfo, mediático y ahistórico. El cubrebocas se convirtió en el símbolo kafkiano de una incipiente unidad colectiva.
Sin embargo, no estuvieron presentes en el alma de la muchedumbre los episodios de los terremotos del 85´, las marchas blancas, el zócalo desnudo, el desafuero, etc., que señalaron la ruta hacia una nueva conciencia colectiva; fraternal, solidaria, propia del México contemporáneo que vivimos. Por desgracia nunca llegó a concretarse más que en una simple obediencia colectiva, nos igualamos con el otro por temor a lo desconocido y con la misma rapidez con que surgió, así se desintegró la masa.
Datos para citar este artículo:
Julián Retana. (2009). Influenza o conciencia colectiva. Revista Vinculando, 7(1). https://vinculando.org/articulos/sociedad_mexico/inlfuenza_o_conciencia_colectiva.html
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