Agradecemos el generoso apoyo de Jesús Ramírez Funes.
- Editora CONTEXTO, Brasil 2001
- Tradujo Myriam Rappa Gudiño, Estilo Jesús Ramírez Funes
- Reproducción MCCLP, México 2003
NB Los cuadros gráficos se incluirán en próxima reproducción.
Este libro constituye un contrapunto a las tesis que se transformaron en hegemónicas en los años 90 en Brasil, a partir de una constante propaganda por parte de los diferentes gobiernos y de la constante reproducción, sin gran oposición de los medios de comunicación de masa, ni siquiera de ciertos sectores más progresistas. Sin embargo, las tesis gubernamentales liberadoras son analizadas como mitos, pues ya demostraron ser ideas falsas, sin correspondencia con la realidad nacional.
Una verdadera fantasía neoliberal se apoderó del país, capaz de crear un enorme abismo entre lo que decía ser y cómo fue en realidad después de su implantación. En el pasado que todos desean olvidar, el entonces ministro de propaganda del nazismo decía que el repetir una mentira muchas veces, la convertía en verdad aceptada por muchos. Ahora nos podemos dar cuenta que ese perverso método de propaganda no fue totalmente abandonado.
En Brasil, donde también se vivió la hegemonía del pensamiento único durante la década de los 90s, se dio el siempre presente intento de marginar a aquellos que osaban pensar contrario a las tesis neoliberales afirmando verdades absolutas contra lo planteado por movimientos sociales organizados o intelectuales que, aisladamente, se negaban a ver la realidad a través de una sola lente. Una vez llevado a cabo el programa neoliberal en el país, se tienen las condiciones necesarias y suficientes para una reflexión profunda y no convencional sobre los resultados de una década de mitos.
En el prisma temático del presente trabajo, se intenta apuntar al centro de ocho mitos producidos por el neoliberalismo en Brasil durante la década de los 90s. El primer mito surge de la afirmación de que la reducción del papel del Estado llevaría al país al crecimiento económico sustentado, con aumento del nivel de ocupación. Por medio de la privatización sería posible reducir el endeudamiento público y aumentar el gasto social, dejando al sector privado el comando de la expansión económica. Sin embargo lo que se registró fue el peor desempeño económico, con tasas de variación del producto prácticamente iguales a la de la población, produciendo el estancamiento de la renta per capita, el endeudamiento creció en dirección contraria al gasto social. El desempleo, por consecuencia, tuvo en el adelgazamiento del Estado una fuente importante de expansión.
El segundo mito se encuentra incrustado en el presupuesto de que la apertura comercial y la internacionalización de la economía permitirían la modernización del parque productivo, así como la reducción del desempleo. La caída de las barreras arancelarias y no arancelarias en un ambiente macroeconómico no isonómico (altas tasas de interés, moneda sobrevaluada, ausencia de políticas comerciales defensivas así como de industrias activas) desembocó en el rompimiento de cadenas productivas ante la presencia de mayor cantidad de productos importados. Sin condiciones satisfactorias para colocar su producción en el exterior, el país asumió la posición de “exportador” de mano de obra, pues parte de los productos que existían en el sector industrial fueron cambiados por la importación. El desempleo aumentó y empeoró la participación de Brasil en el comercio internacional, indicando el atraso a que el país fue sometido.
El tercer mito se vincula a la hipótesis heroica de que el avance de la llamada “nueva economía” se vería favorecida en Brasil ante la pasiva aceptación del tecnoglobalismo, es decir, la creencia oficial de que el abandono de las políticas nacionales de ciencia y tecnología por la posible compra de tecnologías de fuera en el mercado internacional posibilitaría al país reducir el atraso técnico en relación con las economías avanzadas, al mismo tiempo que lo capacitaría tanto para recibir nuevas inversiones como para generar una elevada cantidad de nuevas ocupaciones con mayor calidad. Dado que el atraso tecnológico no fue reducido, se generó lo contrario, Brasil se transformó en un país más dependiente del exterior y expandiéndose la ocupación no formal, frente a la reducción del empleo y de la llamada “nueva economía” durante los últimos diez años.
El cuarto mito se deriva del análisis del presupuesto de que el rompimiento con las políticas de desarrollo regional en Brasil posibilitaría la conformación de un país menos desigual, con acentuada expansión de las regiones menos desarrolladas, especialmente en lo que se refiere al nivel de empleo. Los esfuerzos subnacionales para la atracción de inversionistas privados, en un cuadro de revertimiento público, resultaron en una guerra fiscal y en la pérdida de sinergia entre los estados y municipios. En ese cuadro, no sorprende el resurgimiento de la cuestión regional, indicando el agravamiento de las desigualdades entre las grandes regiones, con el desempleo abierto dejando de ser un fenómeno del sur-sureste para convertirse importante en las pequeñas ciudades y en las áreas más pobres del país. La inexistencia de los polos industriales en varias regiones menos desarrolladas es expresión directa de eso.
El quinto mito se localiza en la defensa de la desconcentración de la renta a partir del establecimiento de la estabilización de la moneda. Una vez logrado el fin de las altas tasas de inflación, el país conocería una fase de mejor distribución de la renta nacional, dado que la carestía era identificada como el principal impuesto sobre los pobres. Sin mezclar los problemas estructurales del país, como la reforma agraria, la tributaria y la social además del crecimiento económico sostenible, la cuestión distributiva no sólo no fue alterada, sino que terminó acentuándose frente a la crisis del empleo que mantiene a los brasileños lejos del acceso a la canasta básica. Las ocupaciones generadas, además de insuficientes, la mayoría de las veces son muy precarias y de baja remuneración.
El sexto mito retrata la tesis de que el costo del trabajo en Brasil es muy elevado, ocasionando la pérdida de competitividad empresarial generando desempleo y ocupaciones informales. A pesar de la implementación de medidas dirigidas a la flexibilización de los contratos de trabajo y desregulación del mercado de trabajo, el empleo formal no aumentó, por el contrario, acumuló un déficit estimado en 3.2 millones de puestos de trabajo, así como el desempleo alcanzó índices nacionales sin paralelo desde la década de los 30s. El Plan Real, impuesto a hierro y fuego, produjo artificialmente el aumento en dólares del costo del trabajo, reducido sensiblemente con el cambio de régimen cambiario, en 1999.
El séptimo mito surge de toda la argumentación a favor de quitarle responsabilidad al Estado respecto al rendimiento de los trabajadores de salario de base, como forma de reducir la desigualdad entre los rendimientos del trabajo y la elevación de los salarios de acuerdo con las ganancias de productividad. Sin embargo, Brasil, que ya era conocido internacionalmente como una economía de bajos salarios, reforzó aún más esa posición cuando abandonó la política salarial, a partir del Plan Real, y mantuvo estacionado el valor real del salario mínimo en uno de los más bajos niveles de los últimos sesenta años. Para un país abundante en mano de obra, la ausencia del estado estimula una mayor competencia entre los trabajadores, generando la disminución salarial y la precarización generalizada de la ocupación.
En el octavo mito se llega a la idea – objetivo de todo proyecto neoliberal de los años 90s: acabar con la Era Vargas, en lugar de apuntar al rompimiento de acuerdos políticos con segmentos atrasados rea
lizados por el pacto de dom
inación varguista y que fueron responsables por la no realización, hasta hoy, de programas civiles del “capitalismo tupiniquim”, como la reforma agraria para desconcentrar la propiedad rural, la reforma tributaria para hacer que el rico pague impuestos y la reforma social para universalizar el derecho a la ciudadanía – se asistió, en los años 90s, a la imposición de políticas neoliberales que retiraron derechos sociales a trabajadores de una amplio sector de brasileños. Tal vez por eso es que el fin de la Era Vargas puede ser entendido, también, por medio de la desvalorización del trabajo.
Con la agresividad de los programas neoliberales adoptados recientemente en Brasil fue consolidada la lógica de la destrucción de una nación, que un día soñó con ser soberana, justa y democrática. En su lugar, se multiplicaron las señales de que se pasaba de la construcción de un país hacia la una situación próxima a la paralización, en que la ausencia del Estado da lugar a la creciente violencia, corrupción, desempleo, en fin, al atraso socioeconómico y a la degradación del trabajo.
A lo largo de las próximas páginas el lector tendrá acceso a una especie de inventario nacional sobre la resaca neoliberal que se manifestó en forma de mitos durante los años 90s. Se intenta hacer un balance de los principales mitos que actuaron sobre la realidad socioeconómica nacional, considerando las diferentes dimensiones de la estrategia que buscó terminar con lo mejor de la Era Vargas: la valoración del trabajo. Por contener referencias estadísticas especiales que dan a la publicación cierta singularidad en el análisis, se optó por la amplia presentación de gráficas y tablas, que proporcionan mayor consistencia y claridad al develamiento de los mitos neoliberales en la década de los 90.
Datos para citar este artículo:
Marcio Pochmann. (2005). La década de los mitos. El nuevo modelo económico y la crisis del trabajo en Brasil: Presentación. Revista Vinculando, 3(1). https://vinculando.org/brasil/trabalho/presentacion.html
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