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Revista Vinculando

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La bella princesa que dormía

Autor(a): Revista Vinculando - 8 Nov, 2010
¿Cómo citar este artículo?  

“Quiero presentarte este cuento clásico, en una versión entretenida que podrás compartir con tus niños, en muy poquito tiempo y sin que la lectura les parezca demasiado extensa y aburrida”.
– Walter Gangi

Había una vez, hace muchos, muchos años, en un reino muy lejano, una reina y un rey que tuvieron una hermosa niña a la que llamaron Aurora.

Para la fiesta del bautismo, los reyes invitaron a todas las hadas del reino pero, desgraciadamente, se olvidaron de la malvada Maléfica.

Estaba furiosa y aunque no fue invitada, Maléfica igual fue al castillo el día de la fiesta, y cuando paso por delante de la cuna de la niña, le hizo un maleficio diciendo: “Al cumplir los dieciséis años te pincharás con una aguja y morirás”.

Pero cerca estaba el hada buena que al oír lo que decía Maléfica, le hizo otro encantamiento para evitar la terrible condena de la malvada: “Al pincharse en vez de morir, Aurora permanecerá dormida durante cien años y solo el beso de un príncipe la despertará.”

Pasaron los años y Aurora se convirtió en una princesita muy hermosa.

El rey había ordenado que fuesen arrojadas fuera del castillo todas las agujas, con el fin de evitar que la princesa pudiera pincharse.

Pero eso de nada le sirvió, porque al cumplir los dieciséis años, la princesa que recorría el castillo, llegó a un lugar desconocido y se encontró con una vieja sorda que estaba hilando.

La princesa le pidió que la dejara ayudarla y ocurrió lo que el hada mala había previsto: Aurora se pinchó con la aguja que había conservado la anciana y cayó al suelo.

Después de muchos intentos nadie consiguió vencer el hechizo, las hadas buenas hicieron todo lo posible, pero fue inútil, porque pasaban los días y Aurora no despertaba.

Entonces la princesa fue colocada en una cama llena de flores. Pero una de las hadas buenas que no se daba por vencida, tuvo una brillante idea. Si la princesa iba a dormir durante cien años, los habitantes del reino también dormirían con ella, así cuando la princesa despertase tendría todos a su alrededor.

Tomo la varita dorada y haciendo un círculo imaginario en el aire, pronunció el encanto y de repente, el silencio se apoderó del lugar, nada ni nadie se movía, y todos, pero todos, se durmieron.

En los alrededores creció un extraño y enorme bosque, que con el paso del tiempo, fue ocultando el castillo hasta que ya no se lo pudo ver.

Cuando pasaron cien años, un príncipe que pasaba por el lugar, se encontró con ese inmenso bosque que le llamo la atención y decidió avanzar abriéndose camino con su espada. Pero el bosque era muy denso y decidió regresar, cuando de pronto a través de las ramas pudo ver el enorme castillo y siguió adelante.

Al llegar vio que el puente levadizo estaba abajo, como si alguien lo estuviera esperando. Bajó del caballo y avanzó junto al animal llevándolo de las riendas. Cuando entró vio a todos los habitantes tendidos en las escaleras, en los pasillos, en el patio y pensó horrorizado que estaban todos muertos, Pero lentamente se fue acercando a ellos y pudo comprobar que todos estaban profundamente dormidos.

“¡Despertad! ¡Despertad!”, gritó una y otra vez, pero nadie le respondió.

Cada vez más sorprendido, ingreso en el interior del castillo hasta que llegó a la habitación donde descansaba la princesa Aurora. Durante un largo rato contempló el rostro sereno de la hermosa joven que dormía llena de paz. Entonces sintió nacer en su corazón el amor que siempre había esperado. Muy emocionado, se acercó a ella, le tomó la mano y suavemente la besó. Con aquel beso la princesa se desperezó y abrió los ojos, despertando de su larguísimo sueño y al ver al príncipe, murmuró: ¡Por fin habéis llegado! En mis sueños solo esperaba este momento.” El hechizo malvado se había roto.

La princesa se levantó y extendió su mano al príncipe. En ese mismo momento todos en el castillo despertaron. Todos se levantaron, se miraron sorprendidos y se preguntaban qué era lo que había sucedido. Cuando se dieron cuenta, corrieron llenos de alegría junto a la princesa que estaba más hermosa y más feliz que nunca.

Al poco tiempo, el castillo que había estado tanto tiempo sumergido en el silencio, recupero la alegría. Se llenó de música y de risas, porque todos se prepararon para la boda de Aurora y el príncipe.

FIN.

Walter Gangi, Buenos Aires, 2 de abril de 2010.-

Dedicado a Agustina y a Sofía.

Notas:

Puede contactar al autor en su sitio web

Adaptación de Walter Gangi basada en el cuento de Charles Perrault, La bella durmiente

Datos para citar este artículo:

Revista Vinculando. (2010). La bella princesa que dormía. Revista Vinculando, 8(2). https://vinculando.org/documentos/cuentos/la_bella_princesa_que_dormia.html

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