La soledad es muy hermosa… cuando se tiene alguien a quien decírselo.
Gustavo Adolfo Bécquer
Mi asombro aumenta cada día más al darme cuenta de lo perecederas que son las relaciones de pareja en estos tiempos. Todo el mundo expresa su pesimismo en cuanto a la poca esperanza de subsistir que tiene el amor actualmente, fruto de la indiferencia que muestra la mayoría de los seres humanos ante tan preciado tesoro. Es como si su valor ya no fuera el mismo o como si tenerlo y perderlo ya no ocasionara la misma catástrofe interior.
Ante este desesperanzador panorama, yo me pregunto: ¿por qué caduca el amor? ¿Cómo es posible que después de la emoción de un corazón ilusionado solo quede una pareja rota y sin más nada que decir? ¿Será que el amor tiene realmente fecha de caducidad o es una simple excusa para justificar la cobardía de no luchar por él?
Creo firmemente que la clave del problema se encuentra en la falta de compromiso por parte de la pareja, pues le resulta más fácil sentirse "libres", aunque esa libertad se esconda tras la sombra de una gris y avasalladora soledad, capaz de aniquilar de raíz las fuerzas del más valiente. Sin embargo, muchas ocasiones se piensa que estar solos es la panacea del universo, una puerta abierta a aventuras infinitas, pero como dice la novelista española Carmen Marín Gaite: "La soledad se admira y desea cuando no se sufre, pero la necesidad humana de compartir cosas es evidente".
Contrario a lo que se especula, el compromiso es nuestro mejor aliado cuando es asumido con amor y con la firme convicción de que ese otro ser es parte de nuestro propio yo, por ende, debemos cuidarlo como si se tratase de un pedazo de la propia alma. Al involucrarnos sinceramente con alguien, ya se rompe la fórmula matemática, pues, a partir de ese momento, dos siempre será igual a uno.
¿Por qué no pensar en las razones que tuvieron aquella vez para caer rendidos ante los pies de Cupido? Es necesario recordar que los hermosos momentos compartidos no tienen por qué tener fecha de vencimiento, hay que avivar la llama y revivirlos, entregándose a las mieles del amor con cada mirada.
Ni siquiera en estos tiempos modernos, en los que el interés económico parece ser el común denominador de la gran mayoría, puede decirse que el dinero es capaz de comprar la inmensa alegría que el amor trae a nuestras vidas, pues no hay cifra que produzca la misma sensación que la de un corazón enamorado. Ya lo dice el poeta español Antonio Machado: "Poned atención: un corazón solitario no es un corazón".
El amor, cuando es verdadero, va mucho más allá de la eternidad, así es que tomémonos nuevamente de las manos, mirémonos fijamente a los ojos y volvamos a pronunciar ese "TE AMO", capaz de devolverle la vida a cualquier mortal.
Robándole tiempo al tiempo
"Tanta prisa tenemos por hacer, escribir y dejar oír nuestra voz en el silencio de la eternidad, que olvidamos lo único realmente importante: vivir"
Robert Louis Stevenson
La aguja del reloj apunta a las 6:10 A.M., tiempo seguido suena la estruendosa alarma que me despierta del sueño que, con afanosa dificultad, logré conciliar apenas a las dos de la mañana; mis pies tocan el suelo sin siquiera tener el chance de encomendar mi día al Señor, me baño y me arreglo en pocos minutos, desayuno algo rápido y me subo nuevamente al autobús que me deja una esquina antes del trabajo que me da de comer; allí permanezco unas ocho horas para luego regresar a casa sin dejar de trabajar.
Y tras la repetición excesiva de esas mismas escenas se me va gastando la vida, y no sólo a mí, pues soy simplemente una de los tantos millones de personas a las que cada segundo la prisa cotidiana le va robando la posibilidad de disfrutar su existencia, sin que el miedo a no poder subsistir en un futuro poco prometedor le permita vivir en paz. Ya lo dice el escritor británico del siglo XX Gilbert Keith Chesterton: "Una de las grandes desventajas de la prisa es que lleva demasiado tiempo".
Atrás quedaron esos viejos tiempos en los que disfrutábamos de una interesante plática en familia, contándonos todo lo acontecido en nuestro día a día; ya no tenemos tiempo ni siquiera para hablar cara a cara, pues la tecnología se apoderó de la voluntad de todos aquellos que anteponen la rapidez a la calidez de la interacción personal.
Hemos llegado a tal límite que no queda tiempo ni para respirar profundamente en la intimidad de nuestro hogar. Se acabaron las noches embriagados en un silencio capaz de conectarnos con ese ser interior que tan a menudo olvidamos. Asimismo, nuestras relaciones interpersonales se encuentran inclinadas hacia un abismo seguro, pues con el poco tiempo que le dedicamos a nuestros seres amados es imposible pedirles que su amor no muera de tanto esperar. Y lo peor de todo es que cuando venimos a darnos cuenta ya es demasiado tarde, en palabras de la novelista británica George Eliot: "Solo en la agonía de despedirnos somos capaces de comprender la profundidad de nuestro amor".
Ante este siniestro dilema sólo queda preguntarse si realmente vale la pena tanto sacrificio, tanta prisa, tantos arranques nerviosos. ¿Será acaso que ni todo el dinero del mundo podrá pagarnos tanto insomnio, tantas amistades perdidas, tantos corazones rotos y tanta soledad?
Estamos encerrados en un laberinto del cual únicamente es posible escapar cuando se logra alcanzar un grado de conciencia que nos permita descubrir lo realmente valioso en la vida, esas cosas sencillas que ya perdimos, pero que podemos recuperar si nos damos la oportunidad de apartarnos un momento del bullicio de afuera y miramos un segundo en nuestro interior, allí encontraremos las respuestas que necesitamos para poder seguir adelante, con una vida más serena, a lo mejor menos ostentosa, pero, definitivamente, mucho más feliz.
Datos para citar este artículo:
Jade Díaz Pimentel. (2012). ¿Por qué caduca el amor?. Revista Vinculando. https://vinculando.org/microblogging/por-que-caduca-el-amor.html
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