Introducción. Más allá del volcán.
Tierra roja, tierra virgen, tierra impregnada de la sangre más generosa, tierra en que la vida del hombre no tiene precio, siempre alerta, como el agave que la expresa hasta perderse en el horizonte, hasta perderse en una flor de deseo y de peligro. En el mundo al menos queda un país en que no se detuvo el viento de la liberación.
André Bretón 1939
El martes 30 de septiembre de 2008, Ramiro Guillén Tapia, director de la Comisión de Derechos Humanos de la Sierra de Sotepan, Veracruz, se roció gasolina por todo el cuerpo y se prendió fuego frente a las oficinas del gobernador del estado, Fidel Herrera Beltrán. “Si quieren que dé mi vida para que nos hagan caso se las doy”, gritó antes de fallecer convertido en antorcha humana. El dirigente campesino había anunciado que se inmolaría si los burócratas de Herrera Beltrán volvían a postergar el diálogo que ya le habían cancelado 106 veces.[1]
Ese mismo día, después de un mes y medio de paro laboral, una multitud de maestros marchó sobre Cuautla, Morelos, en protesta contra la obstinación de los gobiernos estatal y federal de imponer una reforma que convierte a la educación pública en un negocio. Ante la persistente cerrazón de las autoridades, el 3 de octubre, seis profesores exasperados se crucificaron en Cuernavaca ante el palacio de gobierno, para exigir la instalación de mesas de diálogo.[2]
El 3 de octubre, en Chiapas, se llevó a cabo una agresión de policías estatales y federales contra indígenas tojolabales que tenían en su poder la zona arqueológica de Chincultik amparados en el artículo 11 de la Declaración de la Organización de las Naciones Unidas sobre Derechos de los Pueblos Indígenas, que les otorga la prerrogativa de “mantener, proteger y desarrollar las manifestaciones pasadas, presentes y futuras de sus culturas, como lugares arqueológicos e históricos”.[3] El saldo fue de seis muertos, diez heridos y 36 detenidos.
A cien años del viaje de John Kenneth Turner y a cuarenta de la masacre de Tlatelolco, he aquí algunos ejemplos de desesperación extendida y difusa. Las razones son claras. Hoy, como entonces, una opulencia obscena cohabita en México con la miseria más insensata en un antagonismo sordo que en ocasiones se convierte en rebeldía abierta.
El país pertenece ahora a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE), el exclusivo club de países ricos; pero, la barbarie sigue entre nosotros. La diferencia es que ahora el Estado y su hermano-enemigo, el Capital, son mucho más fuertes, eficaces e insidiosos que hace cuarenta o cien años. Ningún régimen anterior había logrado convertir a la ganancia en el centro de gravedad de la vida nacional, ni siquiera el del Partido Revolucionario Institucional (PRI), la dictadura más larga del siglo XX.
“Todo para nosotros, nada para los demás”, he aquí el plan de la clase dominante sin que exista una clara diferencia entre partidos políticos. En aras de la “competitividad”, se privatizan bienes comunes y recursos energéticos, se asesina la atención médica y la educación pública, se comprimen las ya reducidas prestaciones laboralesy los magros salarios.
Los resultados están a la vista. En las carreteras y en las calles militarmente ocupadas, los soldados detienen, torturan, violan y matan en la impunidad total. La velocidad de los acontecimientos es talque el último crimen hace olvidar los anteriores. ¿Quién recuerda la violación masiva ejercida por militares contra 13 mujeres en Castaños, Coahuila, el 11 de junio de 2006?[4] ¿A quién le importa el asesinato de Ernestina Ascensión Rosario, anciana indígena nahua víctima del abuso sexual cometido por efectivos del ejército el 26 de febrero de 2007?[5]
Un estudioso italiano señala que en el mundo actual la “comunicación” abunda, pero es lo contrario del conocimiento. Su análisis se aplica muy bien a México en este final de 2008. Los grandes medios seleccionan los hechos, los mezclan con insinuaciones, deslizan medias verdades o, de plano, mentiras descaradas con el propósito de hacer pasar el mensaje necesario: descalificar un candidato incómodo, estigmatizar un movimiento, suscitar el miedo. Ocultar la verdad ya no funciona; es mejor multiplicar el mensaje en todas sus modalidades, las verdaderas y también las falsas para que se anulen recírpocamente.[6]
Es notorio, por ejemplo, que Elba Esther Gordillo, dirigente vitalicia del sindicato de maestros (el más poderoso de América Latina), vende plazas y trafica influencias en contubernio con el gobierno federal. Sin embargo, se acusa de esos crímenes a la tendencia democrática que, dentro del sindicato, lucha precisamente contra tales prácticas.
¿Los niños y adolescentes sufren de diabetes y obesidad endémicas? En lugar que fomentar los buenos hábitos alimenticios, la Secretaria de Educación Pública (SEP) estipula un convenio con la Coca-Cola para distribuirla en todas las escuelas del país…[7]
En general, los problemas sociales se arreglan por la vía de la corrupción y la cooptación, sin descartar la violencia extrema, que convierte a la masacre de Tlatelolco en “un presente perpetuo” según la sucinta formulación de Carlos Monsiváis.[8]
Mientras tanto, el narcotráfico prospera junto a la descomposición social y a las ejecuciones masivas. Cada día, las víctimas se cuentan en cifras de dos dígitos, aunque, al parecer, no existen estadísticas confiables al respecto. El 15 de septiembre de 2008, marcó un nuevo hito en este rubro de la vida nacional. Esa noche, dos granadas lanzadas a un numeroso grupo de personas que asistían a la verbena del “grito de independencia” en Morelia, Michoacán, dejaron un saldo de ocho muertos y 132 lesionados.
La versión oficial de que el culpable sería un grupo mafioso conocido como “La familia” no convence. Hasta ahora, los narcotraficantes habían atacado a personas involucradas en el negocio –policías que los traicionan o contrincantes- cuidándose de lastimar a terceros.
Como sea, el mensaje presidencial, fue ominoso. En su discurso del 16 de septiembre, Felipe Calderón afirmó que “se puede discrepar, pero no deliberadamente dividir ni enconar”. Acto seguido, llamó “traidores a la patria” a terroristas y opositores políticos.[9] Para el gobierno, delincuencia y disidencia tienden a ser sinónimos.
En la actualidad, existen decenas de conflictos, en ocasiones violentos, en distintas partes del país en torno a diferentes proyectos económicos, sobre todo, en los rubros de la explotación minera, la inversión turística y la construcción de presas, muchos de ellos en comunidades indígenas. La respuesta de las autoridades ha sido congruente con las afirmaciones de Calderón: cierre de espacios de diálogo, detenciones arbitrarias y criminalización.
Es verdad que si usted se opone al régimen, no lo van a detener por razones políticas. Pero si se pasa de la raya le pueden fabricar delitos. ¿Cuáles? Los necesarios. En la eventualidad, por ejemplo, de que usted y sus vecinos ocupen uan oficina gubernamental después de que lleven meses pidiendo audiencia y no le hacen caso, se les va a inculpar de secuestro equiparado y apología de la violencia, todos, delitos graves que no alcanzan fianza…
Las violaciones a los derechos humanos ya rebasaron el ámbito del conflicto social. México ostenta un deshonroso primer lugar continental en atentados a periodistas. En menos de una década, 24 comunicadores han sido asesinados, ocho están desparecidos y decenas se encuentran amenazados. Únicamente en el periodo enero-junio de 2008 otros seis fueron asesinados y uno desaparecido.[10] Al parecer, es más peligroso ejercer el periodismo hoy que en los años del porfiriato, particularmente para quienes no cuentan con la protección de algún medio importante.
En julio de 2008, el director de El Norte y Grupo Reforma –quien ciertamente no se conoce por su postura radical-, Alejandro Junco de la Vega, se refugió en Austin, Texas. Desde ahí dirigió una carta al gobernador de Nuevo León, José Natividad González Parás, en donde explica las razones de su exilio: “estaba en un dilema: comprometer nuestra integridad editorial o cambiar a la familia a un lugar seguro”.[11]
México es, asimismo, el campeón mundial de los secuestros –adelante de Iraq y de Colombia- con siete mil únicamente en 2007, cifra que en realidad es muy inferior a la realidad, pues sólo toma en cuenta los casos denunciados.[12] Como si fuera poco, el país se encuentra en los primeros sitios entre los que violan los derechos humanos de los niños, principalmente en el trabajo infantil, con 3.3 millones de menores en el sector laboral.[13]
A este cuadro nada halagüeño se suman los persistentes feminicidios en Ciudad Juárez -460 mujeres asesinadas y unas 600 desaparecidas desde 1993[14]– y las salvajes condenas a los militantes del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra de San Salvador Atenco (FPDT), Ignacio del Valle Medina, Felipe Álvarez Hernández y Héctor Galindo Gochicua, sentenciados a 67 años y medio de cárcel.
Atenco es un pueblo del Valle de México que en 2002 ganó una lucha contra la construcción de un aeropuerto en sus terrenos comunales. Como represalia, en mayo de 2006, sufrió una verdadera agresión militar con un saldo de dos muertos, varias decenas de heridos y 211 detenidos, una parte de los cuales fueron sucesivamente liberados a cuentagotas. Según el reporte de la Comisión Civil Internacional de Observación por los Derechos Humanos 2006 sucesivamente corroborado por el de Amnistía Internacional (2007), la policía hizo uso de armas de fuego contra ciudadanos inermes, llevó a cabo detenciones indiscriminadas y recurrió a la tortura.[15]
El 21 de agosto de 2008, el juez primero penal de Texcoco, dictó una nueva sentencia contra 11 integrantes del FPDT. En esa ocasión, del Valle fue condenado a 45 años más de prisión por el delito de “secuestro equiparado”, pena que, sumada a la anterior, alcanza la inaudita cantidad de 112 años. Al resto de los vecinos les fue mejor ya que “sólo” tendrán que purgar 31 años, 10 meses y 15 días de prisión cada uno por “secuestro y ataques a las vías generales de comunicación”.
Es siniestro enterarse de que Ignacio del Valle no podía estar en el lugar de los hechos sencillamente porque se encontraba preso. Y es que las pruebas procesales no cuentan. Lo importante es el mensaje: la venganza de los gobernantes contra los luchadores sociales y la impunidad para la policía que puede matar, herir, violar, torturar e instaurar el terror en un pueblo sin consecuencias judiciales.
La situación que vive México fue evocada por el distinguido periodista Miguel Ángel Granados Chapa en su discurso al recibir la medalla Belisario Domínguez 2008:
Como hiedras envenenadas crecen tendencias al autoritarismo, a la criminalización de la protesta social, a la guerra sucia no sólo contra opositores al régimen sino contra ciudadanos que reclaman sus derechos.
Después de denunciar poderes fácticos que gobiernan sin haber sido elegidos, que buscan y obtienen ganancias de negocios que atentan contra el interés general y se ven favorecidos por la situación económica y material cada vez más adversa, el periodista –integrante de la comisión de intermediación entre el gobierno y el Ejército Popular Revolucionario (EPR)- exigió establecer mecanismos para impedir o condenar la desaparición forzada de personas que afecta a cientos de mexicanos a quienes autoridades federales o locales detuvieron y no los sometieron a juicio.[16]
La lista de agravios podría seguir, pero sería tediosa. No son los crímenes de sus gobernantes lo que hace de México un sitio especial en el mundo actual, sino las gestas de sus habitantes. Hoy, más que nunca, México arde de todas las esperanzas que son inseparables de la condición humana. Puente entre muchos mundos –Occidente y Oriente, Norte y Sur, modernidad y tradición- es uno de los nudos vitales del planeta, además de un hervidero de ideas y movimientos sociales.
Los textos aquí reunidos abordan algunos aspectos de estas gestas. Escritos en momentos diferentes y con propósitos distintos, ofrecen al lector crónicas, análisis y percepciones de una realidad en estado de agitación permanente. Gran parte se refieren a los acontecimientos que conmocionaron al país en 2006 (capítulos uno, dos y tres). Los tres grandes movimientos de ese año –la desobediencia civil en la Ciudad de México, el movimiento zapatista y la “comuna de Oaxaca”- se abordan como aspectos complementarios –y no contrapuestos- de una misma insurgencia ciudadana que en cada lugar encontró su propia manera de expresarse, más allá de las ideologías –en ocasiones contrapuestas- de sus dirigentes.
Sé perfectamente que los propios actores no lo ven de esta manera; pero, me parece más interesante enfatizar las convergencias que las discrepancias. Sólo así se puede retomar el reto lanzado por Armando Bartra, en un libro sugerente: plasmar una suerte de “conspiración de los diferentes” que nos permita retomar el hilo perdido de la liberación individual y colectiva.[17]
Por su trascendencia en el escenario nacional e, incluso, internacional, los acontecimientos de Oaxaca ocupan un lugar destacado en el libro. Empecé a relacionarme con el movimiento relativamente tarde y concretamente a partir del 2 de noviembre de 2006, fecha de la batalla campal entre los activistas de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) y la Policía Federal Preventiva (PFP) que mantenía una ocupación militar de la ciudad.
Viajaba con mi mujer y unos amigos hacia Oaxaca cuando, al sintonizar Radio Universidad –entonces en manos de la APPO- escuchamos la voz grave y medida de una mujer transmitir llamados urgentes en el trasfondo de gritos, explosiones y el chillido de las tanquetas. Era la legendaria doctora Bertha, hilo conductor entre las barricadas y la población durante las tensas semanas de la sublevación.
Nuestra inquietud aumentó en Nochixtlán –a unos sesenta kilómetros de la ciudad- al ser detenidos por cientos de militares , armados hasta los dientes. Sólo había visto algo parecido en los años ochenta en Centroamérica o en Chiapas durante la rebelión de 1994. ¿Por qué ese gigantesco despliegue de fuerza represiva? ¿Por qué el Estado mexicano suministraba un tratamiento tan severo a un movimiento de carácter fundamentalmente pacífico?
Al llegar a Oaxaca, se nos ofreció un espectáculo más parecido a un campo de batalla que al irresistible platillo turístico pregonado por las agencias de viaje. En las calles desiertas se apreciaban las zanjas y los restos de las barricadas que durante más de dos meses habían resguardado a los activistas de la APPO de las caravanas de la muerte.
Reinaba un silencio espectral, pero los muros hablaban. A las tradicionales pintas contra la represión, se sumaban formas expresivas más sofisticadas, como el estarcido (stencil), suerte de molde prefabricado que, aplicado a la pared y rociado de pintura espray, permite una acción comunicativa rápida y eficaz. Calaveras punk, vírgenes de Guadalupe provistas de máscaras antigas, santos enmascarados y héroes de la patria desairados cuestionaban alegremente los mitos sagrados de la identidad nacional, además de increpar a Ulises Ruiz, el odiado gobernador.
Seguimos hacia el centro. El Zócalo se hallaba acordonado y militarmente ocupado por pefepos (así se conoce a los integrantes de la PFP) que descansaban entre cientos de escudos y cascos tendidos en el suelo a las sombras de árboles centenarios. Un militar que ostentaba una playera con la efigie del Che Guevara sonreía al ser fotografiado por unos reporteros alemanes. El conjunto tenía un extraño sabor surrealista.
Todavía en manos del movimiento, las inmediaciones del ex convento de Santo Domingo se encontraban en un estado de gran efervescencia. Calles y plazuelas normalmente atascadas de turistas se habían convertido en una gran ágora donde cientos de personas sesionaban en asamblea permanente.
Celebraban una victoria inesperada –que pronto se revelaría efímera- contra las fuerzas represivas que, a pesar de sus tanquetas y fuerza arrolladora, no habían logrado desalojar Radio Universidad, el último reducto del movimiento. Era el día de los muertos y, en la mejor tradición oaxaqueña, unos altares adornados con ofrendas y una instalación de gran calidad artística conmemoraban el reciente asesinato del periodista estadounidense Brad Will y otras víctimas de la represión.
En los meses sucesivos, visitas periódicas y el compromiso con la Comisión Civil Internacional de Observación por los Derechos Humanos (CCIODH) me permitieron conocer muchas personas, trabar amistades y convertirme en un testigo apasionado de los hechos.[18] Entendí que el movimiento de la APPO era algo totalmente nuevo y, al mismo tiempo, la consecuencia lógica de la historia local marcada por la creatividad y la imaginación de sus habitantes y también por el trato feroz que siempre recibieron del Estado.
Reflexioné, asimismo, sobre las afinidades y diferencias con los neozapatistas de Chiapas. Una fuerte presencia indígena caracterizaba ambos movimientos transmitiéndoles su riqueza social y cultural, pero aquí no había líderes carismáticos lo cual me pareció muy saludable. Recordé las palabras de Luce Fabbri, la gran militante anarquista italo-uruguaya:
No es bueno que las grandes masas admiren a una sola persona porque el individuo pierde fuerza y nace una suerte de devoción colectiva lo cual es algo profundamente equivocado. Está bien el afecto, está bien admirar a las personas, pero no hasta el punto de volverse incondicionales.[19]
En Oaxaca, por otra parte, no había una estructura militar rígida, como en el caso del EZLN. Tampoco era un movimiento exclusivamente rural, sino un encuentro inédito entre jóvenes urbanos, ciudadanos de a píe, docentes en lucha y pueblos indígenas con –además- el importantísimo ingrediente de una destacada participación de las mujeres.
Dos años después, sigo pensando que el 2006 en Oaxaca marca la irrupción de la gente común y sin partido en los asuntos de la vida pública. Gente común, que hizo cosas poco comunes, según la feliz formulación de los compañeros de la Collective Reinventions de San Francisco, California.[20] Durante largos meses, el movimiento fue la expresión de los deseos, las pasiones, las voluntades, los sueños de individuos y colectivos que, día a día, inventaban las condiciones prácticas de su liberación.
Sin partido no quiere decir sin organización. Es verdad que el movimiento se expresó a través de patrones que no encajan en los moldes usuales de la izquierda, algo que sigue desconcertando a todo el mundo. Formas organizativas propias de los pueblos originarios –la asamblea comunitaria, el tequio (ayuda mutua) y la fiesta (guelaguetza)- se traspasaron a la realidad urbana. La larga entrevista con Nicéforo Urbieta, pintor y filósofo zapoteco, aborda, entre otros, el asunto de la herencia indígena y de su mensaje universal (capítulo diez).
Originada en la capital del estado, por una huelga de maestros, la rebelión se extendió a decenas de comunidades indígenas de la sierra y el Istmo. De esta manera, los movimientos urbanos retroalimentaron a los movimientos rurales y viceversa.
Las vicisitudes de Santa Ana Zegache, pueblo zapoteco del Valle Central, y de Santiago Xanica, comunidad enclavada en la Sierra Madre del Sur, ayudan a entender cómo el Estado saquea las riquezas naturales de las comunidades indígenas, especialmente agua y biodiversidad. A la par, reprime sus formas de organización porque remiten a una sociabilidad considerada incompatible con los valores dominantes (capítulos cinco y seis). La exploración de las guerras del agua en el resto del país ayuda a poner el asunto en el contexto nacional (capítulo cuatro).
En la actualidad, el movimiento social se encuentra acosado por la represión oficial y por disputas internas (capítulo 8). Mientras tanto, el “modelo Oaxaca” –responder con una estrategia militar de guerra sucia a los movimientos ciudadanos- se va extendiendo a todo el país. Si el momento álgido de la represión en 2006 fue el 25 de noviembre, el 24 de mayo de 2007, fecha del secuestro-desaparición de dos dirigentes del Ejército Popular Revolucionario (EPR) marca un nuevo punto de inflexión en las opciones represivas del Estado mexicano (capítulo siete).
Ese día regresaron los bárbaros. Desde entonces la desaparición forzada por razones políticas ocupa las crónicas negras de los periódicos, al mismo tiempo que, por una ironía macabra, el gobierno federal ratifica la Convención Internacional para la Protección de Todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas.[21]
He aquí una lista, evidentemente incompleta, de los últimos atropellos. En Michoacán, desaparecieron los luchadores sociales Francisco Paredes (26 de septiembre de 2007) y Moisés Molina Rodríguez (12 de junio de 2008). En Guerrero fue asesinado el antropólogo Miguel Ángel Gutiérrez Ávila (26 de julio de 2008), culpable de documentar las agresiones contra Radio Ñomndaa –La palabra del agua- espacio de transmisión libre del pensamiento y cultura del pueblo amuzgo en la región de Xochistlahuaca.
En Morelos, el gobierno panista suministra a los maestros en lucha un tratamiento de evidente marca “oaxaqueña”: intervención del ejército, violaciones, desapariciones, atropellos. He aquí un testimonio que llegó anónimamente a mi buzón de correo:
El conflicto magisterial ya cobró dimensiones dantescas. (…) Esta mañana por poco y me quedo llorando sin parar. Sucede que de camino a la escuela donde trabajo, el autobús pasó por una ruta que acababan de desalojar granaderos. No olvidaré lo que vi: mujeres de todas las edades, hombres, niños y ancianos desesperadísimos buscando a sus familiares o abrazándose los unos a los otros con sus ser indígena, con rebozos y sombreros a borde de carretera. Las señoras se daban ánimos e iban en grupos. La mañana tenía el perfume de la muerte. (…) Van dos muertos, centenas de lesionados por las golpizas, más de 130 detenidos y varios desaparecidos en un episodio que recuerda el salvajismo de Atenco y el 68.
La Ciudad de México no es ajena a la represión. ¿Provocadores al servicio de poderes oscuros cometen actos vandálicos en el curso de una manifestación pacífica? Se les ofrece la oportunidad de eclipsarse, se detiene a unos jóvenes imprudentes (entre los 18 y los 23 años) y se hace caer sobre ellos todo el peso de la ley.[22]
En Oaxaca, el inventario de los crímenes de Estado es tan abundante como para evocar las felonías de los gobernadores porfirianos y sus “jefes políticos” a principios del siglo XX.[23] El 31 de diciembre de 2007 fue secuestrado y sucesivamente encontrado muerto Lauro Juárez, originario de Santa María Temaxcaltepec, en la región chatina de la costa. En San Blas Atempa, región del Istmo, fueron brutalmente asesinados Alfredo Errestre Vázquez (13 de octubre de 2007) y Rosalino Díaz Barrera (30 de enero de 2008).
En San Pedro Yosotato, comunidad mixteca perteneciente al municipio de Tlaxiaco, la lista de desaparecidos es larga. El último caso se remonta al 24 de diciembre de 2007, cuando fue asesinado el campesino Plácido López Castro quien, con su trayectoria, encarnaba la larga lucha contra el despojo en la región.
El 7 de abril de 2008, dos valientes mujeres triquis –periodistas en la radioemisora comunitaria “La voz que rompe el silencio” del ayuntamiento autónomo de San Juan Copala- fueron asesinadas a balazos cuando se dirigían a participar en el Encuentro Estatal por la Defensa de los Derechos de los Pueblos de Oaxaca. Dos jóvenes más, Sergio Bautista Miguel y Alberto Santiago Velásquez, desaparecieron el 20 de abril de 2008 de la ciudad capital. Otro episodio de violencia gubernamental se registró el 5 de agosto de 2008, cuando fueron asesinados dos campesinos zapotecos en Santiago Lachivia, municipio de San Carlos Yautepec, por soldados del Ejército adscritos a la 44 Zona Militar, con sede en Miahuatlán de Porfirio Díaz. Como de costumbre, la geopolítica de la muerte trastoca la vida de los pueblos originarios pues gran parte de los muertos son activistas indígenas.
Un agravio más es el auto de formal prisión dictado contra el simpatizante de la APPO, Juan Manuel Martínez Moreno, por el supuesto delito de encubrimiento en el homicidio de Brad Will. No importa que el peritaje de la Comisión Nacional de Derechos Humanos establezca que la bala asesina fue disparada “a una distancia aproximada de entre 35 y 50 metros”.[24] De nada sirve tomar nota de que, precisamente ahí, se encontraba un grupo de paramilitares filmados por el propio Brad mientras le disparaban. Tampoco es relevante que la inculpación del compañero se dio cuando el gobierno de Ulises Ruiz tenía que responder a los cuestionamientos de la CNDH. Lo que importa es, una vez más, la venganza.
El 25 de octubre, Pedro Matías Arrazola, valiente periodista del diario Noticias de Oaxaca (medio independiente que, como se detalla en el capítulo III, desde hace años es blanco de ataques emanados directamente de grupos afines al gobierno estatal), fue secuestrado, torturado y amenazado por desconocidos. ¿Su culpa? Realizar sus investigaciones con toda autonomía y sin componendas.[25]
Este giro autoritario se inserta en una crisis económica de proporciones planetarias y, contrario a los deseos de muchos, las crisis nos suelen trocarse en revoluciones, sino en guerras y fascismos. A diferencia de 2006, el mundo se encuentra ahora en una etapa difícil de reconfiguración geopolítica y social que no anuncia nada bueno para la humanidad y menos para los mexicanos, expuestos más que otros a los embates del imperio.
El balance es que sólo una decidida respuesta popular a nivel nacional e internacional puede cambiar el rumbo de los hechos. Los movimientos están a la defensiva porque en lugar de impulsar sus reivindicaciones tienen que pedir la liberación de sus militantes.
Para finalizar, se impone una pregunta: ¿qué queda de la APPO? En primer lugar, ya no existe como espacio público, asamblea que se reúne, toma decisiones y actúa de consecuencia.
Prevalece un ánimo rijoso que expresa rabia, frustración, impotencia, desesperanza y hasta desesperación. Amplios sectores de la población están realmente intimidados. Algunos temen hasta respirar, -escribió Gustavo Esteva rememorando los hechos de 2006.[26]
Aún así, hay signos esperanzadores. A principios de septiembre, más de un centenar de hombres y mujeres representantes de unas 20 emisoras se reunieron en el pueblo de Zaachila para celebrar la “Primera Asamblea de Radios Libres y Comunitarias de Oaxaca”.[27]
La Asamblea tuvo lugar cuando en Oaxaca y en el país se intensifica la represión, hostigamiento, censura, bloqueo y desmantelamiento de diversas radios comunitarias.[28] Entre los objetivos de la reunión destacó la conformación de una red para fortalecer los medios independientes y comunitarios. La batalla para una comunicación libre y autónoma es –me parece- uno de los ejes de las luchas por venir.
También fue relevante el proceso de renovación del Comité Directivo de la Sección 22 del sindicato magisterial (SNTE) que tuvo lugar a finales de septiembre. A pesar de las presiones de los grupos políticos, ganó un candidato independiente, lo cual fortalece las tendencias democráticas dentro de ese sindicato de maestros que, con todo y sus fallas, sigue ejerciendo un papel importantísimo en la vida social de la entidad.
La lucha toma otros rumbos. En Oaxaca existe una larga tradición de batallas ecológicas que vuelven a emerger. En 2002, una coalición ciudadana ganó una importante batalla contra la apertura de un McDonald’s en el Zócalo de la ciudad.[29] Y en julio de 2008, otra coalición echó por abajo la construcción de un megacentro comercial en la colonia Reforma. “¡No estamos todos! ¡Faltan los árboles! Reclaman los activistas en relación a la destrucción de vegetación centenaria en el predio recuperado.[30]
Esas palabras me traen a la mente la profecía de D.H. Lawrence, el gran escritor inglés:
Para mi los hombres de México son lo mismo que árboles: bosques enteros que los blancos derribaron al llegar. Pero las raíces quedaron en tierra y brotaron de nuevo. Cada brote echa abajo una iglesia española o una fábrica norteamericana. Y no tardará mucho en volver a existir el bosque y destruirá para siempre todos los monumentos españoles que desaparecerán de la faz del mundo.[31]
Hoy la reconstrucción del bosque social es inseparable del rescate del bosque tropical. El 1 de septiembre de 2008, diversos grupos que luchan contra la injusticia ambiental, los basureros en tierras comunales, las plantas de tratamiento de basura, la contaminación de ríos y arroyos, la construcción de más gasolineras, supercarreteras, presas y otros megaproyectos marcharon por primera vez juntos en la Ciudad de México.[32]
“El capitalismo se encuentra acorralado en una crisis civilizatoria de saqueo de los recursos sociales, naturales, del medio ambiente, así como del cuerpo y la mente humanos”, me dijo ese día Andrés Barreda, uno de los organizadores de la marcha.
La guerra decretada en contra del campo mexicano tiene como contraparte la descomunal migración campesina hacia Estados Unidos, pero también hacia las ciudades de México. De consecuencia, hoy tenemos una tenaz resistencia de diversos sectores sociales que en todas partes se oponen al despojo.[33]
Es por esto que, una vez más, es bueno volver la mirada hacia el sur. Oaxaca no es únicamente el espejo del “México Bárbaro” que se encarna en Ulises Ruiz y en los usos y costumbres del sistema político local (aquellos “instintos salvajes”, descritos por Ricardo Flores Magón hace más de 100 años[34]). También es –como lo fue y lo sigue siendo Chiapas- un laboratorio de pensamiento alternativo y de luchas sociales que suscita la simpatía y la solidaridad de muchas personas en el mundo entero.[35]
Lo bailado no lo quita nadie. La experiencia de la APPO comprueba que, en pleno siglo XXI, la práctica de la ayuda mutua no es la quimera de unos cuantos locos, sino un mecanismo vigente entre pueblos que viven en el presente y con la mirada clavada en el futuro. Un mecanismo que, en ciertas condiciones, se vuelve contagioso y hace temblar todo los poderes.
En un momento en que la vida misma se encuentra amenazada por el saqueo ambiental, por la ley de la ganancia y por las mafias de los negocios, los pueblos de Oaxaca nos mostraron que es posible vivir, trabajar, crear, amar, reír y llorar sin el orden totalitario de los gobiernos y al margen de la lógica absolutista de la mercancía.
Por todo esto y más Oaxaca es, también, nuestro espejo. El espejo de los que en todas las latitudes reivindicamos el derecho de vivir humanamente.
Noviembre de 2008.
Notas
- [1] La Jornada, 1 de octubre de 2008.
- [2] La Jornada, 3 de octubre de 2008.
- [3] Declaración adoptada con el voto favorable de México el 13 de septiembre de 2007. Véase también los artículos 14 y 15 del Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo sobre Pueblos Indígenas y Tribales en Países Independientes, ratificado por México el 5 de septiembre de 1990,
- [4] Sobre los hechos de Castaños véase
- [5] Información más detallada en
- [6] Mario Perniola, Contro la comunicazione, Turín 2004, 10.
- [7] Convenio de colaboración entre la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (CONADE) y la empresa Coca-Cola, patrocinado por Josefina Vázquez Mota, secretaria de Educación Pública,
- [8] Carlos Monsiváis, citado por Rosa Elvira Vargas, La Jornada, 3 de octubre de 2008.
- [9] La Jornada, 17 de septiembre de 2008, nota de Claudia Herrera y Jesús Aranda.
- [10] Federación Latinoamericana de Periodistas FELAP-México, Informe actualizado sobre la situación del periodismo
- [11] Reporte Índigo núm 98, septiembre de 2008, download.reporteindigo.com/ic/pdf/98/reporte.pdf
- [12] IKV Pax Christi, El secuestro es un negocio explosivo,
- [13] Agencia Adital,
- [14] Véase el sitio
- [15] Véase y
- [16] El Financiero en línea,
- [17] Armando Bartra, El hombre de hierro. Los límites sociales y naturales del capital. México, 2008.
- [18] Sobra advertir que mis opiniones no involucran a los compañeros CCIODH cuyo trabajo no es opinar, sino documentar las violaciones a los derechos humanos.
- [19] Margareth Rago, Tra la storia e la libertá. Luce Fabbri e l’anarchismo contemporáneo, Milán 2008, 215.
- [20] Collective Reinventions, Broken Barricades: The Oaxaca Rebellion in Victory, Defeat and Beyond,
- [21] Secretaría de Relaciones Exteriores, Boletín Informativo, 28 de marzo de 2008,
- [22] Es lo que sucedió el 2 de octubre en la marcha para conmemorar la masacre de Tlatelolco. Véase el llamado de la Liga Mexicana por la Defensa de los Derechos Humanos (LIMEDDH),
- [23] Sobre la represión en Oaxaca, véase los informes V y VI de la CCIODH,
- [24] “Los disparos se produjeron a más de 35 metros, afirma la CNDH”, La Jornada, 18 de octubre de 2008.
- [25] CCIODH, comunicado No. 37, 25 de noviembre de 2006, Justicia para Oaxaca.
- [26] Gustavo Esteva, “Dos años después”, La Jornada, 16 de junio de 2008.
- [27] Conforman Asamblea Permanente de Radios Libres y Comunitarias de Oaxaca, nota de Blanca Cruz
- [28] En Oaxaca han tenido problemas las siguientes emisoras comunitarias: Radio Tehuantepec, Radio Totopo, Radio La Tehuanita, Didxaza’a, Biniguelaza, Sonido 89, TNT, Radical, Xguenda, Guadalupe y Laboral Xha Vicente. A nivel nacional destaca el desmantelamiento de Radio Tierra y Libertad de Monterrey, Nuevo León.
- [29] Albertani, Claudio, “Small is beautiful. Airports, McDonald’s and Hypermarkets in Mexico” en Paula S. Rothenberg coord., Beyond Borders. Thinking Critically About Global Issues, New York, 2005.
- [30] ¡No estamos todos, faltan los árboles!,
- [31] Lawrence, D.H., Viva y muera México, México 1970, 182.
- [32] Una marcha significativa por la naturaleza en México, http://mexico-verde.blogspot. com/2008/09/una-marcha-significativa-por-la.html
- [33] Andrés Barreda, entrevista con el autor, 1 de septiembre de 2008.
- [34] “Instintos salvajes”, Regeneración, Tomo II, núm 36, 30 de abril de 1901; ahora en: Ricardo Flores Magón, Obras Completas, Introducción, compilación y notas, Jacinto Barrera Bassols, Vol. IV, 736.
- [35] Además del citado trabajo de Collective Reinventions (para mi gusto el más interesante), entre los libros publicados fuera de México sobre el movimiento de Oaxaca, está: Nancy Davis, The people decide. Oaxaca’s popular assembly, A Narco News Book, Fund for Authentic Journalism, Natick, MA, 2008 y George Lapierre, La commune d’Oaxaca. Chroniques et considerations, precede de “Vive la Commune” de Raoul Vaneigem, Éd. Rue des Cascades, Paris 2008.
Datos para citar este artículo:
Revista Vinculando. (2009). El Espejo de México (Crónicas de barbarie y resistencia). Revista Vinculando, 7(1). https://vinculando.org/articulos/sociedad_mexico/el_espejo_de_mexico_cronicas_de_barbarie_y_resistencia.html
Deja un comentario