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Como Stavenhagen afirma, en la opinión tradicional del antropólogo el intercambio comercial de productos, además de trabajo asalariado, han sido vistos comúnmente como factores externos que amenazan la estabilidad y la autosuficiencia comunal, está última, considerada por mucho tiempo como la columna vertebral de las comunidades campesinas (1978: 27).
Actualmente, el mercado ha sido una preocupación central para investigadores tanto de la producción como de la organización política campesina. Aunque en la actualidad, la economía campesina se encuentra cada vez más diversificada, los aspectos de la producción y la comercialización han sido por mucho tiempo considerados como mecanismos a través de los cuales la economía campesina se encuentra integrada.
Uno de los problemas que por muchos años ha persistido, ha sido la falta de control del campesino sobre el proceso comercial en sí mismo, estando expuesto a un elevado rango de fluctuación de los precios y por lo tanto, a la actividad de los “intermediarios en posiciones de control monopólico”. Como resultado, los campesinos están forzados a vender sus productos a un precio mucho menor al precio real, y de la misma forma, el crédito y la asistencia técnica se hacen menos accesibles (Stavenhagen, 1978: 32; Mejía y Sarmiento, 1987: 19).
Las demandas de campesinos e indígenas se encuentran principalmente enfocadas a cambiar las condiciones estructurales que general resultados tan negativos. Se busca el reconocimiento oficial de sus propias organizaciones y mayor participación en el diseño y aplicación de las políticas estatales hacia sus comunidades. Se pugna además por mayores facilidades de producción, mejores precios de garantía, eliminación de los intermediarios, comercio justo para sus productos, información sobre los mercados, crédito adecuado y oportuno, y asistencia técnica efectiva (Mejía y Sarmiento, 1987: 22, Edelman, 1999b: 332, 349).
La lucha por obtener mejores precios se enmarcan en tres relaciones de intercambio distintas de acuerdo a Martínez a) venta del producto, b) compra de bienes de producción (consumo productivo), y c) consumo para la subsistencia (1991: 34).
Por su parte, la lucha para el control democrático de la producción y de la comercialización se intensificó en los años 70 por la crisis del corporativismo de la CNC y la emergencia de organizaciones independientes. Sin embargo estas exigencias están basadas en una añeja demanda de las principales y más combativas organizaciones campesinas, tales como la CNPA (de la cual es miembro la COCEI), la CIOAC, y UNORCA. Ello incluye diversas estrategias para la comercialización directa de productos agrícolas, en aras de evitar intermediarios o coyotes (Mejía y Sarmiento, 1987: 209-210, 223, 273; Flores, Paré y Sarmiento, 1988: 20, 40). El control del proceso productivo abarca la producción, la comercialización, el consumo, así como las condiciones sociales generales de los campesinos, tales como la participación y la representación, la educación, la vivienda, y los servicios políticos. En suma, la capacidad de organizarse y convertirse en una fuerza social y política autónoma (Martínez, 1991: 15).
Aunque se ha estado de acuerdo en que la tierra ha sido el tema central, las organizaciones del movimiento independiente han establecido que las luchas campesinas no finalizan con la obtención de tierra (Flores, Paré y Sarmiento, 1988: 169). Un ex representante de la UNORCA argumenta que, en lugar de quedarse en preocupaciones sobre la apropiación del proceso productivo, actualmente las principales demandas son de carácter social: salud, vivienda, educación (1993:1). Otero sugiere que en la última década las nuevas dimensiones añadidas a la demanda por la tierra, son la producción, el automanejo, la autonomía, y el territorio (1999: 188, 201). Estas opiniones se encuentran ligadas si se entienden en términos de la “apropiación del proceso productivo” definido por Martínez. Además, deben ser vistas en el contexto del movimiento independiente, donde las luchas mas importantes en la esfera de la producción han tenido lugar, y donde las organizaciones se caracterizan por sus relaciones (Flores, Paré y Sarmiento, 1988: 140, 143). Un ejemplo claro es la Vía Campesina, la cual establece como punto principal de su agenda una “…comprensiva reforma de los sistemas agrícolas a favor de la producción y el mercadeo de pequeña escala” (Desmarais, 2002:109); y al mismo tiempo ha establecido lazos de cooperación con una amplia gama de organizaciones.
Martínez precisa que la estrategia campesina se encuentra basada en el logro y la consolidación de la autonomía en diversas dimensiones de la vida social: la política, la ideológica, y la económica. Esta última incluye tres vertientes estratégicas: a) autonomía comercial, manifiesta en la disposición de sus excedentes a través de canales de intercambio; b) autonomía financiera, permitiendo el control campesino sobre el crédito y los recursos financieros, así como sobre recursos para asegurar el control de la toma de decisiones para el desarrollo de la producción; y c) autonomía técnica, en términos de su propiedad de recursos técnicos para la creación de un proceso productivo propio (1991: 44).
Datos para citar este artículo:
Horacio Almanza-Alcalde. (2005). Comercialización y demanda de mejores condiciones para la producción. Revista Vinculando, 3(1). https://vinculando.org/comerciojusto/mst_comercio_justo/comercializacion_produccion.html
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