"El Estado es esa gran falacia que permite a muchos vivir a costa de todos los demás"
Frédéric Bastiat
Como ciudadana consciente de los males que azotan mi sociedad, me embarga la indignación al constatar reiteradamente la injusticia que se comete en nuestros países latinoamericanos al otorgar a los y las docentes un salario muy por debajo del que exige la trascendencia de la labor que desempeñan. Esta situación parece ser una constante alrededor del mundo, pues se sigue considerando el magisterio como la cenicienta de todas las profesiones, ignorando así que la educación es el factor primordial para el desarrollo de los pueblos. Pero, quién sabe, a lo mejor a ese desarrollo es al que se le teme, pues como dicen por ahí "pueblo educado, pueblo peligroso".
Los más increíble de todo es que, a pesar de que no se les retribuye a los y las docentes un salario digno, sí se les culpa reiteradamente porque los alumnos poseen cada vez menos competencias, como si fuesen los únicos responsables de que los procesos de enseñanza y aprendizaje se desarrollen con éxito en nuestras escuelas.
La problemática planteada anteriormente encierra peligros desastrosos para la humanidad. Los cinco de mayor importancia los explico, brevemente, a continuación:
- Se está enseñando prácticamente por obligación, sin que la fuerza del amor sea el común denominador, en la mayoría de los casos; y es que, cómo pedirle que desempeñen tan hermosa labor con satisfacción, cuando la paga recibida no es suficiente para aplacar el hambre y pagar sus deudas.
- El pluriempleo se adueña de la realidad de la mayoría de los maestros y las maestras, pues cuando no alcanza con un trabajo se ven en la obligación de buscar otros tantos, supliendo así, medianamente, sus múltiples necesidades.
- "La cenicienta de las profesiones" cada vez pierde más prestigio, ya sólo se considera la opción de aquel o aquella que no dio para más y, por tanto, debe conformarse con las migajas que obtendrá en el ejercicio de su labor.
- No existe motivación para continuar, de manera sistemática, con su preparación académica, permaneciendo empapados de las nuevas corrientes pedagógicas y de las mil y una formas de enseñar efectivamente, obteniendo aprendizajes mucho más significativos. Pero, cómo culparlos, si para lo poco que reciben, mucho dan a cambio.
- Y, no menos relevante, los que salen perdiendo son, como siempre, los que menos culpa tienen, nuestros niños y niñas, quienes cada vez reciben una educación menos eficiente, quienes cada año escolar concluyen con un bagaje cognoscitivo más pobre y quienes, día tras día, tienen que luchar en un mundo que exige poseer herramientas que sólo otorga el saber.
Toda esta reflexión me hace recordar la frase que una vez escuché: "todo es signo", todo nuestro mundo está compuesto por señales, aunque, en ocasiones, nos pasan desapercibidas. El índice de analfabetismo es señal de que la educación anda en pañales, la cifra creciente de desempleados es un signo de que a quienes debería importarles les tiene sin cuidado, la marcha del cangrejo que nuestros países llevan a cabo es una señal más que clara de que no se está haciendo lo que se debe; y la pobreza que afecta a las grandes masas del mundo entero es una señal fehaciente de que la justicia, que tanto suplica nuestro Creador, ha sido pisoteada y sepultada en el olvido.
Sólo queda rezar porque todos los responsables de los procesos educativos de las distintas sociedades emprendan las acciones necesarias para que la educación encabece la lista de prioridades en sus presupuestos y proyectos estatales. De igual manera, es perentorio que el maestro recupere su prestigio social y, de una vez por todas, deje de considerarse como un empleado de poco valor o, simplemente, una persona que por su escaso nivel académico sólo merece enseñar… como si la enseñanza no representara el mayor desafío que puede existir para cualquier mortal.
Datos para citar este artículo:
Jade Díaz Pimentel. (2013). Acusando a la víctima… un signo de cobardía. Revista Vinculando, 11(1). https://vinculando.org/educacion/acusando-a-la-victima-un-signo-de-cobardia.html
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