Desarrollo:
"… ¿qué mitología, como no sea alguna magia negra inconfesable, tomará a su cargo ese brebaje de decadencia, emparentado con la heroína, el café que desvela?"
José Vasconcelos.
El café puede ser cualquier cosa desde una brebaje demoníaco, un veneno fulminante o la esperanza del fatigado, néctar y obsequio divino. Perseguido, vituperado, cimiento de fabulosas fortunas y miserias inauditas. Algo es seguro, nadie permanece inmutable a su contacto. Al café se le ama o se le odia pero obliga a la reacción, aunque a ésta no siempre le asista la razón… incluso alguien tan lúcido como Vasconcelos, quien podía soltar frases tan agudas como: "La cultura acaba donde empieza la carne asada"? para después expresarse como cualquier ignaro diputado.
En ese juego de intereses financieros y políticos que en ocasiones prohíben y en otras encumbran mercaderías, principalmente vegetales, el café ha sido traído y llevado. Quizá a alguno le parezca inconcebible una ley que prohibiese el consumo de las aromáticas tazas. Justamente en nuestros tiempos cuando todos debiéramos procurar beber más y, quizá, salvar del hambre y la migración a quienes cultivan esta rubiácea. Pero esto no siempre ha sido así.
El descubrimiento del café se remonta a un pasado legendario. La tradición ubica como su cuna la antigua Abisinia islámica -hoy, Etiopía. Los relatos son diversos y en determinado momento integran diversos personajes altamente legendarios. En tiempos remotos, el pastor Kaldi, persona humilde y de escasos recursos, se percató de la inusual vivacidad del rebaño de cabras a su cuidado y las siguió; después de algún periplo descubrió un arbusto con rojas bayas: el cafeto. Al paso del tiempo se generalizó su uso terapéutico y arraigó el hábito de su ingesta en todo el mundo musulmán. Creamos o no en la leyenda, de cualquier modo el consumo de café tiene una raíz profunda.
En las planicies etíopes se consumían los frutos secos y triturados, mezclados con mantequilla salada y cocidos como torta; y, aún hoy, en ciertas regiones de Asia y África, existen pueblos que consumen los granos machacados con pulpa de plátano y en pasta. Lo mismo sucede con la torrefacción, su descubrimiento también fue accidental: un monje sufí de alrededor del siglo XIII, al querer secar un poco unos frutos demasiado húmedos, antes de machacarlos en el mortero los colocó encima del hogar, se excedió en el tiempo de la operación y el grano liberó por vez primera un aroma que desde entonces ha cautivado naciones enteras.
Prácticamente desde el descubrimiento de Kaldi, el néctar negro se asimiló al orden predominante. De tal manera que el Islam la tuvo como la bebida oficial; en gran medida la causa fue la proscripción del alcohol de la religión y, en menor proporción, otra causa fue su uso para mantener despiertos a los monjes durante las agotadoras oraciones nocturnas; de ello da cuenta Abbé Massieu en un poema escrito en 1718: "Los monjes, uno a uno, a medida que la noche se avecina, beben en torno al gran caldero -¡un círculo de alegría! Y la aurora, sorprendida, al visitar de nuevo aquel lugar, ¡ya en sus lechos de ocio yaciendo jamás los volvió a encontrar!"?, no deja de ser asombroso el parecido de lo descrito con un cónclave de brujas medievales. Incluso existe otro relato donde se afirma que el mismo Alá envió mediante el arcángel Gabriel la bebida como remedio para un mal que dejaba sin energía y ánimo al profeta; se dice de Mahoma que después de la primera taza, se sentía "capaz de desarzonar a cuarenta jinetes y poseer a cincuenta mujeres."? El café se instaló tan definitivamente en el mundo árabe debido a su gran capacidad de estimular, prolongar y azuzar la vigilia de los bebedores y de ello basten unas palabras de Honorato de Balzac, acerca de los efectos del beber café: "A partir de ese momento todo se agita, las ideas se ponen en marcha como los batallones de un gran ejército en el terreno de la batalla. Llegan los recuerdos a paso ligero, con las banderas al viento; la caballería ligera de las comparaciones se despliega con magnífico galope: la artillería de la lógica llega con su tren y sus saquetes de pólvora; llegan en guerrilla las agudezas, se ponen en pie las figuras, y el papel se cubre de tinta, pues la vigilia comienza y termina con torrentes de agua negra, como lo hace la batalla con su negra pólvora."?
Y así como la pólvora se riega por doquier, así el uso del café como estimulante prendió, primero, en tiendas beduinas como muestra de generosidad y, después, para su venta. Beber "café turco"? se propagó hasta Constantinopla y el Cairo, irradiando desde el puerto moro de Moka, en Yemen. Las primeras casas de café, llamadas Kahueh-Kanes, se establecieron en el barrio de Taktacalah en Bizancio. Así, también la primera prohibición del café ocurrió en el ámbito musulmán: el gobernador del sultanato del Cairo en 1511, Kair-Bey, dio órdenes de cerrar todos los cafés y destruir el producto bajo la amenaza de recibir una paliza si se le sorprendía uno bebiendo café y si era atrapado in fraganti una vez más, el delincuente era introducido en una bolsa de cuero y arrojados al mar… Y en la actual Turquía, durante aquella época se prohibió porque, dicen, promovía la sedición. En 1570 había en El Cairo dos mil cafeterías donde se recibía a los clientes en sofás, se jugaba ajedrez y se conversaba sobre arte, ciencia, religión y política; se admiraba a las alameas: bailarinas o cortesanas encargadas de divertir a los visitantes. Tan importante era el café que una mujer podía pedir el divorcio por falta de café y su transporte sin tostar o cocer era terminantemente prohibido, so pena de recibir castigos corporales que podían incluir la prisión, los azotes y la mutilación.
El monopolio árabe duró cerca de un siglo y gracias a un hurto realizado por un monje, se comenzó su cultivo en las montañas de Chikmagalur, del suroeste del subcontinente hindú y de ahí se diseminó por el resto de Asia. El café irrumpe en Europa en el siglo XVII, en un principio mediante los jardines botánicos y los naturalistas. La primera planta en suelo del viejo continente fue transportada por Próspero Alpini hacia Padua desde Egipto entre 1580 y 1586; después llegó a Venecia y el resto de Italia. En Francia, fue Solimán Aga, un embajador moro durante el reinado de Luis XIV, quien introdujo a la realeza en el hábito del café, con una preparación turca tradicional y mediante una ceremonia árabe del café, coincidente en algunos puntos con la del té japonesa; de inmediato fue adoptado por la corte de Versalles, tanto que a quien se le atribuye mezclar por primera vez el café con azúcar y leche, el café au lait, es nada más y nada menos que a Madame de Sévigné. A la partida de Solimán Aga, algunos armenios establecieron las primeras cafeterías francesas y dieron a conocer un arte desarrollado en su patria: la lectura de la borra del café o cafeomancia. Pero no todo fue felicidad, no obstante la bendición papal de Clemente VIII, hubo un fuerte ataque por parte de los médicos franceses en en la segunda mitad del siglo XVII. En 1689, el siciliano Francesco Procope funda el Café Procope frente a la Comédie Française, lugar donde tiempo después se gestarían las ideas de la Revolución Francesa y a dónde acudirá gente de la talla de Voltaire, Rousseau, Diderot y, cuando se encontraba en la ciudad, Benjamín Franklin. De hecho, el historiador francés Michelet describió el arribo del aromático como "la prometedora revolución de los tiempos, el gran acontecimiento que creó nuevas costumbres e incluso modificó el temperamento humano."? En la Europa Continental las cafeterías eran espacios igualitarios de convivencia para hombres y mujeres.
En Inglaterra, por el contrario cada cafetería se especializaba en cierta clientela y las mujeres eran excluidas de ellas, como en cantinas y pulquerías de antaño. En un manifiesto llamado Petición de las Mujeres en contra del Café, de 1674 se lee: "el uso excesivo de ese moderno , abominable y pagano licor llamado café, que ha convertido a nuestros esposos en eunucos e inutilizado a nuestros mejores galanes […] No les queda nada húmedo salvo las narices, nada tieso salvo las articulaciones, nada erguido salvo las orejas."?
El 29 de diciembre de 1675, el rey Carlos II de Inglaterra lanza una proclama donde se decreta la supresión de las cafeterías a partir del 10 de enero de 1676. Debido a que en ellas "se conciben y se difunden diversos informes malintencionados y escandalosos para difamación del gobierno de su Majestad, y para la alteración de la paz y la quietud del reino."? Por su parte, el monarca alemán Federico El Grande hace público su disgusto por la popularización del consumo de café, en el edicto en cuestión se puede tener una idea de la indignación real: "Resulta indignante notar el aumento en la cantidad de café consumido por mis súbditos, y la igual cantidad de dinero que, como consecuencia, sale del país. Mi pueblo debe beber cerveza. Su Majestad fue criado con cerveza, lo mismo que sus antepasados."?
¿Porqué ha persistido la costumbre de beber café, a pesar de las persecuciones? La respuesta inmediata es la supuesta capacidad adictiva de la cafeína pero Mark Pendergast nos da una respuesta de mayor envergadura: "El café es un estimulante intelectual, una manera agradable de sentir que la energía aumenta sin causar efectos negativos evidentes. Las cafeterías permiten a la gente reunirse y conversar, distraerse, hacer negocios, alcanzar acuerdos, componer poesía o mostrarse irreverente en igual medida."? Y redondea Vincent Van Gogh en una carta a su hermano Teo: "En mi cuadro del café nocturno he tratado de expresar que el café es un sitio donde uno puede arruinarse, volverse loco y cometer crímenes"?; ¡cuán lejos estamos del confort transnacional y encapsulado de cualquier Starbucks!
El ser humano siempre ha tenido una relación muy particular con las plantas que alteran o modifican de alguna manera la vigilia (considerada como un estado de la conciencia de entre una gran variedad), y el café no es la excepción. Desde su implantación en todo el mundo, al aromático brebaje le han surgido creencias y supersticiones, prohibiciones y calumnias. Por ejemplo, en la Rusia del siglo XIX, su consumo estaba castigado con penas de tortura y mutilación, como cortarle la nariz y las orejas, al infractor.
La cafeína
es la sustancia responsable de la particular atracción primigenia que ha sentido el ser humano hacia el aromático (antes del actual énfasis en el sabor, la calidad, etc.) y ésta, la cafeína, es psicoactiva; es decir, tiene un efecto de alteración en la conciencia de quien la consume claro y discernible. Y por ello en ocasiones se la ha considerado como droga… pero, ¿cuál es la definición de ésta palabra? la Real Academia de la Lengua en la 23o edición de su diccionario, ofrece la siguiente: "Droga.- (Del árabe hispánico hatrúka; literalmente, "charlatanería’). Femenino. Sustancia mineral, vegetal o animal que se emplea en la medicina, en la industria o en las bellas artes. ||2. sustancia o preparado medicamentoso de efecto estimulante, deprimente, narcótico o alucinógeno. ||3. medicamento."? Ciertamente una definición amplia donde tienen cabida muchas cosas como, pinceles, el mármol, el petróleo y la aspirina. Pero es especialmente en sustancias con claros efectos alteradores y/o modificadores de la vigilia donde recae la carga negativa de los significados de la palabra.
Pese a los esfuerzos de la Organización Internacional del Café mediante su programa Positively Coffe, a través del cual ha dado a conocer múltiples estudios en donde se hace patente la conveniencia de la ingesta habitual de café por sus efectos benéficos como antioxidante, en la prevención de enfermedades tales como la cirrosis hepática, los síndromes de Alzheimer y Parkinson; aún se perciben ciertas ideas sobre el café y la salud no del todo adecuadas y, cosa curiosa, los cafetómanos nos referimos a la "necesidad"? de una tacita en la mañana o de la "adicción"? al café de algún conocido. Un ejemplo, ilustrador por hilarante es el redactado por Quim Monzó en el año 2000 y publicado en las revistas Vanguardia y Cáñamo. En el artículo se expone el conflicto entre Noruega y Suecia debido a la prohibición de la venta al público de pastillas de cafeína pura. Es de todos conocida la proclividad de la gente a procurar lo expresamente restringido y los jóvenes noruegos no son la excepción. Así las cosas emprenden un viaje hacia el Este y en el primer pueblo sueco se detienen para ahí adquirir todas las tabletas de cafeína de la farmacia local para después consumirlas en grandes cantidades durante las juergas de fin de semana. Es interesante el fenómeno: una sustancia legal de consumo generalizado es prohibida, con lo cual se crea un mercado paralelo para abastecer la demanda producida por la prohibición. Por otro lado, ¿la juventud sueca comparte el hábito? Todo parece indicar que no es así, además ¿tendría el mismo atractivo consumir una sustancia de venta al público?
La importancia social del café es innegable, Estados Unidos de América, a partir de la llamada Fiesta del Té, en la ciudad de Boston, lo ha convertido es su bebida nacional y no han sido pocos quienes lo han llamado el combustible intelectual de ese país. A nadie le parece raro, inusual o vicioso tomar una taza de café en la mañana o después de una comida; por el contrario se busca el incremento del consumo y se impulsan nuevos mercados. Ateniéndonos a la definición de la Real Academia de la Lengua podemos afirmar categóricamente que el café es una droga… lícita y de uso aceptado (hay quienes afirman que un motivador para tomar café es su relación con el status social).
Son muchas las plantas cuyos compuestos son psicoactivos, el café es un gran ejemplo por su popularidad, pero el chocolate, los chiles, el opio, la nuez moscada, la mariguana, el té, la coca y las lechugas son otros ejemplos.
El café es cotidiano y parte de la forma de vida de millones de seres humanos, pero ha sido tan sólo un golpe de suerte, una casualidad que el té nunca se haya dado en suelo americano, de haberse aclimatado la Camelia Sinensis o planta del té en nuestro continente quizá los anglosajones protestantes de las trece colonias no hubieran jamás encumbrado al rey café como bebida nacional, como su combustible, como la droga preferida del imperio. ¿Dónde se marca la línea? ¿Las drogas son malas? No pueden serlo: quien las consume hace un buen o mal uso de ellas pero, ¿se nos enseña a convivir con sustancias que alteren la vigilia? Y no obstante cuán vivificante es una taza del negro néctar al despertar. Meditemos un poco en esto al momento de paladear el próximo capuchino, en esto y en la pobreza de las zonas productoras, en los precios de hambre del campo cafetalero, en la esclavitud y el despotismo practicado en algunas fincas, en las guardias blancas y su impunidad, el colonialismo, el narcotráfico y la explotación del hombre por el hombre, condiciones imperantes en las prístinas montañas y abruptas cañadas entre los trópicos. Para cerrar con un espresso exquisito, un fragmento de "El Café"?, texto del poeta peruano Nicomedes Santa Cruz:
Tengo tu mismo color
y tu misma procedencia,
somos aroma y esencia
y amargo es nuestro sabor…
Vamos, hermanos, valor
el café nos pide fe,
y Changó y Ochúm y Ekué
piden un grito que vibre
por nuestra América libre,
libre como su café.
Datos para citar este artículo:
Jaime Alberto Coello Manuell. (2007). Café prohibido. Revista Vinculando. https://vinculando.org/mercado/cafe_prohibido.html
loca afel dice
pongan algo bueno