"Después del poder, nada hay tan excelso como el saber tener dominio de su uso"
Jean Paul Richter
Las manifestaciones discursivas que acontecen en el dinámico mundo de hoy ponen en evidencia el ejercicio de poder de unos sujetos sobre otros. Y es que, la palabra, o más bien la retórica, ha sido utilizada desde antaño para controlar a otros individuos y, sobre todo, para hacerlos actuar en consonancia con nuestros intereses.
El discurso encuentra sus orígenes alrededor del año 485 a. C., en la ciudad siciliana de Siracusa, en la antigua Grecia. En ese entonces, era concebido más bien como retórica, ciencia que surgió con el propósito de persuadir a los miembros de una asamblea y llevarlos a adoptar un punto de vista determinado, todo ello a través de un discurso estratégico y elocuente, ideal para cumplir los fines perseguidos.
Van Dijk (1997) define el discurso como:
"…un evento comunicativo de un tipo especial, estrechamente relacionado con otras actividades comunicativas no verbales y otras prácticas semióticas de significado y con los usos sociales de códigos simbólicos…".
El poder, por su parte, no tiene un origen específico, pues en toda sociedad han existido sujetos ansiosos por controlar a otros, tanto física como emocionalmente. Al parecer, el individuo siente que al ejercer el poder logra afianzar y consolidar la posición que ocupa dentro de dicha sociedad. Foucault (1997) confirma este deseo intrínseco de poder, al decir que: "No existe sujeto neutral, somos necesariamente el adversario de alguien".
Para definir el poder, conviene acudir a la definición dada por Vaughan (2008): "… es la capacidad o la habilidad para ejercer influencia; y la influencia es poder en acción".
Las élites poderosas ejercen influencia sobre los grupos dominados de múltiples maneras. Un buen ejemplo de ello lo constituyen los medios de comunicación, que haciendo uso de un sinnúmero de recursos retóricos y estilísticos van moldeando las cogniciones sociales de los individuos, transmitiéndoles creencias e ideologías que van siempre a favor de los grupos que poseen el poder económico, político y social.
Otro ejemplo más ligado al campo educativo se trata del discurso del docente, el cual es captado como palabra sagrada por los estudiantes, sirviendo como transmisor por excelencia de las ideologías defendidas por la institución en cuestión.
La invitación no puede ser otra que aferrarse a la reflexión profunda acerca del papel de cada uno de nosotros, y de los docentes en particular, acerca de la importancia de brindar un discurso que fomente la democracia y la equidad, carente de ideologías impuestas y que promueva los procesos crítico-analíticos en sus destinatarios.
El poder del discurso es incalculable, a través de él es posible construir relaciones justas, pero también relaciones plagadas de inequidad. Por lo que, solo queda apelar a que los discursos que se promuevan en la sociedad, y específicamente en la escuela, cumplan el firme propósito de luchar por la justicia social y acabar de una vez por todas con el abuso de poder.
Referencias bibliográficas
- Michael Foucault. Arqueología del Saber. México: Ediciones siglo XXI. (1997). (p. 59).
- Teun Van Dijk. Discurso, cognición y sociedad. Revista Signos, teoría y práctica de la educación, núm. 22. (1997). (Pp. 66-74).
- Hal Vaughan. Psicología Social. Madrid, España: Editorial Médica Panamericana, S. A. (2008). (p. 237).
Datos para citar este artículo:
Jade Díaz Pimentel. (2012). Discurso y poder. Revista Vinculando, 10(1). https://vinculando.org/microblogging/discurso-y-poder.html
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