Regresar al índice de este documento.
Desarrollo
Para que la persona pueda resarcirse del padecimiento "psicológico" que presenta, necesita recibir un "tratamiento psicológico" con el objeto de lograr la enmienda de la "falta fundamental" y la reparación de la "falla básica" que se ha originado en su "diseño natural". Este tratamiento psicológico se propone alcanzar los siguientes objetivos en la persona enferma:
- Brindar la ayuda correspondiente a la persona porque ésta no puede valerse por sí misma.
Esto es, la persona carece de la capacidad para procurarse los medios que la movilicen hacia una situación más apropiada. La primera consecuencia del diagnóstico psicopatológico es declarar a la persona incapaz, entre otras cosas, de atender su propia condición. Solamente el experto tiene la posibilidad de lograrlo. - Recentrar a la persona porque se encuentra fuera de la norma de vida indicada o de los parámetros de salud estipulados.
Resulta curioso que el tratamiento clínico coincida puntualmente con las conductas y sentimientos que el orden social aprueba. La meta ideal es que los enfermos mentales o las personas disfuncionales salgan del consultorio comportándose como la norma social lo establece y, por lo tanto, sintiéndose felices e integrados.
El mundo social no tiene que cambiar, acaso se podrían construir más espacios recreativos, aconsejar que no se 37 beba en exceso y que se cultiven algunos valores importantes. Pero sólo eso. El peso del cambio fundamental recae sobre la persona, y su inaudito modelo de salud mental es la misma sociedad que lo expolió. - Completar los aspectos faltantes a través de la maduración, el aprendizaje, la adquisición de habilidades, el encuentro del sentido, la recepción de amor, la gestación de autoestima, etc. y reparar de esta manera la falta que hace padecer a la persona.
La industria del cambio psicológico cuenta con un impresionante armamentarium para que la persona subsane la carencia que le genera disfuncionalidad o enfermedad. Los remedios son de la más variada índole y abarcan casi la totalidad de las alteraciones psicológicas.
Sus productos están a la vista del público y son de fácil de acceso. Una de las grandes mentiras de la psicoterapia es que virtualmente promete desaparecer la falla y el malestar que se sufre como si fuera posible arrancarse una parte de la historia de vida. - Corregir los elementos estructurales o funcionales que están fallando para que la persona retorne a lo racional, adaptativo, funcional, correcto, normal, deseable, adecuado o conveniente.
Cada tratamiento clínico está basado en alguna teoría que fundamenta su concepción de la psique y de sus procedimientos de intervención.
Desde esta teoría, la lógica terapéutica sugiere que "algo está mal" y que debe ser sometido a rectificación. La persona se ha desviado del cauce normal y la función de la psicoterapia consiste en devolverlo al sano funcionamiento. Los criterios de salud mental también se desprenden de manera lógica de su cuerpo teórico y nos indican el momento en que la persona logra ser corregida. En ningún momento, la persona puede apelar a su propia experiencia para determinar la naturaleza de su condición ni el curso de su recuperación. - Proveer el bienestar requerido por la persona porque cualquier tipo o grado de malestar debe ser conjurado al máximo y de inmediato. Para lograr este propósito se buscará la mejoría, el alivio, el cambio o el enriquecimiento de la persona a través de la descarga, la liberación, la aceptación, el sentido, el cierre, el crecimiento, la modificación, el entrenamiento, la reestructuración, la integración, la asimilación, la elaboración, etc.
La persona requiere sentirse bien aunque en algunos casos vaya contra natura. Previamente, la cultura le ha inculcado la idea de que siempre debe sentirse bien y a cualquier precio. Ahora, en el consultorio de terapia, paciente y terapeuta se reúnen ansiosamente para alcanzar el bienestar por los medios más rápidos y eficaces. Pero la idea de bienestar, concebida de múltiples maneras, puede alcanzar matices de obsesión y perseguirse en menoscabo de la propia existencia. No pretendemos restarle importancia a la búsqueda de bienestar, sobre todo en aquellos casos en donde se vive un dolor de grandes magnitudes.
Buscar el bienestar es una aspiración necesaria para la vida. Nos referimos a inmoderada y alienante búsqueda de bienestar en un mundo donde el dolor también tiene carta natural. El ser humano tiene muchos motivos para no sentir gozo, paz o mesura en muchas situaciones, y marcha en la dirección contraria cuando trata de condenar y escaparse de algunos sentimientos desagradables que son parte existencial de su mundo.
¿Es deseable que algún día podamos permanecer en profunda paz al recordar la manera en que nuestro hijo fue violado? ¿Es deseable que algún día no me conmueva ni llore por la muerte de mi padre? ¿Es deseable que pueda dejar de sentirme enojado porque mi madre no estuvo conmigo en mi infancia? ¿Tenemos que conjurar el dolor, el enojo, la tristeza de nuestra vida? ¿No tenemos derecho permanecer enojados, tristes y dolidos? ¿Estaré enfermo porque sienta deseos de maldecir y romperme en mil pedazos? ¿Es necesariamente un acto de autoconmiseración y de regodeo morboso dejarme vivir las heridas de mi vida?
El tratamiento clínico promete sin reservas alcanzar la salud y la funcionalidad perdida. Cada uno de los profesionales que se encargan de proporcionar estas atenciones, está enteramente convencido de la solidez de sus fundamentos y de la alta eficacia de sus intervenciones. Se consideran poseedores de los conocimientos suficientes para sembrar salud, soluciones, condiciones facilitadoras, niveles de conciencia o directrices de acción.
Sin duda son profesionales aptos y seguramente generan los resultados que promocionan. Siempre será una noble tarea que dos o más personas se reúnan para tratar los desafíos humanos que se presentan en la vida. El gran inconveniente es que estos encuentros se rijan por los marcos de la enfermedad y la salud, de la funcionalidad y la disfuncionalidad, del experto y del ignaro, y que sólo tenga peso una voz y una perspectiva.
La mayoría de los pacientes que acuden a estos tratamientos aceptan íntegramente estas condiciones y perciben al profesional como la persona idónea que generará la solución requerida. Entonces, terapeuta y paciente se legitiman uno a otro en sus respectivos roles y reafirman sus propias verdades. Uno sabe que puede curar o ayudar al otro, y este otro sabe que aquel lo curará o ayudará atinadamente.
El primero se asume como conocedor exclusivo del asunto y el otro como impotente ante un mal que lo aqueja. Uno actúa sobre el otro y este otro se deja actuar por aquel.
Uno pone la enfermedad y el otro lo cura. Uno pone el problema y el otro la solución. ¿Y cuál es el resultado? Pues que efectivamente hay una cura y que el problema se resuelve. De eso no hay duda. Si el psicoterapeuta existencialista se propusiese actuar de la misma manera, es muy probable que obtuviera incluso mejores resultados porque su cimentación filosófica, psicológica y metodológica le permite conocer el oro más fino de la experiencia humana.
Pero es imposible que lo haga porque estaría desconociendo sus propios marcos. Para hacer una intervención de esta naturaleza es necesario devastar al ser humano y que nosotros nos coloquemos como semidioses frente a él.
Datos para citar este artículo:
Ricardo Arturo Arreola Viera. (2015). Psicopatología desde la psicoterapia existencial: tratamiento psicológico. Revista Vinculando, 13(1). https://vinculando.org/psicologia_psicoterapia/psicopatologia-desde-la-psicoterapia-existencial-tratamiento-psicologico.html
Deja un comentario