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3.2. El Seminario de Tepozotlán

Autor(a): Rafael Reygadas Robles Gil - 16 Mar, 2006
¿Cómo citar este artículo?  

El 20 de junio de 1990 se realizó en Tepozotlán, Estado de México, en la "Fundación Universo XXI", el Primer Seminario "Sobre la Situación y Perspectivas de las Instituciones Privadas de Asistencia, Promoción y Desarrollo Social en México"?,[1] con el lema "Por una Sociedad Civil Más Comprometida" se reunieron en Tepozotlán, Estado de México: grupos filantrópicos y de asistencia ligados a la iglesia católica, la Fundación Ford, grupos empresariales, la Sra. Negroponte, esposa del embajador de Estados Unidos en México, la Señora Piña Olaya, esposa del gobernador de Puebla; Alejandra Moreno Toscano, directora de Desarrollo Social del Departamento del Distrito Federal, Manuel Arango del Grupo Cifra, Rolando Vega, director del Consejo Coordinador Empresarial; la Fundación Miguel Alemán, el Centro Mexicano para la Filantropía, la Fundación de Apoyo a la Comunidad; Carmelina Ortiz Monasterio; en fin, 250 personas, 90 instituciones filantrópicas y 10 asociaciones de promoción del desarrollo.

Organizaciones de la sociedad civil

Este Seminario buscaba promover la responsabildad social en los grupos empresariales mexicanos, promover la filantropía, coordinar a las ocpd’s y buscar cambios en la actual legislación.

En los documentos se manejaba una nueva concepción de la filantropía definida por las siguientes características: se trata de organizaciones no lucrativas que buscan desinteresadamente el mejoramiento social; rebasan los esquemas tradicionales de la beneficencia privada; se plantean abarcar también el arte, la cultura, la promoción y la ecología; señalan que falta una legislación consistente y clara y que existe una debilidad en la realización de trámites ante las dependencias gubernamentales; estos trabajos son "obras" aisladas unas de otras.

El mérito del Seminario de Tepozotlán fue que pudieran expresarse, sin cortapisas, los intereses y proyectos de los diversos convocantes: asistencia privada, filantropía empresarial, iglesia católica, funcionarios modernizantes salinistas, embajada y fundaciones norteamericanas, cada uno de ellos con sus diferentes propuestas e instrumentos. Por la diversidad de intereses, a veces hasta contrapuestos, esta alianza no estaba llamada a tener una mediana o larga duración, aunque pretendía tenerla.

El Seminario buscaba unir fuerzas para dar mayor impulso a las organizaciones y acciones que se desarrollaran en este campo, dentro de un concepto fundamentalmente filantrópico. El fruto esperado del evento era: comunicación, consulta y perspectivas de acciones coordinadas en apoyo a las obras filantrópicas.

Otras implicaciones del evento se fueron dilucidando, pues se iniciaba un nuevo gobierno, y los roles y representaciones frente a él estaban imaginaria y realmente en juego y en disputa. Tepozotlán, representó una ambiciosa alianza entre varios actores sociales que emergieron públicamente: la Asistencia Privada, representada por una parte de la Junta de Asistencia Privada, particularmente por el Padre Enrique González Torres, que en su persona sintetizaba también otras representaciones como la de la arquidiócesis de México y de una parte de la jerarquía católica, y de una rama de la Compañía de Jesús; la nueva filantropía empresarial representada por el directorio del Centro Mexicano para la Filantropía, deseoso de protagonizar la relación con las Fundaciones norteamericanas; la Embajada Americana interesada en mecanismos para atenuar las consecuencias de la miseria extrema; sectores modernizadores del gobierno salinista, representados por el Dr. Guillermo Soberón de la Fundación Mexicana para la Salud y el Departamento del Distrito Federal, representado por Alejandra Moreno Toscano, a nombre del regente Manuel Camacho Solís. Las instituciones de asistencia privada y algunas ocpd’s, empobrecidas por la crisis, acudieron como convidadas de piedra, convocadas fundamentalmente por la posibilidad y la esperanza de acceder a recursos financieros.

El seminario tuvo una propuesta organizativa de representación activa de varios sectores y de articulación de esfuerzos civiles para la asistencia. Una de las líneas presentes, después de diversas convocatorias, organización de mesas temáticas, cabildeos con algunas dependencias gubernamentales, realización de otros eventos públicos y otras vicisitudes, culminaría posteriormente en la formación del Foro de Apoyo Mutuo en 1992, aunque para ello fue necesario un proceso en que los intereses más contradictorios representados en Tepozotlán se fueran excluyendo del proyecto organizativo y avanzando por su propia cuenta para el logro de sus objetivos particulares. Varios de los integrantes de la Alianza original de Tepozotlán fueron haciendo sus caminos tejiendo otras alianzas y procesos: el Centro Mexicano para la Filantropía, la Junta de Asistencia Privada, gran parte de la iglesia católica, y los convocantes salinistas.

A partir de Tepozotlán, que por oposición operó como un catalizador, por su propia cuenta, las organizaciones no gubernamentales analizaron el contexto previendo que se incrementarían las tendencias de exclusión económica y social, así como el autoritarismo gubernamental. Frente a esos escenarios, tomaron tres vías: la asistencia, la filantropía y la promoción del desarrollo. Cada una de ellas tendría sus concepciones, su utopía, su análisis de la realidad, su imaginación del cambio, su proyecto,[2] sus prácticas sociales, sus instrumentos, sus acciones y sus alianzas básicas. Cada una de estas tendencias conformaría constelaciones de propuestas y prácticas para intervenir en el mantenimiento y reproducción o en la transformación del conjunto de las relaciones sociales.

Ciertamente, la miscelánea fiscal y el seminario de Tepozotlán tuvieron como efectos indirectos la consolidación de dos organizaciones o redes de ocpd’s, que a partir de entonces fueron madurando en una compleja relación mutua de acercamiento y diferenciación que se inició con desayunos entre algunos de sus miembros. Las coordinaciones de la Convergencia de Organismos Civiles por la Democracia y de la Fundación de Apoyo a la Comunidad, con el fin de explicar sus respectivos puntos de vista, propuestas y dudas, empezaron a reunirse. Se tomaron algunos acuerdos en torno a la utilización de los "swaps"?[3] para el desarrollo y se convocó conjuntamente durante medio año a un seminario mensual para analizar las implicaciones del Tratado de Libre Comercio. Este proceso desembocó, por un lado, en la formación del Foro de Apoyo Mutuo, como articulación de ong’s y organizaciones sociales y, por el otro, en la maduración del proyecto e identidad de la Convergencia de Organismos Civiles por la Democracia, conformada inicialmente por 120 ocpd’s repartidas en 18 estados.

 

Notas

[1] La convocatoria estaba firmada por 34 organizaciones: 20 de asistencia privada, 5 de cabildeo empresarial hacia la Secretaría de Hacienda, 5 de promoción del desarrollo y 4 de estudios religiosos y educativos. Seis de estos centros estaban dirigidos por jesuítas y antiguos jesuítas.

[2] Sobre el concepto de proyecto, Ardoino señala que es una noción polisémica: "Es, en primer lugar, una intención filosófica o política, una intencionalidad que afirma, de manera, siempre, necesariamente indeterminada, valores en busca de realización. Esta intención indefinida, aún no siendo infinita, sólo puede conseguirse en el transcurso del tiempo, en un futuro, no precisamente programable. Sartre hablaba, en ese sentido, del proyecto del hombre. La idea m
isma de "un proyecto de
Sociedad" corresponde igualmente a esta acepción.

Solamente después, viene la traducción estratégica, operativa, medible, determinada de tal intención. Así el proyecto del ingeniero o del arquitecto, o el proyecto de presupuesto financiero, corresponde a tantas maquetas, modelos, bocetos, maduros, esquemas. En todos estos casos, el proyecto es la prefiguración más exacta, más precisa posible, y por lo tanto determinada y definida de lo que se anticipa. Por oposición al proyecto-intención precedente, hablaríamos, en este sentido, de proyecto-programático. Este último que se formula en objetivos, planes, programas, y se traduce, ante todo, en términos de espacio. Sin duda que la lengua hablada por los organizadores y los técnicos abunda en tales metáforas. Si el proyecto programático requiere otra dimensión, es necesario apelar a un tiempo medido, homogéneo, compuesto de unidades abstractas equivalentes, intercambiables (cronología y cronometría).

Estas dos "dimensiones" del proyecto son semánticamente indisociables y debían ser prácticamente complementarias, pero cuando en una sociedad como la nuestra, pronta a "cosificar", todavía alentada por la división del trabajo como por las compartimentaciones administrativas, como claro reflejo de las formas categoriales de nuestro pensamiento, una disociación, especie de "esquizoglosia" opera entre ellas, resultando una "falsa conciencia", marcada constantemente por el "olvido" de lo político en provecho de lo estratégico. Se dice entonces que las intenciones están sobreentendidas y van implícitas. Pero en el marco de una democracia, el problema es, justamente, que por razones muy diferentes del proyecto programático (eficacia), el proyecto-intención (político) debe ser, éste también, fundamentalmente, explícito. Si no se vuelve la ocasión de todas las manipulaciones posibles". Ardoino, Jacques y Berger, Guy. D’une evaluation en miettes à UNE EVALUATION EN ACTES, págs. 18 y 19. (Traducción propia).

[3] Mecanismos de compra de deuda externa en el mercado secundario al valor de mercado, reconocimiento gubernamental de la compra al valor real en pesos, conversión de la deuda comprada a pesos mexicanos para su uso en actividades de asistencia y desarrollo social. Para mayor información sobre este complejo proceso se puede ver más adelante el apartado sobre el Foro de Apoyo Mutuo.

Datos para citar este artículo:

Rafael Reygadas Robles Gil. (2006). 3.2. El Seminario de Tepozotlán. Revista Vinculando, 4(1). https://vinculando.org/sociedadcivil/abriendo_veredas/32_seminario_tepotzotlan.html

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