1. A partir de 1968, los movimientos estudiantiles y juveniles cuestionaron las formas y los modelos de institucionalización de una sociedad que dejaba sin oportunidades a las nuevas generaciones. La acción estudiantil planteó un proyecto y prácticas sociales que interpelaron radicalmente al autoritarismo y a la falta de libertades democráticas. La respuesta gubernamental fue la masacre de Tlatelolco. Sin embargo, a pesar de su derrota, el movimiento estudiantil popular siguió despertando la imaginación creadora del conjunto de la sociedad pues fueron surgiendo, como por oleadas, por resonancia, movimientos y organizaciones sociales que irrumpieron como sujetos que empezaron a modificar prácticas sociales y políticas añejas: movimientos urbano populares, feministas, campesinos, indígenas, religiosos, homosexuales y lésbicos, sindicales, cooperativistas, de educación popular, cuyas prácticas sociales creativas e innovadoras promovieron, a lo largo de casi tres décadas, cambios en las relaciones entre gobernantes y gobernados. De estos nuevos actores surgió la demanda hacia las organizaciones de promoción social.
2. Estos movimientos pasaron de una fase necesariamente contestataria, radicalmente crítica, de deslinde permanente con el gobierno, a una fase de mayor claridad en su proyecto y a la definición y operación de una estrategia propia; pasaron a acciones positivas y a propuestas de política social frente a gobiernos con los que negociaron; así, fueron desarrollando una incidencia en la modificación de políticas públicas. En estos terrenos, el concurso de las organizaciones civiles para la elaboración de nuevos contenidos de la agenda social fue importante, puesto que creó inquietud en los organismos gubernamentales que estaban acostumbrados a que la política pública era espacio de su propiedad, manejable y dosificable en relación a coyunturas electorales, y en donde la responsabilidad de la política económica correspondía sólo al ejecutivo federal. El surgimiento de un campo de la vida cotidiana donde se ponía en juego lo público y donde la sociedad civil reclamaba y ejercía su derecho a participar en el diseño, ejecución, gestión, evaluación y seguimiento de las políticas sociales, fue un contrapeso inicial a las decisiones del poder ejecutivo. Se fue perfilando así una nueva presencia ciudadana.
3. A lo largo de los años, la educación y la promoción del desarrollo social adquirieron apellidos y connotaciones específicas que exigían a las ocpds abordar las demandas de sujetos, campos y lenguajes nuevos para poder concretar su intervención en una sociedad vertiginosamente cambiante.
Así pues, demandas sociales específicas fueron impregnando los contenidos y los métodos de trabajo de la promoción. A manera de ejemplo acerca de cómo se fue conformando la demanda social hacia las ocpds, podemos escudriñar el caso de los movimientos urbano populares. Los pobladores y colonos pobres de las ciudades se asentaron en terrenos irregulares, sumamente deteriorados o difíciles de volver habitables, tales como barrancas, zonas salitrosas, rocosas, erosionadas, carentes de servicios, ubicados en las periferias de las grandes ciudades. Estos movimientos demandaron en primer lugar la seguridad y la regularización de la tenencia de la tierra, la defensa frente a desalojos o frente a la doble o triple venta de cada terreno, y proyectos de vivienda; en segundo lugar, pasaron a la gestión colectiva de los servicios: agua, luz, alcantarillado, drenaje, banquetas, transporte, escuelas, parques de materiales. Para ello los colonos utilizaron muy diversas formas de organización y lucha; pronto incluyeron también demandas democráticas y de representación en relación a diferentes puestos de elección pública de carácter territorial como consejos de manzana, consejos vecinales, organizaciones de padres de familia, presidencias municipales, diputaciones estatales o federales. Otras demandas, que fueron surgiendo al calor de los procesos de maduración del movimiento urbano popular, estuvieron relacionadas con el diseño y ejecución de estrategias de formación de bases, cuadros y dirigentes, en miras a la consolidación y especialización de las organizaciones y a su fortalecimiento institucional.
La decisión sobre las formas de relación con el gobierno y la participación o no en los procesos electorales fueron espacios siempre controvertidos por las diferentes líneas políticas presentes en los movimientos urbano populares, e incluso los dividieron, formándose a partir de esta problemática diferentes alianzas y corrientes.
Todo este complejo mundo de la lucha urbano popular, configurador de identidades específicas, lleno de alianzas y contradicciones internas, exigió a los promotores de las ocpds y a sus redes, irse dotando de calificaciones particulares en los procesos mismos de acompañamiento y vinculación con los movimientos, para hacer posible una verdadera promoción de los sujetos urbano populares. Ya no se trataba más de una promoción genérica sino una compleja especialización en la temática, contenidos y problemática de los movimientos urbano populares: regularización de la tenencia de la tierra, gestión de vivienda y de servicios especializados, formación referida a capacidades concretas, estrategias de alianzas con otras organizaciones, conformación de plataformas urbano populares específicas y sobre todo instrumentos y herramientas operativas para concretar sus demandas. La maduración de este movimiento en la década de los ochenta exigió a las ocpds y a las nacientes redes urbanas de ocpds una mayor especialización progresiva, pues en la medida que se fue constituyendo el movimiento urbano popular como tal, fue exigiendo a los promotores ir constituyendose, paralelamente, en referencia a sus demandas, agendas y coyunturas específicas.
4. Nuevas prácticas y movimientos sociales a fines de los setentas y durante los ochentas, ofrecieron a las ocpds y sus redes, campos de promoción y sectores donde intervenir caracterizados por el respeto a las diferencias, por el ejercicio de la ayuda mutua, la solidaridad y la reciprocidad social, y por la crítica al corporativismo y a la homogenización: género, derechos humanos, sustentabilidad, pueblos indios, jóvenes, respeto a las preferencias sexuales, todos ellos, campos a los que difícilmente se podía responder de manera burocrática o formal, pues se dirigían a la raíz de profundas problemáticas civilizatorias y culturales para las que no había una respuesta inmediata, pues estaban orientados a perspectivas culturales de mediano y largo plazo, reclamando un desarrollo sostenible e incluyente y cuestionando las exclusiones, las lecturas homogeneizantes y heterónomas, las sacralizaciones derivadas de los nuevos-viejos mitos.
5. Frente a la destrucción del hábitat y del medio ambiente, surgieron los movimientos ecologistas, cuestionando los dogmas del progreso y del mercado, que se consagraban sacrificando el aire, el agua, la tierra y el subsuelo, y la diversidad de formas de vida sobre el planeta; frente al poder patriarcal y la exclusión de las mujeres de la vida pública y del campo de las decisiones políticas, surgieron los movimientos feministas, rehaciendo la calidad de sujetas de las mujeres, no subordinadas al hombre, dando así origen a un enérgico movimiento de acciones positivas de promoción y trastocamiento profundo de las relaciones patriarcales y masculinocéntricas; frente a las asimetrías entre los diversos países, surgieron los movimientos por un comercio justo que tome en cuenta las diferencias; y así ante nuevos retos surgieron tamibén movimientos sociales de nuevo tipo.
Estos apellidos, a modo de verdaderas especializaciones, lenguajes y prácticas particulares, fueron demandados a la promoción desde los movimientos campesinos, desde proyectos productivos, desde el trabajo con niños, desde las luchas por la salud comu
nitaria o desde la situaci
Datos para citar este artículo:
Rafael Reygadas Robles Gil. (2006). Capítulo VI: reflexiones en torno a la historia de las redes de OCPDS. Revista Vinculando, 4(1). https://vinculando.org/sociedadcivil/abriendo_veredas/6_reflexiones_historia_ocpd.html
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