Bolonia está enmarcada dentro del cauce de dos ríos, el Reno y el Sávena. Ambos tuvieron un destacado papel en el suministro de agua y en el desarrollo comercial de la ciudad formando parte de un sistema de canales originariamente muy alejado de los venecianos. En un documento del siglo X ya se menciona su desarrollo naútico y en los siglos posteriores la capital de la región de Emilia Romaña estaba a cargo de una de las obras hidráulicas más importantes del país.
Dos compuertas, una a la altura de Casalecchio -en el Reno- y otra en San Rufillo -en el Sávena-, configuraron en el siglo XI dos canales que se hacían uno en el centro de la ciudad, y que permitió el paso de embarcaciones desde el río Po hasta el mar Adriático. Un paso adelante en la actividad comercial del país y, sobre todo, una solución estable a la necesidad de agua en la ciudad.
Hoy, las placas que nominan las calles son las únicas muestras de la existencia de estos canales en superficie, aunque debajo de sus empedrados se encuentra toda una red de conductos, comunicados con aquellos, de donde se suministraba el agua a los antiguos boloñeses. La asociación Amici delle vie d’aqua e dei sotterranei di Bologna dedica esfuerzos a su mantenimiento y organiza excursiones para el viajero interesado en las curiosidades del lugar.
Este esplendor acuático contrasta con la situación orográfica de la ciudad. La llanura de Padanes y el Apenino limitan uno de los centros históricos medievales mejor conservados de Europa y, siendo este uno de los principales atractivos de la ciudad, el visitante no pasará habitualmente por caja salvo que desee ampliar las piezas de este museo al aire libre con sus interiores. El alojamiento puede ser la mayor inversión, pero si no nos importa compartir habitación en los hostales de Bolonia el gasto no superará los 15 euros.
La plaza Mayor es el punto de partida aconsejable para organizar el descubrimiento a la cuidad. Los autobuses urbanos conectan el tránsito de los usuarios del aeropuerto Guillermo Marconi y de la estación central de ferrocarril con este encuadre, aunque no hay que olvidar que las distancias son relativamente cortas y que el uso del bus habría que dejarlo para contadas ocasiones y aprovechar el paseo para oxigenarnos de la localidad.
En este entorno tiene su sede los edificios más relevantes. Uno de ellos es la basílica de San Petronio (visita gratuita y sin mochila), administrada con independencia del Vaticano desde su construcción en el siglo décimo cuarto y dirigida por Antoni di Vincenzo. Su nombre hace honor al patrón de la ciudad y se diseñó con la intención de acabar con la grandeza de San Pietro (en Roma) en la época de mayor esplendor de la región, de los siglos XI al XVII.
A principios del siglo XIII se expropiaron las casas que circundaban la plaza para levantar los más esplendorosos edificios políticos. Entre ellos destacan el Palazzo del Podestá y de Re Enzo, ambos visitables sólo en actos concretos. En el primero se asentó el gobierno local junto al poder judicial y se utilizaba su torre para comunicar las decisiones más importantes a los ciudadanos. La necesidad de ampliar el edificio llevó a la construcción del Re Enzo, denominado de este modo porque el rey de homónimo nombre residió en el edificio desde la batalla de Fossalta hasta su muerte. El Palazzo dei Notai y dei Banchi tampoco pueden visitarse salvo ocasiones muy concretas, pero merece la pena, sobre todo en el segundo caso, dedicar tiempo a la contemplación de su fachada. Vignola lo diseñó a partir de 15 arcos.
El Palazzo d’Accursio será el único edificio que pueda recorrerse en este núcleo monumental y, además, de forma gratuita. Quizás sea el que se haya construido con un estilo menos puro de todas las muestras de la Plaza Mayor, pero en él está la evolución política y artística de la ciudad. Todos estos enclaves contribuyen a la escenografía de la plaza, llena de música y guiñoles, que atrae no sólo a turistas si no a gran parte de los cerca de 400.000 habitantes de Bolonia durante los días estivales. Los que no están en esta plaza estarán con toda seguridad en el parque de Montagnolla o los extensos jardines de la Regina Margherita.
Sería ideal disponer de varios días para dedicar a este enclave el tiempo que le corresponde, pero si no disponemos de mucho tiempo ni dinero hay que agilizar el paso para no marcharnos sin haber visto, al menos, las llamadas Dos torres. La torre Asinelli (3 €) y la Garisenda (no se puede visitar) saludaban a los recién llegados por la vía Emilia y desde ellas se realizaban labores de defensa y señalización. Las vistas sobre la primera de ellas abarcan, en un día claro, hasta Verona y la segunda fue protagonista de uno de los cantos del Infierno, en la Divina Comedia de Dante. Una y otra se han convertido en uno de los símbolos de la ciudad, más aún desde que su inclinación está haciendo competencia a los riegos que corre la homóloga de Pisa.
A estas torres les hace sombra el edificio del Archiginnasio (visita gratuita), sede de la universidad de Derecho y Artes en el siglo XVI y reconvertido en un edificio dedicado plenamente a la cultura. Su importancia no reside tanto en la novedad del lugar, proyectado por el arquitecto Antonio Morandi, si no en haber sido en su día sede de la institución que hizo de Bolonia una pionera en todo occidente, la universidad. Desde el siglo XI la Universitá degli Studi di Bologna ha recibido a estudiantes sobresalientes como Dante, Erasmo, Nicolás Copérnico, Beckett o Guillermo Marconi.
Estos representantes de la cultura italiana conviven hoy en la misma localidad que conserva el archivo más completo que existe de Charlie Chaplin, la Cineteca, y con los artistas que acreditan el título que la UNESCO dio en 2006 a la ciudad como ‘Cittá de la Musica’.
Datos para citar este artículo:
Pilar Peñafiel García. (2009). Una jornada en Bolonia, un museo medieval al aire libre. Revista Vinculando, 7(2). https://vinculando.org/vacaciones_viajes/una_jornada_en_bolonia_un_museo_medieval_al_aire_libre.html
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