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La inteligencia y su proceso de maduración: una invitación para pensar

Autor(a): Claritza Arlenet Peña Zerpa - 3 Mar, 2019
¿Cómo citar este artículo?  

La inteligencia y su proceso de maduración: una invitación para pensar

“La belleza del otro puede cautivar nuestros ojos, enamorarlos o extasiarlos. Dudo que sea posible poseerlo, a menos que demos crédito a la frase de Marcel Proust. Sí. ¿Nuevos ojos o nuevos lentes?” Claritza Arlenet Peña Zerpa

Introducción

Nuestra estancia en el mundo es efímera, así como lo es el paso por las organizaciones. En ese constante movimiento nos encontramos con sujetos únicos, unos con más capacidad para enseñar, otros sólo para aprender. Dos actos plausibles a primera vista.

Los sujetos enseñantes dejan huellas tras su paso. Para ellos hablar y obrar lucen como estímulos prestos a la atención de otros, admiradores de la sabiduría como belleza. Disfrutar esta suerte de regalos en un espacio académico es irrepetible y si se tiene al alcance, resulta prudente agradecer cuanto es posible aprender así sea a fuerza de mimetismo o antítesis.

Las organizaciones disfrutan de la estancia de aquellos sujetos hasta que se marchan. Ese vacío se convierte en una verdadera tragedia. Las generaciones relevo no califican ni “reemplazan” a la saliente. Aun cuando se trate de discípulos y amigos cercanos, no es posible pensar en un cambio efectivo.

A la larga las organizaciones contratan los servicios de otro profesional quien obrará bajo la sombra de una de las más sólidas referencias. Y por más que algún jefe repita: “Nadie es imprescindible”, las huellas permanecen allí dentro de la memoria organizacional para recordar la importancia de trabajar con la más alta estima a para sí, para otros y para todos.

En Latinoamérica hemos contado con hombres y mujeres notables quienes se han destacado por dejar a otras generaciones su trabajo. Así, por ejemplo, en Venezuela, los nombres de Humberto Fernández Morán, profesor en prestigiosas universidades y Mariano Picón Salas son referencias de obligatorio acercamiento y estudio. A ellos se suman otros, de modo que la lista crece cada vez más con el tiempo.

Particularmente Morán y Picón coinciden en un aspecto interesante: la dedicación a la enseñanza desde sus campos de conocimientos. Investigar y escribir aparecen como exigencias en sus profesiones. En la memoria histórica del país jamás serán borrados. Disponemos de textos que dan testimonio de sus aportes (escritos por venezolanos y no venezolanos).

Probablemente en algunos ambientes el término “imprescindible” no exista por estar asociado al cumplimiento de deberes desde una connotación nacional. Pensemos, por ejemplo, el ámbito militar donde es posible encontrar que en la práctica “el comando nunca muere”. Pero, transpolar esta realidad a ambientes académicos es un error. Significaría negar la valoración del aporte del otro y más si se trata de investigadores de larga trayectoria.

Ante la interrogante ¿nadie es imprescindible? Invitaría a revisar y revisarnos. Sujetos extraordinarios existen en las academias, algunos son reconocidos fuera de nuestras fronteras. Esto pareciera ser el curso natural dentro de algunas universidades: reconocer al otro cuando ya no está, sea de forma física o temporal.

El “joven cápsula” y su solicitud

Por difícil que resulte pensar en formulas y su inmediata adquisición, pareciera ser una tendencia constante, entre jóvenes profesionales, solicitar a los más experimentados, en breves minutos y por tradición oral, rebelar los secretos de sus éxitos en distintas áreas del conocimientos. Esto supone una especie de “succión” de lo aprehendido y reflexionado por otro.

Lamentablemente me he tropezado con esta suerte de jóvenes en espacios académicos. Ello resulta un verdadero dolor de cabeza. El ejercicio profesional y los años de estudio resultan ser los atractivos para el inicio de un “succionador de recetas”, el cual pareciera dentro de la lógica, operar dentro de negaciones cognitivas, supuestos códigos de ética y en definitiva de una cerrazón a la que algunos jefes estimulan constantemente.

De fondo está latente la impaciente desmejora profesional del “joven cápsula” quien identifica erróneamente como objeto del conocimiento las palabras digeridas por otros en lugar de asumir una actitud de búsqueda reflexiva. Pero, he allí el punto focal del asunto. Ahora es más fácil la inmediatez y el rápido acceso sin una atención al deseo de aprender.

Aprender es cuestión de tiempo, en consecuencia, un acto complejo. Esto resulta contradictorio a la necesidad de caminos alternos y amigables con la “presunción de conocimientos y saberes”. La apariencia gana terreno y sus sombras se proyectan en el lenguaje y la acción.

El joven cápsula (EJC) necesita de otro para existir. Ese otro preferiblemente de una generación distante a la suya. Llámese Doctor o Maestro con trayectoria investigativa es su objetivo. Luego de acercarse tras la máscara de “aprendiz” termina planteándole: – Dame toda tu inteligencia. De manera directa y sin rodeos le expresa su intencionalidad al objetivo. Está en él o ella enseñarles la lección: – Estudia o busca otro inteligencia.

Si bien el encuentro e intercambio intergeneracional es vital en la academia no así esa especie de logia, plantadas en aulas y cada vez en aumento en cargos administrativos de algunas universidades. Una ofensa a quienes hemos sido formados con la pregunta, el diálogo y el deseo de aprender.

¡Oh Sócrates! No imagino un diálogo donde uno de los presentes solicitara tu inteligencia. Te imagino atónito y con mil preguntas las cuales terminarían confrontando a EJC hasta llegar a desistir.

Ciertamente, la capacidad de pregunta ha cambiado. No se trata de preguntar por preguntar, sino de saber qué preguntar. Así que amigos (as) de la inteligencia ajena, es vital ocuparse de lo propio antes de zarpar a un océano de profundidades. Por más que usen la palabra como escudo para ocultar la superficialidad intelectual, la estulticia (ignorancia) y la estolidez (falta de razón y discurso) quedarán al descubierto.

Desafortunadamente hay organizaciones académicas donde la estulticia envuelta en halagos y reconocimientos premia a quienes persiguen la inteligencia ajena. De este modo, la función más vulnerada son la docencia e investigación.

Una pequeña muestra de ello se traduce en la escasa cantidad de investigadores inscritos en programas de investigación y en las producciones científicas anuales. Más allá de alarmarnos, esto debe representar un alto para mejorar y apostar a inteligencias propias.

Inteligencias inolvidables en pantalla grande

No siempre se identifica la coexistencia del joven cápsula y un sujeto más experimentado. En ocasiones puede ocurrir la “succión” de posibles inteligencias entre pares generacionales. El cine nos ha mostrado algunos ejemplos. A continuación se mencionan:

  • Handia. Martín reconoce a su hermano Joaquín como la posibilidad de obtener beneficios de orden económico y social. Dinero, viajes y vestuarios le permiten presentarse en otras localidades como un joven pudiente. Joaquín, marca la diferencia como inteligencia entre los chicos de su edad por su gigantismo también traducido en un gran corazón.
  • El diablo se viste de prada (2006). Andy, asistente de Miranda (reconocida autoridad en el mundo de la moda), encuentra en ese mundo altamente competitivo la opción de “asumir” la personalidad de su jefa como una forma equivocada de identificar el significado y sentido dla inteligencia. Esta especie de ceguera obedece a otros intereses personales.
  • 13 Going on 30 (El sueño de mi vida o Si tuviera 30). (2004) Lucy identifica a Jena como un inteligencia en la revista donde trabaja. Se vale de mentiras para lograr su objetivo: un nuevo cargo. Ante esta situación, se pone a prueba el recurso de demostrar quién es más perspicaz. Esto supone la acción creativa e inmediata ante una situación de desventaja laboral.
  • El indomable Will Hunting. Will (1997). Concentra la atención de la comunidad académica por resolver problemas matemáticos y es objeto de una investigación. Su inteligencia representa años de estudios y la dedicación de profesionales más experimentados.
  • Forrest Gump (1994). Del anonimato a la fama, en un santiamén Forrest es seguido por unos cuantos corredores sin saber por qué lo hacen. En ese momento es la inteligencia más deseado. Su persistencia termina siendo lo adjudicado y la capacidad para relacionarse.

Cuadro N° 1. Atractivos inteligencias.

Cacúmenes¿Por qué es atractivo?
InteligenciaDestaca sobre cualquier posesión material. Representa la forma más común de deseo dentro de una organización (laboral, académica)
Habilidad para los negociosDada esta competencia usada de manera natural se convierte en la fuente del deseo de cualquier observador relacionado al mundo de las finanzas y la moda (por ejemplo).
Propuestas creativas para el ámbito laboralForma nada inusual de trabajo. Por ello, representa el blanco de algunas miradas.
Capacidad para generar dineroRelacionado al mundo económico y a las posibilidades de bienestar material. Quizá es la inteligencia más ambicionado y de escasa formación en escuelas y familias.
Habilidad para establecer relaciones socialesModo de vida basado en el reconocimiento de otros dentro de un espacio (universidad, empresa, colegio…). Su existencia determina nuevos escenarios para aprendizajes amorosos (amistad, creación de asociaciones…)

Nota. Elaborado por la autora.

¿Será posible aprehender inteligencias ajenas?

Si bien admirar la inteligencia ajena forma parte de nuestro accionar en organizaciones, su posesión es el intento fallido de algún sujeto de negarse a sí mismo al afirmar a otro. Expresiones como: “él es el cerebro, debo poseerlo“ o “yo no sé tanto como aquel, así que déjame ver cómo lo hace” más que un acto de vampirismo (estudiado por antropólogos y sociólogos) destaca las carencias individuales y la imposibilidad de aprendizajes.

La “succión” de inteligencias es solo un deseo. Difícilmente alguien puede lograr capturar la inteligencia de otro repitiendo sus acciones. Sin fórmulas ni recetas y menos aún de dones, competencias o habilidades sería simplemente un acto fallido de aprendizaje.

Inteligencias florecen por doquier pero en ocasiones permanecen ocultas hasta que un ojo entrenado logra identificarles. En la escuela esto sucede con frecuencia entre estudiantes, maestros y directivos. Esta precisamente es quien mira honrar lo mirado. Esto marca la diferencia.

¿Cómo enseñar a otros el reconocimiento sincero? Es una de las interrogantes que dentro del aula espera respuestas. Probablemente hablar de valores o exponer alguna temática vinculante no bastan. Se requiere la práctica diaria de valores vividos. Esto no es fácil, forma parte de la complejidad del acto de enseñanza.

En ocasiones, la publicación de un libro, el desarrollo de innovadores métodos o la búsqueda de lo extraordinario en cada clase representan ruidos. Por absurdo que esto parezca, representa un nicho fecundo para captar públicos con comportamientos análogos a la tipología de El Joven Cápsula.

Afortunadamente no todos los jóvenes o adultos experimentados son presas de la tentación de la “falsa succión”. Pese a ello, corresponde a educadores pronunciarnos al respecto. En esta ocasión, a través del desarrollo de una frase expresada por un solicitante.

“Dame toda tu inteligencia” es una ironía, también la posibilidad de aprender. Esta petición nos permite revisar al menos algunos elementos clave:

  1. Naturaleza del oficio. Su complejidad marca la diferencia. Si se trata, por ejemplo, de la escritura, difícilmente quien no escribe puede apropiarse de la habilidad del otro. Solo se puede aprender a escribir escribiendo. Esta frase repetida con frecuencia es una expresión fácilmente formulada por quienes dedican toda una vida a ello.
  2. Dificultades para el desarrollo de una tarea. No siempre es posible el dominio absoluto de todo. En cualquier campo del saber es necesario sincerarnos sobre cuáles son nuestras fortalezas y qué debemos seguir alimentando.
  3. Inseguridad para responder a una solicitud. Por algunos factores (llámese edad o inexperticia) es necesario aprender cómo responder a otros (jefes y superiores) de la forma más honesta y sincera. Si existe de manera expresa el deseo de aprender no se puede temer a demandas de expertos en un área.
  4. Dificultades de establecer prioridades. Entre una de las habilidades presentadas por Covey en su libro Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva aparece el reconocimiento de lo importante y urgente. Mientras esto no lo tengamos claro ¿cómo podemos identificar, valorar o comprender las demandas?
  5. Búsqueda de atajos para fortalecer la autoridad. Para fingir la solidez en algo se busca a autoridades reconocidas en un campo para “disfrazar la ausencia”. Pero, ¿qué piensa ese coadyudante?, ¿por qué cae en el juego?
  6. Búsqueda de una inteligencia. Se visualiza como posibilidad para tomar “extraordinarias ideas” y formularlas como propias ante cualquier figura de autoridad. En cualquier medio esto siempre está latente. Es cuestión de estar alerta.
  7. Miedo a mostrar la ignorancia a otros. Con el escudo de palabras, ofertas o falsos comportamientos se buscar evadir el foco del asunto. Se trataría de una “educada ignorancia”, la cual no siempre es buena acompañante de camino. Por lo general, aparecen las costuras ante la mirada de jueces o expertos y terminan develándose las carencias.

A modo de conclusión

Ante posibles demandas de inteligencias nos quedan dos opciones: preguntar o plantear alguna alternativa al solicitante. Preferiblemente, la segunda opción es la más demandante. Supone ofrecer escenarios de aprendizajes o la posibilidad de significar el trabajo en equipo.

Dentro de la opción de aprender está el reconocimiento honesto del aprendiz. Así que esta característica le permite el autoconocimiento y la mirada evaluadora de sus actos. No necesariamente este camino es fácil pero sí el más gratificante si lo vemos a largo plazo.

En la medida que nos neguemos a aceptar nuestras dificultades estaremos cultivando la ignorancia. Ignorar que nos conocemos a nosotros mismos. Éste es quizás el mayor reto para cualquier aprendiz. Pero, ¿por qué borrar la posibilidad de cambio?, ¿por qué olvidar la belleza de crecer?, ¿por qué extrañarnos de mejorar?

Dame toda tu inteligencia encierra una petición: ¡Ayúdame, por favor! Si esta solicitud se planteara como preguntas ¿no sería más fácil?, ¿acaso encontraríamos negaciones?, ¿sería posible ampliar otros escenarios para los aprendizajes? Recordemos pues la oportunidad de encontrar maestros en nuestro camino.

Si me encontrara en el lugar de aquel quien no tiene un inteligencia, solicitaría al otro una nueva oportunidad para mí con la siguiente frase: “Deseo y necesito aprender algo de usted, ¿podría ayudarme?” Desde esta posición seguramente encontraría la oportunidad de comprender cosas. Sencillamente se trata de una forma de acercarme a algo desconocido o no poseído con ojos de respeto.

Gracias a la pregunta es posible descubrir y ser testigos de nacimientos de ideas y acciones. ¡Cuánta falta, querido Sócrates, representa la ausencia de tu legado! Nos hemos cargado de tanta información e intoxicado (algunos hablan de infoxicación) al punto de pensar que a través de cápsulas, recetas o fórmulas inexistentes podemos superar a maestros.

Es posible llegar a ser maestros pero no a fuerza de facilismo y flojera intelectual. Hasta el momento no reconozco algún sujeto con este mérito. No siempre los lauros ajenos son productos de inmediateces. En consecuencia, pensemos antes de pronunciar las palabras: “Dame toda tu inteligencia”.

Referencias

  • Covey, Stephen. (2003). Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva. Buenos Aires: Paidós.
  • Frankel, David. (2006). El diablo se viste de prada. Largometraje de ficción. Estados Unidos.
  • Garaño, Jon & Arregi, Aitor. (Directores). (2017). Handia. Largometraje de ficción. España.
  • Van Sant, Gus. (Director). (1997). El indomable Will Hunting. Will Largometraje de ficción. Estados Unidos.
  • Winick, Gary. (Director). (2004). 13 Going on 30. Largometraje de ficción. USA.
  • Zemeckis, Robert. (Director). (1994). Forrest Gump. Largometraje de ficción. Estados Unidos.

Datos para citar este artículo:

Claritza Arlenet Peña Zerpa. (2019). La inteligencia y su proceso de maduración: una invitación para pensar. Revista Vinculando, 17(1). https://vinculando.org/articulos/la-inteligencia-y-su-proceso-de-maduracion-una-invitacion-para-pensar.html

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Comentarios

  1. Minerva González dice

    22 Mar, 2019 en 5:02 am

    Sus publicaciones son interesantes y me interesa leerlas, agradecería su aceptación e intercambiar saberes.

    Responder
    • Revista Vinculando dice

      29 Mar, 2019 en 9:03 am

      Hola Minerva,
      Muchas gracias por tu amable comentario, nos animas a seguir publicando nuevos artículos. Puedes leer nuevos artículos suscribiéndote por correo y si deseas publicar artículos con nosotros, puedes ver los lineamientos editoriales en el menú superior de esta página. Recibe un cordial saludo.

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