Como tercer mito generado por el neoliberalismo en Brasil tenemos la construcción simbólica de que el surgimiento de una “nueva economía” llevaría a la modernización tecnológica nacional, capaz de garantizar una amplia generación de empleos y de alta calidad. Ese fue un gran engaño ante la reducción de los empleos de calidad y el aumento de los puestos de trabajo precarios. Hoy en día, Brasil es campeón de empleo doméstico, mientras que ingenieros, físicos y analistas de sistemas, entre otros, conducen taxis o ejercen actividades de subempleados que casi nada tiene que ver con la formación profesional que previamente tuvieron.
En la mayoría de las veces, el modismo que predomina en el debate socioeconómico al final del siglo XX, es el término “nueva economía” como forma de evidenciar el desencadenamiento de un nuevo ciclo de acumulación de capital ya no sustentado por los fundamentos tradicionales de la economía que predominó durante los últimos cien años. Debido a eso, el uso del trabajo estaría siendo transformado, dando lugar a un nuevo tipo de trabajador, más calificado e identificado con el conjunto del proceso productivo. Son muchos los argumentos que intentan sustentar esa premisa predominante en los discursos tanto de los agentes de las aplicaciones especulativas (mercado financiero) como de los funcionarios de gobierno y de instituciones multilaterales internacionales. Carentes, muchas veces, de estudios empíricos consistentes y no siempre bien basados teóricamente, los argumentos se tornan vacíos y sin propuesta.
Debido a eso, nos contraponemos, en parte, al conjunto de propuestas que predominan en el debate actual sobre las perspectivas de la economía capitalista y del trabajo. Se pretende inicialmente reorganizar el debate sobre los momentos de radicales transformaciones en las economías de mercado. A partir de eso, se busca evidenciar los fundamentos de la llamada “nueva economía”, a través de la adopción de una metodología producida para aislar al sector industrial de tecnología de información y comunicación. Se da especial atención a la evolución del empleo en países desarrollados, como forma de observar la presencia o no de puestos de trabajo identificados con la llamada “nueva economía”. Enseguida, intentamos profundizar la discusión sobre las evidencias de la “nueva economía” en Brasil, en base al aumento en las ocupaciones en los últimos diez años. El estudio finaliza con una breve discusión respecto de las posibles razones que ayudan a explicar el mal resultado brasileño en los años 90s, que se transformó en el tercer mito del neoliberalismo.1
El debate sobre las radicales transformaciones económicas
La capacidad de cambio constante en el proceso productivo constituyó una de las principales características intrínsecas al desarrollo capitalista. No sin motivo, el avance de la frontera tecnológica se transformó recurrentemente en la forma de potenciar el proceso de acumulación de capital y de eliminación de la competencia (Braudel, 1984; Marx (1980); Schumpeter, 1982).
La presencia de la innovación tecnológica como una constante a lo largo del desarrollo económico, en determinados momentos históricos genera una verdadera concentración de modificaciones técnicas (clusters), concapacidad de alterar radicalmente no sólo el proceso productivo, sino la conformación de toda una sociedad. Más allá de modificar la base técnica responsable por la dinámica del ciclo de acumulación de capital, se constata también que la rápida difusión de una nueva onda de innovación termina por contaminar los distintos procesos de producción y de trabajo, a partir de la explosión de las ganancias, de la productividad y de la caída de precios, especialmente en los sectores modernos y más dinámicos.
En relación con los dos últimos siglos, pueden identificarse por lo menos, dos grandes olas de profundas innovaciones, más conocidas como Revolución Tecnológica. La primera ocurrida entre 1760 y 1830, la segunda entre 1870 y 1910, ambas son marcas constitutivas de la profunda modificación en las bases técnica y material del capitalismo contemporáneo, capaz de asegurar nuevos ciclos de acumulación de capital.
Primera ola de innovación
El proceso original de industrialización tuvo como núcleo dinámico el desarrollo de actividades económicas diferentes a la producción de alimentos, suficiente para proporcionar a Inglaterra el ejercicio de la hegemonía en el escenario internacional. En gran medida, eso fue posible por la ola de innovación concentrada en aquel país.
A partir de la segunda mitad del siglo XVIII, con el surgimiento de nuevos materiales, como el carbón mineral sustituyendo al carbón vegetal, de nuevos productos, como el fierro fundido con coque*, la energía a vapor, así como la mecanización de las industrias textil y del vestido hubo saltos cuantitativos y cualitativos en la capacidad de producción, especialmente en el país sede de las innovaciones, Inglaterra. Con la expansión de la producción textil ocurrió, en contrapartida, la difusión del empleo industrial, que pasó de 100 mil trabajadores, en 1770, a 300 millones en 1833 (Ayres, 1987).
Para un aumento medio anual de 7.1% en la producción textil inglesa ocurrida en las tres últimas décadas del siglo XVIII, el nivel de empleo aumentó una tasa media anual mayor (4.3%). En parte, esa elevación puede ser explicada por el avance de la mecanización, que destruyó puestos de trabajo asociados al patrón de producción pasado (industria artesanal). En 1830, por ejemplo, eran 85 mil telares con energía a vapor en uso en Inglaterra, mientras que en 1813 el país contaba apenas con 2400 telares.
El combate a la introducción y generalización del uso del telar mecánico en las industrias textiles de Inglaterra fue encabezado por el líder obrero Ned Ludd, en base a la evaluación negativa que parte de los dirigentes de los trabajadores de la época tenían sobre la tecnología y la evolución de los empleos. En 1813, el movimiento fue derrotado en York, Inglaterra, a través de una fuerte represión policial, ejecuciones y encarcelamientos.
Paralelamente a la elevación de la producción textil, se redujeron los precios de los tejidos. Pero eso no generó la producción de tejidos en el mundo, solamente su consumo, ya que Inglaterra sola producía el 60%, seguida por Francia (17%) y los Estados Unidos (7%). Juntos, esos tres países concentraban el 84% de la producción mundial de tejidos (Deana, 1979).
Pero el dominio de la tecnología industrial por Inglaterra, que la convertía en la oficina del mundo, se vinculaba, sobre todo, al predominio de la energía a vapor de alta presión, a partir de la difusión del motor a vapor. En ese sentido, los transportes terrestres y acuáticos ganaron una dimensión hasta entonces desconocida, con la generalización del tren (ferrovía) y del barco a vapor.
Por medio de James Watt, que en 1769 patentó una máquina de condensación térmica, fue posible la producción de energía a partir del accionamiento de bombas de agua. Inicialmente, su uso pasó a ser prácticamente universal, incluyendo desde la industria textil hasta el transporte de personas y productos, como en el caso del ferrocarril y barcos de vapor.
Frente al concentrado y elevado avance tecnológico, especialmente por la mecanización y por el transporte a vapor, la producción ganó importante impulso. Al mismo tiempo, la división del trabajo sufrió una pronunciada transformación, con efectos significativos tanto en la estructura ocupacional como en el contenido de los nuevos y viejos puestos de trabajo.2
La sustitución de los métodos de trabajo artesanales por la mecanización en la gran empresa, que tuvo como resultado la elevación de la produ
ctividad del trabajo, fue fr
uto, en parte, de la racionalidad patronal en la reducción de costos y maximización de ganancias. La subordinación del trabajador al ritmo de la máquina, no sólo lo convirtió en un apéndice del equipamiento, sino también degradó el conocimiento necesario del proceso productivo, ampliando aún más la intensificación del trabajo.
De esa manera, la simplificación de las tareas se tornó, cada vez, más posible, a través del proceso de mecanización y de implantación de una nueva división del trabajo, que trajo la ocupación de mano de obra menos calificada. Con la primera Revolución Tecnológica, responsable por la amplia modernización productiva, el trabajo se insertó más subordinadamente al ritmo de expansión de las actividades económicas.
Segunda ola de innovación
Entre 1870 y 1910 se llevó a cabo una modificación radical en la división del trabajo, lo que coincidió justamente con el periodo referente a la Segunda Revolución Tecnológica. También en forma de una verdadera ola de innovación, con el descubrimiento de nuevos materiales como el acero y el petróleo, la energía eléctrica, el motor de combustión, el telégrafo, el teléfono, entre otros, el capitalismo consiguió garantizar un nuevo ciclo de acumulación sin precedente.
El uso del acero vio revolucionar el material de ingeniería existente hasta entonces. Pero eso solamente se volvió posible con el uso del proceso bessemer (Henry Bessemer) en la producción de acero, constituyendo la base para la difusión de un nuevo material en la construcción. En Estados Unidos, por ejemplo, la producción máxima de 2 mil toneladas de acero a 170 dólares la tonelada (contra 83 dólares la tonelada de fierro) fue alcanzada en el año de 1867. Veintiún años después, en 1898, la producción norteamericana de acero fue de 10 millones de toneladas, a 15 dólares por tonelada.
En relación con la energía eléctrica, el proceso de descubrimiento también ocurrió estimulado por varias contribuciones de científicos e investigadores de naciones desarrolladas, al contrario de lo que se había dado durante la Primer Revolución Tecnológica, que se concentró fundamentalmente en Inglaterra. En 1840, surgió el telégrafo eléctrico, mientras que el uso comercial de la energía eléctrica ocurriría al final del siglo XIX, cuando fueron creadas grandes empresas industriales generadoras de energía eléctrica en los Estados Unidos y Alemania, a partir de científicos e investigadores como Thomas Edison, Alexandre Bell, George Westinghouse, Samuel Morse, Werner Siemens, entre otros.
Tomando el caso de Estados Unidos como referente tan sólo para ilustrar el rápido y generalizado avance en el uso de la energía eléctrica, se observa que en 1899 había en operación casi 17 mil motores eléctricos industriales, equivalentes a 500 mil caballos de fuerza. Diez años después, los Estados Unidos tendrían casi 4 millones de motores eléctricos industriales, con aproximadamente 5 millones de caballos de fuerza.
De la misma forma, la expansión en el uso de la energía eléctrica y del teléfono (inventado en 1876) transcurrió rápidamente, colaborando para la generalización de la iluminación y de la telefonía inicialmente en los locales de trabajo y posteriormente en las ciudades y en los hogares. En 1910, por ejemplo, las principales ciudades europeas y norteamericanas contaban con electricidad, así como en 1929, los motores eléctricos habían prácticamente sustituido a los motores de vapor.
Otra innovación de fundamental importancia en las transformaciones generales tanto de la sociedad como de la economía capitalista fue la difusión del uso del motor de combustión interna. Durante el último cuarto del siglo XIX, el esfuerzo de científicos e investigadores alemanes, franceses, e ingleses trajo el descubrimiento y perfeccionamiento del motor de combustión, inicialmente a gas para después evolucionar hacia el petróleo como combustible, lo que permitió inaugurar una nueva fase en los transportes terrestres (automóvil, camión, tractor y motocicleta), acuáticos (navíos, barcos y lanchas) y aéreos (avión y helicóptero).
A partir de 1890, con la participación de Rudolph Diesel, fue desencadenada otra posibilidad más eficiente de utilización de energía alternativa al gas, a través de la producción de motores compactos y con alta potencia, en el caso de motores a diessel. Así, la exploración de petróleo ganó gran importancia innegable entre las naciones. Por poseer reservas de petróleo, países sin gran relevancia económica obtuvieron mayor presencia en el escenario mundial, como el caso de Oriente Medio, que en 1908 inició la exploración de petróleo en Irak y Kuwait.
Con eso las empresas que poco habían comenzado a funcionar en el ramo de la construcción de vehículos (transporte de personas y carga, pasajeros, entre otros) se transformaron en grandes oligopolios de ensamblajes con dimensión mundial, conforme a la experiencia de ingenieros que emprendieron actividades industriales como Gottlieb Daimler, Karl Benz, Henry Ford, entre otros. La característica norteamericana de producción en masa de automóviles ganó el mundo, así como impuso modificaciones en el trabajo en las grandes empresas, a través de la organización científica del trabajo, desarrollada, entre otros, por Taylor y Fayol.
Los Estados Unidos que, en 1900, habían producido 4300 carruajes sin caballo, al precio promedio de mil dólares cada uno, produjeron, 11 años después, casi 35 mil automóviles para Ford Motor Company, a un precio promedio de 780 dólares la unidad. En 1921, la producción de automóviles Ford llegó a 1.2 millones de vehículos, al precio medio de 380 dólares cada uno.3
A despecho de la concentración y centralización de las empresas y de la reorganización del trabajo, con la instalación generalizada de las líneas de producción fordistas, el volumen de empleados entre 1910 y 1920 pasó de 37 mil a 206 mil trabajadores en la industria automovilística en los Estados Unidos. Al mismo tiempo, la simplificación de las tarifas y la disminución del contenido de trabajo imprimieron alteraciones sustanciales en la organización del trabajo, en la diferenciación de las ocupaciones y en la descalificación de la mano de obra, abriendo la posibilidad para el empleo de trabajadores menos calificados (Braverman, 1981).
Frente a la concentración de trabajadores en las grandes empresas, llegó la experiencia de grandes sindicatos, que operaban favorablemente la generación de un mercado de trabajo más homogéneo. Así, trabajadores con distintos niveles de formación profesional recibieron remuneración menos diferenciada.
Tercera ola de innovación
Una nueva etapa de profundización en los descubrimientos técnicos y científicos volvió a marcar el desempeño del capitalismo en este último cuarto del siglo XX. La notable generalización de las innovaciones en los campos de la informática, telemática, de los nuevos materiales y de la biotecnología impulsa la transformación del patrón de organización de la producción y del trabajo en las más diversas actividades económicas.
La cerámica, la fibra óptica, entre otros nuevos materiales, contribuyen para la renovación de las bases técnica y material del capitalismo, así como la microelectrónica, la informática, la automatización de las telecomunicaciones crean oportunidades de rompimiento con las situaciones tradicionales de producción, de trabajo y del modo de vida pasados. Frente a las nuevas posibilidades constituidas y sus perspectivas, algunos autores han acuñado el concepto de Tercera Revolución Tecnológica, llamándola de diferentes maneras como: revolución de la informática (Harvey, 1992; Coriat, 1988), sociedad informática y/o de la información (Schaff, 1995; Lojkime, 1995), la sociedad del tiempo libre y/o la sociedad del conocimiento (Masi, 1999), la sociedad post-industrial (Bell, 1973; Go
rz, 1994) y la economía en red (Castells, 1998).
La creciente participación del complejo microelectrónico en un ambiente de profunda competencia internacional desregulada y de la adopción de estrategias empresariales patronales, contribuye a la caracterización de un nuevo paradigma técnico-productivo (Piore y Sabel, 1984; Coutinho, 1992). Al mismo tiempo, el avance de la computación reformula las bases de la información y comunicaciones.
En gran medida, se registra la presencia de una verdadera convergencia en los medios de comunicación, capaz de alterar profundamente los modos de producción, de trabajo y de vida. Con la aparición y el desarrollo de la computadora y a su más reciente asociación con los medios de comunicación ya existentes, como la televisión y el teléfono, se confirma el paso a un estado superior en la producción de información y comunicaciones.
El aparato telefónico ha pasado por un perfeccionamiento tecnológico sofisticado. Basta recordar que el teléfono, inventado desde 1876, fue usado como comunicación intercontinental hasta la segunda mitad del siglo XX, a partir de la instalación de cables telefónicos submarinos. En 1956, el primer cableado telefónico posibilitaba tan sólo 89 llamadas simultáneas.
A partir de la revolución tecnológica y de los nuevos materiales, el teléfono ganó un mayor impulso. En 1988, por ejemplo, con la instalación del primer cableado telefónico intercontinental de fibra óptica, la capacidad de transmisión fue de 40 mil llamadas simultáneas. Actualmente, con el avance de la telefonía móvil y de satélite, la comunicación por teléfono se hizo más importante.
Lo mismo se puede observar respecto a la televisión. La primera transmisión televisiva data de 1926, pero la primera transmisión por satélite de comunicación privada ocurrió hasta 1962. La transmisión internacional por satélite comercial, con transmisión de imágenes en vivo para todo el mundo, así como la propagación de canales de televisión, se dio en 1988.
No obstante el avance tecnológico, el mundo permanece profundamente desigual en cuanto al acceso y uso de las tecnologías tradicionales de comunicación. Mientras de cada dos personas una tiene televisión y teléfono en las economías avanzadas, en los países pobres, la relación es de una persona entre diez la que posee televisión y/o teléfono. Brasil también registra un bajo grado de difusión en el patrón de consumo de las tecnologías de información.
Finalmente, en relación a la computadora, que al final del siglo XX constituye la tecnología más reciente de comunicación, desde los años 60s las modificaciones sufridas han sido muy amplias. En 1967, una computadora moderna de la IBM, con un costo de casi 168 mil dólares, podía almacenar 13 páginas de texto. Veinte años después, la computadora personal pentium podía realizar más de 200 millones de cálculos. Además de la ampliación de la capacidad de procesamiento de la computadora, su miniaturización la convirtió en un bien de consumo durable cada vez más sofisticado.4
Así, el acceso a la computadora, a través de su uso en red (internet), hizo posible un nuevo salto en las comunicaciones de masa, debido a su rapidez y bajo costo. A pesar de eso, sin embargo, el segmento de la población que utiliza la comunicación electrónica es relativamente pequeño, aún con el crecimiento rápido y explosivo.
También en relación al acceso y al uso de la computadora, la desigualdad es profundamente elevada en el mundo. Mientras en los países ricos, casi el 20% de la población tiene acceso a la computadora, en los países semiperiféricos y periféricos solamente menos del 7% y casi 2%, respectivamente, usan la computadora al final del siglo XX.
Cuando el enfoque es la cantidad de técnicos e investigadores en las áreas de ciencia y tecnología, el resultado no es diferente en relación al pequeño y cerrado segmento poblacional con acceso a la computadora. En 1998, por ejemplo, los países periféricos y semiperiféricos poseían, respectivamente, 200 mil y 1.2 millones de investigadores y técnicos dedicados a la investigación y desarrollo, mientras que los países ricos tenían 2.6 millones de investigadores y técnicos en P&D.
Según datos de la Naciones Unidas, de la población mundial que tiene acceso a la computadora, Brasil representa el 1.9%. En relación a P&D, serían apenas 165 mil investigadores. Por los datos de OCDE, las familias norteamericanas con ingreso de hasta 10 mil dólares, 4.5% poseían computadora, mientras que las familias con ingreso superior a los 80 mil dólares, el grado de penetración de la computadora era superior al 62% (OCDE, 1997).
Con la convergencia entre las tres principales tecnologías de comunicación (teléfono, televisión y computadora) se potenció un nuevo estado en términos de las comunicaciones, minimizando el poder de la geografía a través de la reducción de la distancia. En el caso de la televisión digital, que tiende a combinar el uso simultáneo y sincronizado del internet, el teléfono y la transmisión de imágenes, la comunicación, la interactividad y la personalización del entretenimiento ocupan una destacada posición sin paralelo histórico, aunque esto esté concentrado en el 15% de la población mundial, especialmente en el segmento más rico de la sociedad. Al final del siglo XX, 50% de la población mundial seguía sin haber realizado jamás una llamada telefónica.
En 1999, el club de los ricos, con más de un millón de dólares, estaba integrado por 7 millones de personas, representando una renta global de 25.5 trillones de dólares, mientras que en 1996 eran 4.7 millones de personas sumando una renta de 18.1 trillones de dólares. En el club de los más ricos del mundo, únicamente ingresa una minoría privilegiada que representa tan sólo el 0.1% de la población del planeta. En Brasil, un selecto grupo de 140 mil personas pertenecen al club del millón.
Entre 1996 y 1999, la renta de los más ricos del mundo creció 40%, mucho más de lo que creció la renta mundial (8.7%). El motivo de esto es que la renta mundial se concentró aún más, al mismo tiempo que aumentó la pobreza en el planeta, conforme a los datos del propio Banco Mundial (BIRD, 2000).
¿Una nueva economía?
A partir de la interpretación común, sobre todo en los medios financieros, se ha difundido el término “economía digital o nueva economía”, como forma de enunciar la existencia de un largo boom de expansión de las actividades económicas en el último cuarto del siglo XX. En este caso, tiene gran importancia la articulación entre el crecimiento de la industria de tecnología de información y de comunicación, especialmente a través del uso del internet – con capacidad de realizar continuamente escala de conexiones entre las diferentes cadenas productivas -, y la emergencia del comercio electrónico, especialmente en los Estados Unidos.5
Así, la base de expansión de la llamada “nueva economía” estaría ocurriendo delante de una nueva frontera tecnológica, asociada tanto a los riesgos como a la obtención de ganancias excepcionales. Paralelamente, la organización de la “nueva economía” tendería a tratar más de la administración y de la información, lo que posibilitaría el desarrollo de la organización de la producción a través de redes globales de capitales, obteniendo extraordinarias ganancias financieras y especulativas, capaces de impedir la autonomía financiera del capitalismo al final del siglo XX.
Más allá de eso, se pretende muchas veces, en el contexto referente al debate de la llamada “nueva economía”, asociarla al comportamiento actual de la economía de los Estados Unidos, que desde 1984 registra un trayecto de crecimiento sustentado, con la presencia de inflación reducida, de tasas relativamente pequeñas de d
esempleo abierto y de grandes inversiones en la Industria y Servicio de Tecnología de Información y de Comunicación (ITIC). Todo eso estaría apuntando hacia un nuevo ciclo de negocios en la economía norteamericana.
Sin embargo, es de tomarse en cuenta de que hasta 1994 el sector de tecnología de información y comunicación tuvo tasas de crecimiento superiores a los demás sectores de actividad económica en los Estados Unidos.6 El momento norteamericano actual es anterior a la llamada “nueva economía” y, hasta cierto punto, independiente de su avance y dinamismo.
Aún así, el concepto de la “nueva economía” usualmente empleado, atiende más a las condiciones de superioridad tecnológica de los Estados Unidos, aunque también los demás países desarrollados pueden ir de la mano por la disponibilidad de infraestructura y acumulación tecnológica (OCDE, 2000). Todo eso indica que la “nueva economía” no está abierta a todos, ya que depende de la estructura de mercado, así como de otros fenómenos económicos – intereses, tipo de cambio, impuestos, investigación e inversiones, entre otros.
El término “nueva economía” es más justificado por su lado productivo, siendo la industria de tecnología de información y comunicación (ITIC) la base técnica y material de la gran propagación del sistema capitalista. El papel de la Industria de Tecnología de Información y Comunicación como promotor del desempeño económico ha ido creciendo solamente en la segunda mitad de los años 90s, aunque aisladamente el sector represente menos de 10% del PIB de los Estados Unidos. Entre 1990 y 1994, el sector ITIC aumentó en 0.6% su participación relativa en la economía norteamericana (pasando de 5.8% a 6.4% del PIB), pero de 1994 a 1999 su expansión fue más vigorosa, con aumento medio anual de 1.7% (pasando de 6.4% a 8.1%).
De acuerdo con la nueva concepción metodológica del Censo Norteamericano, a través del North American Industrial Classification Systems (NAICS), el sector industrial y de servicio asociado a las tecnologías de información y comunicación comprende cuatro subsectores.7 El primero se refiere a las industrias que producen computadoras y equipamientos (hardware), representado por los instrumentos de análisis de laboratorio electrónicos, componentes, semiconductores, material magnético y óptico, calculadoras y computadoras, investigación, entre otras.
El segundo subsector concentra las industrias de equipamiento de comunicación, abarcando, por ejemplo, componentes de radio y televisión, teléfono y telecomunicaciones, material de audio y video, investigación, entre otros. En el tercer subsector se localizan los servicios de computación (software), como servicios de mantenimiento, preparación, programación y análisis, comercio y atención de los servicios de computación, diseño de sistemas, integrales, preparación de datos y procesos y redes, servicios de instalación, de manutención y de administración, investigación, entre otros.
Finalmente, el cuarto subsector se vincula a los servicios de comunicación, que actúan en las actividades de televisión de cable, canales de paga y películas, en los servicios de las redes de televisiones y radio, propaganda, servicios de telefonía y telecomunicaciones en general, entre otros. En resumen, esos cuatro subsectores asociados al sector industrial de tecnología de información y comunicación (ITIC) contribuyeron con cerca de un tercio del total del crecimiento económico norteamericano desde 1995.8
Lejos de registrar un ritmo de expansión superior a las demás ramas de la economía norteamericana, el sector ITIC ha presentado una caída importante en los precios de sus productos y servicios. Entre 1994 y 1999, por ejemplo, el aumento de los precios promedio de los productos y servicios en los Estados Unidos fue de 11.9%. Para el mismo periodo de tiempo, en el sector industrial de tecnología de información y comunicación, el precio de sus productos disminuyó en casi 25%, según Census Data norteamericano (Department of Commerce 1999; 2000).
Todos estos datos estadísticos y metodológicos son insuficientes para reflejar, con mayor exactitud, los cambios actuales en la estructura productiva, ya sea como avalar la existencia, de hecho, de una nueva economía capaz de ser sustentada por el sector ITIC, o como reproductor de un nuevo boom de largo plazo a los demás sectores de actividad. El internet, por ejemplo, refleja, solamente en parte, el potencial y los límites de la actual ola de innovación tecnológica, ya que nos dice más respecto a la prestación de servicios que respecto a la base material de difusión del sistema productivo.
A pesar del explosivo avance en la cantidad de usuarios del internet en los últimos años, aún se trata de un segmento muy selecto de la población con acceso al patrón de consumo mundial. Desde 1972, cuando se realizó la primer transmisión vía correo electrónico hasta finales de los años 80s, poquísimas personas tenían acceso a internet. En 1990, apenas unas pocas universidades norteamericanas formaban parte de la red de computadoras, que aglomeraba a no más de 3.5 millones de personas.
Siete años después, internet era accesado mundialmente por 71 millones de personas. En marzo del 2000, 304 millones de personas tenían acceso a internet, con expectativa de llegar a un billón en el 2003. Mientras esto no ocurre, se ve que aún menos del 5.2% de la población participa de la red mundial de computadoras, lo que representa, cada vez más, uno de los principales resultados del proceso de innovación en las comunicaciones y transacciones.9
De la misma manera, parecen ser bastantes favorables las posibilidades de irradiación del uso de internet en las empresas, el comercio y los servicios. Además de la economía de tiempo y costos, existe gran desburocratización y disminución de la jerarquía en los negocios, en la producción y distribución de bienes y servicios.
Debido a ello, ha sido creciente la disponibilidad de servicios en las áreas de salud, educación, comercio de bienes y servicios, recreación, turismo, entre tantos otros, que tienden a potenciar los negocios y las actividades productivas. Más allá de la conexión entre individuos, el internet se transformó en un nuevo mecanismo de contactos y de comercio intra e inter empresas.
La evolución reciente de las ocupaciones en los Estados Unidos y en Francia
El cuadro general de manifestación de una nueva onda de innovación tecnológica ha generado la propagación de una literatura especializada para la identificación, no sólo de los nuevos requisitos contractuales, sino principalmente del futuro de la ocupación.10 Al tomar como referencia los presupuestos del determinismo tecnológico, muchos autores tienden a superestimar el potencial de generación de nuevas oportunidades de trabajo y de minimizar el de otros sectores económicos.
Los argumentos al respecto de las nuevas demandas de profesionales, con mayor capacitación y entrenamiento, preparación para toma de decisiones, realizar múltiples funciones y utilizar nuevos instrumentos de trabajo se fundamentan, la mayoría de las veces, en la hipótesis de que el escenario actual de innovación tecnológica implica el enriquecimiento del contenido de trabajo, no sólo del trabajador. En cierta medida, se transfiere la responsabilidad por el acceso al empleo al trabajador, previendo que no encuentre ocupación ya que tiene un bajo grado de preparación.11
El centro de la discusión no estaría, por lo tanto, en los factores responsables por la generación de nuevas plazas ni en los cambios o no del contenido del trabajo. En general, los teóricos de la “nueva economía” asumen que ésta exige constantemente un nuev
o tipo de trabajador, debido al avance tecnológico, la sofisticación de los procesos productivos y la reorganización del trabajo en el interior de las empresas.
Pero, frente a la inestabilidad tecnológica actual, no hay certezas en cuanto a los cambios en el contenido del trabajo. Recordemos que a finales del siglo XIX, durante la maduración de la segunda ola de innovación tecnológica, algunos autores asumieron la hipótesis de que el empleo se modificaba, siendo responsabilidad del trabajador prepararse para poder estar en el nuevo mundo del trabajo en las grandes industrias automovilísticas, químicas, petroquímicas, entre otras.12
Mientras tanto, con la aparición del patrón tecnológico de la segunda ola de innovación, a partir de las primeras décadas del siglo XX, ganaron gran importancia los cambios organizacionales en la producción y de gestión de mano de obra, a través de la administración científica del trabajo, cuyo papel principal fue el de simplificar tareas, fragmentar contenidos de los puestos de trabajo y jerarquizar las actividades laborales. En síntesis, las exigencias de contratación fueron disminuidas, permitiendo identificar signos de descalificación del trabajo (Braverman, 1981).
Al final del siglo XX, frente a la elevada inseguridad del trabajo, asociada a las varias formas de manifestación del excedente de mano de obra, como el desempleo abierto, el desempleo disfrazado y las ocupaciones precarias, la apuesta en la empleabilidad como estrategia de inserción de la mano de obra tiende a ser conocida como una más de las nuevas formas de alienación ante la complejidad de la ocupación en el capitalismo al fin del siglo XX (Maillard y Dassa, 1996; Aranha, 1999). Al mismo tiempo, el proceso de reorganización del trabajo ha generado un mayor contingente de mano de obra excedente, con posibilidad de ser utilizada de manera puntual y descontinuamente. En esas condiciones, son escasas las relaciones de solidaridad, sustituidas por la competencia “darwinista” de sobrevivencia en las plazas existentes.
Conforme los datos referentes a la evolución de la ocupación entre 1988 y 1998 en Francia y en Estados Unidos, se puede observar el intenso adicional de nuevas plazas generadas en los sectores asociados a la llamada “vieja economía”. Más allá de eso, es importante destacar también la continua participación del gasto público en la elasticidad del empleo. Mientras que en Francia, de cada diez puestos de trabajo creados, seis están vinculados directa o indirectamente con el gasto público, en los Estados Unidos, la relación es de cuatro por cada diez plazas generadas en el periodo entre 1988 y 1998.
Tabla 3.- Balance de las diez principales ocupaciones generadas entre 1988 y 1998 en los Estados Unidos y Francia
Principales ocupaciones en los Estados Unidos | De cada 100 plazas generadas | Principales ocupaciones en Francia | De cada 100 plazas generadas |
Asistente de guardería | 11 | Trabajador del comercio | 17 |
Trabajador del comercio | 10 | Auxiliares de salud | 15 |
Auxiliares de salud | 9 | Asistencia personal | 10 |
Administración privada | 8 | Profesor y auxiliares de educación | 9 |
Empleo de cultura y deporte | 8 | Información y apoyo a la industria | 9 |
Profesor y auxiliar de educación | 7 | Servicio a la familia y crianza | 6 |
Funcionario público | 6 | Servicio de ingeniería y arquitectura | 5 |
Trabajador petroquímico | 6 | Trabajador en la construcción civil | 5 |
Seguridad pública y privada | 5 | Servicio de entretenimiento y cultura | 4 |
Profesionales de informática | 4 | Funcionario público | 4 |
Subtotal | 74 | Subtotal | 84 |
Fuente: Ministère del l´emploi, 2000; Bureau Labor Statistics, 1999. Elaboración propia.
Tanto para el caso francés como para el norteamericano, el trabajo en el sector comercio refleja el dinamismo de las ocupaciones, siendo el responsable del 17% del total de plazas creadas en los Estados Unidos y el 10% en Francia. Al mismo tiempo, las actividades relacionadas a la asistencia (maternal y familiar) tiene gran fuerza en el volumen de la ocupación, representando 15% de las ocupaciones creadas en los Estados Unidos y 11% en Francia.
Otro aspecto es el relacionado a la generación de plazas en los sectores de salud, educación y entretenimiento (deporte, cultura y diversión), que significaron el 28% del total del empleo generado en Estados Unidos y el 24% en Francia entre 1988 y 1998. También destaca el mismo empleo público, responsable por el 4% del aumento de empleos generados en los Estados Unidos y 6% en Francia.
Finalmente, el sector industrial de tecnología de información y comunicación no registra mayor importancia en el total de generación de puestos de trabajo en los dos países desarrollados seleccionados. En Francia, el sector de ITIC respondió por el 4% de crecimiento del total del empleo, mientras que en Estados Unidos representó el 9%.
En las industrias tradicionales, la repercusión sobre el empleo no se manifiesta con expresividad. En Francia, solamente la industria petroquímica se destacó, con participación relativa de 6% en el total de empleos generados en aquel país, mientras que en Estados Unidos fue la industria de la construcción, responsable por el 5% del total de puestos de trabajo creados entre 1988 y 1998.
El empleo de la "nueva economía" en Brasil
Como se observó anteriormente, la identificación de la llamada “nueva economía” es compleja, aún en los países desarrollados. Ciertamente, la identificación de la “nueva economía” en países no desarrollados es aún más compleja.
Con el objetivo de realizar una primera aproximación sobre lo que podría constituir el sector industrial de tecnología de información y comunicación en Brasil se optó por adoptar la propuesta metodológica del Censo Norteamericano (NAICS), que define cuatro subsectores de la “nueva economía”: industrias que producen computadoras y equipamientos (hardware); industrias de comunicación y equipamiento; servicios de computación (software); y servicios de comunicación. Dado que las estadísticas brasileñas no disponen de la información de manera que posibilite medir con precisión el sector ITIC, se procuró armarla, mediante la combinación de diferentes fuentes oficiales de datos nacionales, como indicativo de lo que sería la “nueva economía” en el país.13
Así, se estima que el sector de ITIC en Brasil representaba 2.7% del Producto Interno Bruto (PIB) en 1989 y, en 1999, se había reducido al 2.1% del PIB. Esa pérdida de importancia de los sectores productivos identificados con la llamada “nueva economía” tuvo repercusiones en el volumen del empleo asalariado y condiciones de trabajo.
Como se puede observar en los últimos diez años, el conjunto de actividades considerado como “nueva economía” en Brasil sufrió
un proceso de estrangulamiento, al mismo tiempo que se registraron transformaciones significativas en la composición ocupacional. Los sectores productivos vinculados a la producción industrial (informática y comunicación) fueron sensiblemente reducidos en sus participaciones relativas en el total del empleo formal en el sector de ITIC, mientras que en las actividades de servicios (informática y comunicación) crecieron rápidamente sus participaciones relativas.
En 1989, los sectores industriales eran responsables por más del 56% del total de la ocupación respecto a la “nueva economía” en Brasil. Diez años después (1999), los mismos sectores representaban menos del 34% del total de la ocupación en el sector ITIC. En contraparte, los sectores de servicios aumentaron sus participaciones relativas de menos de 44% a más de 66%. Ver Gráfica 14 en anexo 3.
Mucho más importante que el sólo registro en la composición ocupacional en el sector de ITIC en Brasil durante los años 90s, cabe analizar la evolución del empleo formal. Esto porque el sector de la ITIC registró una caída de casi 22% en el total del empleo entre 1989 y 1999, significando una pérdida líquida de 174 mil empleos en la llamada “nueva economía”.
En los sectores industriales se perdieron 239 mil puestos de trabajo, siendo 85% responsabilidad de las industrias de comunicación y equipamiento y del 15% las industrias de informática y equipamiento. En los sectores de servicios de comunicación y de informática hubo, en el mismo periodo de tiempo, la apertura líquida de 65 mil nuevas plazas, con 53% de responsabilidad de los servicios de comunicación y de 47% de los servicios de informática.
Tabla 4- Brasil: Evolución del empleo formal en el sector industrial de servicios de tecnología de información y comunicación (1989 y 1999)
Subsector | 1989* | 1999* | Variación absoluta* | Variación % |
Industria de informática y equipamiento | 74.155 | 38.450 | -35.705 | -48.1 |
Industria de comunicación y equipamiento | 372.933 | 169.504 | -203.431 | -54.5 |
Servicios de informática | 81.093 | 111.763 | 30.670 | 37.8 |
Servivios de comunicación | 265.419 | 299.839 | 34.420 | 13.0 |
Total ITIC | 793.602 | 619.556 | -174.046 | -21.9 |
Fuente: MTE-Rais/Caged. Elaboración propia
* en miles
Específicamente para los sectores industriales pertenecientes a la ITIC se puede observar que los cambios más expresivos ocurrieron en los segmentos administrativos y de producción, ya que fueron los que registraron mayores pérdidas relativas en el total del empleo. Mientras el sector de la producción perdió participación relativa en el total de puestos de trabajo, las actividades de montaje ganaron mayor expresión, indicando un rompimiento en la tendencia de producción interna por parte de las empresas, ante la posibilidad de montaje, a través de la adquisición de componentes venidos del exterior.
Guardadas las debidas proporciones, se puede observar en Brasil, la transformación de los sectores industriales de la ITIC de tener una compleja producción hacia simples maquiladoras, tal como ya se observó en el caso de las industrias mexicanas en los años 80s. La creciente presencia de las industrias de maquiladora en Brasil durante los años 90s se diferencia por el hecho de que en México son de exportación, mientras en Brasil son para consumo interno (Ferreira Jr)., 1994; Cepal, 1992; 1996).
La industria maquiladora, que es tradicionalmente responsable por el montaje del producto manufacturado (ensamble), se caracteriza más por su baja capacidad de generar mayor valor agregado y empleos que por practicar condiciones de trabajo insatisfactorias, ya que la compresión de los salarios se convierte en factor de competitividad internacional y objeto de constante decisión empresarial en cuanto a la localización de sus plantas productivas. Al mismo tiempo, el sector ITIC asume un papel cada vez más decisivo en el balance comercial, frente a su creciente dependencia de los productos importados, sin el necesario compromiso con las exportaciones.
En 1999, por ejemplo, el sector industrial de comunicación y equipamiento registró un déficit comercial externo de casi 3 billones de dólares, mientras en 1989, el déficit era de apenas 100 millones de dólares. En el mismo periodo de tiempo, en el sector industrial de informática y equipamiento, el déficit comercial externo pasó de 177 millones de dólares a un poco más de 2 billones de dólares.
En síntesis, el sector industrial asociado a la nueva economía (ITIC) se transformó en una de las principales fuentes de desestabilización de la balanza comercial brasileña en los años 90s, de cara a la dependencia tecnológica creciente (el déficit agregado del sector industrial subió por lo menos de 300 millones de dólares en 1989 a 5 billones de dólares en 1999). Al mismo tiempo, el país perdió participación relativa en las exportaciones mundiales del sector industrial identificado con la llamada “nueva economía”, pues representaba 0.8% en 1989 y, en 1999 significó el 0.5%.
Ni la misma expansión del ingreso de recursos extranjeros en Brasil, a partir de la implantación de nuevas empresas industriales de comunicación y equipamientos y de informática y equipamientos, mostró ser suficiente para impulsar sustancialmente la inversión. En 1989, por ejemplo, las inversiones en investigación y desarrollo en las industrias de informática y equipamiento en Brasil representaban 6.4% del total de las ventas del sector, en cuanto a las industrias de comunicación y equipamiento invertían 13.4% en investigación y desarrollo.
Diez años después, las industrias de informática y equipamiento invertían en investigación y desarrollo 6% y las industrias de comunicación, 6.1% del total de las ventas del sector (Porto y Pochmann, 2000). De cierta manera, se observa que la evolución de las inversiones en investigación y desarrollo en el sector industrial de la llamada “nueva economía” no acompañó al comportamiento del coeficiente de importación en Brasil, moviéndose más próximo al desempeño negativo en el empleo.
La evolución reciente de las ocupaciones en Brasil
La ocupación en Brasil terminó sufriendo fuertemente las repercusiones negativas consecuentes del comportamiento general de la economía de los años 90s, que registró una tasa media anual de crecimiento del producto de apenas 1.9% – la más baja de todo el siglo XX -. Por eso, el desempleo creció demasiado, más allá de la cantidad de puestos de trabajo abiertos, éstos son más caracterizados por la precariedad en las condiciones y relaciones de trabajo. Los salarios promedio reales en la década de los 90s representaron apenas dos tercios de lo que eran en los 80s.
Durante la década de 1990, Brasil generó casi 10 millones de nuevas ocupaciones, a pesar de que casi 16 millones de personas habían ingresado al mercado del trabajo. Del total de puestos de trabajo creados, 78% se encontraban concentrados en apenas diez ocupaciones.
La principal ocupación creada en los años 90s fue la del empleo doméstico, que representa el 23% de todas las plazas abiertas. Luego viene la ocupación de vendedor, que representó el 15% del total de puestos de trabajo abiertos, seguido de la construcció
n (10%), de los servicios de aseo y mantenimiento (8%) y de los servicios de seguridad (6%).
En esos sectores ocupacionales en alta en Brasil durante la década de 1990, se puede observar la presencia de bajos salarios y, muchas veces, sin contrato formal de trabajo. En los sectores ocupacionales con salarios no tan bajos, como de funcionario público y de profesionales de la educación y de la salud, el peso en la generación de plazas no fue tan expresivo.
Tabla 6: Brasil: Balance de las principales ocupaciones generadas entre 1989 y 1999
De cada 100 plazas generadas | Rendimiento medio (en reales de 1999) | |
Empleo doméstico | 23 | 168 |
Vendedor | 15 | 253 |
Construcción Civil | 10 | 219 |
Aseo y mantenimiento | 8 | 189 |
Seguridad | 6 | 437 |
Servicio administrativo | 5 | 244 |
Funcionario Público | 4 | 417 |
Profesor | 3 | 453 |
Cocinero, mesero | 2 | 211 |
Profesional de la salud | 2 | 680 |
Subtotal | 78 | – |
Fuente: IBGE (PNAD-ajustada), MTE. Elaboración propia
A pesar de la creciente importancia de la educación y capacitación para el trabajo, las ocupaciones en aumento en Brasil no son aquellas que se caracterizan por elevados requisitos contractuales. Tal vez, la tesis generalizada de que el avance educacional sería suficiente para superar las actuales deficiencias en el funcionamiento del mercado de trabajo brasileño pierde credibilidad, especialmente cuando el proceso de aprendizaje se encuentra subordinado exclusivamente a una funcionalidad. Debemos decir, que no se trata de objetar el papel liberador que la educación puede tener para la sociedad, como asociada al aprendizaje de las visiones del mundo (aprender para hacer, para conocer, para convivir y para ser).
Se intenta aclarar, sin embargo, que el enfrentamiento de los actuales problemas del mercado del trabajo depende de factores más amplios, como el crecimiento económico sustentado, inversiones, gasto público, entre otros. En otras palabras, la resolución de las deficiencias del mercado depende exclusivamente del propio funcionamiento del mercado de trabajo, estando subordinado al comportamiento general de la economía.
Tabla 5 – Brasil: Distribución del empleo formal en el sector industrial de tecnología de información y comunicación, 1989 y 1999 ( en %)
Industria de informática y equipamientos | Industria de comunicaciones y equipamiento | ||||
Año | 1989 | 1999 | 1989 | 1999 | |
Dirección | 7.9 | 7.8 | 4.4 | 4.1 | |
Administración | 18.7 | 20.1 | 19.8 | 18.4 | |
Producción | 40.5 | 35.7 | 49.3 | 42.4 | |
Montaje | 22.2 | 26.6 | 25.6 | 35.1 | |
Total | 100.0 | 100.0 | 100.0 | 100.0 | |
Fuente: MTE-Rais/Caged. Elaboración propia
No debe extrañarnos, por lo tanto, el observar que en Brasil hayan sido justamente los trabajadores con mayor escolaridad los más golpeados por el desempleo. En los años de 1990, por ejemplo, el desempleo para las personas con más de ocho años de escolaridad aumentó 620%, mientras para las personas con menos de un año de escuela, el aumento fue de 189% (Pochmann, 2000).
Al mismo tiempo, no parece haber comprobación empírica suficiente para hacer creer que el aumento en el grado de educación coincida necesariamente con la reducción de las desigualdades del ingreso. Por el contrario, se observa que frente al agravamiento del mercado del trabajo en los años 90s, dada la ausencia de crecimiento económico sustentado y por las reformas neoliberales, el aumento del nivel escolar no inhibe la manutención y hasta ampliación de las diferencias de rendimientos.
Todo esto ocurre frente a puestos de y trabajo abiertos en menor cantidad que el aumento de la oferta de mano de obra, permitiendo que las empresas aumentaran los requisitos contractuales, al mismo tiempo que sustituyen a los trabajadores con menor nivel de escolaridad por otros con mayor nivel. De esta manera, no se encuentran señales de cambios sustanciales en el contenido del puesto de trabajo, que exijan, en general, un profesional más calificado, siendo más un fenómeno de oferta y demanda del trabajo.
Cuando se analiza la estratificación económica en Brasil se ve, por lo menos, tres modalidades de relaciones entre educación y nivel de ingreso. Para las ocupaciones de dirección en la empresa, el nivel de ingreso tiende a ser superior al de la escolaridad, mientras en los puestos administrativos hay cierta corresponsabilidad entre el grado de instrucción y los niveles de ingreso. Hablando de las ocupaciones asociadas a la producción, la relación es inversa, esto es, el nivel de ingreso se encuentra por debajo de los años de escolaridad.
Dado que en Brasil los puestos de dirección son apenas el 6% del total de las ocupaciones y los de administración son solamente 8.1%, nos damos cuenta que el grueso de las plazas está vinculado a la producción (85.9%); sector en que el grado de la educación sobre el nivel de rendimiento es muy restringido. En resumen, la importancia de la educación para el rendimiento tiende a estar más relacionada a los cargos de mayor calidad en el contenido del trabajo, como dirección y administración, que a las ocupaciones de baja calidad, como las asociadas a la producción.
Tabla 7.- Brasil y Chile: escolaridad y rendimiento en 1997
Múltiplos de rendimiento* | |||||||
Brasil | Chile | Brasil | Chile | ||||
Dirección | 9.8 | 11.9 | 15.4 | 25.4 | |||
Administración | 13.1 | 14.9 | 13.1 | 12.3 | |||
Producción | 5.9 | 9.5 | 3.6 | 4.2 | |||
Total | 6.1 | 10.4 | 4.5 | 7.4 | |||
Fuente: CEPAL, 2000
* Rendimiento equivalente a la línea de pobreza
Además de esto, conviene destacar que en países con mayor escolaridad, no hay señales de menor desigualdad en el ingreso, este es el caso de Chile que, a pesar de poseer 10.4 años en promedio de instrucción, registra una desigualdad superior a Brasil, considerando la relación entre ingreso medio del empleador y del operario (6.9 veces en Chile). En Brasil cuya escolaridad media es de 6.1 años, la desigualdad de ingreso entre empleador y operario es de 4.6 veces.
Razones del rezago brasileño
En los últimos diez años, el sector de las industrias de tecnología de información y comunicación aumentó su participación relativa en la producción y en el empleo. En estados Unidos, por ejemplo, la presencia del sector ITIC creció de 5.8% a 8.3%, mientras el volumen de empleados pasó de 3.6 millones a 5.2 millones con aumento de 1.6 millones de nuevos trabajadores (Departament of Commerce, 2000).
Brasil, por el contrario, registra señales de regresión en el desarrollo de la llamada “nueva economía”. En base a los últimos diez años, no sólo el sector ITIC redujo su presencia relativa estimada en el Producto Interno Bruto (de 207 a 201%), sino que se dio la pérdida absoluta de empleos, estimada en 174 mil trabajadores, cuyo stock pasó de 793, 600 en 1989 a 619,600 empleados en 1999.
El país apunta a una transformación radical en su sistema productivo. Está dejando de ser productor de bienes y servicios de mayor valor agregado y de alto contenido tecnológico para asumir una posición industrial más próxima al montaje (maquiladora productiva) y de comprador de nuevas tecnologías.
La nueva estructura ocupacional que resulta del ajuste empresarial implantado en los años 90s en el sector de industrias de tecnología de información y comunicación no parece dejar dudas respecto al crecimiento de la importancia de los sectores maquilladores en relación al de producción. Al mismo tiempo, crece la dependencia del país en la adquisición de productos importados de mayor valor tecnológicos, lo que trae un déficit en el balance comercial externo de cerca de 5 billones de dólares, todo esto sin mencionar la disminución de potencial tecnológico que se deriva de la dependencia comercial en la llamada “nueva economía”.
En resumen, cayó por tierra la expectativa brasileña construida a lo largo de la década de 1990 de que la apertura comercial y financiera favorecería el ingreso de capital extranjero, suficiente para acelerar la aparición de nuevas tecnologías en el país. Hoy se percibe la frustración en cuanto al acceso a las nuevas tecnologías en el país, generando cierta parálisis en las iniciativas estratégicas nacionales y desincentivación a la promoción de alternativas tecnológicas frente a la realidad del país.
Debe servir de aprendizaje el equívoco acerca de la hipótesis del tecno-globalismo aceptada por las autoridades gubernamentales, que considera la tecnología commodity, posible de ser transferida a partir del mercado. Pero la tecnología no puede ser identificada como una mercancía, pues es de difícil transferencia, estando condicionada a las decisiones políticas e institucionales y no sólo a las decisiones de los agentes económicos.14
Hasta ahora, son insuficientes los informes que confirman el aumento de las investigaciones en el exterior, aunque las grandes corporaciones transnacionales puedan descentralizar algunas de sus actividades de investigación y desarrollo. La tecnología permanece como una actividad no globalizada, como estrategia asociada al espacio nacional, con origen en la gran corporación trasnacional responsable por las inversiones en investigación y desarrollo.
El desarrollo nacional de sistemas de innovación continua es fundamental para la plena incorporación de la llamada “nueva economía”. Sin el encadenamiento de programas institucionales entre empresas, universidades y gobiernos, apoyado en una política activa de desarrollo tecnológico y crecientes recursos en investigación y tecnología, Brasil seguirá rezagado en la “nueva economía”.
* Coque: residuo sólido de la destilación del carbón mineral (N de T)
i La información empírica fue tomada de las siguientes fuentes estadísticas: Organizaçà o Internacional do Trabalho – OIT (Yearbook of Labour Statistics, World Employment Report, Key Indicators of the Labour Market e Economically Active Population), Organizaçà o de Cooperaçà o Econômica e Desenvolvimento – OCDE (Historial Statistics, Labour Force Statistics, Economic Outlook e Perspectives de l`Employ), Naciones Unidas – ONU (United Nations Industrial Development Organization, United Nations Statistics Division); Fondo Monetario Internacional (International Financial Statistics y Goverment Finance Statistics Yearbook); Banco Mundial (World Development Report, Word Development Indicators y Global Economic Prospects); Banco de Desarrollo de Asia (Asia Development Bank); Oficina de Estadísticas de la Unión Europea – Eurostst (Statistical Office of the European Union); Oficina de Estadísticas del Trabajo de los Estados Unidos – BLS (United States Bureau of Labour Statistics); Banco Interamericano de Desarrollo -BID (Progreso Económico y Social en América Latina); y Comisión Económica para América Latina y el Caribe -Cepal (anuario de Estadísticas de América Latina). Al mismo tiempo, se dividió el conjunto de países en tres bloques: centro, periferia y semiperiferia. Se consideran países del centro capitalista: Austria, Bélgica, Canadá, Dinamarca, Finlandia, Francia, Alemania, Italia, Japón, Holanda, Noruega, Suecia, Suiza, Inglaterra, España y Estados Unidos. Como países semiperiféricos: Australia, Nueva Zelanda, Grecia, Portugal, Turquía, Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría, Polonia, Rumania, Rusia, Yugoslavia, Argentina, Brasil, Chile, México, Venezuela, China, India, Irlanda, Corea, Taiwan, Egipto y Sudáfrica. Como periferia los países: Zaire, Tanzania, Nigeria, Maruecos, Kenya, Ghana, Etiopía, Tailandia, Filipinas, Pakistán, Indonesia, Blangadesh, Perú, Colombia, Paraguay, Bolivia, Nicaragua, Jamaica, Argelia, Sierra Leona, Gambia, Mauritania, Zimbabwe, Botswana, Túnez, Bahamas, Barbados, República Dominicana, Bermudas, Trinidad y Tobago y Ecuador.
2 Para más detalles sobre las transformaciones tecnológicas ver: Landes, 1994; Devine Jr., 1983.
3 Para más detalles sobre la evolución automovilística, ver: Womack, 1992; Kranzberg y Pursell, 1967.
4 Sobre la discusión de las nuevas tecnologías de comunicación ver: Dertouzos y Moses, 1979; Button, 1993; Cairncross, 1999.
5 Para mayores detalles al respecto de la economía digital ver : Departament of Commerce, 1998; 1999; 2000; Orlikowski, 1999; Carley, 1999.
6 En los últimos 16 años, la economía norteamericana registró dos comportamientos un tanto distintos, teniendo entre 1984 y 1989 una variación media anual de 4.2% y de 3.7% entre 1990 y 1999. Además se deben considerar las condiciones satisfactorias de la “vieja economía” frente a las bajas tasa de intereses, amplio crédito para oxigenar las activida
des económicas, tasa de cambio adecuada y políticas de defensa de la producción y del empleo nacional.
7 Sobre la discusión metodológica al respecto de la nueva economía, ver: D´Amico, 1999; Departament of Commerce, 1999; Haltiwanger y Jarmin, 1999.
8 En 1998, 32.7% del total de inversiones del sector industrial norteamericano fue por parte de las industrias de tecnología de información y comunicación contra 9.4% de la industria automovilística, 8.6% del sector farmacéutico y 3.6% del sector aeroespacial, según la National Science Foundation.
9 Sobre el tema ver: Departament of Commerce, 2000; Orlikowski, 1999; Carley, 1999; Moulton, 1999; Crairncross, 1999.
10 Más detalles pueden ser encontrados en: Kuenzer, 1995; Ferretti, 1994; Gentili y Silva, 1994; Aranha, 1999; Cocco 2000; Reich, 1994.
11 Sobre el tema véase: Banco Mundial, 1999; Acemoglu, 1997.
12 Para mayores detalles ver: Salm, 1998.
13 Se tomó como referencia no sólo las investigaciones realizadas en los domicilios (Censo, PNAD, PME y PED), sino también investigaciones hechas en establecimientos (PIM Censo Econômico e Sindicais) y por el registro administrativo (Rais/Caged).
14 Sobre el papel de la tecnología, ver Fiori, 1995; Lastres at alii, 1998; Lópes y Lugones, 1998; Aurea y Galvâo, 1998; Freeman, 1998.
Datos para citar este artículo:
Marcio Pochmann. (2005). La década de los mitos. Las posibilidades de la "nueva economía" y sus efectos en el trabajo en Brasil. Revista Vinculando, 3(1). https://vinculando.org/brasil/trabalho/pochman3.html
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