El neoliberalismo
La expansión neoliberal del capital no sujeta a controles ni leyes puede resumirse en un proceso universal, global, de destrucción de capitales menores, de tecnologías vueltas obsoletas y, sobre todo, de desvalorización de la fuerza de trabajo a escala planetaria, a través de la incorporación de cientos y cientos de millones de nuevos seres humanos al mercado capitalista del trabajo y de la descalificación o la expulsión de ese mismo mercado de muchos otros millones, convertidos en mano de obra tan obsoleta o sobrante como las maquinarias también desplazadas.[1]
El impacto de la apertura
El impacto de la apertura comercial en las economías de los países en vías de desarrollo, auspiciada por la apertura impuesta durante los pasados veinte años no ha resultado en mejoras para el nivel de vida de las poblaciones pobres del planeta. Es más, para muchos países el comercio ha resultado empobrecedor.
El comercio internacional como efecto y no causa del desarrollo
El comercio exterior no es la única salida para dejar de ser rezagados: no es la solución a la pobreza, nuestro reto mayor. Siempre el comercio ha sido efecto, no causa del desarrollo. Primero las economías crecen, resuelven los problemas del mercado interno y luego penetran los mercados de exportación.
No es el comercio la única y mejor solución para aminorar la pobreza. En efecto, ella sólo es posible mediante movilización de recursos para activar las economías regionales y locales.[2]
No puede haber un sistema mundial de comercio hasta que exista equidad de iniciativa política, de recursos, de oportunidades, de capacidades y de beneficios.[3]
Pobreza en el mundo
De los cerca de 6 mil millones de habitantes del planeta, unos mil millones se quedan con 80 por ciento de los recursos.[4] Actualmente 1,100 millones de personas, la sexta parte de la población, vive con un ingreso menor a un dólar por día.[5]
Cada año los países desarrollados gastan 900 mil millones de dólares en armamentos y sólo 50 mil millones en ayuda al desarrollo de los países del tercer mundo para combatir el hambre y la pobreza.
América Latina tiene el “privilegio” de ocupar el primer lugar de desigualdad económica y social en el mundo: el 5 por ciento de los más ricos percibe un 25 por ciento de la renta[6]. El 50 por ciento de su población (260 millones de personas aproximadamente) sobrevive en condiciones de pobreza y miseria ya que sobreviven con menos de dos dólares al día. Casi 91 millones de personas se convirtieron en pobres en los últimos 20 años.[7]
Sólo en las favelas (ciudades perdidas) brasileñas habitan 6.5 millones de personas, cifra que representa más del doble de la población de Uruguay.[8]
México en el concierto de la globalización
México ha transitando de un estado de bienestar hacia un estado neoliberal, en un país que fue doblegado a tres generaciones de ajustes estructurales impuestos por las empresas trasnacionales y por los Estados Unidos, cuyos saldos principales son: una inmensa deuda externa; el incremento del número de pobres de 20 a 60 millones de mexicanos/as; la privatización de una parte muy importante de las empresas públicas; el enriquecimiento de una elite; la reducción del presupuesto para trabajo, educación, salud, seguridad social y vivienda; y la migración de 12 millones de personas a los Estados Unidos.[9]
Mexicanos que se van y envían dinero
Desde que entró en vigor el TLCAN se han perdido un millón 800 mil empleos agrícolas y se disparó la migración rural, no sólo la de temporada dirigida a los campos irrigados, sino también la que marcha a las ciudades y sobre todo a Estados Unidos.[10]
Un promedio de 600 campesinos dejan su tierra cada día.[11] Antes del 11 de septiembre, todos los días ingresaban al país vecino, con o sin papeles pero dispuesto a trabajar, entre 1,000 y 1,500 mexicanos, casi uno por minuto.[12]
En Estados Unidos residen 25.5 millones de personas de origen mexicano, es decir, 1 de cada 5 mexicanos que debería estar aquí se encuentra en ese país.[13] Por ello, el ingreso de remesas se convirtió en la fuente de divisas de mayor crecimiento para México.[14]
Esta creciente entrada de divisas por concepto de remesas va de la mano del aumento de la migración hacia Estados Unidos. En 2003, el monto de las divisas provenientes de Estados Unidos llegó a 13,266 millones de dólares (mientras que por la exportación de petróleo el país captó 16,835 millones de dólares), una tercera parte del total de América Latina, constituyendo la segunda fuente de divisas para México.[15]
Más de 98 por ciento del ingreso de divisas procedente de los envíos de los trabajadores mexicanos en Estados Unidos a sus familiares en México, se destinó al pago de los intereses de la deuda externa durante el primer trimestre del 2004.
México pierde soberanía alimentaria
Nuestro ingreso al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), a la modernidad, nos costó entregar parte sustancial de nuestro mercado interno de granos básicos, con la consecuente renuncia a la soberanía alimentaria. Se sacrificó lo sustancial de nuestra agricultura -particularmente la cerealera- y de paso a 3 o 4 millones de familias campesinas, era el costo de nuestra integración a las economías del norte.[16]
Pasamos de ser autosuficientes y exportadores de alimentos básicos, a importar el 40 por ciento de los granos y oleaginosas que consumimos.
En otras palabras, traemos del extranjero: 95 por ciento de la soya de consumo; 58.5 por ciento del arroz; 49 por ciento del trigo; 40 por ciento de la carne que consumimos.
Como consecuencia de lo anterior, de los 8.2 millones de mexicanos que trabajan en el campo la mayoría está en pobreza extrema. Dos de cada tres personas que viven en el campo son indigentes. En 1992, el 35-36 por ciento de la población rural estaba en pobreza alimentaria, hoy, el 52.4. En 1992, el 41.8 por ciento estaba en pobreza de capacidades, ahora el 50.
Los subsidios del gobierno estadounidense a sus productores suman un promedio de 21 mil dólares por productor, en México, 700 dólares. Los subsidios del gobierno norteamericano pasaron de 5 mil millones de dólares en 1994 a 32 mil millones de dólares en el año 2000.
El primero de enero del 2003 se desgravaron por completo todas las importaciones agroalimentarias procedentes de Canadá y Estados Unidos, salvo el frijol, el maíz y la leche en polvo que se desgravarán en 2008. No cuotas y no aranceles para lácteos, carnes, frutas, verduras, granos, oleaginosas.[17]
El campo
El campo quiere decir vida rural, formas de cultura, religiones, idiosincrasias colectivas y personales que constituyen una visión completa de ver el mundo, el país, la familia, el amor, la muerte.[18] Es más qu
e una fábrica de alimentos y materias primas para la industria.
Los campesinos no sólo cosechan maíz, frijol, chile o café, también producen seguridad y soberanía alimentarias; que genera materias primas al tiempo que empleos; que es un sector de la producción económica pero igualmente un reproductor de cultura, de identidad, de solidaridades.[19]
El nuevo pacto campo-ciudad demanda de todos los mexicanos el reconocimiento de la polifonía campesina: la multifuncionalidad de un ámbito rural que cosecha granos básicos pero también aire, tierra y agua; diversidad biológica, societaria y cultural; pluralidad de paisajes, olores, texturas y sabores; variedad de guisos, peinados e indumentarias; sinfín de rezos, sones, cantos y bailes; los campesinos cosechan la inagotable muchedumbre de usos y costumbres que los mexicanos somos.[20]
La base económica de este vasto y diverso mundo rural son las actividades agrícolas, ganaderas, pesqueras, forestales y mineras, predominantemente de escala regional, que durante la mayor parte del siglo pasado fueron tuteladas y apoyadas por políticas públicas similares a las que aplican todos los países para proteger a sus campesinos.[21]
Sin maíz no hay país
El maíz es la rama de la actividad económica de la que depende primordialmente nuestra soberanía laboral y alimentaria, la producción que más empleo e ingreso genera en Mesoamérica: la economía campesina tradicional conformada por la milpa, la huerta y el traspatio.[22]
Los mesoamericanos somos hombres y mujeres de maíz que es un cultivo ancestral que se practica sobre 5’300,000 hectáreas, donde anualmente se cosechan unos 10 millones de toneladas del grano que con algo más de medio millón de toneladas de frijol, más las frutas, animales y hortalizas de la milpa y el traspatio sustentan mal que bien la alimentación de los mesoamericanos.[23]
En el caso de México, aunque están a leguas de los rendimientos del maíz de riego de Sinaloa, las milpas temporaleras de los estados del centro y sur producen las tres cuartas partes de nuestra cosecha y organizan la economía de 3 millones de productores.
El maíz es cultura y proporciona 70 por ciento de las calorías que reciben las familias rurales; pero también es materia prima de productos crecientemente globalizados como la tortilla, que hoy se produce en Estados Unidos, Europa, Asia y Australia y genera 5 mil millones de dólares anuales a una sola empresa establecida en Estados Unidos.
La milpa y la huerta, bien manejadas, preservan una parte sustantiva de nuestra biodiversidad silvestre y domesticada, reproduciendo cientos de variedades de plantas que Mesoamérica entregó al mundo y sustentan tanto nuestra identidad cultural como nuestra diversidad culinaria.[24]
Lo que ocurre con la semilla del maíz se inscribe en el proyecto de la globalización de despojar a los pueblos de su identidad y de su historia, y va de la mano de la imposición de un proceso agroindustrial protagonizado por los productores de las semillas transgénicas para hacer dependientes a los países en desarrollo de las semillas y los abonos químicos que estos comercializan.[25]
Con las últimas masivas movilizaciones campesinas de que nuestra ciudad fue testiga, se incorporó a los sentimientos de la nación un nuevo apotegma: la salvación del campo es la salvación de México. Y en este contexto, sentaron al gobierno a negociar una agenda campesina que al poner en cuestión el destino del agro, implícitamente pone a debate un nuevo proyecto de nación.[26]
Es urgente que se tome conciencia de que garantizar la soberanía alimentaria es un asunto de seguridad nacional. El movimiento campesino mexicano insiste en ello desde hace tiempo y ha formulado esta preocupación con la frase: “sin maíz no hay país”.[27]
Soberanía alimentaria
A medida que la globalización económica guiada por las grandes transnacionales y las políticas de libre comercio devastan las comunidades rurales en todo el mundo, las organizaciones campesinas se están uniendo en un clamor conjunto por la soberanía alimentaria que sostiene que la alimentación de un pueblo es un tema de seguridad y soberanía nacionales.
Si para alimentar a su población una nación debe depender de los caprichos del mercado mundial o de los capricho del mercado mundial o de la voluntad de una superpotencia al utilizar los alimentos como instrumentos de presión internacional, ese país no está seguro.
Seguridad alimentaria significa que cada persona debe tener la certeza de contar con el alimento suficiente para cada día. Para asegurar una soberanía alimentaria genuina, los pueblos de las áreas rurales deben tener acceso a tierra productiva y a recibir precios justos por sus cosechas, que les permita una vida digna.
La única solución duradera es el desarrollo económico local. Una forma de lograrlo es crear circuitos locales de producción y consumo, donde las familias de agricultores vendan sus productos y compren Lo indispensable en poblaciones locales. El dinero circula dentro de la economía local, generando empleo en los pueblos y permitiendo a los agricultores ganarse la vida, pero si lo que producen es exportado con precio del mercado internacional (precios bajos), y si la mayor parte de lo que compran es importado (a precios altos), todas las ganancias son extraídas de la economía local y sólo contribuyen al desarrollo de economías lejanas.
El enemigo real de los agricultores son los precios bajos. Y los precios de las cosechas siguen cayendo aun cuando los precios al consumidor suben y suben porque las fuerzas que dictan los bajos precios para agricultores son las mismas que dictan los precios altos para los consumidores: Cargill, Archer Daniels Midland, Dreyfuss, Bunge o Nestlé. Prohibir estos monopolios decretando y aplicando leyes antimonopolio a escala nacional e internacional, es un paso clave hacia la seguridad de que todos los agricultores a lo ancho del mundo puedan ganarse la vida trabajando en su tierra y que los consumidores tengan acceso a alimentos nutritivos a precios asequibles.
La soberanía alimentaria es un concepto que debería tener sentido para agricultores y consumidores de todo el mundo, ya que todos enfrentamos crisis rurales y falta de alimentos asequibles, nutritivos y producidos localmente. Debemos luchar contra las políticas actuales del comercio internacional y a favor de la reforma agraria verdadera y por sistemas alimentarios más participativos, sostenibles y controlados de manera local.
Debemos recuperar nuestros alimentos, nuestras tierras, nuestros mercados y nuestra cultura.[28]
Democracia. Déficit social
Democracia no quiere decir solamente respeto a la decisión de los electores. Democracia forma parte del desarrollo humano, es el aumento de las opciones para que las personas puedan mejorar su calidad de vida.
Elegimos a nuestros gobiernos, pero el Producto Interno Bruto (PIB) por persona regional se mantiene estancado desde hace 20 años. La desigualdad avanzó con un empeoramiento generalizado de la situación laboral. Así las reformas económicas y la democracia lograda no han logrado mejorar las condiciones de vida.
Se requiere un replanteamiento político total que sustituya el programa del consenso de Washington por uno que ponga en el centro a las personas, no a los equilibrios macroeconómicos.
En lugar de reducir la inflación y el déf
icit fiscal, urge disminuir el enorme déficit social en sus diferentes componentes: vivienda, educación, salud, es decir, la democracia se da en todos los espacios: en lo económico, en lo político, en lo social, en lo cultural y en lo ambiental, y su base está en la forma en que se toman las decisiones y en la participación.[29]
El Comercio Justo Norte-Sur, Norte-Norte y Sur-Sur
El comercio justo tradicionalmente se definió como un sistema de mercado alternativo que trataba de corregir los términos históricamente injustos del comercio entre el Norte y el Sur.
La idea era que los consumidores seleccionaran aquellos productos que incluyeran ciertas características éticas. Así, el comercio justo relaciona directamente a los productores de los países en desarrollo, que producen con responsabilidad social y ecológica, con los consumidores socialmente responsables de las naciones industrializadas.
En este nexo se localiza la importancia del comercio justo: la creación de un vínculo solidario entre el productor y el consumidor a través de valores comunes de solidaridad y equidad.
Entonces, el comercio justo en los países del Norte hace pensar en las posibilidades provocativas por reunir producción, comercio, y consumo social y desafiar el dominio de las transnacionales del agro desde su propia entraña.
Todavía no está claro si el comercio justo pueda convertirse en algo más que en una alternativa marginal y asumir un papel de fuerza real. Este es el mayor problema que varios analistas ven en su revisión del imaginario social sobre la agricultura orgánica, sello de garantía y comercio justo. Al mismo tiempo piensan que este imaginario ofrece una promesa más profunda, más rica, más profunda, de una transformación más radical. Lo ven como el cimiento de una nueva sociedad.[30]
Se reconoce la multifuncionalidad del comercio justo, es decir, que no sólo debe analizarse como una estrategia de comercialización, sino de promoción de la producción local, sostenible y sostenible, generación de empleo, relaciones de equidad entre mujeres y hombres y entre generaciones, movilización de valores ético culturales, desarrollo desde el espacio local.
El comercio justo implica también desarrollar estrategias de diálogo y debate con los Estados, Las multilaterales y las redes sociales, buscar la incorporación de un estatuto jurídico para el comercio justo a los niveles nacionales e internacional.[31]
Otra economía es posible
La mejor manera de ubicarse en el proceso de la globalización es afirmando los espacios locales y su centralidad para lo que se deben buscar nuevas estrategias de desarrollo local. Estas estrategias deben tener como objetivos centrales: la soberanía y la seguridad alimentaria, el empleo, la salud, la diversificación productiva, la articulación económica local, la apertura de mercados regionales y el desarrollo endógeno e integrado.
La Economía Solidaria engloba todas las actividades de producción, distribución y consumo que contribuyen para la democratización de la economía, con base en el compromiso de ciudadanos en el nivel local y global. La economía solidaria es una dinámica de reciprocidad y solidaridad que relaciona intereses individuales al interés colectivo. En ese sentido la Economía Solidaria no es un sector de la economía, pero sí un abordaje transversal que incluye iniciativas en todos los sectores.
Ella comporta el consumo ético, iniciativas de las mujeres, agricultura comunitaria y ecológica, moneda social, finanzas éticas, comercio justo, servicios comunitarios, tecnología apropiada y democratizada y formas sociales de propiedad y manejo de activos y de actividades de desarrollo.[32]
Consumo responsable
Un consumo responsable busca que el consumidor al momento de elegir de manera informada sobre los productos y servicios que adquiere, pueda influir en el mercado, es decir, en las nuevas tendencias del consumo que están permanentemente monitoreadas por distintas empresas, al decidir el consumidor a quien entrega su dinero.
A partir del ejercicio individual del consumidor de compra y la paulatina conformación de una cultura de consumo responsable nos llevará a contribuir a la protección del ambiente y a la mejora de las condiciones de vida laborales de miles de personas.[33]
La otra globalización
Una globalización justa e incluyente, que haga del mundo un lugar más justo, ético, integrador y próspero para las mayorías. Es decir, que la globalización se dé vuelta sobre sí misma y las estructuras que le dan forma y sentido sean lo que hasta hoy no han sido.
Es una empresa enorme, pero que es dada sólo a los ciudadanos, a la gente común del mundo, la única capaz de imprimir a la historia global otra dirección. Sin su concurso el curso planetario no puede ser otro que una profundización de los desequilibrios existentes, mayor segregación social dentro y entre las naciones y cada vez más acusadas tendencias a la inestabilidad política, al recurso a la violencia y a la degradación ambiental.
Darle un sentido social y una dimensión histórica a esta complejidad que se nos presenta como si no tuviera control ni destino, es misión de la academia, la prensa y la política, de las organizaciones ciudadanas y culturales, así como de los organismos internacionales, como la OIT, con que la sociedad internacional todavía cuenta para mantener sus sueños de un gobierno mundial democrático y de un planeta sostenible, justo y equitativo.
Para vivir y sobrevivir la globalización se necesita mucha democracia, más ley y mucho más derecho.[34]
A manera de conclusión
Por último y a manera de conclusión: de la conjunción de los siguientes elementos: de la pobreza y la lucha por superarla, de la producción campesina, de la persistencia de la agricultura tradicional, del surgimiento de mercados alternativos basados en la solidaridad y la conciencia ambiental se ha producido un nuevo fenómeno: el que une la producción sostenible a los nuevos mercados. En él se encuentran contenidos no sólo prácticas alternativas novedosas sino elementos de un nuevo modelo civilizatorio, de una nueva utopía.
Se trata de un proceso con raíces históricas pero básicamente novedoso. Naturalmente complejo. Que involucra tanto a productores como consumidores, a Estados y mercados.[35]
Fuentes consultadas
[*] Responsable de relaciones interinstitucionales de Agromercados y miembro del espacio de Economía Solidaria.
[1] Adolfo Gilly, Populismo radical: un sujeto político no identificado. La Jornada del 1/VI/04, pag. 31.
[2] Armando Labra M., ¿Comercio no más? Lotería, iceberg. La Jornada del 14/VI/04, pag. 16.
[3] International Federation for Alternative Trade (IFAT). Mail: [email protected]. Página Web: www.ifat.org. Junio 2003.
[4] La Jornada del 27/V/04, pag.25.
[5] La Jornada del 24/IV/04, pag.22.
[6] Orbe Política. Editado por Prensa Latina. Quincenal, del 15 al 28 de mayo del 2004. Suplemento de La Jornada, pag.4.
[7] La Jornada del 1/VI/04, pag. 22-23 y 8/VI/04, pag. 22.
[8] La Jornada del 1/VI/04, pag. 22-23.
[9] Rafael Reygadas Robles Gil, La izquierda y los movimientos sociales. Ponencia presentada en el Seminario La izquierda en México y América Latina, organizado por la Fundación Heberto Castillo Martínez, A.C. Ciudad Universitaria, 6-8 de mayo de 2004. Mimeo.
[10] Armando Bartra. El nuevo movimiento campesino. Crónica de una insurgencia anunciada.Cuadernos Agrarios. Nueva época. Número especial. México, 2003. Publicación de Cuadernos Agrarios, A.C.
[11] Documento preparado por el Movimiento El Campo No Aguanta Más. Fotocopia, s/f., 5 páginas. Red Mexicana de Acción frente al Libre Comercio (RMALC): Para el pueblo de México los diez años de la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) no es motivo de celebración. 11/XII/02. Fotocopia. 3 páginas. Correo electrónico: [email protected]:
[12] Armando Bartra. El nuevo movimiento campesino. Op cit.
[13] David Márquez Ayala, Perfil de los mexicanos en Estados Unidos. Reporte Económico La Jornada, 26/IV/04, pag.30.
[14] La Jornada del 14/V/04, pag.45.
[15] David Márquez Ayala. Las remesas de los emigrantes. Reporte Económico. La Jornada del 3/V/04, pag.28 y La Jornada en la Economía. Suplemento semanal de La Jornada, No.4-5, 3/V/04, pag.2.
[16] Armando Bartra. El nuevo movimiento campesino. Op cit.
[17] Documento preparado por el Movimiento El Campo No Aguanta Más. Op cit.
[18] Armando Labra. TLC, nación. Qué revisar. La Jornada del 10/II/03, pag.22.
[19] Armando Bartra. El Nuevo movimiento campesino. Op cit.
[20] Armando Bartra. ¿Para qué sirve la agricultura? La Jornada del 21/I/03, pag.19.
[21] Armando Labra. TLC, nación. Qué revisar. Op cit.
[22] Armando Bartra: La Inversión que hace falta al Plan Puebla-Panamá. Fragmento de la intervención del autor en el Encuentro nacional de discusión y análisis del Plan Puebla-Panamá, realizado en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, el 25/VIII/2001. La Jornada del 7/IX/2001, pag.10.
[23] Armando Bartra: Mesoamérica.com detrás del Plan Puebla-Panamá. La Otra Cara de México. No.74, julio-agosto 2001. Publicación bimestral del Equipo Pueblo, pags:3-4.
[24] Armando Bartra: La Inversión que hace falta al Plan Puebla-Panamá. Op cit.
[25] La Jornada del 23/V/04, pag.2.
[26] Armando Bartra, Los ríos crecidos. Rústicas revueltas del tercer milenio. Cuadernos Agrarios. Op cit.
[27] La Jornada del 23/V/04, pag.2.
[28] Peter Rosset, Soberanía alimentaria: el reclamo mundial. La Jornada del 26/IV/04, pag.23.
[29] Orlando Delgado Selley, Democracia y déficit social. La Jornada del 6/V/04, pag.26.
[30] Daniel Jaffe, Jack R. Kloppenburg, Jr., and Mario B. Monroy. Bringing the moral charge home? Fair trade within the north and within the south. Support for the research reported here was provided by University of Wisconsin Agricultural Experiment Station in conjuction with regional research project, and by the National Science Foundation. United States of America, 2002. Photocopies, 39 pages. Traducción libre.
[31] Alfonso Cotera y Humberto Ortíz. Comercio Justo. Red de Economía Solidaria del Perú. fotocopia, s/f.
[32] Desarrollo democrático y sostenible. Economía Solidaria. Foro Social Mundial 2003. Síntesis.
[33] De consumidores a ciudadanos. Coordinación: Laura Sarvide. Red Puentes de Responsabilidad Social Empresarial. 54 páginas. México, 2004, pag. 31.
[34] Rolando Cordera Campos, ¿El mundo en peligro?. La Jornada del 13/VI/04, pag. 19.
[35] Luis Hernández Navarro, Sueños de café. Publicado en Café orgánico. Organic coffee. Coedición: Fonaes, Cepco, Uciri, y Majomut. México, 2000, pag. 29.
Datos para citar este artículo:
Mario Bladimir Monroy Gómez. (2014). México: economía solidaria, democracia participatva, soberanía alimentaria y desarrollo local. Revista Vinculando. https://vinculando.org/economia_solidaria/soberania_alimentaria.html
Jorge Ortega dice
A quien corresponda:
nos interesa sobremanera establecer contacto directo con ustedes, de ser posible concertar una cita para entrevista personal con la persona que se nos indique.
El proposito de la cita es presentar el proyecto de redes que estamos desarrollando actualmente y que en cierta forma viene a cerrar el candado al concepto de economia solidaria, le da una mayor fuerza, despierta el interes de la sociedad a involucrarse y a colaborar activamente en su desarrollo, fortalece la economia de todos los involucrados, no requiere de grandes inversiones y es 100% autosustentable.
Necesitariamos de un tiempo aproximado de una hora a hora y media para tener la oportunidad de hacer una primera presentacion.
Confiamos tener la oportunidad de compartir nuestro proyecto con ustedes.
Jorge Ortega, Director General
Empresas Interactivas de México, S.A.de C.V.