Resumen
Este artículo explora la intersección entre neurociencia y educación, y las prometedoras repercusiones que surgen de ella en forma de una nueva disciplina, la neuroeducación, enfocada en comprender y optimizar el proceso de enseñanza y aprendizaje, tomando como base el funcionamiento cerebral. Se resalta la diversidad y multidisciplinariedad de la neurociencia, que involucra a científicos de diversas áreas en la búsqueda de respuestas sobre la estructura y el funcionamiento del cerebro humano. Se enfatiza la relación simbiótica entre el cerebro y la educación, donde la educación moldea el cerebro mientras que el cerebro determina la capacidad para aprender. Se discuten las posibilidades y desafíos de la colaboración entre la neurociencia cognitiva y la educación, así como la necesidad de superar la fragmentación del conocimiento, para maximizar su impacto en la práctica educativa.
Palabras clave: neurociencia, interdisciplinariedad, funcionamiento neuronal, comportamiento humano, neuroeducación, prácticas educativas, puentes.
Abstract
This article explores the intersection between neuroscience and education and the promising implications that are emerging in neuroeducation. This newly formed discipline focuses on the understanding and optimization of the teaching and learning process based on brain functioning. The diversity and multidisciplinary nature of neuroscience, which involves scientists from different fields in the search for answers about the structure and functioning of the human brain, is highlighted. The symbiotic relationship between the brain and education is emphasized, where education shapes the brain, while the brain determines the ability to learn. The opportunities and challenges of collaboration between cognitive neuroscience and education are discussed, as is the need to overcome the fragmentation of knowledge in order to maximize its impact on educational practice.
Keywords: neuroscience, interdisciplinarity, neural functioning, human behavior, neuroeducation, educational practices, learning processes.
Título original: Construyendo puentes entre neurociencia y educación: el rol del neuroeducador en la transformación de los procesos de aprendizaje.
La Neurociencia es el resultado de la buena voluntad de varias disciplinas científicas, que a finales de la década de 1960 se unieron con el fin de comprender mejor al cerebro, esta iniciativa implicó un esfuerzo mayúsculo puesto que hubo que concordar en un lenguaje y conceptos en común (Duque et al. 2011, p. 1203).
Neurociencias o neurociencia
La interdisciplinariedad que caracteriza a esta nueva área de estudio, hace que se utilice el término en plural: neurociencias en este apartado, para resaltar la diversidad, la riqueza de la relación, así como mostrar respeto por cada una de las disciplinas que la configuran.
Conformada por la neurobiología, neuroanatomía, neuroquímica, neuropsicología, neurogenética, etc. (Araya et al. 2020, párr. 1), resulta un poco confuso saber cuáles son los límites de cada una de estas disciplinas consideradas, Cumpa (2019), hace uso de varios ejemplos para aclarar los alcances; la neurociencia molecular y celular, se ha especializado en el estudio de los genes, las proteínas y otras moléculas involucradas en el funcionamiento neuronal; la neurociencia conductual en cambio centra sus esfuerzos en estudiar los procesos relacionados con la conducta y la neurociencia clínica se avoca a los trastornos neurológicos y rehabilitación de pacientes, tarea que asumen neurólogos y psiquiatras (p. 38).
En las neurociencias confluyen “neurólogos, psicólogos, psiquiatras, filósofos, lingüistas, biólogos, ingenieros, físicos y matemáticos” (Cumpa, 2019, p. 31). De ahí que sea importante resaltar la pluralidad que nutre al trabajo científico, puesto que hace uso de visiones y técnicas novedosas provenientes de distintas áreas que se alinean para buscar respuestas sobre la estructura y funcionamiento cerebral y así comprender con profundidad los procesos cognitivos y el comportamiento del ser humano (Barrios, 2016, p. 398). A partir del estudio del sistema nervioso se intenta explicar cómo se llevan a cabo los procesos que originan la conducta.
La tarea central de las llamadas neurociencias es la de intentar explicar cómo es que actúan millones de células nerviosas individuales en el encéfalo para producir la conducta y cómo, a su vez, estas células están influidas por el medioambiente, incluyendo la conducta de otros individuos. (De La Barrera et al. 2009, p. 4)
Quedando claro el carácter multidisciplinar de la nueva ciencia, a partir de este momento se utilizará el término Neurociencia, en singular para señalar la unidad lograda entre ciencias, cabe señalar que aunque el término fue acuñado aproximadamente hace 50 años, fue necesario el trabajo de muchos científicos que contribuyeron desde sus respectivas áreas, entre ellos destaca Santiago Felipe Ramón y Cajal, quien aunque nunca vio una sinapsis, sí la infirió y proporcionó evidencia “de que las neuronas sirven como unidades de señales funcionales del sistema nervioso y que las neuronas se conectan una a otra en forma precisa” (Duque et al. 2011, p. 1204).
El reconocimiento que se le otorga a Cajal es sin dudas meritorio, pero él fue un eslabón más, por lo que el título de Padre de la Neurociencia es un poco exagerado, según Duque (2011) “sería más adecuado considerar a Sherrington como pionero de la Neurociencia y no a Cajal” (p. 1204).
Neuroeducación
La Neurociencia se ha desarrollado y al hacerlo han surgido muchas vertientes de ella, que impactan en muchos ámbitos, como es el educativo. Cuando la Neurociencia se une con la Educación, surge una nueva rama que recibe el nombre de Neuroeducación, que se entiende “como aquella disciplina que se ocupa de indagar y difundir sobre la optimización del proceso de enseñanza y aprendizaje con base en el funcionamiento del cerebro y los fundamentos neurobiológicos que lo sustentan” (Araya et al. 2020, párr. 2).
Mora (2013), también tiene algo que decir al respecto y señala que la Neuroeducación establece “un marco en el que colocar los conocimientos del cerebro y cómo este interactúa con el medio que le rodea en su vertiente específica de la enseñanza y el aprendizaje” (p. 24).
Conocimiento sólido para impactar positivamente en los procesos involucrados con el aprendizaje, llámese memoria, atención, emoción, entre otros, así como, detectar déficits, reducir su impacto en la calidad de vida y el aprendizaje de niños, jóvenes y adultos. Saber cómo funciona el cerebro mientras aprende promete favorecer y facilitar el aprendizaje ya que dará luz a los educadores para crear estrategias simples que impacten positivamente en la experiencia educativa.
La neuroeducación, además, comienza a poner en perspectiva y reforzar la existencia del medio social, de la familia y la propia cultura como determinantes de la capacidad de aprender en los niños, además de reconocer que la variabilidad de sus capacidades durante ese aprendizaje se debe en parte no solo a los constituyentes genéticos de cada individuo, sino también a los cambios, que, desde el mismo nacimiento, produce el medio ambiente en el cerebro. (Mora, 2013, p. 26)
La Neuroeducación se nutre de la Neurociencia Cognitiva, “dedicada a estudiar las relaciones entre el sistema nervioso y la cognición humana” (Araya et al. 2020, párr. 2), cómo es que “el cerebro crea y controla los pensamientos, el lenguaje, la resolución de problemas y la memoria” (Cumpa, 2019, p. 38).
Yendo más allá, Mora (2013) señala que la Neurociencia Cognitiva indaga en cómo se elaboran las ideas y cómo se entretejen para dar paso a la razón (p. 179) y de esa manera apropiarse del conocimiento. Pensar por un momento en todo lo que involucra el conocimiento, desde pensamientos, emociones, lenguaje, memoria, creatividad, inteligencia, etc., hace que se mire con fascinación al estudio neuronal.
El funcionamiento del cerebro ha intrigado a las mentes científicas desde hace siglos, pero es hasta el siglo pasado cuando gracias a los avances tecnológicos es que se puede apreciar, sin conocer del todo aún, el intrincado mundo que representa y el impacto que tiene en la vida del ser humano.
Existen muchas teorías pedagógicas, casi todas coinciden en el hecho de que la educación es más que simple instrucción, una buena educación incide de tal forma en el sujeto que lo transforma en lo más profundo porque impacta en el cerebro y favorece el proceso de aprendizaje y el desarrollo del hombre (Mora, 2013, p. 17).
La relación entre cerebro y educación es simbiótica, por una parte el cerebro determina la capacidad para aprender y la educación lo modifica a él; ahora bien, el punto de coincidencia de la neurociencia cognitiva y la educación es muy claro, las dos buscan impactar positivamente en la mejora de las prácticas educativas, aplicando los conocimientos que se obtienen del cerebro, “buscando comprender cómo el cerebro cambia y se adapta durante el aprendizaje” (Mora, 2017 y Valerio, et al., 2016, citados por Araya, et al., 2020, párr. 6), siempre con el fin de beneficiar a los estudiantes, pero la neuroeducación tiene alcances mayores, puesto que entre sus cometidos está prevenir, detectar procesos o trastornos que interfieren con su aprendizaje y actuar en consecuencia para paliar los efectos negativos, mediante prácticas eficientes, y también puede fortalecer o reorientar procesos educativos.
Menciona Araya et al. (2020) que la neuroeducación es capaz de proporcionar técnicas para potenciar los procesos de aprendizaje y el desarrollo cognitivo, tomando en cuenta las variables que los afectan (párr. 7), así que esta ciencia, pese a su corta existencia, pueden ser la vía para la reivindicación de niños y jóvenes, que al padecer diferentes tipos de trastornos o situaciones que complican su desarrollo educativo son excluidos y señalados como anormales o enfermos, condenándolos a vivir en franca marginación, lo que sí puede ser devastador para su vida.
Relación entre neurociencia cognitiva y educación
Se ha mencionado que los resultados obtenidos de las investigaciones neurocientíficas pueden incorporarse al mundo educativo para enriquecerlo, pero hay que señalar que la neurociencia cognitiva también se ve enriquecida de la práctica, de la investigación y de la teoría educativa (De La Barrera et al. 2009, p.12); y aunque pareciera que la relación entre estas dos ciencias es de entendimiento, natural y armoniosa, lo cierto es que existe una barrera por superar, la fragmentación del conocimiento, que impide una visión holística del objeto de investigación.
La gran barrera es que el conocimiento se ha estudiado de manera fragmentada, es así como, el cerebro en el cual se procesa el conocimiento se estudia en los departamentos de neurociencias; la vida psíquica que lo constituye se estudia en las facultades de psicología; la lógica que lo controla se discute en las facultades de filosofía la cultura en la cual se inserta va a los departamentos de ciencias sociales; la formación que lo hace maleable se encarga a las facultades de educación. (Álvarez, 2013, citado por Barrios, 2016, p. 400)
En lo que sí hay consenso es en la necesidad imperiosa de tender puentes entre neurociencia y educación y uno de esos puentes lo constituye la tecnología que ha permitido el cada vez mayor número de estudios sobre el cerebro y su aprendizaje; el siglo XX propició un avance tecnológico capaz de otorgar más información en pocos años sobre el cerebro, de la que se poseía en los siglos pasados, el siglo XXI promete mayor avance científico, lo que favorecerá un conocimiento más cercano de los procesos cerebrales, como es el caso de estudios de neuroimagen realizados en niños de 6 años, cuyos resultados ofrecen una información muy valiosa a considerar, puesto que evidencian que entre niños incentivados adecuadamente antes de su ingreso al colegio muestran diferencias cerebrales con los que no tuvieron esos estímulos, y esas diferencias impactan en su vida educativa posterior, es decir, la motivación que recibe un niño durante sus primeros años de vida, se convierte en condicionante para el aprendizaje de toda su vida (Mora, 2013, pp. 48-49).
El avance científico no transita por la vía libre, sino que responde a las necesidades, en este caso a las que surgen de las aulas de clases, de todos los niveles educativos y que los investigadores retoman, replicando las condiciones de aprendizaje en sus laboratorios y así diseñar estrategias de investigación para responder a las interrogantes de alumnos, docentes y padres de familia (Barrios, 2016, pp. 401-402).
Aunque son muy claras las posibilidades que ofrece la neuroeducación a la población escolar, no se puede negar el hecho de que la relación entre neurociencia y educación es difícil, existen detractores y defensores de una y de otra disciplina, lo que provoca un ambiente hostil principalmente alimentado por la desconfianza y el desconocimiento (Barrios, 2016, p. 398).
En el pasado, educación y neurobiología han tenido poco interés en coincidir, lo que no es de extrañar, siempre han existido discrepancias filosóficas y epistemológicas (Battro, 2012, citado por De La Barrera, 2009, p. 4); si a la distancia se le añade la diferencia de lenguaje, la comunicación entre neurociencia y educación se vicia, los docentes no comprenden los tecnicismos con qué se describen los logros científicos, entonces cómo pedirles a los educadores que los lleven a las aulas, que los apliquen con sus alumnos (Mora, 2013, p. 22).
No ayuda tampoco a la comprensión entre estas dos disciplinas, la desconfianza en que los científicos conozcan las necesidades del mundo educativo, porque ellos no están ahí. Para muchos escépticos, la información que provee el mundo científico quedará tan solo en lo anecdótico o será pasajera, como una moda, porque su aplicabilidad en los procesos de aprendizaje están lejos de lograrse (Barrios, 2016, p. 399).
Todo conocimiento nuevo provoca cierto recelo y el mundo educativo siente temor de que los aportes desde la neurociencia minimicen la complejidad de los procesos educativos (Barrios, 2016, p. 399), al imponer etapas de desarrollo que limitan la singularidad de cada individuo, porque se le señale e incluso se le excluya al no encajar en cada fase, mientras que premia la normalidad o uniformidad de las mentes, sin embargo, De La Barrera, et al. (2009) “argumentan que es una oportunidad de ahondar en la intimidad de cada persona” (p. 4), porque estos períodos son una guía bastante flexible, además de un instrumento muy valioso para reconocer las anomalías, muchas o pocas, pero que recuerdan que las características singulares de cada persona son las que exigen diseñar y proponer métodos de enseñanza que respeten su individualidad.
La neurociencia no es una solución universal para todos los individuos y todos los problemas, los recursos que aporta son posibilidades para ajustar los enfoques pedagógicos a las necesidades de cada situación, cada persona trae al salón de clase su singularidad, con la que se tiene que trabajar (Forés, 2021, 0m54s).
El término neurociencia o neurociencias y el prefijo neuro, causa confusión, debido al abuso que se hace de ellos, al intentar revestir de científico y actualizado a toda campo del saber que busca posicionarse como una alternativa seria (Cumpa, 2019, p. 30); el daño que pseudocientíficos ocasionan al desarrollo de la neurociencia tiene que ver con la falta de credibilidad que tiene, puesto que la presentan como una medicina milagrosa o como un conejo que sale del sombrero del mago, que soluciona todo tipo de problemática, que va desde el ámbito educativo, hasta la arquitectura; este uso indiscriminado del nombre le resta seriedad a su complejidad y favorece la interpretación errónea de los datos científicos (Mora, 2013, p. 130) y desvirtúa el trabajo de la ciencia.
Centrando ahora la problemática en el campo de la neuroeducación, se puede advertir que su campo de acción es tan amplio y profundo que ahí radica gran parte de la confusión que vive en torno a ella, puesto que hay más preguntas que respuestas y los límites no son claros respecto a lo que sí le atañe como a lo que no (Mora, 2013, p. 192).
Aunque los senderos de la neurobiología y la educación pocas veces se encuentran, no quiere decir que no puedan hacerlo, urge que se establezcan consensos, que se aborden con mesura los retos, para tener una nueva perspectiva que favorezca el establecimiento de límites que definan el contenido y la aplicabilidad de esta nueva ciencia (Mora, 2013, p. 192), de no lograrlo los aportes desde la neurociencia jamás podrán aplicarse en las aulas, se quedarán como experiencias aisladas.
Aunque sea muy alto el valor de los aportes que la neurociencia da al mundo educativo, por sí sola no puede transformarlo, puesto que para diseñar enfoques eficaces para la educación, requiere de profesionales de este ámbito que trabajen de la mano con ella, para que estas dos ciencias unan sus esfuerzos investigativos para dar soluciones a la problemática de la educación (Barrios, 2016, p. 410).
La orientación de las neurociencias denota mayor progreso en el conocimiento de la “sintaxis cerebral” y en su sistema de organización y transmisión que en la “semántica cerebral”, es decir, en la formación de los significados transmitidos, que forman parte nuclear de la educación (Marina, 2012, citado por Barrios, 2016, p. 399).
Mora (2013) no se equivoca al decir “nos encontramos a las puertas de una nueva cultura, de una cultura basada en el cerebro” (p. 19), y que replantea en el individuo la concepción que tiene de él mismo, en aras de una mejor humanidad, pero parece que todavía no es el momento en lo que a la neuroeducación se refiere, puesto que todavía no existe un campo fértil en el que los aportes neurocientíficos integrados por la pedagogía, puedan aplicarse, ya que primero sus principales actores deben reconciliarse y posteriormente unan esfuerzos para así fortalecer al ámbito educativo con los progresos neurocientíficos; mientras tanto, el interés que genera la neurociencia en el panorama internacional, se traduce en programas de estudio que se ponen en marcha, publicaciones y distintos escenarios para confrontar y socializar respecto a los resultados investigativos, toda esta actividad aunque alejada aún, abre puertas para que en un futuro, México se integre y pueda participar activamente (Barrios, 2016, p. 398).
Se mencionó con anterioridad la importancia de tender puentes entre el mundo neurocientífico y el educativo, para hacerlo se requiere de la buena voluntad de las partes involucradas y de que surja un nuevo profesional que reúna lo mejor de estos dos mundos, esta figura puede recibir el nombre de «neuroeducador», y como una posibilidad es que su origen sea la ciencia, un neurocientífico que tenga la experiencia de haber trabajado como docente para que pueda conocer de primera mano el mundo del salón de clases y que por decisión propia se aleje de la primera línea de investigación, este personaje debe entrenarse para comprender los procesos educacionales.
Otra opción y muy valiosa también, podría ser un educador quien de origen está familiarizado con el mundo docente y que esté formado en la teoría, para que pueda comprender al mundo científico, que tenga una perspectiva interdisciplinar que le facilite capacitarse en la neurociencia (Mora, 2013, p. 187).
El profesional que asuma este importante papel, el de ser puente entre el mundo científico y el mundo docente, tendrá la responsabilidad de diseñar estrategias que puedan ser incorporadas por los maestros en sus clases, pero no se queda solo ahí su función, pues también debe formar a los docentes para que estos adquieran “cierta alfabetización científica y en neurociencia cognitiva” (De La Barrera et al. 2009, p. 12), porque son ellos los que con su trato diario son capaces de transformar los cerebros y la vida de sus estudiantes, para bien o para mal, así que sí estos maestros asumen con responsabilidad su labor profesional, la neuroeducación tendrá oportunidad de impactar en la vida de las nuevas generaciones de estudiantes, dejando de lado, no porque no sea importante, los muchos o pocos conocimientos que aporten en sus clases, sino en la conducta y salud mental de la sociedad que educan (Mora, 2013, p. 28).
Conclusión
La educación da forma al cerebro e influye en la capacidad del individuo para aprender, a su vez, el funcionamiento cerebral afecta a la experiencia educativa. Aunque resulta muy prometedora la colaboración entre educación y neurociencia para transformar el futuro de la enseñanza y el aprendizaje, esta enfrenta grandes desafíos, desde la desconfianza entre ambas disciplinas, la falta de límites claros que definan la colaboración, un lenguaje en común, etc., para cerrar la brecha entre estas posturas, surge la persona del neuroeducador, quien tenderá puentes entre el ámbito científico y el educativo, deberá poseer profundos conocimientos de ambos ya que tendrá como misión diseñar estrategias con fundamento neurobiológico y en teoría de la educación, para así, enriquecer la práctica educativa, en aras del respeto a la indvidualidad del proceso de aprendizaje.
Referencias
- Aprendemos Juntos 2030. (7 de junio de 2021). Anna Forés en ¿Cómo ayuda la neuroeducación al aprendizaje? [Archivo de video]. Youtube. https://www.youtube.com/watch?v=abydRqS80Ws&t=2s
- Araya-Pizarro, S. C., y Espinoza Pastén, L. (2020). Aportes desde las neurociencias para la comprensión de los procesos de aprendizaje en los contextos educativos. Propósitos y Representaciones, 8(1), e312. https://doi.org/10.20511/pyr2020.v8n1.312
- Barrios-Tao, H. (2016). Neurociencias, educación y entorno sociocultural. Educación y Educadores, 19 (3), 395-415. https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=83448566005
- Cumpa Valencia, M. (2019). Usos y abusos del término “neurociencias”: una revisión sistemática en revistas indexadas Scielo. Revista ConCiencia EPG, 4(1), 30-67. doi: https://doi.org/10.326
- De La Barrera, M. L., y Donolo, D. (2009). Neurociencias y su importancia en contextos de aprendizaje. Revista Digital Universitaria, 10(4), 1-17. https://www.revista.unam.mx/vol.10/num4/art20/art20.pdf
- Duque-Parra, J. E., Barco Ríos, J., y Peláez Cortes, F. J. C. (2011). Santiago Felipe Ramón y Cajal, ¿padre de la neurociencia o pionero de la ciencia neural? Revista Internacional de Morfología, 29(4), 1202–1206. https://dx.doi.org/10.4067/S0717-95022011000400022
- Mora, F. (2013). Neuroeducación. Solo se puede aprender aquello que se ama. Alianza.
Datos para citar este artículo:
Roxana Ambrosio Hernández. (2024). Construyendo puentes entre neurociencia y educación. Revista Vinculando, 22(1). https://vinculando.org/educacion/construyendo-puentes-entre-neurociencia-y-educacion.html
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