Resumen
La presente investigación no experimental y transversal sobre las adicciones a las drogas ilegales de los estudiantes de secundaria de España y Perú; se realizó con la finalidad de analizar sus particularidades y/o coincidencias.
Es de alcance exploratorio y describe los diversos conceptos teóricos sobre el fenómeno de las drogas ilegales; centrando el interés en explicar las particularidades de este flagelo en los estudiantes de secundaria y cómo direccionar una solución desde el enfoque cognitivo conductual.
Los datos estadísticos de la ONU, refieren que los adictos en tratamiento en Europa están como consecuencia de los opioides, seguido por el cannabis; mientras que en Latinoamérica y El Caribe es mayormente por el cannabis y en segundo lugar la cocaína.
Las estadísticas de España, ubican al cannabis, seguido de la cocaína, como la droga ilegal más habitual, cuyo consumo se concentra principalmente entre los adolescentes cercanos a los 15 años de edad y más extendido en hombres que mujeres.
En Perú, la marihuana (cannabis), es preferida por los estudiantes secundarios en su mayoría, seguida por la cocaína. La edad promedio en el consumo de drogas ilegales está cerca de los 19 años de edad, donde se comienza con la marihuana. En Perú el consumo de drogas es mayor en hombres que mujeres.
Palabras clave: drogas ilegales, adolescentes, tratamiento, cognitivo-conductual
Abstract
The present non-experimental and cross-sectional investigation on the illegal drug addictions of high school students in Spain and Peru; it was carried out in order to analyze its particularities and / or coincidences. It is exploratory in scope and describes the various theoretical concepts about the phenomenon of illegal drugs; focusing the interest in explaining the particularities of this scourge in high school students and how to direct a solution from the cognitive behavioral approach.
The statistical data of the UN, refer that addicts under treatment in Europe are as a consequence of opioids, followed by cannabis; while in Latin America and the Caribbean it is mostly for cannabis and secondly cocaine.
The statistics of Spain, locate cannabis, followed by cocaine, as the most common illegal drug, whose consumption is concentrated mainly among adolescents close to 15 years of age and more widespread in men than women. In Peru, marijuana (cannabis) is preferred by mostly high school students, followed by cocaine. The average age of illegal drug use is close to 19 years old, where marijuana begins. In Peru, drug use is higher in men than women.
Keywords: illegal drugs, adolescents, treatment, behavioral cognitive.
Introducción
El consumo de drogas ilegales en la adolescencia es muy frecuente y hasta se podría inferir que va en aumento de manera alarmante; es por eso que muchos países como España y Perú, han tomado acciones dentro de sus políticas de Estado, para enfrentar este fenómeno y tratar de neutralizar su tendencia creciente, a fin de precautelar el desarrollo adecuado de sus poblaciones adolescentes y juveniles.
La adolescencia es una etapa muy significativa e importante para el ser humano, porque en ella quedan orientados y cimentados los valores, intereses, actitudes vitales y comportamientos que le darán una característica distinción en su identidad personal; en otras palabras, en esta fase de la vida, se configura el desarrollo emocional, comportamental y físico del individuo que, de ser adecuado, le acompañará para toda su vida.
Pero, en caso de ser inadecuado, podría optarse por reencaminar mediante una reestructuración o una reconfiguración guiada (terapéuticamente) y más adecuada.
En esta etapa de la adolescencia, donde muchos son estudiantes de la secundaria, se presenta el fenómeno del consumo o abuso de las drogas; el cual puede afectarles porque es una etapa de cambios y cimentación a la vez que de fragilidad a situaciones riesgosas como la adicción a las drogas; que es considerada como la convergencia de dos enfermedades en una: la enfermedad física y la enfermedad mental.
En lo físico será perjudicado por el daño inherente de las drogas; pero a nivel psicológico porque el adicto consumirá las drogas sin importarle las consecuencias (en los estudios, familia, dinero, etc.). La enfermedad física generará compulsión y la mental obsesión; y ambas le llevarán a buscar más drogas repitiendo el proceso aprendido de forma condicionada (EC – RC).
Existen muchos enfoques terapéuticos para abordar el problema de las adicciones, pero nuestro estudio presenta el enfoque de la Terapia Cognitivo Conductual (TCC), precisando primero las bases teóricas y metodológicas, sus características y principios, que nos llevan ineludiblemente al análisis de la conducta adictiva, para luego plantear un plan de acción detallado que incluya los objetivos y la forma de conseguirlos. No se deja de lado a la familia y otras personas significativas del entorno del adicto, a las cuales se tiene en cuenta en todo momento para el cambio del estilo de vida del individuo en tratamiento.
Conceptualización
1. Definición de adolescencia
La adolescencia es una etapa en la vida de las personas, donde cambia la apariencia; debido a los sucesos hormonales de la pubertad, sus cuerpos adquieren una apariencia adulta.
También cambia su pensamiento; son más capaces de pensar en términos abstractos e hipotéticos. Y sus sentimientos cambian acerca de casi todo. Todas las áreas del desarrollo convergen a medida que van estableciendo su identidad, en la que se incluye la sexual, que llegará hasta su adultez. (Papalia, Olds & Feldman, 2009)
Arbex S. (2002) considera que la adolescencia es el período de desarrollo humano que se inicia al finalizar la infancia con la pubertad y termina en la etapa adulta. El niño ha abandonado la niñez, pero aún no se ha desarrollado como persona adulta. Es una etapa de transición llena de ambigüedades e incertidumbres. Experimentan una serie de cambios decisivos para su vida futura.
En esta etapa evolutiva, el universo de valores, intereses, actitudes vitales y comportamientos adultos quedan, sino fijados, al menos orientados y la propia identidad personal se va configurando, experimentando un desarrollo emocional, comportamental y físico que los llevará a tratar de independizarse de sus padres y buscar su propia identidad.
Según la autora antes citada, la adolescencia tiene tres aspectos importantes por destacar:
- Es una etapa transitoria, especialmente dinámica y cambiante, donde se darán una serie de circunstancias, algunas enriquecedoras y estabilizadoras y otras problemáticas.
- Cada adolescente vive esta etapa de una manera particular y subjetiva, en interacción con su entorno.
- Los adolescentes expresan sus dificultades y conflictos en términos sociales; es decir, desembocan en conductas y en comportamientos problemáticos en el área social.
Las características particulares convierten a la etapa adolescente en un período de especial vulnerabilidad con relación al consumo de drogas.
Por lo general el inicio del consumo de drogas (ocasional o experimental), tiene lugar mayormente en esta etapa de la vida; y puede que sea algo transitorio y anecdótico o se convierta en un consumo problemático que dificulte la maduración y el desarrollo del adolescente, dependiendo de cómo maneje la situación y la presencia de factores de riesgo y factores de protección presentes en su entorno social. (Arbex S., 2002)
Para nuestra investigación tomaremos los datos numéricos respecto a la población de adolescentes de los países de España y Perú, conforme lo detallamos a continuación:
Tabla 1:
En la Tabla 1 podemos observar que la población adolescente de España significa el 5% del total de la población de este país (gráfico 1), mientras que los adolescentes de Perú el 9% del total de sus habitantes (Gráfico 2). Además, encontramos que, del total de los adolescentes en España, el 52% son de sexo masculino, frente al 48% de sexo femenino; mientras en Perú, el 51% son de sexo masculino frente al 49% de sexo femenino.
Gráfico 1, Adolescentes en España.
Gráfico 2, Adolescentes en Perú.
2. Definición de adicción
Aunque la gran mayoría de los adolescentes no abusa de las drogas, una minoría significativa sí lo hace. El abuso de sustancias es el uso dañino de estas drogas. Puede conducir a la dependencia (adicción), que puede ser fisiológica, psicológica, o ambas, y que es probable que continúe hasta la edad adulta.
Las drogas adictivas son especialmente peligrosas para los adolescentes porque estimulan partes del cerebro que están cambiando durante esa época (Chambers et al., 2003; citado por Papalia, Olds, & Feldman, 2009).
La OMS (2008), considera que la adicción es el consumo repetido de una o varias sustancias psicoactivas, hasta el punto de que el consumidor (adicto) se intoxica de forma continua (periódicamente), muestra un deseo compulsivo de consumir la droga preferida, tiene una enorme dificultad para interrumpir voluntariamente o modificar el consumo de la sustancia y se muestra decidido a obtener las drogas por cualquier medio.
Generalmente, hay una tolerancia acusada y un síndrome de abstinencia que ocurre frecuentemente cuando se interrumpe el consumo. La vida del adicto está dominada por el consumo de la droga, hasta llegar a excluir prácticamente todas las demás actividades y responsabilidades. El término adicción conlleva también el sentido de que el consumo de la sustancia tiene un efecto perjudicial para la sociedad y para la persona.
Dentro de la bibliografía tratada en el desarrollo del presente Máster (Instituto SERCA-Materia 26, 2017), encontramos que la adicción se puede definir como:
- Una preocupación constante del sujeto en conseguir una sustancia psicoactiva, que influye notablemente en su estilo de vida;
- Un consumo compulsivo de la sustancia a pesar de las consecuencias adversas del mismo, y
- Un patrón de recaída recurrente después de la consecución de la abstinencia o una incapacidad para dejarlo, aunque ello pueda suponer consecuencias muy negativas para el adicto.
El abuso de una droga se define como «cualquier sustancia, tomada por cualquier vía de administración, que altera el humor, el nivel de percepción o el funcionamiento cerebral». (Jaffe, Shuckit, 1995; citado en Materia 26-Instituto SERCA, 2017).
Caballo & Simón (2002), refieren que la adicción es un problema que debe tratarse o de lo contrario se hará crónico o se perpetuará. Indistintamente de la edad de la primera prueba con las drogas, y antes de quedar definitivamente atrapado por estas sustancias de consumo, la adicción se va desarrollando progresivamente a lo largo del tiempo a través una serie de etapas o estadios (McDonal, 1984, citado por Caballo & Simón, 2002). En los jóvenes, la alternancia entre estos estadios puede ser bastante frecuente debido al cambio de amigos, colegio, estilo de vida, etc.
Rodriguez P. (2017), considera que la adicción es una patología que genera discapacidad en el individuo, porque el consumo de drogas altera el funcionamiento cerebral; existe un abandono en las actividades de la vida diaria (bajo cuidado de su imagen, falta de rutina de aseo corporal, alimentación, vestido, etc.). La persona con adicción tiende a priorizar otras actividades asociadas al consumo de drogas. Y en el área del sueño sus ciclos circadianos (alrededor del día) están alterados.
En relación a la movilidad funcional se presentan alteraciones que interfieren en el desempeño de actividades. Tienen disminuidas las destrezas y habilidades en el desempeño para tareas básicas del hogar, como es el de responsabilizarse del manejo de las medicaciones pautadas, dinero, etc. Respecto al trabajo y a la educación: se manejan con rutinas disfuncionales en la planificación y realización de los mismos.
El cuidado de terceros también puede presentar carencias en ciertos hábitos para su desempeño, sobre todo por dejadez; y también por la falta de atención y concentración a la hora de poner en práctica una tarea continuada. En cuanto al Ocio, este se identifica principalmente con actividades relacionales y donde se producen normalmente los hábitos de consumo la mayoría de veces.
De esta manera las tres áreas de la ocupación (productividad, autocuidado y ocio/tiempo libre) se encuentran dañadas y dan lugar a una disfunción ocupacional. Es decir que no pueden llevar a cabo una vida normalizada.
“Adicción” es un término antiguo y de uso variable, considerado por muchos expertos como una enfermedad con entidad propia, un trastorno debilitante arraigado en los efectos farmacológicos de la droga, que sigue una progresión implacable. La adicción no figura entre los términos diagnósticos de la CIE-10, pero sigue siendo un término ampliamente utilizado tanto por los profesionales como por el público general. (OMS, 2008)
La Fundación RECAL (2018), define la adicción como una enfermedad, porque el abuso de sustancias o conductas compulsivas modifica la estructura y el funcionamiento del cerebro. Además, considera que la adicción es una enfermedad primaria, porque no es consecuencia de otras enfermedades; es crónica porque persiste a lo largo del tiempo; es progresiva, con cambios físicos, emocionales y sociales acumulativos, que se incrementan mientras el abuso continúa, y es mortal porque puede tener consecuencias fatales para el propio enfermo y eventualmente para las personas de su entorno.
La adicción destruye la vida de los que la padecen y la de sus seres queridos, porque cada adicto afecta a por lo menos tres vidas más, ya sea la de los padres, novia, etc.
RECAL (2018), considera que, para entender mejor la adicción, hay que explicar que son dos enfermedades en una: la enfermedad física y la enfermedad mental. La enfermedad física consiste en que al cabo de un tiempo se desarrolla una “alergia” a las drogas. Esta “alergia” provoca que el adicto cuando toma esta sustancia no pueda dejar de consumirla y vaya intoxicándose cada vez más.
Mucha gente sufre hoy en día de alergias al marisco, al trigo, a la leche y otras muchas, pero aquí está la diferencia y el problema, mientras que una persona alérgica al marisco no volverá nunca a tomarlo y mucho menos al día siguiente, el adicto lo consumirá sin importarle las consecuencias de pérdida de trabajo, familia, dinero y hasta la vida; ésta es la enfermedad mental. De tal manera que la adicción se compone de dos enfermedades conjuntas: la física que crea alergia, compulsión y la mental que hace que se repita el proceso, la obsesión.
La adicción se caracteriza por episodios continuos o periódicos de descontrol, a pesar de consecuencias adversas, y por distorsiones del pensamiento, especialmente la negación de padecer la enfermedad y sus consecuencias.
Más grave aún es para los adolescentes, porque en su etapa de desarrollo, con su pensamiento cambiante, capaces de pensar en términos abstractos e hipotéticos; y con sentimientos en formación, cambiando acerca de casi todo; será muy preocupante la valoración que ellos darán hacia las drogas.
Caballo & Simón (2002), definen la conducta adictiva conforme a lo que proponen Pomerleau y Pomerleau (1987), al conceptualizarla como el consumo repetido y abusivo de una sustancia (heroína, cocaína, alcohol y/u otras drogas psicoactivas) y/o la implicación compulsiva en la realización de una conducta determinada que, de forma directa o indirecta, modifica el medio interno del individuo de tal forma que obtiene un refuerzo inmediato por el consumo de la droga o por la realización de dicha conducta.
3. Estadios de las adicciones
Los estadios considerados por McDonal (1984), citado por Caballo & Simón (2002), son:
Primer estadio: Experimentación/cambio del estado de ánimo, que suele coincidir cuando se está cursando el último ciclo de la escuela superior o el bachillerato, los adolescentes están bajo una intensa presión de sus compañeros para fumar cigarrillos, tomar alcohol, fumar marihuana o esnifar inhalantes. Los adolescentes suelen empezar a experimentar con las drogas a la par que ocurre el proceso de socialización con los compañeros. Pequeñas cantidades de drogas son suficientes para producir euforia o «colocarse». El joven es capaz de retornar a su estado normal sin ningún problema. Aprenden a consumir drogas para modificar el estado de ánimo y sentirse bien.
Segundo estadio: Consumo regular/buscando el cambio del estado de ánimo, el joven realiza un consumo más regular de la droga, a la vez que el organismo va desarrollando tolerancia, el joven necesita una mayor cantidad de droga para lograr “colocarse” o experimentar euforia. Las consecuencias del consumo regular incluyen ausentarse de la escuela, salir con amigos consumidores de drogas, mayor labilidad emocional y un cambio en el interés por las actividades que realizaba hasta entonces.
Tercer estadio: Consumo diario/preocupación con el cambio del estado de ánimo, la droga comienza a ser el elemento central de la vida del joven. El consumo es diario. Todas las actividades del joven comienzan a girar en torno a la droga. Hay un abandono significativo de actividades que realizaba con la familia, en la escuela y con otros compañeros no consumidores. Tal vez alguno de los jóvenes puede intentar reducir o no consumir la droga, pero estos intentos son, generalmente, infructuosos.
Cuarto estadio: Dependencia/consumir para sentirse normal, el joven utiliza la droga para sentirse normal. El joven ha perdido totalmente el control sobre las sustancias y su vida llega a ser difícil de manejar en muchas áreas. El adolescente dedica mucho tiempo a consumir la droga para sentirse bien y evitar los síntomas del síndrome de abstinencia. En este estadio, el consumo de drogas pasa a ser una parte básica del desarrollo de la identidad del adolescente.
En resumen, el proceso más habitual de desarrollo de la adicción pasa por cuatro fases o estadios consecutivos: Experimentación → uso → abuso → dependencia.
4. Epidemiología
La ONU (2017), en su Informe Mundial sobre las drogas, calcula que unos 250 millones de personas, es decir, alrededor del 5% de la población adulta mundial, consumieron drogas por lo menos una vez en 2015. Aún más inquietante es el hecho de que unos 29,5 millones de esos consumidores, es decir, el 0,6% de la población adulta mundial, padecen trastornos provocados por el uso de drogas. Eso significa que su afición a las drogas es perjudicial hasta el punto de sufrir drogodependencia y necesitar tratamiento.
Ilustración 1
La ilustración anterior nos informa que la droga de mayor consumo en el mundo es el cannabis, con 183 millones de consumidores; los opioides son consumidos por 35 millones de personas, las anfetaminas y estimulantes de venta sin receta tienen 37 millones de consumidores; el éxtasis lo consumen 22 millones, los opiáceos 18 millones y la cocaína 17 millones de personas.
Igualmente se informa que del 2005 al 2015 la tendencia en el consumo de drogas se ha incrementado más en mujeres (25%) que en hombres (19%); tal como lo podemos observar en la ilustración siguiente:
Ilustración 2
En la última encuesta realizada por el Ministerio de Sanidad-España (2018), encontró que el perfil de los consumidores de cocaína en adolescentes de 14 a 18 años de edad, en los últimos 30 días, el 73,6% son hombres y que la prevalencia muestra una tendencia ascendente hasta el 2004 y a partir de ese año comienza a descender, tal como se indica a continuación:
Ilustración 3
El Centro de Información y Educación para la prevención del abuso de drogas (CEDRO) 2017), en su informe sobre la epidemiología de drogas, refiere que en Perú las drogas más consumidas son las legales (alcohol y tabaco), mayor en varones (82%) que en mujeres (77%). Y La droga ilegal más consumida es la marihuana 15,5%; seguida por la PBC (4%) y la cocaína (3%), igualmente, mayor en hombres que en mujeres.
Con respecto a los adolescentes de 12 a 18 años, CEDRO (2017) encontró que el alcohol es la droga legal más consumida (47%) por este grupo etario; mientras que las drogas ilegales más consumidas son la marihuana (3%); las cocaínicas (0,5%), la cocaína (0,3%) y PBC (0,2%).
5. Etiología
Muchas teorías se han planteado sobre los adolescentes y las adicciones a las drogas, con la finalidad de tratar de describir el fenómeno. Algunas resaltan los componentes cognitivos, como los déficits para la toma de decisiones; otras, enfatizan la influencia negativa de los modelos consumidores (teorías del aprendizaje social). Las teorías de la personalidad destacan la vulnerabilidad individual o las características afectivas.
Otras teorías subrayan la importancia del aislamiento de los jóvenes respecto de sus padres y de su entorno escolar y se integran en grupos con conductas antisociales; y así, se presentan varias teorías que integran múltiples variables de consumo de drogas en la adolescencia.
Igualmente, existen factores macro y microsociales de riesgo que influyen en los adolescentes para el consumo de drogas, y factores protectores que reducen los efectos de dichos riesgos. (Instituto SERCA-Materia 26, 2017)
Nizama (2015), considera una etiología multicausal, entre las cuales destacan:
Ecológica: Con laboratorios clandestinos, llamados dentro del argot de adictos como “cocinas”, “fábricas”, etc. Asimismo, los nidos ecológicos adictógenos (NEA’s), llamados: “chupódromos”, “cocódromos”, “huecos”, “fumaderos”, etc.
Socioeconómicas, culturales y geopolíticas: La influencia y penetración del narcotráfico en el ámbito económico, social, político y cultural de los países, generando presiones políticas, lobbies, manipulación mediática y reclutamiento de personalidades ajenas al conocimiento médico y científico de la enfermedad adictiva, para propiciar la legalización de más drogas con argumentación falaz; por ejemplo, lobbies internacionales que presionan en favor de la despenalización del consumo de marihuana con un formidable apoyo mediático, logístico y financiero. Así, en la actualidad existen los “narcopaíses” con narcotráfico, narcomercado, “narcoeconomía y narcoestado”. (Kaplan M., 1995; citado por Nizama, 2015)
Familiares: Disfunción familiar, anomia, desamor, odio, coadicción, simbiosis, discomunicación, patrones de comportamiento libérrimo, amalgamiento, fragmentación, estilos de vida hedonistas y la desorganización familiar patológica.
Desorganización familiar patológica: Aunque aún no ha sido suficientemente operacionalizada ni conceptualizada; es necesario establecer una definición clara, de qué se entiende por desorganización familiar patológica. Los estudios analizados resaltan la importancia de la familia, y de manera específica, del consumo de drogas por parte de los padres, así como de la estructura familiar y la psicopatología del consumo de drogas legales e ilegales de los hijos. (Becoña, y otros, 2012)
La familia del adicto, comúnmente accede a las primeras consultas mostrándose fingiendo poseer una estructura funcional viable, pero sus principales características son la indisciplina (desaseo, desorden, descontrol, complacencia, libertinaje) y la ausencia de la autoridad paterna (crianza sin límites ni medidas correctivas para los hijos, sentimientos de culpa y doble vida de los padres).
Psíquicas: Extrema inmadurez, odio a sí mismo y a los demás, soledad, orfandad, aflicción, vacuidad, banalidad, miedo, depresión, ansiedad, estrés, infelicidad y evasión. (Páramo, 2011)
Biogenéticas: Muchos autores consideran el modelo multifactorial que explica de forma más adecuada el desarrollo de las adicciones. De manera que es la interacción entre lo genético y lo ambiental lo que daría lugar al trastorno. Teniendo los factores ambientales la influencia decisiva para el desarrollo de las adicciones y estimando que los factores genéticos contribuyen en el 40-60% en la vulnerabilidad; es decir los genes no son la causa de la enfermedad, sino que confieren una susceptibilidad para el desarrollo de la misma. (Ibáñez, 2008)
Farmacológicas: Los diversos grados de potencialidad adictiva de varias sustancias psicoactivas; principalmente, benzodiacepinas (Rosas, Simón & Mercado, 2013).
Neurobiológicas: Las adicciones son una enfermedad neurobiológica con base en el circuito de recompensa autogratificante, localizada en el sistema mesocorticolímbico dopaminérgico del sistema nervioso central (constituido principalmente por el locus coeruleus, el núcleo accumbens, el área tegmental ventral y el bulbo olfatorio). La activación de este sistema y en particular de las áreas tegmental ventral, núcleo accumbens, amígdala y corteza prefrontal a través de las vías dopaminérgicas y glutamatérgicas, constituye una vía común en las cuales diversas drogas de abuso median sus efectos de refuerzo. (Reef & Priya, 2012)
6. Diagnóstico del consumo de drogas
Aún a sabiendas de la existencia de una serie de rasgos comunes en las formas de uso de las drogas por los menores, mensajes subculturales incorporados y escenarios dónde se desarrollan los consumos, es preciso analizar caso por caso y detectar el mecanismo singular que sustenta el consumo, de forma que posibilite el diseño de la intervención apropiada a los resultados del diagnóstico particularizado. Arbex (2002).
La explicación de sus usos de drogas suele estar a menudo fuera de las drogas. Éstas siempre cumplen alguna función que hemos de descubrir para trabajar con los menores a partir de la misma, es decir: ¿Para qué les sirven en sus vidas? ¿Qué les aporta, a qué modo de funcionar se relaciona? y ¿El contexto en que se inscriben?
Es necesario detectar las carencias o necesidades educativas y las problemáticas, así como los recursos personales que los menores presentan. Se trata de analizar los distintos aspectos que dirigen y condicionan su vida con relación a: el propio menor (aspectos cognitivos, conductuales y de personalidad), su entorno familiar, escolar y social, ya que el estudio de uno solo de ellos sólo puede dar una visión sesgada o parcial de la realidad.
El objetivo en definitiva es evaluar la situación actual del adolescente respecto de sus factores de riesgo/protección, así como los recursos existentes en su entorno.
Es un proceso dinámico e individualizado, valorando el momento evolutivo del menor, mediante el cual tenemos información sobre las variables que están incidiendo en el consumo para adecuar la intervención dentro de su contexto vital.
En este proceso de diagnóstico, hay que recabar información de todos los recursos que se relacionen con el menor, construyendo equipos cohesionados, ágiles en la búsqueda de información social y educativa relevante.
Es preciso aprovechar toda la información disponible, para lo cual es clave la coordinación con todas aquellas entidades que conozcan su situación y trabajen en el ámbito educativo. (Arbex, 2002)
Una vez recabada toda la información y, junto a las observaciones del educador, se realiza la primera entrevista y se puede administrar alguna prueba diagnóstica.
El método empleado y el tipo de pruebas dependerán de las variables que queramos medir. Se utilizarán aquellos instrumentos que se consideren oportunos (entrevistas semiestructuradas, protocolos de evaluación, autoinformes, test, exploración con mayor profundidad de un área o áreas determinadas, exploración escolar, visitas domiciliarias, análisis toxicológicos y médicos).
La finalidad es conseguir una valoración global, es decir, un conocimiento del menor en su más amplio sentido, destacando los aspectos primordiales a considerar. (Arbex, 2002)
Variables más significativas a explorar según el observatorio europeo de drogas y toxicomanías
Variables mediadoras directamente relacionadas con el consumo de sustancias:
- Historia de consumo: drogas consumidas (trastornos/abuso o dependencia).
- Análisis funcional de la conducta de consumo: análisis de la primera vez, del hábito, de situaciones especiales.
- Droga que motiva la demanda.
- Información y conocimiento sobre el consumo de drogas.
- Intención de consumir en el futuro drogas y opinión sobre ellas.
- Normas o creencias normativas del consumidor y su grupo.
- Motivación para el cambio y autocontrol sobre el consumo (intención de modificar el consumo).
- Motivación hacia los programas (expectativas y demandas…).
Variables mediadoras NO directamente relacionadas con el consumo de sustancias:
Factores de riesgo/protección personales y/o habilidades para la vida
- Autoestima y autoconcepto.
- Autocontrol y eficacia personal.
- Autonomía y pensamiento creativo y crítico.
- Afrontamiento de estados emocionales (ansiedad y depresión).
- Capacidad de resolución de problemas y toma de decisiones.
- Capacidad para afrontar el futuro.
- Valores y desarrollo moral.
- Comunicación eficaz y capacidad para las relaciones interpersonales.
- Satisfacción personal: actual y potencial (expectativas y motivaciones).
Grupo de amigos
- Aislamiento, sin grupo de referencia.
- Red de amigos.
- Relación con amigos consumidores/no consumidores y con presencia/ausencia de conductas asociales (actos de vandalismo, delictivos).
- Grado de marginación social del grupo.
- Actitudes vitales dominantes en el grupo (hedonismo, presentismo, transgresión…).
- Influencia del grupo: significado del grupo para el menor, posición del menor en el grupo.
- El grupo de iguales como espacio de consumo de sustancias; trastornos/abuso o dependencia de drogas en el grupo de iguales.
- Las claves de su entramado social: motivaciones, gustos, lo que les atrae, relaciones de interdependencia.
Escolarización
- Vinculación al centro escolar (asistencia regular/irregular).
- Cambios de centros educativos.
- Rendimiento académico.
- Integración escolar (profesores, compañeros).
- Comportamientos conflictivos en el aula/centro.
- Expectativas y motivaciones.
Ocupación
- Sin actividad definida.
- Situación laboral: trabajo eventual/estable.
- Formación ocupacional.
- Expectativas laborales.
- Disponibilidad de dinero: ingresos/salario.
- Responsabilidades domésticas.
Conducta problemática
- Hª anterior significativa y conducta problemática.
- Incidencias legales (denuncias, arrestos, sanciones).
- Según la edad, hay conductas problemáticas indicadoras de riesgo (hiperactividad, agresividad, baja autoestima).
Estilo de vida
- Hábitos de higiene y salud (alimentación, descanso nocturno, autoimagen,actividad física…).
- Complicaciones orgánicas asociadas al consumo: VIH positivo o negativo.
- Complicaciones orgánicas ajenas al consumo.
- Prevención de riesgos (uso del preservativo, del casco en la moto, conducir sin carnet o borracho/a…).
- Ocupación del ocio y del tiempo libre: actividades en solitario; actividades en su grupo de iguales; estancia en la calle sin actividad definida.
Factores de riesgo/protección familiares: actitudes y costumbres respecto al consumo de drogas, consumo de drogas en el entorno familiar, protección y apoyo, límites y normas, valoración elevada, fomento de la participación infantil en el funcionamiento del hogar.
Entorno físico y social
- Vivienda (condiciones de habitabilidad).
- Situación del barrio con relación al consumo de drogas (tráfico/disponibilidad de sustancias/consumo).
- Hábitos culturales: costumbres y actitudes hacia el consumo de sustancias que tiene la comunidad.
- Recursos comunitarios del barrio que conoce y utiliza (polideportivo, centro cultural, asociaciones de promoción social.
- Además, se recomienda cinco sugerencias relevantes con relación al diagnóstico de un menor consumidor de drogas:
- Ser prudentes y cautelosos en los pronósticos: salvo cuando se han introducido en usos reiterados y destructores para el desarrollo evolutivo, cuando pasan la adolescencia.
- Buscar la explicación de sus conductas, su modo de actuar, de expresarse o de su modo de ser.
- Saber discriminar. La mayoría de los adolescentes que acceden a los centros presentan características propias de su momento evolutivo: inconformismo, necesidad de transgredir, de ser aceptados por el grupo.
- Valorar la situación de riego y la vulnerabilidad del menor, pero sin poner el énfasis en las drogas. Sus problemas son globales e interrelacionados, entre los que el consumo puede no ser lo más importante. A veces el riesgo es mayor en otros ejes que no son sólo las drogas.
- No etiquetar, ni estigmatizar. Etiquetar a un adolescente como drogodependiente, conflictivo, fracasado… es contraproducente y puede llevar a que se comporte como se espera de él, precisamente como la etiqueta que le hemos asignado.
Por último, el diagnóstico debe contemplar la exposición del menor a la droga y la relación del sujeto con la misma, hasta poder establecer un diagnóstico de drogodependencia. Se trata de diferenciar entre: abuso de sustancias/trastornos producidos por el consumo y dependencia. Esta concreción es necesaria cuando está relacionada con aspectos judiciales. (Arbex, 2002)
El Plan de Adicciones de la ciudad de Madrid (2017), refiere que, respecto a la conducta adictiva se deben identificar tres perfiles:
- Perfil 1.- Nos encontramos con personas en las que hay una situación de riesgo o vulnerabilidad, pero no existe consumo activo o conducta adictiva o bien esta conducta o consumo se encuentra de forma incipiente.
- Perfil 2.- En este perfil encuadramos aquellas personas con consumo activo con una evolución menor de 12 meses, con abstinencia de al menos 3 meses y/o sin indicios de severidad (poca afectación a su vida diaria) o conducta adictiva con las mismas características.
- Perfil 3.- Este perfil que engloba conducta adictiva o consumo activo con evolución mayor de 12 meses y/o indicios de severidad (afectación en su vida diaria), se subdivide en dos grupos en función de si la persona adolescente o joven mantiene un funcionamiento personal, relacional, familiar y social normalizado o por el contrario disfuncional.
Para este fin, será necesario el análisis de los factores de riesgo y protección que puedan estar presentes en cada caso y en cada momento o situación contextual; por lo que se debe indagar las siguientes:
- Consumo de drogas.
- Otras adicciones o usos problemáticos.
- Psicopatología.
- Salud.
- Motivación para la intervención.
- Situación Familiar.
- Situación Formativo-Laboral.
- Situación Socio-Relacional.
- Situación en el Ocio y Tiempo Libre.
En síntesis, podemos afirmar que para el diagnóstico será necesario la recopilación de todo tipo de informaciones relevantes en el caso estudiado, que contribuyan al análisis, para poder detectar el mecanismo particular o singular que sustenta el consumo del adolescente, lo cual nos orientará o conducirá a la decisión respecto del diseño de la intervención adecuada para el caso en particular.
7. Terapia cognitivo-conductual
Shimabukuro (2016), indica que la terapia cognitivo conductual (TCC) es la aplicación clínica de los aportes científicos de la psicología, que se fundamenta en principios de aprendizaje y métodos validados empíricamente. Esta efectividad se apoya en las cualidades y destrezas del terapeuta formado en el modelo cognitivo conductual.
Desde hace casi cinco décadas, la terapia de conducta se adhirió fuertemente a los principios y teorías del aprendizaje, para luego evolucionar ampliando su sustentación teórica más allá de las teorías del condicionamiento, considerando la explicación del comportamiento humano basándose en factores y modelos procedentes de otros ámbitos de la psicología. (Shimabukuro, 2016)
La terapia cognitivo conductual (TCC) cobra gran notoriedad con la sistematización de las propuestas por Ellis con la TRE y Beck con la terapia cognitiva.
El aspecto que se distingue de la TCC es la introducción entre el estímulo o la situación y la conducta de una serie de procesos y estructuras hipotéticos de naturaleza mental representacional, concebidos en términos de procesamiento de la información (Pérez, 2014, citado en Shimabukuro, 2016).
Por esto, la TCC se ha convertido últimamente en la propuesta psicoterapéutica que ha producido la mayor evidencia empírica y experimental sobre su eficacia y efectividad en gran variedad de problemas y trastornos psicológicos y psiquiátricos, como el de las adicciones a las drogas. (Shimabukuro, 2016)
Este contexto genera un interesante incremento de sus ámbitos de acción, no solamente por su probada eficacia para la resolución de problemas, sino porque lo hace de una manera atractiva y rentable en términos de costo-beneficio, considerando que se trata de formatos breves, con la posibilidad de realizarse inclusive de manera grupal; además, por la posibilidad de integrarse fácilmente en ámbitos de tratamiento interdisciplinar.
7.1. Bases teóricas y metodológicas de la terapia de conducta
Los fundamentos teóricos conductuales que sirvieron de base para el desarrollo de la TCC fueron: la reflexología y las leyes del condicionamiento clásico, el conexionismo de Thorndike, el conductismo de Watson, Hull, Guthrie, Mowrer y Tolman, y la contribución de Skinner y el análisis experimental de la conducta. (Shimabukuro, 2016)
Korman (2011), refiere que las bases teóricas en la terapia cognitiva fueron impulsadas por Hans Eysenck, Aaron T. Beck, Michael Mahoney y Vittorio Guidano; y, en menor jerarquía teórica, Camilo Castillón Suárez, Oscar Gonçalves, Jeremy Safran, Jeffrey Young, Arthur Freeman, Albert Bandura y Marvin Goldfried.
Además, la terapia cognitiva (TC) no sólo ha crecido exponencialmente en el ámbito privado, sino también en el sistema de salud, en la experiencia cotidiana y en los circuitos profesionales.
Ha aumentado la presencia de la TC en la formación de psicólogos, y existen cada vez más instituciones que enseñan psicoterapia cognitiva, tanto en cátedras de grado como en posgrados de universidades públicas y privadas.
7.2. Conceptualización
La TCC es un término genérico que se refiere a las terapias que incorporan tanto intervenciones conductuales (intentos directos de disminuir las conductas y emociones disfuncionales modificando el comportamiento) como intervenciones cognitivas (intentos de disminuir las conductas y emociones disfuncionales modificando las evaluaciones y los patrones de pensamiento del individuo).
Ambos tipos de intervenciones se basan en el supuesto de que un aprendizaje anterior está produciendo actualmente consecuencias desadaptativas y que el propósito de la terapia consiste en reducir el malestar o la conducta no deseada desaprendiendo lo aprendido o proporcionando experiencias de aprendizaje nuevas más adaptativas (Brewin, 1996, citado por Shimabukuro, 2016).
Caro (2007), citado por Shimabukuro (2016); señala: “El paradigma cognitivo es un paradigma plural y delimitado que ha demostrado su eficacia y que se centra, básicamente, en los procesos del conocimiento humano, en su influencia en nuestro bienestar y en el uso que de ellos podemos hacer para facilitar ese bienestar”.
7.3. Clasificación
Las terapias cognitivas son diversas, tienen orígenes dispares y carecen de un marco teórico unificador que les otorgue cohesión como modelo teórico general. Una de las clasificaciones más conocidas de las terapias cognitivas es la Mahoney y Arnkoff (1978), que proponen lo siguiente:
- Técnicas de reestructuración cognitiva: Centradas en la identificación y cambio de las cogniciones (creencias irracionales, auto verbalizaciones negativas o pensamientos distorsionados). Enseñan al paciente a pensar de manera correcta, atacando los errores o distorsiones en el procesamiento de la información. Se incluyen: la terapia racional emotiva (TRE) de A. Ellis, la terapia cognitiva (TC) de Beck, la reestructuración racional sistemática de Goldfried y el entrenamiento en auto-instrucciones de Meichenbaum. (Beck y Ellis son los más emblemáticos).
- Técnicas para el manejo de situaciones: Enseñan habilidades para que un individuo pueda afrontar adecuadamente diversas situaciones problemáticas como las caracterizadas por el estrés o el dolor. Ejemplo: entrenamiento en inoculación de estrés de Meichenbaum y técnicas de manejo de Ansiedad de Suinn. La aportación de Meichenbaum está basada en el uso del lenguaje como instigador de conductas a través del entrenamiento en auto-instrucciones.
- Técnicas de solución de problemas: Dirigidas a corregir el modo en que la persona aborda los problemas, facilitándole un método sistemático para resolver este tipo de situaciones. Se incluyen la terapia de solución de problemas sociales de D’Zurilla, la terapia de solución de problemas interpersonales de Spivack y la ciencia personal de Mahoney.
7.4. Principales características de la terapia cognitivo-conductual
Según Ingram y Scott (2004), citados por Shimabukuro (2016); en la TCC:
- Las variables cognitivas constituyen importantes mecanismos casuales,
- Los objetivos específicos de algunos procedimientos y técnicas son cognitivos,
- Se realiza un análisis funcional de las variables que mantienen el trastorno, especialmente de las variables cognitivas,
- Se emplean estrategias conductuales y cognitivas en el intento de modificar las cogniciones,
- Se pone un notable énfasis en la verificación empírica
- La terapia es de duración breve,
- La terapia es una colaboración entre terapeuta y paciente, y
- Los terapeutas cognitivos–conductuales son directivos.
7.5. Principios generales de la terapia cognitivo-conductual (TCC)
Beck, 2000, en Shimabukuro (2016), consideran que los diversos modelos en la TCC, tienen en cuenta los siguientes principios generales que guían hacia el éxito terapéutico:
- La TCC es breve y de tiempo limitado, se han diseñado las sesiones terapéuticas en que el tiempo es de 45 minutos a 1 hora. Trabajando en promedio 20 sesiones según sea las características de los pacientes y de sus malestares emocionales.
- Se caracteriza por existir una relación terapéutica empática, de escucha, de interés, de calidez y de real preocupación por el paciente, así como de una competencia profesional. Lo que hace que la TCC sea efectiva.
- En la TCC se puede constatar el esfuerzo de colaboración entre el terapeuta y el paciente. Los objetivos terapéuticos son claros y hay el compromiso de llegar a la meta.
- La TCC utiliza principalmente el método socrático, que consiste en llevar al paciente a que él mismo identifique sus pensamientos que se asocian con sentimientos, se le ayuda a cuestionar y evaluar sus propios sentimientos y creencias.
- La TCC es estructurada y directiva, parte de una buena evaluación, se plantean objetivos claros a trabajar con el paciente.
- La TCC se basa en un modelo educativo, ya que los pacientes logran identificar y relacionar sus pensamientos y emociones desadaptativas. Aprenden a conocer y utilizar las técnicas cognitivo – conductuales.
- La teoría y técnicas de la TCC tienen como base el método inductivo. Se les enseña a los pacientes a tratar sus creencias como hipótesis que se pueden evaluar en cuanto a su veracidad y adaptabilidad, es decir, a pasar el juicio lógico a partir de la base de datos recolectados en sus experiencias.
- En la TCC es procedimiento clave llevar tareas a casa. El paciente contribuye responsablemente a realizar auto-observaciones, registros, cambios conductuales y cognitivos según sea su proceso en la terapia. Esto contribuye a que él forme parte activa de su terapia.
- La TCC busca llegar a la meta, que es corregir el procesamiento de la información y ayudar a los pacientes a modificar las suposiciones que mantienen las conductas desadaptadas a través de estos principios.
8. Tratamiento cognitivo-conductual para adicciones a la cocaína
Abandonar cualquier tipo de droga o adicción conductual no es tarea fácil para una persona joven. Por lo general, produce sufrimientos físicos, psicológicos y sociales, así como la reconstrucción de su vida.
Dejar el consumo de drogas es un paso difícil ya que la mayoría de las veces está muy relacionado con el estilo de vida y las circunstancias personales y sociales (Funes, 1996, citado en Materia 26 del Inst. SERCA, 2017). El drogadicto tiene que romper con el consumo y rehacer su vida.
La gran ventaja en la actualidad es que existen progresos importantes en el tratamiento de la adicción a sustancias psicoactivas, especialmente en los enfoques cognitivo-conductuales.
Caballo & Simón (2002), desde el enfoque cognitivo conductual, refieren que el abuso y/o dependencia (adicciones) a las diferentes drogas comparten una serie de aspectos comunes y dan lugar a importantes problemas de conducta que suelen emitirse de forma exagerada o abusiva y parecen ser comparables en cuanto a las propiedades que las caracterizan, tales como:
- La capacidad de la droga y/o actividad para actuar como reforzador positivo.
- La presencia de tolerancia condicionada, que se caracteriza por la reducción de la eficacia de la droga y/o actividad debido a la presencia de señales ambientales que mediatizan sus efectos.
- El desarrollo de una dependencia física y/o psicológica con el uso continuado; por ejemplo, en la adicción al alcohol y a la heroína, tienen lugar síntomas de abstinencia a nivel físico y psicológico, mientras que, en la adicción a la cocaína y el tabaco, se produce una dependencia, fundamentalmente, psicológica.
- El contraste afectivo, es decir, la droga tiende a producir un estado afectivo inicial de euforia (“sensación de estar colocado”) que disminuye con el mantenimiento de la adicción en el que prevalece un estado afectivo opuesto (disforia, malestar).
- La capacidad que tiene la droga de actuar como un potente estímulo incondicionado pavloviano, que da lugar al desarrollo de respuestas condicionadas a las señales ambientales en las que tiene lugar el desarrollo de la adicción.
- La presencia de estados emocionales caracterizados por un intenso nivel de activación general, así como los efectos generados por el estrés y la ansiedad, que intervienen de forma negativa en el consumo abusivo de drogas.
Por lo tanto, el cambio de un hábito de dependencia de las drogas por otro que conlleve un estilo de vida nuevo implica que tanto el drogadicto como su familia participen de forma activa en un programa de tratamiento cuyo objetivo sea la abstinencia total a las drogas y la modificación del estilo de vida del drogadicto, aprendiendo a afrontar problemas y dificultades que le permitan dar una salida personal a su experiencia con la droga. (Caballo & Simón, 2002)
Según Mother y Weitz (1986), citado por Caballo & Simón (2002), el proyecto de dejar la droga consta de varias etapas:
- Admitir que uno tiene problemas con las drogas y tomar la decisión de abandonarlas.
- Dejar de consumir drogas totalmente (superar la abstinencia física de drogas).
- Producir cambios en el estilo de vida que permitan la adaptación al ámbito familiar, social, laboral y comunitario; ésta es una etapa crucial y suele ser la más larga, ya que no sólo tiene que cambiar la forma en la que el sujeto se comporta socialmente, sino que deben adquirirse nuevas habilidades y recursos para consolidar el estilo de vida sin drogas.
- Afrontar problemas de la vida diaria, crisis y recaídas; esta fase es una continuación de la anterior; pero, en este caso, el adicto tiene que consolidar los logros terapéuticos para mantener su proyecto personal de cambio.
8.1. Estadios en las adicciones
El tratamiento para una conducta adictiva consiste en pasar de un estado de consumo continuado de una droga, a otro de cambio permanente de abstinencia. Esto involucra seguir un proceso de cambio en varias etapas o estadios a lo largo del tiempo.
Por lo tanto, un modelo comprensivo de cambio tiene que cubrir todo el proceso terapéutico que sigue un adicto hasta alcanzar la abstinencia, desde el momento en que el individuo empieza a reconocer que tiene un problema, pasando por las distintas fases del tratamiento, hasta alcanzar una abstinencia permanente. (Caballo & Simón, 2002)
En la materia 26 del Inst. SERCA (2017), se precisa que resolver un problema de drogodependencias es un proceso relativamente largo, que considera distintos momentos: 1) demanda del tratamiento; 2) valoración o evaluación: 3) desintoxicación; 4) deshabituación, y 5) seguimiento. La prioridad de la intervención no es la abstinencia en sí, sino ayudar al joven a que se convierta en un modelo adulto (empatía, apego, etc.). Es imprescindible tratar al joven como un sujeto adulto, no como un menor.
En cambio, Caballo & Simón (2002), consideran que el modelo transteórico de Prochaska y DiClemente (1992), es el que ha recibido el mayor apoyo empírico por su capacidad descriptiva, explicativa y predictiva del proceso de cambio de las conductas adictivas, caracterizándose por los siguientes estadios: a) precontemplación; b) contemplación; c) preparación; d) actuación; e) mantenimiento; y f) recaída. Tal como se muestra a continuación:
Ilustración 4
Caballo & Simón (2002), refieren que según Prochaska y DiClemente, los individuos adictos pasan por estos estadios, independientemente de si su cambio es autodirigido o dirigido por un profesional; es decir, con o sin terapia, todos ellos parecen pasar por etapas comunes de cambio terapéutico y utilizar procesos de cambio similares.
Del mismo modo, la motivación, que es otro de los problemas más difíciles de abordar en las adicciones, se conceptualiza como el estadio actual en el que se encuentra un individuo o como una etapa de disponibilidad para alcanzar el cambio terapéutico.
Estos autores describen los indicados estadios de la manera siguiente:
Precontemplación
Caballo & Simón (2002), dicen que los adictos que se encuentran en esta etapa no creen tener un problema en la misma medida que lo hacen otros que están en un estadio más avanzado. Generalmente, no suelen reconocer que tienen un problema adictivo y la posibilidad de acudir a tratamiento es algo que ni siquiera han considerado.
Como el propio término indica (“precontemplador”), es más probable que las personas más cercanas conozcan el problema mejor que el propio individuo. En este estadio, lo crítico es aumentar la toma de conciencia del individuo sobre su adicción y hacerle ver la necesidad de plantearse su problema para lograr un cambio en su estilo de vida.
Contemplación
Los adictos en este estadio tienen un mayor nivel de concienciación de su problema, han considerado la posibilidad de cambiar, aunque, al preguntarles, normalmente la rechazan. Esta etapa se caracteriza por la ambivalencia o estado mental en el que coexisten sentimientos contradictorios sobre continuar con la adicción o dejarla (Miller y Rollnick, 1991, citado por Caballo & Simón, 2002).
Preparación
Se caracteriza por la decisión del adicto de emprender una serie de pasos como, por ejemplo, iniciar un programa de tratamiento para superar la adicción. Los pacientes combinan criterios intencionales y conductuales, es decir, toman la decisión y se comprometen a abandonar su conducta adictiva y, a la vez, realizan algunos pequeños cambios conductuales (disminuir el consumo de cocaína) que no cumplen los criterios necesarios para considerar que se hallan en el siguiente estadio, el de actuación.
En función de toda la información recogida, el terapeuta debe plantear un plan de acción detallado que incluya los objetivos y la forma de conseguirlos. En este momento, el compromiso del paciente por alcanzar la abstinencia y el cambio de estilo de vida debe ser expuesto también a su familia y, en el momento adecuado, a otras personas significativas de su medio.
Actuación
Aquí los adictos están preparados para realizar un plan terapéutico específico. Inicia la puesta en práctica de una serie de procedimientos de intervención cognitivo-conductuales dirigidos a alcanzar la abstinencia y la modificación del estilo de vida. Esta etapa suele tener una duración de tres a seis meses, pero hay que tener en cuenta que el adicto puede intercalar etapas de cambio anteriores en su proceso de recuperación.
Mantenimiento
Una vez que la actuación terapéutica se está realizando de forma satisfactoria durante los tres primeros meses de tratamiento, el adicto entra en el estadio de mantenimiento que se caracteriza por la generalización de la abstinencia a las drogas, por el mantenimiento y consolidación de un nuevo estilo de vida y, fundamentalmente, por el aprendizaje del manejo de las crisis y las recaídas.
Aquí se intentan consolidar los nuevos hábitos de comportamiento adquiridos por el paciente a nivel conductual, cognitivo, emocional y social. Pero, el mantenimiento del cambio en las adicciones no es un proceso a corto plazo, sino que suele consolidarse a lo largo de los años.
Recaída
Este fenómeno estará presente tanto en la etapa de actuación como en la de mantenimiento y, lo importante es espaciarlas cada vez más en el tiempo hasta que el individuo alcance la abstinencia y el cambio de estilo de vida en sus distintas vertientes, individual, social, interpersonal, familiar y comunitaria.
Como podemos observar, los estadios representan una dimensión temporal, donde se determina y comprende el momento en el que ocurren determinados cambios de intenciones, actitudes y conductas relacionadas con las adicciones a las drogas.
8.2. Procesos de cambio en las adicciones
Caballo & Simón (2002), dicen que los procesos de cambio posibilitan la comprensión de la forma en la que suceden los cambios de intenciones, actitudes y conductas de los adictos a las drogas.
Los procesos de cambio consisten en actividades encubiertas o manifiestas iniciadas o experimentadas por un individuo para modificar su hábito adictivo a nivel cognitivo, emocional, fisiológico y/o conductual. Caballo & Simón (2002), considerando los estudios de Prochaska y DiClemente (1982), refieren que los más importantes procesos de cambio son los siguientes:
Aumento de la concienciación. Proceso esencialmente cognitivo donde se da la intensificación del procesamiento de información sobre la conducta adictiva y los problemas relacionados con ella, así como los beneficios de modificarla. Este proceso no se limita a descubrir los pensamientos y sentimientos que el individuo tiene sobre la adicción, sino también cualquier tipo de información que descubra sobre él mismo.
Liberación social. Proceso relacionado con el entorno externo del adicto, conlleva el desarrollo de nuevas alternativas con el objetivo de iniciar o continuar con los procesos de cambio, es decir, la creación de cambios en el medio ambiente social para favorecer el cambio personal (participar en asociaciones comunitarias para combatir tráfico y consumo de drogas, etc.). Este proceso permite incrementar la autoestima a medida que el individuo crea más sólidamente en su propia capacidad y habilidad para cambiar.
Activación emocional. Posibilita que el adicto sea consciente de sus mecanismos de defensa en contra del cambio. La activación emocional actúa de forma paralela al proceso de concienciación, pero lo hace en un nivel más profundo, fundamentalmente en el campo de las emociones. También se le conoce por catarsis o alivio dramático, ya que se caracteriza por una fuerte experiencia emocional en relación con el problema de las drogodependencias.
Autorrevaluación. Exige al adicto la realización de una revaluación cognitiva y emocional, así como una proyección en el tiempo de cómo se encontrará una vez que haya logrado el cambio. Dicho proceso permite analizar cuándo y cómo la conducta problema entra en conflicto con los valores personales, de forma que el individuo llega a pensar y a sentir que su vida tendría más sentido sin la drogodependencia. En este caso, el paciente tendría que dar respuesta a las siguientes preguntas: ¿Cómo te ves a ti mismo como drogadicto? ¿Cómo te verías en un futuro si superaras tu problema? ¿Cuáles serían las ventajas y los inconvenientes de ese cambio?
Compromiso de cambio. En el momento que un adicto decide cambiar acepta la responsabilidad que conlleva ese cambio. Esta responsabilidad es la carga del compromiso, también conocida como autoliberación. El primer componente del compromiso de cambio es encubierto, es decir, reconocer ante uno mismo que ha decidido cambiar. El segundo, conlleva hacer público este compromiso, anunciando a los demás que ha tomado una decisión firme de cambio.
Contracondicionamiento. Consiste esencialmente en modificar la respuesta (cognitiva, motora y/o fisiológica) provocada por estímulos condicionados a la conducta adictiva o a otro tipo de situaciones de riesgo, generando y desarrollando conductas alternativas. Este proceso es fundamentalmente conductual.
Control de estímulos. Consiste en evitar la exposición a situaciones de alto riesgo para consumir. En este caso no se pretende controlar las reacciones internas del paciente, sino más bien reestructurar su medio ambiente, de forma que disminuya la probabilidad de que se produzca el consumo. Técnicamente, estos procedimientos de contra condicionamiento ajustan las respuestas de un individuo ante ciertos estímulos mientras que el control ambiental regula la aparición de los mismos.
Manejo de contingencias. Es una estrategia conductual que aumenta la probabilidad de que una determinada conducta (ejemplo: no consumir drogas) ocurra con mayor frecuencia debido a la aplicación de una contingencia de refuerzo positivo.
También se puede utilizar el castigo que, como contingencia, sirve para disminuir la probabilidad de ocurrencia de una determinada respuesta (ejemplo: recibir un castigo por consumir). El problema que existe en la aplicación del castigo es que sus efectos no suelen ser duraderos y, además, es un procedimiento éticamente cuestionable.
Relaciones de ayuda. Consiste en la utilización del apoyo social (familiares y amigos) como estrategia terapéutica para lograr el cambio de una conducta adictiva. Este apoyo social se convierte en el refuerzo que el drogadicto necesita para poder superar la adicción a las drogas, aunque, como ya se ha explicado no es una tarea fácil, pero resultará de mucha importancia la ayuda de familiares y amigos dentro del proceso de cambio que asume el adicto.
8.3. Fases del programa de tratamiento
En nuestra investigación consideramos el programa cognitivo conductual de tratamiento para drogodependencias propuesto por Caballo & Simón (2002), que tiene una duración aproximada de un año; dividido en 3 fases de tratamiento (9 meses), más 3 meses de seguimiento, conforme se grafica a continuación:
Ilustración 5
El contrato conductual: Sirve para especificar los objetivos terapéuticos a alcanzar a lo largo de la terapia. Se caracteriza por una serie de condiciones que el paciente y el terapeuta deben firmar antes de iniciar el tratamiento, siendo las más importantes:
- La frecuencia de asistencia semanal;
- La duración del programa de tratamiento (nueve meses más tres de seguimiento)
- La elaboración de una lista de los miembros de la familia que están dispuestos a participar en el programa de tratamiento;
- La frecuencia semanal con la que se van a realizar los análisis de orina;
- El compromiso de alcanzar la abstinencia de todo tipo de drogas
- La enumeración de las situaciones y personas de “alto riesgo” que se deben evitar durante los tres primeros meses de tratamiento, a no ser que sea acompañado por un familiar (de preferencia romper relaciones con consumidores y traficantes de drogas; eliminar cualquier cosa que le recuerde su adicción a las drogas).
- Otras características individuales propias de cada paciente.
Deshabituación física: En la primera fase de tratamiento es fundamental que el sujeto lleve a cabo la desintoxicación de las sustancias a las que es adicto. Hay tres modalidades de desintoxicación: hospitalaria (casos extremos o graves), ambulatoria y domiciliaria. El objetivo es reducir paulatina o bruscamente el consumo de la droga, de modo que la persona quede abstinente.
Esta es una condición necesaria, pero no suficiente para la consecución del mantenimiento a largo plazo de la abstinencia. La desintoxicación parte del hecho de que una persona es dependiente de una sustancia y que para que pueda superar su dependencia física es necesario «limpiarlo» de todo resquicio de ella. Si la persona deja de consumir bruscamente la sustancia, puede aparecer el síndrome de abstinencia característico de la misma.
Dado que éste es uno de los motivos para la búsqueda de droga o para no abandonar su consumo, conseguir que la persona deje de «necesitar» fisiológicamente la sustancia es un paso importante para el abandono de la misma. Por tanto, el proceso de desintoxicación pretende desvincular al individuo de la droga de la que depende, evitando que padezca el síndrome de abstinencia.
Para superar con éxito el síndrome de abstinencia de cualquier tipo de droga, es importante considerar los aspectos y sugerencias siguientes:
- El tipo de droga tratada (el significado del síndrome cambia según la droga de abuso);
- El contexto, (entorno con alta disponibilidad de drogas intensifica el malestar del adicto en abstinencia, mientras que un ambiente seguro facilita la recuperación);
- La duración, (los efectos agudos del síndrome de la mayor parte de las drogas tienen un curso aproximado de una semana, y los efectos más suaves duran casi un mes);
- El estilo de afrontamiento, (adictos con tendencia a somatizar experimentan niveles más altos de ansiedad, utilizan menos estrategias de afrontamiento y toleran menos los efectos del síndrome; en comparación con los sujetos capaces de comunicar su malestar y que buscan alternativas de intervención psicológicas).
El tratamiento del síndrome de abstinencia desde el enfoque conductual implica al adicto y su familia de un modo activo. Inicialmente, se le plantea la necesidad de reducir de forma gradual el número de dosis de droga que esté consumiendo a una o dos durante tres y cinco días; para luego, poder dejar de consumir cuando lo considere oportuno. Bajo esta reducción del consumo, el síndrome es más suave y los síntomas no son tan fuertes, ya que la dependencia física va disminuyendo, igual la tolerancia condicionada.
El paso del síndrome de abstinencia se realiza de forma ambulatoria en el propio domicilio del paciente bajo un programa de prevención de la respuesta de consumo de drogas que lleva a cabo la propia familia. Para ello, es conveniente entrenar a sus miembros y al propio adicto, explicándoles cuáles son las reacciones físicas y psicológicas más importantes que deben afrontar durante esta etapa.
En esta primera fase, es necesario que un miembro de la familia acompañe al adicto en todo momento para garantizar que, si el deseo aumenta de forma considerable, el paciente siga sin consumir y evite recaer de forma anticipada.
A veces, cuando se han producido fracasos repetidos con este tipo de programa, es posible que el paciente se encuentre en el estadio de precontemplación, por lo que se aconseja trabajar terapéuticamente con él para que avance al estadio de contemplación y, de ser posible, al de preparación.
Deshabituación psicológica: El objetivo general del programa de intervención es ayudar al adicto a superar las conductas de búsqueda y consumo de drogas y a modificar su estilo de vida en todo su entorno; orientando la terapia al mantenimiento de la abstinencia a corto, a medio y a largo plazo.
En la actualidad, un programa de intervención conductual en drogodependencias se caracteriza por la aplicación de distintos procedimientos y técnicas como las siguientes:
Procedimientos de exposición: Para extinguir respuestas condicionadas (conductas de búsqueda y consumo de drogas), relacionadas con las señales (estímulos condicionados) que las provocan.
Todo el comportamiento asociado con un entorno físico y el estado emocional del adicto inducido por la droga, provocan un estado similar en ausencia de la misma; debido a que se ha producido un condicionamiento clásico.
La terapia de exposición es determinante a la hora de manejar las fuertes respuestas de deseo y síntomas de abstinencia que se desencadenan en el adicto ante objetos, pensamientos, sentimientos, lugares, personas, determinados momentos del día y/o recuerdos. De esta forma, se presupone que estas poderosas respuestas condicionadas se extinguirán si se rompe la asociación entre los estímulos contextuales y el consumo de drogas (Graña, 1994; citado por Caballo & Simón, 2002).
La exposición debe realizarse en dos etapas. La primera, con una duración aproximada de uno a tres meses, se inicia una vez superado el síndrome de abstinencia (contrastado con la familia y con análisis de orina que prueben de forma objetiva que no hubo consumo de drogas) y consiste en abordar el deseo y el recuerdo que aparece persistentemente durante los primeros meses de tratamiento. En esta etapa, el procedimiento conductual más eficaz consiste en entrenar a la familia para que pueda prevenir la conducta de consumo de drogas.
En este momento, debido a que los estímulos ambientales asociados al consumo en el barrio, la pauta de búsqueda de la droga y los aspectos cognitivos del recuerdo de droga son muy persistentes, es muy necesaria la implicación de la familia para prevenir las recaídas que tienen lugar en los primeros meses de intervención (familia debe controlar el dinero y acompañar diariamente al adicto para evitar las presiones sociales que puedan inducirle a consumir nuevamente).
En estos primeros meses son frecuentes las reacciones de ansiedad asociadas al deseo por la droga, por lo que se recomienda utilizar técnicas de relajación y de manejo de la ansiedad.
La segunda fase, que se inicia a partir de los dos o tres meses de intervención psicosocial y que dura hasta los nueve meses de tratamiento, se caracteriza, básicamente, por la aplicación de procedimientos de exposición a los estímulos condicionados que provocan la conducta de búsqueda y consumo de drogas. Para realizar este tipo de técnicas con sujetos adictos, es necesario cumplir una serie de requisitos tales como son:
- Antes de iniciar la aplicación de la técnica de exposición, es indispensable que el sujeto haya estado abstinente entre uno y tres meses (contrastar con analítica de orina)
- Las sesiones iniciales de exposición deben hacerse en un ambiente controlado como, por ejemplo, en la sesión de terapia, para disminuir la probabilidad de que se dé un consumo provocado por la exposición a los estímulos condicionados;
- Los estímulos que se vayan a utilizar deben de ser específicos para cada paciente, teniendo en cuenta, para la elaboración de la jerarquía, la historia previa de consumo del sujeto; como norma general, es importante considerar que, a nivel clínico, son más relevantes los estímulos reales que los preparados en un vídeo.
La aplicación del procedimiento de exposición realiza identificando las señales provocadoras de deseo (Estímulos condicionados) mediante la elaboración de una jerarquía de estímulos (envolturas de papel utilizadas en la comercialización de drogas, etc.); la elaboración de esta jerarquía conlleva pedirle a cada paciente que califique el deseo subjetivo que le produce cada una de las situaciones.
Las sesiones de exposición deben tener una duración aproximada de 45 minutos y no se recomienda pasar al ítem siguiente de la jerarquía hasta que no se den señales evidentes de habituación; es decir, el nivel de ansiedad al finalizar la sesión de exposición tiene que ser mucho menor que el que tenía el paciente al principio de la misma.
Durante la realización de la exposición es conveniente que el sujeto verbalice sus pensamientos, sentimientos, sensaciones y estado de ánimo. Generalmente, cada sesión de exposición termina con la aplicación de una técnica de relajación antes de que el sujeto abandone el lugar de tratamiento.
Para el manejo del deseo también puede utilizarse la técnica cognitiva de la sensibilización encubierta para ayudar al paciente a generalizar las habilidades desarrolladas para afrontar las sensaciones físicas y reacciones emocionales, al ser éstas muy similares a las que se producen en la vida real.
En los programas de intervención conductual se buscará que el paciente acuda a terapia acompañado por uno de los miembros de la familia. Inicialmente, estos pacientes tienen un escaso control sobre su adicción, pero, a medida que progresan en el tratamiento, aumentará el nivel de independencia en el propio entorno en el que viven.
Conducta de búsqueda de drogas: Los adictos generalmente tienen un estilo específico de búsqueda de drogas, con requerimientos de dinero y tiempo disponibles.
La intervención terapéutica consiste en:
- Identificar en cada caso las rutas de búsqueda de drogas en el barrio y en la ciudad;
- Generar rutas alternativas en las que el consumo de drogas sea mucho menor; por ejemplo, descubriendo los recursos comunitarios a nivel social, educativo, laboral y de ocio que existan en el barrio y en la ciudad. Con esta intervención, se generan nuevos mapas cognitivos de la ciudad y del barrio, asociando nuevas señales con la abstinencia y con la modificación del estilo de vida;
- Exposición in situ a las rutas relacionadas con el consumo de drogas, acompañado por el terapeuta o por un familiar para prevenir una posible recaída, entrenando al adicto a dar respuestas alternativas ante cada uno de los elementos de la cadena conductual de búsqueda. La realización de este procedimiento puede ir acompañada de la aplicación de técnicas de sensibilización encubierta y de reestructuración cognitiva o, simplemente, el adicto verbalizará sus pensamientos y sentimientos mientras se expone a las situaciones.
Modificación del estilo de vida: En la segunda fase del tratamiento, se abordan cuestiones fundamentales como la deshabituación psicológica y la modificación del estilo de vida.
Una vez que el joven se ha desintoxicado y, por tanto, está libre tanto de los efectos que produce la droga como de los que aparecen durante el síndrome de abstinencia, el trabajo se centrará en que el hábito (tendencia y costumbre de consumir droga) deje de serlo.
En la deshabituación, el trabajo terapéutico se orienta a romper la dependencia psicosocial de la sustancia y lograr un cambio en el estilo de vida del joven que haga innecesario el consumo compulsivo de las drogas en situaciones vitales para el sujeto (diversión, aburrimiento, tensiones, miedos, etc.).
La modificación del estilo de vida del adicto se inicia de forma simultánea con el tratamiento del síndrome de abstinencia. Si la intervención terapéutica se centrara, únicamente, en lograr la abstinencia, probablemente se conseguirían unos buenos resultados momentáneos, pero el adicto recaería con toda seguridad en poco de tiempo.
El cambio de estilo de vida es un largo proceso que exige la participación activa del paciente para lograr el cambio terapéutico. Los procedimientos de intervención que se aplican para fomentar un estilo de vida sin drogas se basan en la potenciación de los recursos personales y en el aprendizaje de nuevas formas de enfrentamiento a situaciones problemáticas (García y Graña, 1987; en Caballo & Simón, 2002). Alcanzar este objetivo implica la aplicación de procedimientos conductuales y cognitivos.
A nivel conductual, se programan actividades de forma sistemática y negociada para cada día de la semana del paciente (de hora, en hora). Inicialmente, es el terapeuta y la familia del adicto los que asumen la responsabilidad de la programación, pero, gradualmente, el paciente debe ir adquiriendo un mayor control e iniciativa sobre su elaboración y posterior puesta en práctica (ejemplo, actividades de cuidado y aseo personal, tareas a realizar en casa, práctica de aficiones, conversaciones con la familia y/o pareja y salidas por el barrio y la ciudad con la familia). La realización de este programa se supervisa a diario y se contrasta la información que brinda el paciente con la de la familia.
En torno al tercer mes de terapia, la responsabilidad de la planificación recae sobre el adicto, que debe realizarla por sí mismo y presentarla al terapeuta para su análisis y discusión al inicio de cada semana.
Para la programación de actividades, tanto el terapeuta como el paciente y su familia deben tomar como referencia que el adicto tiene que modificar su estilo de vida (personal, familiar, socio-interpersonal, laboral, educativa y comunitaria).
En general, durante los tres primeros meses, las actividades que realiza el adicto están dirigidas a adquirir un mayor control sobre su conducta (generalmente realizando actividades en casa) pero, a medida que vaya progresando, debe ir intercalando actividades dentro y fuera de casa y, finalmente, una vez que haya alcanzado un nivel de autonomía mayor, la intervención terapéutica se centrará en alcanzar un estilo de vida equilibrado.
La programación de actividades implica analizar el estilo de vida del joven, buscándose actividades alternativas, aficiones, intereses y nuevas amistades. Programar actividades para ocupar el tiempo que el joven invertía en consumir las drogas. El aburrimiento y la apatía son situaciones críticas para el mantenimiento de la abstinencia.
Técnicas de reestructuración cognitiva: Se utilizan para modificar las creencias irracionales y las distorsiones cognitivas que presente el sujeto y que puedan influir negativamente en el proceso de recuperación de la adicción. No debemos olvidarnos de la familia cuando intentamos modificar el estilo de vida de un joven. La familia desempeña un papel fundamental para prevenir el estilo de vida que ha generado el consumo de la droga en el individuo (Graña, 1994).
Muchas creencias irracionales pueden observarse claramente mientras que otras pasan desapercibidas, sin que el paciente se plantee su veracidad.
Las técnicas de reestructuración cognitiva planteadas por Beck et al. (1983), citado por Caballo & Simón (2002); se basan en dos supuestos básicos: a) Las cogniciones influyen en la conducta y en el afecto de los individuos; y b) Las creencias deben ser consideradas como inferencias sobre la naturaleza del mundo más que como hechos concretos sobre el mismo.
Los procedimientos cognitivos intentan ayudar al paciente a descubrir el mecanismo de sus autoafirmaciones, enseñarle a distanciarse de la certeza con la que se mantiene una determinada creencia y, finalmente, realizar la evaluación sistemática de la exactitud de las creencias y distorsiones cognitivas que mantiene en relación con el abuso de drogas y con el estilo de vida drogodependiente.
La práctica de la terapia cognitiva es similar al desarrollo de una investigación, en la que las creencias, expectativas y pensamientos automáticos se tratan como hipótesis, es decir que tienen que probarse antes de ser asumidas.
El paciente y el terapeuta colaboran de forma activa en la identificación de áreas problemáticas y en el diseño y puesta en práctica de pruebas objetivas que ayuden a validar o no las distintas creencias.
No se trata de persuadir al paciente para que cambie, sino que se utiliza la evidencia generada por él mismo como base para fundamentar el cambio. En todo caso, las sesiones iniciales exigen bastante estructuración y guía por parte del terapeuta.
En la tercera fase, el punto fundamental es abordar la prevención de las recaídas. Los estudios realizados en esta área han conducido a desarrollar estrategias específicas para disminuir las recaídas y proporcionar estrategias específicas de afrontamiento para fomentar la abstinencia continuada.
Las estrategias más eficaces para la prevención de las recaídas son, sobre todo, de tipo conductual y cognitivo, persiguiendo los siguientes objetivos: aumentar la autoeficacia, mejorar el control de impulsos, favorecer la reestructuración cognitiva y mejorar las estrategias de toma de decisiones.
Las estrategias globales y específicas de prevención de recaídas pueden agruparse en tres categorías fundamentales (Marlatt y Barret, 1997): enfrentamiento en habilidades, reestructuración cognitiva e intervención sobre el estilo de vida.
Los procedimientos de reestructuración cognitiva están dirigidos a proporcionar a los pacientes cogniciones alternativas para manejar los impulsos y las señales iniciales y para reestructurar las reacciones que se produzcan en la primera caída.
Las estrategias de intervención sobre el estilo de vida intentan fortalecer la capacidad global de afrontamiento del paciente y reducir la frecuencia y la intensidad de los impulsos y los deseos irresistibles de consumir la droga, lo que a menudo constituyen el producto de un estilo de vida desequilibrado.
Entre las estrategias de intervención específicas más habituales están: el autorregistro, la observación directa, descripciones de recaídas pasadas o fantasías de recaída, entrenamiento en relajación, procedimiento de manejo del estrés y la matriz de decisión.
Las sesiones de seguimiento se pueden realizar una cada 15 días, para luego ir espaciándolas, a una cada mes y posteriormente cada dos meses. Estas sesiones se pueden aprovechar para reforzar al joven por seguir abstinente, para analizar las dificultades que pudiesen surgir al mantenerse sin consumir y para enseñarle estrategias que tengan como objetivo superar dichas dificultades.
La intervención desde una aproximación cognitivo-conductual, debe centrarse, en primer lugar, en determinar el proceso de cambio en el que se encuentra el adicto en el momento de iniciar el programa terapéutico. De nada sirve aplicar procedimientos y técnicas de intervención si el paciente no está preparado para asumir un cambio drástico en su vida en relación con su adicción; de esta manera los procedimientos y técnicas expuestos serán de utilidad clínica para abordar con éxito esta problemática social.
9. Estadísticas de la ONU sobre las drogas a nivel mundial
De la mayoría de las investigaciones se desprende que el riesgo de iniciación en el abuso de sustancias es más acusado en el período de la adolescencia temprana (12 a 14 años) y tardía (15 a 17 años) y que el abuso de sustancias llega a su auge en las personas de 18 a 25 años. (UNODC, 2018)
El consumo de drogas entre los jóvenes difiere de unos países a otros en función de las circunstancias sociales y económicas de las personas en cuestión. La UNODC (2018), precisa que el cannabis es la antesala del consumo de otras drogas y a menudo se lo hace junto con otras sustancias.
La ONU (News UN, 2018), considera que entre los 12 y los 17 años, los adolescentes son especialmente vulnerables al uso de drogas y que este riesgo aumenta de forma notable entre los 18 y los 25.
Además, se precisa que uno de los factores determinantes en el inicio del consumo es la calidad de la infancia. Se estima que los que se crían en hogares cálidos, rodeados del cariño de sus padres, son cinco veces menos propensos a usar estimulantes u opioides.
Pero este no constituye el caso de todos los niños, dado que muchos de ellos se ven afectados por vulnerabilidades que se encuentran fuera de su control: expuestos a situaciones de pobreza o violencia, pocas oportunidades educativas, problemas de temperamento o salud mental, fácil acceso a las drogas o una crianza deficiente.
Tabla 2
La tabla anterior nos muestra que el 11,3% de las personas padecen trastornos porque consumió drogas al menos en una ocasión. Además, podemos observar que el 0,5% de los consumidores son jóvenes entre 15 y 16 años (1,38 millones son jóvenes).
Ilustración 6
La ilustración anterior nos muestra que la mayor cantidad de personas en tratamiento por drogas, a nivel mundial, es a consecuencia del consumo del cannabis (39%), seguidos por los opioides (33%) y en tercer lugar por el consumo de cocaína (10%).
Ilustración 7
La ilustración anterior nos muestra que los adictos en tratamiento en Europa (Este, Sur y Oeste) es principalmente a consecuencia de los opioides y en segundo lugar el cannabis; mientras que en Latinoamérica y El Caribe es mayormente por el cannabis y en segundo lugar la cocaína.
10. Estadística del consumo de drogas ilegales en estudiantes de secundaria en España
La Encuesta sobre uso de drogas en enseñanzas secundarias en España ESTUDES 2016/2017, determinó que las drogas ilegales consumidas por un mayor porcentaje de estudiantes son el cannabis (26,3%), los hipnosedantes con o sin receta (11,60%) y los hipnosedantes sin receta (5,40). La cocaína en polvo y/o base se encuentra en quinto lugar con un 2,5% (Ministerio de Sanidad-España, 2018); tal como se grafica a continuación:
Gráfico 3
La misma encuesta también determinó que el consumo de todas las drogas ilegales, como el cannabis y la cocaína, está más extendido entre los hombres que entre las mujeres; mientras que el consumo de drogas legales como hipnosedantes está más extendido entre las mujeres; tal como se grafica a continuación:
Gráfico 4
Gráfico 5
En el gráfico anterior podemos observar que los estudiantes de secundaria de España, hasta los 14 años de edad, ya han iniciado el consumo de hipnosedantes con o sin receta, inhaladores volátiles y heroína. El cannabis y la cocaína se consumen muy cerca de los 15 años de edad.
Gráfico 6
En el gráfico anterior observamos que el perfil de los estudiantes consumidores de cannabis y cocaína se caracteriza porque más hombres prefieren la cocaína, en cambio las mujeres prefieren al cannabis. Igualmente, el cannabis es preferido por los menores de edad. Lo estudiantes consumidores de cocaína, en mayoría, son repetidores de curso, tienen malas relaciones con sus padres y también consumen otras drogas.
Gráfico 7
En el gráfico anterior podemos observar que los estudiantes de secundaria en España, en su mayoría, salen más de cuatro noches a la semana; y, mientras más se tardan en regresar a casa, más incrementan el consumo de drogas ilegales.
11. Estadística del consumo de drogas en estudiantes de secundaria en Perú.
El Ministerio de Salud del Perú (2017), con la cooperación técnica de la Organización Panamericana de la Salud/Organización Mundial de la Salud; difundió el documento técnico “Situación de Salud de los Adolescentes y Jóvenes en el Perú-2017”, a fin de proporcionar a los diferentes actores involucrados en la salud de los adolescentes y jóvenes, una herramienta necesaria para planificar y evaluar intervenciones intersectoriales con un enfoque de determinantes sociales.
Según el INEI, en 2015, la población de 10 a 19 años constituía el 18,6% de la población peruana, y será 17,4% en 2021. En términos absolutos, esta población se reducirá de 5’801,691 en 2015 a 5’778,585 en 2021.
El Ministerio de Salud del Perú (2017), precisa que la prevalencia del consumo de drogas ilegales en el país es la que observamos en la gráfica a continuación:
Gráfico 8
En el gráfico anterior observamos que la marihuana (cannabis), es preferido por el 3,50% de los estudiantes secundarios en Perú; en segundo lugar, la cocaína con 1,40%.
Gráfico 9
En el gráfico anterior podemos observar que el consumo de drogas ilegales es mayor en hombres que en mujeres: marihuana (2,7% y 1,6% respectivamente), PBC (1,2% y 0,7%) y cocaína (1,1% y 0,7%), mientras que el consumo de tranquilizantes es mayor entre las mujeres que entre los hombres (2,7% y 1,8%, respectivamente), y similar el de estimulantes (1,6% y 1,4%, respectivamente).
Gráfico 10
En el gráfico anterior observamos que la edad promedio en el consumo de drogas ilegales, en forma general comienza con la marihuana, cerca de los 19 años de edad. Y se aprecia que las edades de inicio de las mujeres son mayores que en los hombres para la marihuana y PBC. Igualmente, se resalta que los hombres empiezan a consumir marihuana, en promedio, a los 18,7 años de edad, es decir cuando ya han terminado o están terminando sus estudios de secundaria y/o por empezar sus estudios universitarios.
Las investigaciones en Perú han determinado que los amigos del barrio son el principal entorno para el consumo de la marihuana, y los compañeros de estudio para el consumo de otras drogas ilegales. Los lugares públicos de esparcimiento, como las fiestas, discotecas y conciertos son el principal lugar de ofrecimiento de drogas, seguida de los alrededores de la casa o el barrio.
El gráfico siguiente presenta el lugar donde se ofrece la droga a los estudiantes en Perú.
Gráfico 11
El Ministerio de Salud del Perú (2017), precisa que al 34,1% de los escolares les ofrecieron marihuana, y al 35,3% alguna otra droga, en el colegio o alrededor del colegio. Asimismo, el internet se ha constituido en una vía importante para la venta de drogas ilegales (alrededor del 15,0% de escolares les ofrecieron marihuana u otra droga ilegal por esta vía).
Metodología
La presente investigación es de tipo no experimental y transversal porque tiene el propósito de describir las variables relacionadas con las adicciones a las drogas ilegales de los estudiantes de secundaria de España y Perú; con la finalidad de analizar sus particularidades y/o coincidencias al momento de la recolección de los datos o informaciones de interés.
El estudio realizado tiene un alcance exploratorio y descriptivo, a través de la revisión de la literatura actual disponible, presentada de manera explicativa, describiendo los diversos conceptos teóricos sobre el fenómeno de las drogas ilegales; centrando el interés en explicar las particularidades de este flagelo en los estudiantes de secundaria y cómo direccionar una solución desde el enfoque cognitivo conductual.
Inicialmente se realizó la búsqueda, recopilación y presentación de las informaciones teóricas inmersas en la temática investigada. Luego se procedió a la recolección de los datos numéricos tratados estadísticamente a nivel mundial (ONU) y a nivel tanto de España (INE), como de Perú (INEI), y que están relacionados con la población adolescente, materia de nuestra investigación.
Análisis de resultados
La amplia bibliografía revisada ha permitido precisar los diversos conceptos teóricos inmersos en la temática investigada.
La Oficina de las Naciones Unidas contra la droga y el delito (UNODC-2018), en sus estadísticas ubica al riesgo de iniciación en el abuso de drogas en el período de la adolescencia temprana (12 a 14 años) y tardía (15 a 17 años) y que el auge de este abuso ocurre entre los 18 y 25 años de edad.
Además, precisa que el consumo de drogas entre los jóvenes difiere de unos países a otros en función de las circunstancias sociales y económicas de las personas en cuestión; es decir, que existen particularidades en relación a estas circunstancias.
La UNODC (2018), determinó que el 11,3% de las personas en el mundo padecen trastornos porque consumió drogas al menos en una ocasión. Además, que el 0,5% de los consumidores tienen entre 15 y 16 años, es decir 1,38 millones de jóvenes.
En la tabla siguiente se reunieron los datos estadísticos disponibles para poder analizar y comparar de mejor manera, el consumo de drogas ilegales en estudiantes de secundaria tanto de España como Perú.
Tabla 3
Con respecto a la preferencia de drogas, queda demostrado que la mayor cantidad de personas en tratamiento por drogas, a nivel mundial, es a consecuencia del consumo del cannabis (39%), seguidos por los opioides (33%) y en tercer lugar por el consumo de cocaína (10%).
Por la ubicación geográfica, de interés para nuestra investigación, los adictos en tratamiento en Europa (Este, Sur y Oeste) es principalmente a consecuencia de los opioides y en segundo lugar el cannabis; mientras que en Latinoamérica y El Caribe es mayormente por el cannabis y en segundo lugar la cocaína.
En España, el Ministerio de Salud ha precisado que los estudiantes de secundaria, hasta los 14 años de edad, ya han iniciado el consumo de hipnosedantes con o sin receta, inhaladores volátiles y heroína. Que las drogas ilegales (cannabis y cocaína) se consumen muy cerca de los 15 años de edad y está más extendido entre los hombres que entre las mujeres.
En España el perfil de los estudiantes consumidores de cannabis y cocaína se caracteriza porque más hombres prefieren la cocaína, en cambio las mujeres prefieren al cannabis. Igualmente, el cannabis es preferido por los menores de edad.
Los estudiantes consumidores de cocaína, mayormente son repetidores de curso, tienen malas relaciones con sus padres y también consumen otras drogas. La mayoría, salen más de cuatro noches a la semana; y, mientras más se tardan en regresar a casa, más incrementan el consumo de drogas ilegales.
En Perú la marihuana (cannabis), es preferida por el 3,50% de los estudiantes secundarios y la cocaína por el 1,40% de ellos. El consumo de estas drogas ilegales es mayor en hombres que en mujeres: marihuana (2,7% y 1,6% respectivamente), PBC (1,2% y 0,7%) y cocaína (1,1% y 0,7%).
La edad promedio en el consumo de drogas ilegales en Perú, en forma general comienza con la marihuana, cerca de los 19 años de edad. Los hombres empiezan a consumir marihuana, en promedio, a los 18,7 años de edad, y las mujeres después de los 19 años; es decir cuando ya han terminado o están terminando sus estudios de secundaria y/o por empezar sus estudios universitarios.
Estas precisiones en Perú difieren de las estadísticas proporcionadas por la UNODC que ubica el inicio del consumo de drogas ilegales entre la adolescencia temprana y la adolescencia tardía. Pero, confirma que algunos países se diferencian del promedio, como en el caso particular del Perú, donde se ha determinado que los amigos del barrio son el principal entorno para el consumo de la marihuana, y los compañeros de estudio para el consumo de otras drogas ilegales.
Los lugares públicos de esparcimiento, como las fiestas, discotecas y conciertos son el principal lugar de ofrecimiento de drogas, seguida de los alrededores de la casa o el barrio.
En base a la realidad observada, nuestra investigación propone herramientas y técnicas, planteadas por la terapia cognitivo conductual, para el tratamiento de las adicciones a las drogas; con lo cual se pretende establecer una guía de ayuda ante el fenómeno de las drogas, el cual no cesa su dañino ataque a nuestros jóvenes estudiantes.
Conclusiones
La intervención terapéutica de adictos, mediante el enfoque de la TCC, inicialmente busca determinar el estadio y los procesos de cambio en el que se encuentra el adicto en el momento de iniciar el programa terapéutico.
Debe quedar muy claro que de nada sirve aplicar procedimientos y técnicas si el adicto no está preparado para asumir un cambio drástico en su vida en relación con su adicción. Sólo así los procedimientos y técnicas expuestos serán de utilidad clínica para abordar con éxito este fenómeno social.
La estrategia general de la prevención de recaídas consiste en ayudar a los adictos en situación de crisis a ir más allá de un simple razonamiento intelectual de la recaída, a conseguir una aceptación interiorizada del problema que les afecta y de sus implicaciones a nivel personal, familiar e interpersonal.
La aceptación de las recaídas del paciente, facilita la apertura para reorientar el trabajo terapéutico con la finalidad de alcanzar un compromiso mayor para mantener la abstinencia y los logros terapéuticos.
En ningún momento se debe abandonar la idea de la existencia de una recaída, no importa cuánto tiempo hayan estado abstinentes, cuan motivados estén y cuan estable parezca ser su proceso de recuperación. Un adicto será siempre vulnerable en diferente medida, dependiendo del tiempo de su abstinencia; de forma gradual irá disminuyendo el riesgo a la recaída, pero nunca desaparece completamente.
Lo más significativo a tener en cuenta es que se debe alcanzar un cambio significativo en el estilo de vida del adicto, en sus actitudes, valores, sus cogniciones sobre sí mismo y su entorno; y en cómo afrontar y solucionar los problemas en su ruta trazada, en su nuevo estilo de vida.
Con respecto a las cifras estadísticas presentadas en nuestra investigación, destacamos que, la ONU encuentra que los adictos en tratamiento en Europa es principalmente a consecuencia de los opioides y en segundo lugar el cannabis; mientras que en Latinoamérica y El Caribe es mayormente por el cannabis y en segundo lugar la cocaína.
Los datos estadísticos de España, ubican al cannabis, seguido de la cocaína, como la droga ilegal más habitual, cuyo consumo se concentra principalmente entre los adolescentes y se consumen muy cerca de los 15 años de edad y está más extendido entre los hombres que entre las mujeres.
Además, el perfil de los estudiantes consumidores de cannabis y cocaína se caracteriza porque más hombres prefieren la cocaína, en cambio las mujeres prefieren al cannabis, al igual que los menores de edad. Lo estudiantes consumidores de cocaína, mayormente son repetidores de curso, tienen malas relaciones con sus padres y también consumen otras drogas. La mayoría, salen más de cuatro noches a la semana; y, mientras más se tardan en regresar a casa, más incrementan el consumo de drogas ilegales.
Con respecto a Perú, hemos precisado que la marihuana (cannabis), es preferida por los estudiantes secundarios en su mayoría, seguida por la cocaína. El consumo de estas drogas ilegales es mayor en hombres que en mujeres.
La edad promedio en el consumo de drogas ilegales está cerca de los 19 años de edad, donde se comienza con la marihuana. Los hombres empiezan a consumir marihuana, en promedio, a los 18,7 años de edad, y las mujeres después de los 19 años; es decir cuando ya han terminado o están terminando sus estudios de secundaria y/o por empezar sus estudios universitarios.
En Perú se ha determinado que los amigos del barrio son el principal entorno para el consumo de la marihuana y los compañeros de estudio para el consumo de otras drogas ilegales. Los lugares públicos de esparcimiento, como las fiestas, discotecas y conciertos son el principal lugar de ofrecimiento de drogas, seguida de los alrededores de la casa o el barrio.
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Título original: Consumo de drogas ilegales en estudiantes de secundaria de España y Perú: análisis comparativo y propuesta de tratamiento cognitivo-conductual.
Datos para citar este artículo:
Carlos Marcos Panta Paz. (2018). Consumo de drogas ilegales en estudiantes de secundaria de España y Perú. Revista Vinculando, 16(2). https://vinculando.org/educacion/consumo-de-drogas-ilegales-en-estudiantes-de-secundaria-de-espana-y-peru.html
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