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Fines didácticos del emblema en primaria

Autor(a): Dulce María Medellín Frausto - 24 Abr, 2019
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Fines didácticos del emblema en primaria

Resumen

El documento nos acerca al emblema educativo al estilo del siglo XX. Reconoce la deuda que con la etapa novohispana tenemos y recorre los caminos necesarios para aportar una descripción de esta empresa iconográfica. Por último, reconoce la relación que guarda con el proyecto de Nación que se tenía en 1960.

Palabras clave: emblema, símbolo, imagen didáctica, Sor Juana.

Abstract

The document brings us closer to the educational emblem in the style of the 20th century. Recognize the debt that we have with the New Spain stage and go the necessary ways to provide a description of this iconographic enterprise. Finally, he recognizes the relationship he has with the Nation project that was held in 1960.

Keywords: emblem, symbol, didactic image, Sor Juana.

Las imágenes del corpus: “Viva México” niños

Las tardes de amable invierno en México son ideales para caminar. Al menos tres veces a la semana salgo de mi hogar, para recorrer las calles de una ciudad llena de sorpresas visuales, una detrás de otra, con intenciones tan diversas como válidas: cantante que vio mejores tiempos en los ochentas, modelo con actitud mezcla de sensibilidad y sensualidad; camioneta negra recorre con decisión caminos que se pierden en un horizonte dorado; fotografía de un ejecutivo en el que se amalgaman la virilidad y la autosuficiencia; niños sonrientes que disfrutan un helado o una hamburguesa; mascota bien alimentada que nos arroja una dulce mirada…

El mundo en el que estamos inmersos desde las últimas décadas del siglo XX, se ha caracterizado por la proliferación de imágenes. Ya lo declaraba con alarma Giovanni Sartori, en 1997.

No me detendré a argumentar acerca de la importancia de la imagen en nuestra cultura, mucho menos en los tipos que hay, ni en las consecuencias cognitivas que tiene en niños o adultos.

Mi preocupación es más inmediata, modesta y, por ello, asible: ¿cuáles son las características estructurales del elemento visual de corte histórico, en el libro de español de tercer año de primaria, en 1960? Cúlpeseme de nostalgia, la asumo.

El español es la disciplina que por excelencia acepta cualquier tema como pretexto para la reflexión: historia, psicología, antropología, entre muchos otros. Desde el siglo XIX, por obvias e incuestionables razones, la búsqueda del concepto de Patria se manifestó en cada acción que los intelectuales emprendían. Esta inquietud permea el siglo XX.

Al revisar el libro de texto de español1 -editado en 1960- encontramos 75 imágenes que se pueden clasificar en tres bloques: aquellas que modelan la conducta del varón -protector de sus vástagos-, la mujer -edificadora del hogar-, niños -que aprenden con armonía y obediencia-2; en segundo lugar las de que hacen alusión a fechas importantes para el pueblo mexicano3; finalmente las de los personajes históricos, emulación de héroes, con todas las características que de ellos podríamos esperar.4

Los cinco personajes mexicanos a los que nos acerca este corpus son, en orden de aparición: Sor Juana Inés de la Cruz, Benito Juárez (figura 1 del anexo), Ignacio Zaragoza (figura 2 en anexo), Cuauhtémoc (figura 3) y Miguel Hidalgo (figura 4). El primero es presentado con un texto en prosa y uno en verso (fragmento de un romance); el segundo y el tercero con textos en prosa; mientras que para los dos últimos se eligió la poesía de José Santos Chocano5 y Juan de Dios Peza.

Episodios a los que pertenecen: la colonia; el belicoso siglo XIX; conquista e independencia -una vez más, en orden de aparición-. Etapas que todo mexicano debe conocer y, por ende, sentir por ellas orgullo, admiración, inquietud, en suma, permitir que lleguen a formar parte de su identidad patriótica. Son una constelación de la cultura mexicana.

“Los estados nacionales poseen tres rasgos fundamentales: primero, ejercen el monopolio del poder dentro de sus límites territoriales; segundo, se consideran autónomos con respecto a los otros estados nacionales; y tercero, crean el concepto de <<nación>> como forma de pertenencia y lealtad a la colectividad.” (Brenes, 2002, p. 9)

No nos adelantemos. Representaciones de estos personajes hay en abundancia; entonces ¿qué pueden ofrecer éstas, para hacerse dignas de reflexión? Se trata de imágenes6 hechas para un público definido: mexicanos de tercer grado de primaria, que están aprendiendo qué es México, cómo somos los mexicanos, qué nos ha convertido en lo que somos como pueblo y qué se espera de nosotros. Lo que un niño de esta edad asimile será la base sobre la cual edificará gran parte de su sentido de identidad nacional.

La herencia de la imagen didáctica en México: el emblema moderno

Durante la colonia, como parte de la importación simbólica proveniente de Europa, llegó a estas tierras el emblema:

“un proceso semiótico de carácter sincrético en el que se hallan explícitamente vinculados una imagen visual, un mote o inscripción lacónica y sentenciosa y un epigrama […] el cual toma a su cargo la explicitación de los contenidos semánticos de las <<cosas>> figurativamente representadas.” (Pascual, 2002, p. 26).

Se trata de empresas simbólicas formadas por tres partes: mote o lema (leyenda que prefigura el contenido del emblema), cuerpo del emblema (imagen) y epigrama (texto).

La relación que guardan estos tres elementos es complementaria, se requiere de la tríada para contar con un elemento significativo organizado y coherente. Estos emblemas se usaron en arcos triunfales y piras funerarias, por ejemplo; y son estructuras que hablaban de aspectos culturales complejos.

El emblema se nutrió de símbolos griegos para resignificarlos, de manera que abrevó de otros periodos de la cultura occidental y los imbricó en un nuevo paradigma, dotándolos de mayor significado. Pongamos un ejemplo: la Ocasión7 -mote-, que presenta la imagen de una mujer; posee solo un mechón de cabello, lleva en la mano una navaja, mientras avanza rauda -cuerpo del emblema-, pues tiene alas en los pies.

En un diálogo breve explica que se mueve continuamente, bajo el influjo de la brisa leve; se la puede agarrar del mechón de cabello, pero con cuidado, pues puede herir con la navaja -epigrama-. Sirva el ejemplo para destacar que las tres partes del emblema se integran en la significación del mismo. Existe una relación nutricia entre ellos.

Las imágenes del libro de español de tercer grado, están acompañadas de un texto y éste de un título: tríada con finalidad didáctica, evidente herencia del emblema novohispano.

Es importante hacer un alto, para declarar que esta empresa iconográfica sufrió modificaciones significativas, situación lógica, pues hay tres siglos de separación entre las manifestaciones.

Los símbolos ahora se estructuran y funcionan diferente, con mayor sencillez -dado el público al que está dirigida-, aunque se conserva la naturaleza del texto o epigrama, cuya “función semiótica es la de producir un nuevo texto verbal a través del que se recuperen las instancias de significación a las que la imagen se halla vinculada intencionalmente […]” (Pascual, 2002, p. 35).

La presencia de latinismos en el mote de los emblemas novohispanos fue sustituida por el español, en el 100 % de los casos analizados.

El 60% de los textos que componen el epigrama están expresados en prosa, el resto en verso. Los temas del siglo XX focalizan su atención en personajes que se han convertido en hitos históricos mexicanos, que aparecen en monedas y billetes8, por ejemplo.

Las culturas poseen temas, historias que se elevan a la calidad de símbolos nacionales; objetos, eventos, personajes adquieren rasgos distintivos que se multiplican -sin perder validez ni carisma- en ámbitos diversos. Esta manera de conducirse caracteriza al emblema, sin importar el siglo en el que se manifieste. Son un elemento simbólico nutritivo, flexible y siempre capaz de producir significados, con base en la relación de la triada que lo estructura.

El significado del emblema se enarbola, en primer lugar, a partir del bagaje de la persona que lo interpreta; su conocimiento acerca del periodo, objeto o personaje protagónico del emblema, determinará los alcances exegéticos que realice de la obra iconográfica en cuestión. En segundo lugar, en caso de que el conocimiento del protagonista del emblema sea limitado, siempre ayudará el título (mote o lema) del texto (epigrama) para nutrir la interpretación.

Guerreros

En todas las culturas, desde los orígenes, existen personajes que se erigen como modelos de conducta, pulcros bastiones que se han formado con base en el sacrificio, el espíritu de servicio y el amor por la Patria -ésa, la inmaculada, perfecta, siempre laudable-.

La lista de personajes heroicos es inmensa: Hércules, Odiseo, Santa Cecilia, Santa Pelagia, Rama, Atenea, Hunahpú, Ixbalamqué, Mío Cid, el Quijote, entre muchos otros. Todos ostentan virtudes deseables para aquellos que los conocen y aspiran a ser loables: fuertes, sabios, perseverantes, pacientes, humildes, obedientes, justos…

Estos personajes son de vital importancia en la narrativa nacional, pues encarnan las características que una Patria valora como deseables. México posee una lista de nombres, femeninos y masculinos, que manifiestan esta significación simbólica. Todos ellos han batallado, son héroes victoriosos en los campos en los que les tocó demostrar sus ímpetus y habilidades.9

Toda nación requiere de estos modelos, pues orientan conductas, despiertan ímpetus y mantienen encendidos los faros que guían nuestros pasos. Estas funciones, aunadas a la del emblema, dan como resultado el valioso papel que desempeñan las imágenes en el libro de texto de español, de tercer año, edición de 1960, del que presentaré un análisis a continuación.

Las representaciones de héroes, en pintura, escultura o descripciones escritas, nos acercan a seres emocionales, que sufren vicisitudes, injusticias e inclemencias; pero se levantan, luchan hasta transformar su entorno: recorren un camino y éste es el que inspira las imágenes que de ellos poseemos; éstas a su vez embelesan -es la intención- a quienes las vemos, al grado de llevarnos a emular las cualidades que en ellas descubrimos; ellos, los héroes,

“personifican un espíritu nacional y unas características nacionales que se expresaban mediante todo un conjunto de signos no solamente ideológicos, filosóficos o literarios, sino también iconográficos.” (Brenes, 2002, p. 10)

Estos personajes nos han dejado una herencia por cuidar. Son símbolos edificantes del espíritu nacional.

La relación es transparente, a continuación un diseño que la expone:

Estado Emblema

El Estado perfila, mediante los libros de texto, las cualidades que el mexicano debe ostentar. Enarbola símbolos que dan luz al ciudadano en ciernes. El emblema se convierte en la voz del estado que sugiere, invita, seduce y regresa a él materializado en un ser socialmente deseable.

En los personajes emblemáticos, tal como nos sugiere Guillermo Brenes, se reúne lo pedagógico y lo simbólico, al tiempo que se enlaza lo pasado con lo presente, para proyectarlo hacia el futuro.

Entre leyendas históricas te veas

Los personajes que aparecen en el libro de español de tercer año (1960) son importantes en la historia de México, pues sus acciones marcaron nuestra memoria nacional. Todos ellos aparecen en un mayor tamaño, en comparación con el resto de imágenes.

Sor Juana e Ignacio Zaragoza ven directamente al lector; declaran con su actitud “esto hice y soy”. En el caso de Benito Juárez, Cuauhtémoc y Miguel Hidalgo nos enfrentamos a personas inmersas en sus acciones y devenir.

Es singular el diseño de las imágenes: nos remiten inmediatamente a la estructura de los retablos: empresas didácticas que usó la iglesia católica para enseñar a los feligreses las vicisitudes y carisma de santos, vírgenes e incluso Jesucristo.

Los retablos fueron diseñados para demostrar, con un ímpetu narrativo, quién es el protagonista al que está dedicada la estructura. Se colocaban atrás de los altares, en posición estratégica, pues cuando entramos a una iglesia es lo primero que vemos.

Están formados por cuerpos superpuestos que narran diversos momentos en la vida del protagonista; de la misma manera que funcionan los emblemas de la tríada Benito-Cuauhtémoc-Hidalgo. Sin duda, esta disposición iconográfica amerita un análisis detenido.

Vean, aprendan y emulen a la Décima Musa

Entre los cinco emblemas a elegir, he seleccionado el de Sor Juana (Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, nombre de soltera), por tratarse de una escritora que deleita con su poesía10. Sea éste un primer acercamiento al análisis de emblemas diseñados para infantes del siglo pasado.

Describamos lo que puede verse: gesto adusto, fuerte; sentada de costado ante un escritorio11, en el que reposan los pergaminos que reciben sus letras. Viste su hábito monjil y de fondo aparece un pasillo de convento, que no es el de las carmelitas ni el de las jerónimas12.

Interesante el cortinaje que separa a la monja del pasillo conventual 13, de color singular, pues recuerda el que caracteriza a la Virgen María 14 y nos hace pensar en la pureza, misma que ostentan las monjas, que viven apartadas de la vida mundana del siglo. El rosario y el medallón -o pectoral- destacan en color dorado.15 Imagen de Sor Juana

Esta es la primera aproximación a la imagen de la página 23 del libro de español. Ahora echemos mano a los otros dos elementos del emblema: el primer texto -epigrama-, de título Lo que le gusta leer a papá, nos describe a una mujer nacida en San Miguel de Nepantla16, hija de don Pedro Manuel de Asbaje y doña Isabel Ramírez y Cantillana17 (sic).

La pequeña Juana mostró inclinación por los libros y fue a la escuela en Amecameca. A los 8 años se trasladó a la corte virreinal para continuar con sus estudios18. A los trece años fue a vivir al Palacio Virreinal, bajo la protección de la virreina doña Leonor de Mancera. A los 15 años ingresó al convento jerónimo.

Leía en varios idiomas, reunió cerca de 4000 volúmenes en su biblioteca. Contrajo la epidemia de tifo, al cuidar a sus hermanas de orden. Nos legó poesía y teatro; así como “el ejemplo de su amor al estudio, de su virtud y de su generosidad y altruismo.” (Domínguez & León, 1960, p. 23)

El segundo epigrama está en verso, es un fragmento del romance 28, dedicado al hijo de la virreina María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga -protectora de Sor Juana- y escrito en ocasión del segundo año de vida del pequeño José de la Cerda.

La selección de versos retrata un mundo primaveral: flores, frutas, colores en abundancia; arroyos que ríen festivos, un mundo que festeja el cumpleaños de un pequeño. La lectura del fragmento nos deja una sensación de tierna belleza19.

Unamos los tres elementos para que la riqueza del emblema aflore:

Primer acercamiento: ¿Qué entiende el alumno de tercer año de primaria? A un padre de familia (seguramente también al suyo20) le interesa leer acerca de la vida y obra de una mujer estudiosa, perseverante, que poseía espíritu de servicio (incluso de sacrificio, valor apreciado entre los católicos21).

Sor Juana demuestra que los talentos, bien cultivados, forjan personas que engrandecen la Patria. El infante que sabe cuáles son los gustos en lectura de su padre, procurará imitarlo, para ser un ser humano tan completo como su progenitor.

Lo que propone este emblema es una cadena de admiración que dé pie a un nuevo orden de ciudadanos humanistas. Por lo anterior, podemos deducir que la función de las imágenes emblemáticas en los libros de texto: 1) arraigan el patriotismo, y 2) la Nación se forja con próceres cercanos a nosotros, tan frágiles y supeditados a su humanidad.

Segundo acercamiento: si el padre de familia admira el poder de la pluma22 tan florida como alegre y la actitud desprendida, humilde, generosa y brillante de Sor Juana, el infante seguramente se verá inspirado para alcanzar esas cualidades y ser, de esta manera, admirado por su padre, ¿qué hijo no desea serlo?

Tercer acercamiento: el narrador del texto es el que emite el título, es decir el pequeño de 8 años que cursa tercer grado de primaria.

Si damos fe a estos indicadores, el niño ya tiene aprehendido -conste que he escrito el gerundio con h- aquello que su padre admira; las cualidades que posee una monja del siglo XVII y que mueve las emociones paternas, ya es parte de la estructura del infante.

Estas interpretaciones iconográficas23 no hubieran sido posibles sin la integración de los tres elementos del emblema moderno en educación:

  1. Mote o lema: título.
  2. Cuerpo del emblema: imagen.
  3. Epigrama: textos que acompañan.

Cada uno de ellos aportó lo necesario para que pudiéramos acercarnos a una nueva concepción de sus componentes, al vincularlos y reconocer el grado de colaboración que manifiestan en el todo. Sor Juana es, dada la demostración integradora del proceso, una alegoría de un florilegio virtuoso; puente que vincula al pequeño lector con una empresa de Nación.

Que siga la tradición

Seguramente se estarán preguntando si el modelo emblemático de interpretación es vigente. Sí, lo es. El título y la imagen no solo están hechos para acompañar al texto, sino para engrandecer su significado.

Los elementos que escoltan al escrito no deben ser ignorados, sino integrados al análisis del tema en cuestión. Esta forma de apropiarse de los emblemas podrá ampliar enormemente la riqueza de cada una de las lecciones que componen un programa de estudios.

Si el maestro enseña a sus alumnos a interpretar de manera integral (tal como lo exige el emblema), los niños y jóvenes estudiantes desarrollarán una habilidad de lectura que va más allá de la letra o la palabra; de los símbolos aislados o los objetivos de un programa o plan.

Esta forma de ver holísticamente las lecciones en los libros de texto nutre posibilidades de análisis, mismas que se proyectarán en habilidades de análisis, síntesis y comprensión en los alumnos.

La educación se caracteriza, entre muchas otras cosas, por fragmentar el conocimiento -para hacerlo asequible al estudiante, esto es totalmente justificable-, por ello la descripción de los emblemas ayudará a no dejar de lado una habilidad que el desempeño en el mundo actual requiere.

Anexo

Siete imágenes en Archivo de MsWord comprimido (.docx.zip); 1.2 MB. La autora incluye estas imágenes con fines ilustrativos únicamente, reconociendo que no tiene los derechos de autor sobre las mismas.

Bibliografía

  • Brenes Tencio, Guillermo (2002). La estatuaria cívica: el caso de Costa Rica (siglos XIX y XX). Recuperado el 19 de enero, de
  • La diversidad religiosa en México. Recuperado el 12 de febrero de 2019, de .
  • Marcial, Rogelio. (2009). Cuerpo significante: emblemas identitarios a flor de piel. El movimiento fetichista en Guadalajara. Relaciones. Estudios de historia y sociedad. Recuperado en 25 de enero de 2019, de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-39292009000100006&lng=es&tlng=es
  • Panofsky, Erwin (1979). El significado en las artes visuales. España: Alianza forma.
  • Pascual Buxó, José (2002). Jeroglífica y emblemática: el estatuto semiótico de la figuración. En El resplandor intelectual de las imágenes. Estudios de emblemática y literatura novohispana. México: UNAM-IIB.
  • Paz, Octavio (1982). Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe. España: Seix Barral.
  • Ventura, Abida. El medallón de Sor Juana. El periplo de una pieza codiciada. Recuperado el 2 de febrero de 2019, de www.pressreader.com.
  • Xirau, Ramón (1997). Genio y figura de Sor Juana Inés de la Cruz. México: UNAM-IIB.

Notas

  1. Que en ese año se llamaba Lengua Materna.↩
  2. En ellas el personaje central aparece desarrollando alguna actividad propia de su género y edad; mientras lo llevan a cabo, dirigen su atención y mirada a objetos, personas o animales. Son dibujos más pequeños que los de corte histórico y tienen una intención primordialmente descriptiva, conservadora de los roles sociales.↩
  3. En ellos aparece la bandera, soldados, un grupo de obreros. Son figuras también más pequeñas que los retratos históricos y poseen la misma finalidad descriptiva.↩
  4. Hay un cuarto tipo: objetos propios de oficios; estructuras arquitectónicas. Fueron descartados por carecer de los elementos que requiere un emblema.↩
  5. Un poeta peruano es quien nos da a conocer a Cuauhtémoc, en un soneto de versos alejandrinos, como buen modernista.↩
  6. Las ilustraciones y dibujos que forman parte del libro de texto que nos ocupa son: Juan Madrid, Antonio Cardoso, Rafael Fernández de Lara, Palmira Garza, Elvia Gómez Hoyuela, Manuel Montes de Oca, Aristeo Moreno, Manuel Romero Ortiz, Felipe Sergio Ortega y Alberto Trinidad Solís.↩
  7. Véase la imagen 5 en el anexo.↩
  8. En los sesentas es el caso de Miguel Hidalgo, en la moneda de diez pesos; Benito Juárez en el billete de dos pesos. Para ver el solemne rostro de Sor Juana debimos esperar alrededor de 18 años más.↩
  9. No importa si el heroísmo es laico o religioso, el modelo coincide en cualidades y función.↩
  10. Además porque el emblema está compuesto de dos epigramas, uno en prosa y otro en verso, éste de la décima musa. La complejidad del elemento seleccionado es mayor, por lo que el ejercicio podrá sin problema replicarse en los otros cuatro emblemas.↩
  11. Nos recuerda de inmediato al retrato -engaño colorido lo llamaría la monja jerónima- que de ella hizo el pintor Miguel Cabrera, hacia 1750. Existen obvias diferencias: el fondo en el lienzo de Cabrera es la opulenta biblioteca de la jerónima; la postura es sensiblemente más erecta, el rostro relajado y en él aparece el cuerpo entero de la protagonista. En la mano no tiene una pluma, ésta aparece en la versión que Juan de Miranda hizo hacia 1713.↩
  12. Basta observar las columnas, que en la imagen son dóricas con capitel escalonado ascendente y fuste en apariencia dórico ovalado, posiblemente estípite -no puedo asegurarlo, pues solo se ve a parte superior de la columna-.↩
  13. A manera de un telón teatral o, al recordar la vida de las sores novohispanas, la tela oscura y gruesa que impedía la visión en el locutorio (para que los familiares que las visitaban no pudiesen verlas, mucho menos tocarlas, pues eran esposas de Cristo y solo él tenía esas prerrogativas).↩
  14. Azul, aprobado por el Concilio de Trento y usado en la Nueva España por Miguel Cabrera, que gustaba de un azul verdoso. Como ejemplo, ver Imagen 6 del anexo, de un autor que data del siglo XV, lo que demuestra que lo aprobado por el Concilio fue más de carácter selectivo -entre los colores que se usaban para el manto de la Virgen- que impositivo.↩
  15. El medallón o pectoral presenta mayor similitud con el que porta Sor Juana en el lienzo de Miguel Cabrera. Ver imagen 7 del anexo, para tener una idea más cercana de la representación que en él aparece.↩
  16. Desde 1945 es conocido como Nepantla de Sor Juana Inés de la Cruz.↩
  17. En esta reseña biográfica se omite información importante, por deferencia a los lectores a los que estaba destinado el libro: don Pedro Manuel abandonó a su familia; en casa el varón que asistía era don Diego, un amante de la madre de Juana Inés. Esta forma de vida de doña Isabel era mácula para la familia, por ello el abuelo de Inés no mantenía buena relación con su hija. La historia es triste, no abundemos más de lo necesario.↩
  18. Sor Juana, en la Carta a Sor Filotea de la Cruz, nos comparte que solo tuvo dos maestros: aquella que la enseñó a leer y uno de latín. Por lo tanto la información del texto es imprecisa, incluso confusa.↩
  19. ¡Qué diferencia la de este estilo de poemas con el resto de la obra de la monja! Definitivamente, no debemos juzgar por un botón.↩
  20. Hay dos razones para pensar esto: es padre de familia, por lo tanto sería lógico pensar que es así; esta idea se refuerza por la sintaxis, Lo que le gusta leer a papá es una forma de indicar que es al papá y para un niño papá -sobre todo en 1960- solo hay uno. La interpretación cambiaría si en lugar de la preposición “a” se hubiese usado el pronombre posesivo “mi”, pues ello hubiera excluido al resto de los padres de familia, particularizando al progenitor del narrador del texto.↩
  21. El 1960 eran 33.7 millones de católicos en México, de un total de 38.17 millones, según el INEGI.↩
  22. No la representan como gran lectora, a diferencia de los lienzos de Miranda y Cabrera. Lo que importa de ella es su acción, más que su pensamiento… ¿acaso pueden separarse?↩
  23. Si nos apegamos a lo que señala Erwin Panofsky, la propuesta hace un recorrido por los tres momentos que este tipo de descripción requiere: análisis preiconográfico, iconográfico e interpretación iconológica.↩

Sobre la autora:

Mtra. Dulce María Medellín Frausto. Universidad de Cuautitlán Izcalli. Correo: [email protected]

Datos para citar este artículo:

Dulce María Medellín Frausto. (2019). Fines didácticos del emblema en primaria. Revista Vinculando, 17(1). https://vinculando.org/educacion/fines-didacticos-del-emblema-en-primaria.html

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