Resumen:
Asistimos, con resistencias y sin poder evitarlo, a un proceso de vaciamiento de sentidos y significados. Es en éste contexto que la escuela urbana, siendo el fiel reflejo del entorno y de la comunidad que le da vida y sentido, debe redefinirse bajo nuevos parámetros. Proponemos en el presente artículo poder repensar la escuela como un lugar de encuentro y resignificación donde sus actores ocupan un lugar privilegiado y donde las responsabilidades compartidas deben ser asumidas con compromiso por todos para volver a dar sentidos genuinos al quehacer educativo y a la escuela como tal.
Introducción:
Nos encontramos absorbidos en las grandes urbes por una sobre modernidad donde se hacen presenten y se imponen los no lugares como espacios de desencuentro y anonimato (Augé, M. :1993). Estamos inmersos en una realidad que desde un punto de vista cultural todas las verdades absolutas e irrefutables de la modernidad están siendo reformuladas.
Esos anclajes que otorgaban sentido y valor a cada acción, donde el esfuerzo y el sacrificio tenían su lógica y recompensa, hoy se banalizan, devalúan y bastardean. Nuevas estéticas, costumbres y principios han dado inicio a una etapa donde el hedonismo, el materialismo, la inmediatez y la celeridad se han puesto al servicio de generaciones de consumistas desenfrenados donde la apariencia y la frivolidad marcan los ejes de cada acción.
Soy y existo en la medida que el otro me acepta, si al otro le agrado, definiéndome como persona en función de la otredad y dejando de lado mis principios para convertirme en algo que no soy pero que deseo ser para encajar en el molde de los aceptados.
Importa el hoy, no el mañana, ni el ayer, cuestión que no nos permite proyectarnos a futuro.
El individualismo y el sálvese quien pueda ha reemplazado al cooperativismo y la solidaridad. La glorificación de la juventud y la vida eterna nos ha alejado del culto y respeto a los sabios mayores. La vida fácil y despreocupada no deja lugar para la cultura del trabajo y el sacrificio.
Los tradicionales mandatos inculcados en el seno familiar, y por ende en la escuela, hoy carecen de mayor sentido: respeto, verticalidad, presencia, puntualidad, esmero, uniformidad. Resulta complejo a las nuevas generaciones inculcar hábitos y costumbres que colaboren con su inserción efectiva y positiva en el ámbito laboral y universitario.
Expresada esta realidad de manera tan determinante, hermética y pesimista no quedaría espacio, ni lugar para la resignificación o para la intervención de acciones superadoras. Siendo docentes por formación y vocación no tenemos permitido, ni creemos en verdades irrefutables, nuestro sentido crítico y la naturaleza propia de nuestro accionar social y formativo nos permiten abrir nuevos caminos ante los escenarios derrotistas que se pretenden instalar. Por lo tanto, nada está perdido y mucho hay por hacer a sabiendas que el trabajo por encarar será seguramente arduo pero fructífero.
Resulta necesario aclarar que la escuela de ayer respondía a otros parámetros y contexto manteniéndose inalterable por generaciones y que la escuela de hoy, más fluctuante, flexible y cambiante, se adapta o procura adaptarse enmarcada en otra realidad, encarando nuevas estrategias didácticas, incorporando nuevas tecnologías desde una currícula actualizada y adaptada, aplicando y respetando un marco normativo más inclusivo, adaptando incluso sus objetivos formativos en valores y conocimientos.
Formamos, o deberíamos formar, hoy como ayer hombre y mujeres de bien, capaces de insertarse en el mundo aboral y universitario, pero además de formarlos como trabajadores idóneos y estudiantes exitosos, debemos formarlos como personas respetuosas de la institucionalidad democrática, abiertas y tolerantes, solidarias y sensibles, etc. En muchos casos esos loables objetivos encuentran límites claros y contundentes en una realidad desbordante y compleja, generando contradicciones, dudas e incertidumbre en sus promotores.
No es intención de éste artículo cargar de valoración negativa el hoy o el mañana, definiendo que todo lo pasado era mejor y venturoso y por ende el presente (por duro que se presente) y el futuro inmediato (por inseguro que parezca) son y serán en materia social y educativa trágicos y sombríos. Existen ante realidades tan complejas, toda una serie de variables a contemplar y situaciones a abordar que reflejan una amplia gama de matices que nos permiten anteponer y definir diferentes caminos o alternativas superadoras.
No todo es blanco o negro (hay matices que algunas miopías no perciben), pero si es cierto que en materia socio-educativa tanto en nuestro país como a nivel continental hay muchas deudas pendientes que hacen que las problemáticas derivadas de cada contexto regional ameriten una mirada profunda, comprometida y multisectorial.
Al afirmar que la realidad es compleja y posee múltiples variables y aristas de análisis, nos referimos a que más allá de cuestiones de índole cultural como las señaladas, se imponen otras de carácter social que afectan e inciden directamente en la realidad educativa de hoy, no sólo en el país sino además en toda la región.
Según informes recientes relevados por Unicef, en la Argentina hay unos 5,6 millones de chicos pobres. Es decir, que uno de cada tres niños argentinos (29,7%) se encuentra por debajo de la línea de pobreza. Además, entre esos 5,6 millones, hay 1.300.000 que se encuentran en la indigencia, por lo que apenas pueden alimentarse todos los días.
De acuerdo con los datos aportados por el estudio “Infancias con derechos postergados”, realizado por el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, el 12% de los chicos/as de 5 a 17 años trabajaba en actividades domésticas intensivas (4,3%) y/o en el mercado (9,5%).
La Universidad Católica Argentina (UCA) expresó además en su último informe que casi seis de cada diez jóvenes de hasta 17 años son pobres. El dato significa que en torno al 59 por ciento de los chicos, de esa franja de edad, no cubre sus necesidades básicas. Para el INDEC, en el segundo semestre del 2016 el 45,8% de los chicos vive en hogares cuyos ingresos están por debajo de la línea de pobreza.
Esta triste realidad nacional podría extenderse a gran parte del continente –a excepción quizás de algunos países de la región que han logrado avances en materia social, cono el caso del país hermano de Chile donde la pobreza infantil se encuentra en un 25 % aproximadamente- haciendo de esta cuestión un desafío mayor de carácter supranacional.
Si bien no siempre la realidad socio-económica de una familia es determinante para que sus hijos puedan alcanzar destacables metas educativas, si resulta un condicionante destacable o una variable a considerar a la hora de lograr objetivos educativos destacables a nivel nacional o regional. Pobreza no es sinónimo de fracaso escolar, pero resulta ser un obstáculo difícil de sortear cuando esta realidad conlleva todo tipo de carencias y ausencias (no sólo materiales, sino fundamentalmente nutricionales).
En las escuelas –en particular y mayor medida de los cordones alejados de la provincia de Buenos Aires, realidad extensible y trasladable a muchas ciudades de Latinoamérica- donde asisten, conviven e interactúan pobres históricos y nuevos pobres, es allí donde se debe trabajar con mayor profundidad para que todos los jóvenes sean incluidos efectivamente en el sistema, derribando trincheras sociales y etiquetajes, superando limitaciones, estigmas y preconceptos que los condenan a un futuro sin proyectos personales de superación, quedando inmersos en la desesperanza y desamparo (Feijoó, M. D. C., y Corbetta, S.: 2004). Realidad hoy vigente por los altos niveles de pobreza y marginación que existen en dicha provincia.
El rol de los educadores
Sabemos que los docentes o los denominados “nuevos maestros” están cruzados y expuestos a múltiples presiones en su compleja labor por lo que se encuentran en un proceso de adaptación y tironeos permanentes, pero además están inmersos en una coyuntura cultural que los define y enmarca como tales (Tedesco J. C. y Fanfani E.: 2002) desde el paradigma del apostolado y la vocación altruista o desde la del trabajador militante sindicalizado. La primera puede ser entendida como una labor profesional alejada de los vaivenes políticos, de carácter más individual y solitaria, en cuanto que la segunda adquiere connotaciones más colectivas y generalizadas, enmarcadas políticamente en luchas por derechos laborales y sociales.
Las representaciones que tendría la escuela para cada una de ellas también tendrían particularidades diferenciadas, para la primera sería el ámbito de trabajo cotidiano desde el cual se pondría en juego desde una presencia activa y comprometida el proceso de enseñanza aprendizaje en cada acto educativo. Para la segunda es además un espacio de lucha permanente y renovada que implica la defensa de derechos (del docente, de sus familias y del educando).
La complejidad y contradicción implícita en cada perspectiva, nos lleva a entender que el maestro altruista y apóstol resignaría sus derechos adoptando un rol pasivo ante lo que sería un justo y necesario accionar. No se actuaría en defensa de condiciones de trabajo dignas o de derechos sociales negados, y así se estaría atentando contra cuestiones que mejorarían el proceso de enseñanza-aprendizaje que representan el eje central de su labor.
El maestro militante priorizando la lucha sindical y abandonando el aula transitoriamente desde la toma de medidas de fuerza como paros y movilizaciones, atentaría contra los derechos (también defendidos en teoría) de los alumnos a una enseñanza más profunda, ya que los días perdidos no se recuperarían en su totalidad afectando necesariamente la calidad de los aprendizajes impartidos.
Estas contradicciones presentes, nos llevan a entender la lógica educativa como una realidad altamente polarizada, donde la escuela es entendida como ámbito de trabajo profesional, pero también de lucha sindical, cuando en realidad deberían complementarse y retroalimentarse, sin por ello negarse u oponerse mutuamente. Evitando las generalizaciones, es común notar que si un docente se desempeña en el ámbito privado y esta sindicalizado figura en una especie de lista negra y se expone a sanciones, cuestionamientos o planteos de la superioridad ante ausencias por paros, etc.
Por el contrario, si es un docente que se su labor se enmarca en el ámbito público y no para, ni participa de movilizaciones se expone a ser tildado como traidor a la causa educativa y a la condena de sus compañeros de trabajo. Si un docente –como suele ocurrir- corre de una escuela de gestión pública a una privada –o viceversa- debe adaptarse a la historia y cultura organizacional propia de cada una de ellas, respondiendo certeramente así a la lógica implícita de cada institución si no quiere padecer las situaciones antes detalladas.
En la argentina de las contradicciones vale más la antigüedad que la capacitación, más allá que los salarios docentes siempre estuvieron deprimidos, hoy se premia al docente con más antigüedad –este ítem en el recibo de haberes es el que mayor peso e incidencia tiene en la percepción del sueldo neto-, pero no al que posee mayor cantidad de títulos y cursos de perfeccionamiento.
Si bien estas credenciales abrirían la posibilidad de tomar horas de clase o a acceder a cargos dentro de un escalafón jerárquico vía concurso, hoy gana más el docente que nunca se perfeccionó pero que posee muchos años de antigüedad que el que dedicó gran parte de su vida profesional a la capacitación y actualización académica.
El paradigma de la vocación y el apostolado antes aludido nos obligaría a entender esta cuestión como un reclamo fijado bajo intereses salariales meramente mercantilistas y el trabajador militante pensaría que si bien es un reclamo justo, la capacitación siempre debe aplicarse en servicio y de manera gratuita para garantizar su acceso masivo e irrestricto –cuestión loable y necesaria, pero no siempre la capacitación ofrecida es de calidad-.
Lo cierto es que varios cursillos acumulados resultan ser más provechosos a la hora de sumar puntos para un concurso que los títulos de nivel superior que se posean. Para tener un sueldo, medianamente decoroso, un docente debe estar frente a un aula 20 años aproximadamente, con la rica experiencia que esta cuestión conlleva pero también con el desgaste que implica esta cuestión en sí misma.
No se pretende con esta reflexión dejar instalado el tema de tal manera que se entienda que la antigüedad no debe ser reconocida como tal, sino más bien que debería incorporarse como ítem salarial principal el de títulos acumulados, sin que por ello no se consideren otros. Estas acciones deberían ser el resultado de una serie de debates instalados en una mesa conjunta de trabajo multisectorial, donde participen activa y comprometidamente: gobierno, sindicatos, Ongs, y miembros de comunidades representativas de las diferentes geografías del país.
Dignificar al docente no depende sólo de cuestiones salariales, significa además garantizar que su espacio de trabajo se desarrolle bajo condiciones óptimas, con recursos adecuados, con acceso a capacitación gratuita y de calidad, siendo la responsabilidad no sólo del estado, sino además de los gremios, del empresariado y por ende de la sociedad toda, entendiendo que la docencia, como tantas otras profesiones, debe ser entendida, protegida, promovida y reflejada como una destacada y noble tarea que realiza un valioso aporte para forjar un país más justo y próspero.
El rol de las familias
Hoy la escuela no es más el segundo hogar, ni la maestra representa a la segunda madre, quizás nunca lo fueron en sentido estricto, pero si es cierto que existía un ámbito bien definido donde los roles no se desdibujaban y en todo caso se complementaban positivamente. Lamentablemente escuela y familia hoy están no sólo distanciados, sino enfrentados. Con argumentos sólidos -y no tanto- hoy mayormente el padre acusa y no acompaña, el Estado señala falencias y exige soluciones y en este contexto de confrontación el docente en la escuela hace lo que puede con lo que tiene.
A pesar que a la escuela hoy luche con escasos recursos por retomar su rol formativo en valores y conocimientos –lamentablemente devaluados-, la realidad es que se le impone y debe cumplir con otros roles que superan su esencia y sentido original. Por tal motivo la escuela hoy debe dar de comer, generar espacios de inclusión e intercambio por fuera del horario estrictamente escolar y los docentes asumen roles multifacéticos –que también superan su formación de base- lejos de la trasmisión de conocimientos, herramientas y aptitudes para una futura vida ciudadana, laboral y académica.
Así pues el docente es además, terapeuta, asistente social, enfermero, etc. La familia se encuentra en retirada, desmembrada, golpeada y en crisis, al igual que el Estado nacional ausente, debilitado y alejado de sus obligaciones pasadas –no sólo de carácter presupuestario-. Las escuelas huérfanas hoy luchan estoicamente contra una compleja realidad que las supera.
Hace no muchos años, resultaba común ver en la vida escolar el destacado rol que asumían las cooperadoras integradas por padres de alumnos, cuestión que definía el lugar que ocupaban las familias, su nivel de compromiso y acompañamiento.
Hoy la realidad es otra, la virtuosa relación y estratégica alianza familia-escuela se ha quebrado (Etcheverry, J.: 2000), por lo que resulta fundamental volver a recomponerlo. Pero más allá de recomponer vínculos hoy asistimos a una doble crisis, la de los preceptos modernos que dieron origen y forma a la escuela, y los que delinearon la familia tradicional como agente fundamental de socialización primaria.
Esta cuestión nos lleva a considerar que debe además existir una visión amplia y una perspectiva renovada si queremos que la inclusión no sólo figure en leyes y reglamentaciones. Para ello deben primar además de una plena aceptación en lo relativo a cuestiones de género, la eliminación de preconceptos o tabúes que impidan una inclusión plena y efectiva a familias ensambladas, con roles trastocados o ausentes.
El rol de los gobiernos
La escuela moderna delineada en el siglo XIX, hoy posee educadores formados mayormente en el siglo XX que educan a alumnos nacidos en el siglo XXI. Esta cuestión no posee sólo una simple variable analítica de carácter temporal, sino que demuestra ciertas asimetrías al momento de definir la currícula a dictar, los programas y proyectos educativos a aplicar, las reglamentaciones y dictámenes que ordenarán el quehacer educativo cotidiano, etc. La lógica y sentido que justificó y delineó la escuela moderna para formar ciudadanos plenos, que actuó en pos de lograr mayor equidad y promoción social, que alfabetizó e incluyó a generaciones de hijos de inmigrantes.
La escuela que se enmarcó en la ley 1420, guiada originalmente por el ideal y preceptos de Nicolás Avellaneda y Domingo F. Sarmiento –entre otros- ponían el eje en la acción del Estado y en el fortalecimiento de la escuela pública, como así también en la realización de Congresos Pedagógicos para dar forma y sentido a proyectos de alcance nacional.
Se entendía que el poder, la riqueza y la fuerza de una nación dependían de la capacidad industrial, moral e intelectual de los individuos que la componen y la educación pública tenía como principal fin la de aumentar las fuerzas de producción.
A pesar de la insistencia y la obsecuencia de algunos con poder de decisión, hoy carecería de sentido importar e imponer modelos extraños a nuestra realidad educativa, aumentar inversión o garantizar presupuestos en determinadas áreas, sin previamente planificar debidamente desde que proyecto educativo y modelo de país se está invirtiendo.
Tampoco posee garantías de éxito un proyecto o modelo que no se sustenta y valida en el debate previo de todos sus actores involucrados. Es desde el consenso, la apertura y el intercambio que se gestan y fortalecen éstos modelos siendo así realistas, realizables y sólidos. La unidad de criterio entre el Estado, los sindicatos, las escuelas y la comunidad resulta fundamental para alcanzar esta meta.
Los modelos se piensan, se debaten y critican con fundamento, para luego aplicarse desde el consenso, no se imponen por decreto, ni por presiones gremiales. Es desde la vocación democrática de diálogo positivo, bien intencionado y constructivo que se estos modelos deben tomar forma, teniendo todos voz y voto en cuestiones tan destacables como lo es el futuro de nuestras generaciones.
Hoy se prioriza la necesaria vuelta a clases pero descuidando cuestiones destacadas y debates profundos en torno a que Escuela y educación queremos y pretendemos para nuestros hijos/alumnos, y por ende para los futuros ciudadanos críticos, plenos de derechos como también para los trabajadores versátiles e idóneos que todo país y empresa anhelan.
Introduciéndonos en la realidad educativa actual nacional, desde las intenciones del nuevo marco regulatorio y frente a recientes anuncios de autoridades educativas tendientes a eliminar progresivamente a los denominados docentes taxis (tendiendo desde una jornada educativa extendida a que los educadores trabajen más tiempo en una sola escuela evitando trasladarse de escuela en escuela) emergen algunas reflexiones o cuestiones a atender.
La primera de ellas es que resulta positivo que los alumnos estén más tiempo escolarizados (si bien con los niveles de ausentismo y abandono escolar actuales resulta algo utópico poder lograr que los alumnos asistan más tiempo a la escuela considerando además que esta cuestión en sí misma tampoco no es garantía de mayor calidad), con una oferta diversa que atienda sus plenas y reales necesidades, como así también que el docente focalice su accionar en un grupo de alumnos, fortaleciendo su vínculo, profundizando su formación integral y reforzando su identidad y compromiso institucional.
Para llevar adelante esta propuesta es necesario encarar una profunda reestructuración del sistema acompañada de inversiones que a la luz de los hechos y exceptuando algunos avances concretos no ha pasado de ser meras intenciones electoralistas o improvisaciones oportunistas.
En este sentido gobierno, sindicatos y comunidad educativa pretenden encarar mejoras sustanciales con las mejores intenciones, pero exigen y demandan diferentes cuestiones, fijando en su agenda lo que desde su propia óptica consideran prioritario. Estas pujas sectoriales y políticas dan por tierra la posibilidad de generar consensos necesarios para llevar adelante políticas de Estado que den respuesta efectiva a lo que cada comunidad demanda y requiere.
Otros roles
En el afán de sumar votos, afiliados o consumidores no dudan gobiernos, sindicatos o empresas en demonizar o ridiculizar al docente, debilitar a la escuela o afectar los modelos positivos de nuestros jóvenes. No hay reparos, ni límites al momento de armar campañas electorales prometiendo todo tipo de mejoras en el sistema educativo para luego olvidarlas, no se generan alternativas originales que eviten sacar a los docentes del aula cuando se plantea una necesaria y justificada demanda gremial. Por otro lado tampoco una publicidad o programa televisivo no mide las consecuencias negativas y cuanto puedo afectar la imagen del docente o de la escuela al momento de dar una primicia o de vender un producto.
El afán de poder y de alcanzarlo a cualquier costo se impone a las necesidades del pueblo, el derecho a huelga se impone al derecho a una educación de calidad, y la necesidad de balances positivos junto al negocio del raiting se imponen a los modelos y valores positivos que debemos inculcar a nuestros jóvenes. Todo lo vale, todo se justifica desde la lógica gubernamental, sindical o empresarial, olvidando la necesidad de pensar y actuar por y desde la parte más delgada e importante del eslabón: los alumnos.
No estamos diciendo que los gobiernos no armen campañas, sino que no prometan o incluyan en ellas medidas de corte socio-educativo que no sean reales, posibles y necesarias, no decimos que los sindicatos no hagan huelgas, paros o movilizaciones, sino que se eviten sacar a los docentes del aula por largos períodos de tiempo, no estamos diciendo que las empresas no ganen ni tengan rentabilidad, sino que no las tengan a expensas de publicidades o mensajes que bastardean a docentes y denigran a las escuelas, colocando a nuestros jóvenes a consumir, asimilar y reproducir todo tipo modelos negativos y contraproducentes.
Lo que decimos es que todos los derechos son válidos en el marco del respeto constitucional y dentro del juego democrático, y que unos no deben imponerse a otros. Lo que decimos es que gobiernos, sindicatos y empresas deben poner el acento y eje de su accionar en los más débiles y en los más necesitados.
Lo que decimos es que se deben generar acuerdos e intercambios entre gobierno, sindicatos y empresas donde las mejoras en el sistema educativo sea el faro que marque el camino a seguir, sin que por ello se abandonen otras luchas, o cuestiones que revisten interés para las partes.
Veamos algunos ejemplos posibles –entre otros- a seguir e imitar, cuestión que demuestra que no resulta utópico ni ingenuo pensar que gobierno, sindicatos y empresas se sumen mancomunadamente a la lucha por una educación de calidad para todos: Hace tres años aproximadamente, el día jueves 8 de febrero de 2018 se realizó en Panamá un foro titulado: Sembrar más para mejorar la nutrición. En esta reunión participaron expositores expertos en diferentes áreas locales e internacionales.
En esa oportunidad, La Cámara de Comercio, Industrias y Agricultura de Panamá (CCIAP) pidió al sector productor enfocarse en producir más alimentos para atacar problemas nutricionales, como son la obesidad y la desnutrición, que afectan a cientos de personas a nivel mundial.
El tema de la educación sobre nutrición es sumamente importante y allí es donde la empresa puede aportar y ayudar. Como referencia no muy lejana se puede citar que el 19 de diciembre de 2017 en Tlaxcala México el Secretario de Educación encabezó el festejo navideño de la sección 31 del SNTE (Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación) y allí expresó que los retos para ese año fueron atendidos satisfactoriamente gracias al apoyo, disposición y entrega de la comunidad educativa. Dijo textualmente el funcionario “Sin ustedes, los maestros, ninguna idea de desarrollo en la sociedad sería posible. Son el factor crucial para formar la materia pensante y actuante en todos los procesos, y que ello redunde en beneficio de todo”.
Durante este evento, celebrado en el Centro Convenciones de Tlaxcala, Camacho Higareda refrendó el apoyo y disposición del Gobierno del Estado para caminar juntos y con paso firme en beneficio de la educación de los niños y jóvenes de la entidad. a pesar de los esfuerzos del pasado, hoy el panorama es mucho mas complejo en toda la región y obliga a reconformar nuevas estrategias superadoras y apoyos al sector.
A partir de estos ejemplos, entre tantos posibles, se entiende que todo proceso de mejora debe ser abordado, desde cada rol y con diferentes grados de responsabilidades, por todos los actores involucrados en el quehacer educativo. Gobiernos, empresas y Ongs, gremios y educadores, familias y alumnos, todos deben asumir su cuota de responsabilidad en éste proceso, haciendo su mayor esfuerzo y realizando su mejor aporte en pos de lograr una educación de calidad, inclusiva y para todos.
Conclusión
Resignificar y dar sentido a la docencia, y por añadidura a la escuela como tal, en sentido amplio y profundo, resulta fundamental no sólo hoy en el duro y complejo contexto al que asistimos, sino con perspectiva futura y en beneficio de las futuras generaciones.
El éxito de ésta verdadera cruzada depende en primera instancia (pero no aisladamente) del comprometido rol que asuma cada docente desde la soledad del aula, lejos de los vaivenes políticos y de las pujas sindicales, sin decir por ello que se deben abandonar estandartes de lucha o justos reclamos. También depende del accionar que asuman las familias y todos los conforman y dan vida a la comunidad educativa en cada escuela, por extensión además de los funcionarios locales, provinciales y nacionales y del apoyo de las organizaciones extra-escolares a la causas de la educación.
Pero mas allá de estas necesarias alianzas, nosotros como educadores, no debemos abandonar la lucha cotidiana, no debemos permitir que nuestra profesión se devalúe y bastardee. Si claudicamos y nos damos por vencidos y superados, no nos quedará espacio de acción para reposicionarnos y con ello condenamos a nuestros alumnos a la mediocridad y muy seguramente al fracaso escolar.
Por el contrario sumando esfuerzos nos acercamos al ideal que todos pretendemos alcanzado los objetivos propuestos, así desde nuestro ejemplo y compromiso diario podremos luego sumar a otros sabiendo que la educación no debería ser entendida como una lucha aislada, solitaria y quijotesca, sino más bien como un camino al que se van incorporando otros, haciendo aportes, agregando valor y sentido a nuestro accionar.
Si bien desde la visión del destacado pedagogo Paulo Freire la escuela fundamentalmente es gente, es convivir, es generar lazos, etc., la escuela como tal, necesita también recursos y ámbitos propicios para que el acto educativo se instale y potencie en todas sus formas.
En este sentido el rol del Estado (garantizando condiciones dignas de trabajo, de capacitación renovada, resguardando nuestra salud y actualizando nuestro salario) resulta fundamental e indelegable. La escuela podrá convertirse en un espacio de resignificación en la medida que el Estado valore a la escuela como una institución irreemplazable (y por ende a sus maestros y educadores todos) para lograr mayores de niveles de contención, inclusión y promoción social, por tal motivo es una aliada insustituible y necesaria para todo Estado que pretenda alcanzar estas metas.
Más allá que la familia sea numerosa o no, monoparental o nuclear, tradicional o ensamblada, hoy se debe trabajar de manera conjunta a la escuela. Se deben sumar esfuerzos y estrategias consensuadas que den nuevos sentidos al accionar mancomunado de los principales agentes socializadores.
Debe existir por lo tanto un clima y un contexto propicio que permita el reencuentro positivo y constructivo entre los educadores y las familias de sus alumnos, sin temores, ni rencores sino con la certeza que el camino de la educación se transita juntos y de manera complementaria, abriendo canales de diálogo, acercamiento genuino e intercambio sincero a lo largo del mismo.
Hoy la escuela se encuentra perdiendo la batalla de la difusión de saberes significativos, de la inclusión, la contención y la promoción social. Falta de inversión, huelgas interminables, ausencia del Estado, carencias de todo tipo, ausentismo y deserción escolar con altos niveles de pobreza en muchos países de la región conspiran en el mismo sentido.
Si bien las Tics en este contexto de pandemia colaboran en el acceso y difusión de nuevos conocimientos, ha perdido su sentido democratizador y de alcance masivo, ya que no todos nuestros alumnos poseen acceso a las mismas. Se imponen pues otras modalidades de enseñanza, otras herramientas de acceso e intercambio entre maestros y alumnos, pero también otros lugares y espacios que cobran sentido para muchos de éstos jóvenes sin rumbo ni modelos positivos a seguir.
Aprenden a sobrevivir en la dureza de las calles, hacen propias allí diferentes formas de violencia y adoptan desesperadas y riesgosas decisiones para escapar –sólo por momentos- de crudas realidades personales y familiares, interactúan con pares, socializan y reproducen acciones naturalizadas y aceptadas que los llevan en muchos casos a delinquir, consumir drogas y/o prostituirse. La escuela de la calle se impone a la escuela formal, generando un pronto abandono y deserción escolar, junto a la aceptación de destinos plenos de desesperanza.
Frente a esta cuestión, la Escuela a pesar de ser atacada, golpeada y criticada por muchos, no está derrotada, no se encuentra abatida de rodillas observando pasivamente una realidad que aparentemente la supera y condiciona. Esta cuestión si bien ha debilitado y afectado el accionar escolar, ha obligado también -en un proceso de adaptación y superación- a replantear las estrategias de acción intra y extra escolares. Pero estas acciones para garantizar su éxito no pueden llevarse a cabo desde la soledad escolar.
Es por ello que la Escuela no puede ni debe estar sola, necesita del apoyo y acompañamiento de los Estados, las familias, las Ongs y los medios de comunicación, generando alianzas, acuerdos y modelos compartidos. Se debe volver a refundar la Escuela como lugar de reencuentro, otorgándole nuevos sentidos para que éstos jóvenes la vean y sientan como un espacio donde es posible gestar proyectos de vida alternativos y superadores.
Referencias
- AUGE, M. (1993). Los no lugares: espacios del anonimato. Barcelona: Gedisa.
- BOURDIEU, P. (1997). Capital cultural, escuela y espacio social. Bs. As. Siglo XXI.
- DUSCHATZKY, S. (1999). La escuela como frontera: reflexiones sobre la experiencia escolar de jóvenes de sectores populares (No. 37.062 (82)). Bs. As. Paidós.
- ETCHEVERRY, J. (1999). La tragedia educativa. F.C.E. Bs. As.
- FEIJOÓ, M. D. C., & CORBETTA, S. (2004). Escuela y pobreza. Desafíos educativos en dos escenarios del Gran Buenos Aires, Buenos Aires, IIPE-UNESCO Sede Regional Buenos Aires.
- REDONDO, P. (2004). Escuelas y pobreza. Entre el desasosiego y la obstinación.
- TEDESCO, J. C. (1998). El nuevo pacto educativo: educación, competitividad y ciudadanía en la sociedad moderna. Grupo Anaya.
- TEDESCO, J. C., & FANFANI, E. (2002). Nuevos tiempos y nuevos docentes. Documento presentado en la Conferencia Regional: O Desempenho dos profesores na América Latina e Caribe: novas prioridades. Organizado por BID. BID/UNESCO/MINISTÉRIO DA EDUCAÇAO, Brasilia, Brasil.
- TIRAMONTI, G. (Ed.). (2004). La trama de la desigualdad educativa: mutaciones recientes en la escuela media. Ediciones Manantial. Bs. As.
Datos para citar este artículo:
Diego Abel Sánchez. (2021). La escuela como lugar de encuentro y resignificación. Revista Vinculando, 19(1). https://vinculando.org/educacion/la-escuela-como-lugar-de-encuentro-y-resignificacion.html
Deja un comentario