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Duelo, literatura y psicoanálisis

Autor(a): Stefanía Molina Torterolo - 20 Jul, 2017
¿Cómo citar este artículo?  

“(…) Volver a la memoria del cuerpo, he de volver a mis huesos en duelo, he de comprender lo que dice mi voz”. Alejandra Pizarnik

Introducción

Este texto es producto de un trabajo realizado recientemente para la Especialización en Psicoterapia Psicoanalítica (IUPA – AUDEPP – Uruguay), en el marco de cursada del Módulo de la Escuela Francesa de Psicoanálisis, con énfasis en las creaciones de Jacques Lacan.

Surge en mí (hace ya algunos años) el cuestionamiento sobre el intenso dolor que emerge ante la pérdida de alguien a quien se ama. Es de destacar que las pérdidas son pérdidas para quienes las vivencian como tales. Prima aquí toda singularidad ante cualquier intento de comprensión desde una presunta universalidad. Asimismo, no existe LA forma de hacer un duelo, existen formas de hacer duelos, en plural. Posiblemente este escrito “peque” de romántico y no dé lugar a lo cómico que propone Jean Allouch (1995) con gran humorada, dando lugar a distanciarnos de lo trágico del romanticismo: tan necesario, también.

El presente texto pretende articular ciertas nociones lacanianas y freudianas (abordará también alguna de las similitudes y diferencias entre estos autores) sobre el duelo con poemas de Jorge Luis Borges, Cristina Peri Rosi y Alejandra Pizarnik. Estos escritores se tomarán para comprender la importancia del lenguaje en los duelos, frente al agujero en lo real que implica la pérdida (material o simbólica) de un ser amado.

Lacan conceptualiza tres registros de la realidad humana: lo simbólico, lo imaginario y lo real y que, en este caso, se ponen a obrar a la hora de transitar un duelo. En los duelos, más allá de que el aparato simbólico se coloque en juego, éste no cubre el agujero en lo real. Lo real es aquí: el objeto perdido que no puede reducirse al significante. El escrito será trabajado a través de diversos autores que abordan las obras de Lacan, pues, facilitan su lectura, acercándose a la compresión del autor.

Como es posible acreditar, no cualquier pérdida duele, duelen aquellas que son, de cierta forma, determinantes en la posición subjetiva del sujeto en duelo. Con relación a este aspecto, Lacan dirá: “Sólo estamos de duelo por alguien de quien podemos decirnos Yo era su falta” (Lacan. 1963, p.155). Y justamente, lo que se da en el amor es lo que no se tiene y…”cuando lo que no tenemos vuelve a nosotros hay por cierto regresión y al mismo tiempo revelación de en qué cosa hemos faltado a la persona para representar su falta” (Stezovsky, 1994. p.145)

Algunas consideraciones

Los duelos son parte constitutiva de las experiencias humanas, no hay existencia sin pérdidas. Los sujetos se edifican en un proceso que se juega en el campo del Gran Otro, por lo tanto, puede comprenderse que el primer duelo se produce en el proceso de separación del otro.

Lacan radicaliza la función del duelo: no hay relación de objeto sin duelo no sólo del objeto sino también de ese suplemento, de esa libra de carne fálica que el sujeto no puede sino sacrificar para tener acceso al objeto (Allouch, 1996, p. 307)

Las pérdidas se asocian al dolor: cuando se pierde…algo duele. El lenguaje constituye la asociación entre dolor y duelo, vinculación dada desde su propia etimología. La palabra duelo se concibe en latín como “dolus” (dolor) y tiene relación con los sentimientos que surgen frente a la muerte de otro: dolor, tristeza, pena. (García, 2000, p.89).

Se concibe (en latín) que dúo – dos “designa a dos que hacen algo al mismo tiempo constituyéndose en una unidad”… “el dúo se puede concebir como un todo constituido por dos partes”… “duellum…guerra o combate entre dos” (García, 2000, p.89). Es posible pensar a la dolencia como hecho mismo del lenguaje; las palabras como dolencias o las dolencias como palabras.

Para Lacan, el duelo de alguna forma es “creador” de una posición subjetiva que hasta el momento no había sido efectuada.

No se trata de reencontrar un objeto, o una relación con un objeto, no se trata de restaurar el gozar de un objeto en su factura particular, se trata de un trastorno en la relación de objeto, de la producción de una nueva figura de la relación de objeto (Allouch, 1995, p. 211-212).

Freud (1915/1917) manifiesta en “Duelo y melancolía” que:

El duelo es, por regla general, la reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga sus veces, como la patria, la libertad, un ideal, etc (…) el duelo trae consigo graves desviaciones de la conducta normal en la vida, nunca se nos ocurre considerarlo un estado patológico ni remitirlo al médico para su tratamiento. Confiamos en que pasado cierto tiempo se lo superará, y juzgamos inoportuno y aun dañino perturbarlo” (p. 241-242).

Lacan (1963, s.p) expresa: “(…) Estamos de duelo por personas a quienes hemos tratado bien o mal y respecto a quienes no sabíamos que cumplíamos la función de estar en el lugar de su falta”. Con relación a la disparidad de pensamientos sobre el duelo entre Lacan y Freud, Jean Allouch (1995, p.212) dirá:

“(…) el sadismo tiene en el duelo según Lacan un lugar eminente: lejos de verter su acción en la cuenta de lo psicopatológico, Lacan hará del sadismo el eje mismo del cuestionamiento como tal del objeto, es decir, de la relación de objeto”.

Reconociéndole así, una posición heurística:

“(…) sadismo y a la destrucción del objeto (el objeto puesto en cuestión es también el objeto puesto en la picota) se ve ciertamente confirmado por la experiencia analítica, por lo menos en aquella en la cual señalaba que el psicoanalista ocupa una posición cercana al masoquista; pero también se recupera la incidencia del punto de apoyo situado en la paranoia desde los primeros pasos del recorrido lacaniano” (Allouch, 1995, p.207)

El estatuto simbólico que le otorga Lacan a la repetición, hace que no haya objeto sustitutivo, ya que como dirá Allouch (leyendo a Lacan) “(…) la cuenta…cuenta” “(…) la segunda vez nunca será la primera” (1995, p.211). Por otra parte, Allouch (1995, p.160) reflexiona sobre una carta que Freud destinó a Binswanger, donde enuncia el acontecimiento de la muerte de su hija Sophie y dice: “Se sabe que el duelo agudo que causa una pérdida semejante hallará un final, pero que uno permanecerá inconsolable, sin hallar jamás un sustituto”. Aquí Freud se aleja rotundamente del objeto sustituible que planteó en “Duelo y melancolía”.

Cuando una pérdida duele, o dicho de otro modo, cuando una ausencia se convierte en pérdida y por lo tanto en dolor, podría pensarse que se hace presente para el sujeto en duelo, una especie de -sentimiento de “desposesión”- de aquello que ya no está, de aquel “trozo de sí”. O mejor dicho, eso que se poseía sólo como ilusión, no hay posesión real.

El sujeto, ante la pérdida, puede aproximarse a la vivencia de abandono, a una suerte de desgarro, acompañado tal vez, por la sensación de que algo nunca llegará: la ausencia de dolor; cuando está presente parece eterno, inacabable.

La muerte de la persona amada implica una pérdida para el sobreviviente por lo que éste significaba para el difunto (por ejemplo).Este modo de entender a las pérdidas es distinto al freudiano que plateaba, en otras palabras, que el dolor está dado por lo que el muerto significaba para el sujeto en duelo.

De cierta forma, la persona que está en duelo se encuentra desvalida, indefensa. Siguiendo la línea lacaniana, “huérfana” ante la no-existencia del otro. El sujeto del inconsciente propuesto por Lacan, permite reflexionar sobre la recomposición del sujeto frente a la pérdida de algún ser querido significativo.

Los recursos simbólicos e imaginarios son fundamentales para hacer posible un duelo. Posiblemente, en épocas como las que transcurren, donde predomina el neoliberalismo con su exigencia de inmediatez y velocidad, se haga más difícil el asunto, los recursos simbólicos se vuelven escasos, la anestesia está a la orden del día:

Las muertes no son acompañadas desde los mitos y ritos que antes proponía el Otro y se deja a los deudos solos con sus muertos. El pasaje al acto suicida u homicida, los silenciosos duelos impedidos de los deudos y sus caídas en pasajes al acto, adicciones, locuras etc. vienen en el lugar de la respuesta (Elmiger, 2010, p.16).

Complejo es hablar de cómo se debe realizar un duelo y pensarlo en términos cronológicos, incluso sostener que el duelo pueda reducirse a un trabajo, tal como lo nominó Freud. Lo importante es la singularidad de cada quien, no hay tiempos estereotipados para transitar ciertas experiencias vitales. De todos modos, Lacan y Freud sostenían que existen duelos “normales” y duelos “patológicos”, asociados a la angustia.

Para Lacan, el deseo incluye la angustia y señala que no hay angustia de muerte, la angustia es de vida: “(…) una angustia ante la vida, ante una vida que sería una vida deseante” (Allouch, 1995, p. 214). Tal como dirá Lacan, cuando el objeto- a cae, se genera un vacío identificatorio, donde aparece la angustia. En ocasiones, se perpetúa el lugar del objeto- a “cuya dinámica escapa a la conciencia del sujeto” (Capurro, 1986, p.14)

Se comprende que, si de algo patológico podemos hablar (por las repercusiones en el sobreviviente) es cuando el muerto permanece “enquistado” en la vida psíquica del sujeto en duelo, con gran omnipotencia con relación al ser viviente. Tal como nos dirá Juan David Nasio (2007, p.38) “El duelo patológico consiste en una omnipresencia psíquica del otro muerto”.

En todo duelo, posiblemente haya algo de “locura”, algo que no se articula…al menos en principio. El dolor de la pérdida impacta en lo real, en aquello intolerable para el sujeto. Cuando la pérdida es real permanecen aún componentes imaginarios y simbólicos. La pérdida de una persona amada puede comprenderse como un agujero en lo real y ante eso surge como respuesta el dolor y como dirá Allouch (1995, p.307) leyendo a Lacan:

(…) es también convocar en ese lugar algún ser fálico para poder sacrificarlo. Hay duelo efectuado si y sólo si ha sido efectivo ese sacrificio. El sujeto habrá perdido entonces no solamente a alguien sino, además, sino, aparte, sino, como suplemento, un pequeño trozo de sí.

En un duelo se colocan todos los recursos simbólicos con los que cuenta la persona para afrontar este -agujero en lo real-. Algo de Eros debe circular allí para hacer posible el duelo. Parafraseando a García (2000), la pérdida conlleva al sujeto a un trabajo doloroso de “mutaciones simbólicas”, pero tiene a su vez una parte lúdica y placentera, sino la elaboración no sería posible. De todos modos, esta afirmación podría contradecirse con la idea de que todo duelo es particular.

Mediante los duelos, es posible que el sujeto se “desprenda” del objeto a través de las circunscripciones del significante y de esta forma volver (aunque no idéntico) a la función de falta promotora del deseo. Pensando así en una posible subjetivación de la pérdida.

La literatura como herramienta

Trayendo de a poco a la literatura como herramienta de algunas personas para afrontar lo insoportable, a través de ella, tal vez, se busque nombrar aquello que de algún modo no se puede decir. Polack (2002, p.2) citando a Lacan, dirá que “Ser es sublimar al mismo tiempo. Si sublimación puede significar ella lleva a un objeto-a a la dignidad de la Cosa” diría yo que “sublimas lo más dignamente el objeto-a, para que sufras menos” (Polack, 2002, p.2)

Hay algo del dolor que no se narra porque “no encuentra palabras”, se topa con los límites del lenguaje. Mediante la literatura puede hacerse el intento de decir lo imposible, lo que el lenguaje mismo impide. Cuando algo del dolor se narra, se dice, se menciona…puede tramitarse y encauzarse (o no): “(…) la sublimación como destino. Esto es central en el destino de los duelos en general” (García, 2000, p.93).

La literatura dice mejor que las ciencias, que las teorías…moviliza por el simple hecho de que no intenta producir un sistema que se cierra en sí mismo, abre horizontes, posibilidades. Escribiendo, es posible que el dolor de la falta por la pérdida de alguien amado, se haga un tanto más soportable.

Las palabras con sus agujeros alimentan el deseo que es siempre central en el sujeto. “Desde un comienzo aparece una falta en el campo del lenguaje, causando un relanzamiento de la palabra y del deseo cuando éste se superpone al agujero pulsional” (Nasio,1996, p.84).

(…) una superposición de símbolos, tan compleja como lo es una frase poética, que vale a la vez por su tono, su estructura, sus retruécanos {calembours}, sus ritmos, su sonoridad, es decir esencialmente sobre varios planos, y del orden y del registro del lenguaje.” (Lacan, 1953, p.11-12).

El escritor argentino, Jorge Luis Borges (1923) escribe “Ausencia”, un poema en el cual transmite el dolor provocado por una ausencia y en paralelo el eros que parece acompañar “cada mañana” en la cual algo habrá de reconstruirse.

Ausencia

Habré de levantar la vasta vida
que aún ahora es tu espejo:
cada mañana habré de reconstruirla.
Desde que te alejaste,
cuántos lugares se han tornado vanos
y sin sentido, iguales
a luces en el día.
Tardes que fueron nicho de tu imagen,
músicas en que siempre me aguardabas,
palabras de aquel tiempo,
yo tendré que quebrarlas con mis manos.
¿En qué hondonada esconderé mi alma
para que no vea tu ausencia
que como un sol terrible, sin ocaso,
brilla definitiva y despiadada?
Tu ausencia me rodea
como la cuerda a la garganta,
el mar al que se hunde.

– Jorge Luis Borges (1923)

Ciertas pérdidas suelen acarrear el -sin sentido- de la vida ante el abandono, -sin sentido- como los lugares en los que ya no está la persona, en los que se hace ausente. Sin sentido – como “luces en el día”. “En qué hondonada esconderé mi alma  para que no vea tu ausencia…” – ¿en qué lugar podrá esconder su dolor para que no duela? Algo de lo irrecuperable se recupera y se pierde con cada palabra y en cada palabra. “Músicas en las que siempre me aguardabas”, corresponden ya a otro tiempo –“palabras de aquel tiempo” – acciones que ya no vienen de ese otro, ya no le aguardan y como no están “(…) tendré que quebrarlas con mis manos” para que estén, para que no se vuelvan a hacer presentes, para que desaparezcan. Apunta en cierta forma, a tener una relación con el objeto perdido. Y…”tapar el sol con el dedo” no se puede, porque la ausencia brilla y el sol es terrible, despiadado. La ausencia que aprisiona, “rodea” la garganta donde se siente la angustia, esa que ahora, atraganta.

Por su lado, la escritora uruguaya Cristina Peri Rossi (2001) escribe “El arte de la pérdida”, un poema en el que se deja ver el destierro que implica el exilio, la “liviandad” con la que se vincula con los objetos cuando ya nada parece pertenecerle.

El arte de la pérdida

El exilio y sus innumerables pérdidas
me hicieron muy liviana con los objetos
poco posesiva
Ya no me interesa conservar una biblioteca numerosa
(vanidad de vanidades)
ni colecciono piedras
botellas cuadros
encendedores
plumas fuentes –así se llamaban en mi infancia
las codiciadas e inasequibles estilográficas
Parker y Mont Blanc–
ni necesito un amplio salón para escribir
al abrigo de los ruidos de la calle
y de los ruidos interiores
El exilio y sus innumerables pérdidas
me hicieron dadivosa
Regalo lo que no tengo –dinero, poemas, orgasmos–
Quedé flotando –barco perdido en altamar–
con las raíces al aire
como los nervios de un condenado
Despojada
desposeída
dueña de mi tiempo
Y con él tampoco soy avara:
sería ridículo pretender administrar
un bien desconocido

– Cristina Peri Rossi (2001)

No conserva objetos, ya lo perdió todo y en el intento de no conservar nada (ni la biblioteca numerosa), llegan las palabras a hablar de eso que ya no importa, pero está, esa “vanidad de vanidades”. Regala todo lo que no tiene, como en el amor: “Amar es dar lo que no se tiene”, como decía Lacan. “Flotar” sin pretensión de sumergirse en el deseo –hacer la plancha- para que perder pueda transformarse en arte. “Despojada”, “desposeída” y “dueña de mi tiempo” se presenta el escrito de Rossi, sin “avaricia” y sin faltas…sin pretensiones aunque “como los nervios de un condenado”…Es así como las palabras dicen también lo que – no es -. Hablan, tal vez de un deseo no – desterrado, de una búsqueda de innumerables presencias.

La maravillosa escritora Alejandra Pizarnik, nacida en Argentina, escribe un poema llamado “La enamorada” donde muestra profundo dolor y tristeza porque su amado ya no está en su vida.

La enamorada

esta lúgubre manía de vivir
esta recóndita humorada de vivir
te arrastra Alejandra no lo niegues.
hoy te miraste en el espejo
y te fue triste estabas sola
la luz rugía el aire cantaba
pero tu amado no volvió
enviarás mensajes sonreirás
tremolarás tus manos así volverá
tu amado tan amado
oyes la demente sirena que lo robó
el barco con barbas de espuma
donde murieron las risas
recuerdas el último abrazo
oh nada de angustias
ríe en el pañuelo llora a carcajadas
pero cierra las puertas de tu rostro
para que no digan luego
que aquella mujer enamorada fuiste tú
te remuerden los días
te culpan las noches
te duele la vida tanto tanto
desesperada ¿adónde vas?
desesperada ¡nada más!

– Alejandra Pizarnik (1956)

Aparece en el poema el sentimiento de soledad por parte de Alejandra, que no quiere mostrar: “nada de angustias”, “cierra las puertas de tu rostro para que no digan luego que aquella mujer enamorada fuiste tú”. Pretende revelar fortaleza aunque duela, asumiendo que su amado se fue. Y unas líneas abajo ya “desesperada”, acompañada de su locura, no sabe a dónde ir, llena de dolor que la “arrastra” y que hace que la vida le duela “tanto-tanto”. Autorreferencial en su poema, se muestra a sí misma con dolor “inacabable”, que quiere cortar y no sabe cómo. Invoca a su amado desesperadamente pero este ya no está, entonces: “¡nada más!”

Una breve reflexión final

Hay dolores que permanecerán vivos, dejando cicatrices y algunas heridas más o menos abiertas. Sobre ellas cuesta hablar; como dirá Raquel Capurro (1986, p.11) “La práctica analítica nos muestra que los hablantes maldecimos (…) de la muerte”. Maldición: “mandato para no decir alguna cosa”.

Si bien el Otro es previo al sujeto, es decir, la lengua es previa al sujeto, cada quien, la hace, de cierta forma, suya. Lo insoportable del dolor, puede hacerse más “digerible” en la medida en que se narra, como se puede, con los límites del lenguaje pero también con sus potencialidades. Aquí la literatura con sus escritores/as aporta, moviliza, afecta – se afecta.

En ocasiones, hay abismos entre la razón y los afectos, se puede comprender a nivel cognitivo que alguien ya no está pero cuando se habla de afectos…cuesta un tanto más. Es importante aquí, el lugar del analista, es posible que éste, al acompañar el duelo de un paciente, oficie de un otro simbólico: “Es en torno al duelo que está centrado el deseo del analista” (Lacan, 1960, s.p.) y aquí, también se juegan sus pérdidas. En la medida que apoya a un sujeto en un proceso de duelo, operan también allí sus propias pérdidas y lo que pierde en su tarea de analista. Al respecto Allouch nos dirá que la clínica ES el duelo.

Cuando se pierde entonces, se produce una movilización del campo del significante: “La falta de ese significante que es esencialmente el Falo bajo el velo” (Lacan, 1959, s.p.).

Referencias bibliográficas

  • Allouch, J. (1995). Erótica del duelo en tiempos de la muerte seca. Buenos Aires, Argentina: Literales.
  • Borges, J. L., & Tabernero, P. (2013). Fervor de Buenos Aires:(1923). Grupo Pandora.
  • Capurro, R. (1986). Los trabajos del duelo. En 7°. Cuaderno de Psicoanálisis Freudiano: Montevideo
  • Elmiger, M. E. (2010). La subjetivación del duelo en Freud y Lacan. Revista Mal Estar e Subjetividade, 10(1), 13-33.
  • Finaret, M. (2007). Hacer posible un duelo. En Los des-bordes pulsionales. Editorial Letra Viva: Buenos Aires.
  • Freud, S. (1914) Introducción del Narcisismo. Obras Completas (5 ed) 1989 Bs. As Amorrortu ed. Tomo XIV.
  • Freud, S. (1917/1915) Duelo y Melancolía. En Obras Completas Amorrortu Ed. Tomo XIV Bs. Ass 1989.
  • Freud, S. (1925/1926) Inhibición, síntoma y angustia. En obras Completas. Amorrortu. Ed Tomo XX Bs. As 1989.
  • García, J. (2000). Nociones de duelo y conceptos psicoanalíticos afines. En Depresión. Cuaderno de la Coordinadora de Psicólogos del Uruguay: Montevideo.
  • Goldenberg, M. (2002). Pérdida y Recuperación.
  • Lacan, J. (1953). Lo simbólico, lo imaginario y lo real. La nave de los locos, (7), 46-62.
  • Lacan, J. (1959). Seminario 6: El deseo y su interpretación. Inédito. Clase.
  • Lacan, J. (1960). Seminario VIII: La transferencia. Argentina: Paidós.
  • Lacan, J. (2006). Seminario X: La Angustia. Buenos Aires, Argentina: Paidós. (Originalmente dictado en 1963).
  • Nasio, J. D. (2007). El dolor de amar. Editorial GEDISA.
  • Peri Rossi, C. (2003). Estado de exilio. Visor libros.
  • Pizarnik, A. (1956). La última inocencia. Ediciones Porsía Buenos Aires.
  • Polack, B. H. (2002). Lacan y el Otro. A Parte Rei: revista de filosofía, (21), 6.
  • Stezovsky, A. (1994). El objeto en el duelo y en la melancolía. En la Angustia en la dirección de la cura. Lugar Editorial: Buenos Aires.

Autora: Stefanía Molina Torterolo. Licenciada en Psicología, egresada de la Universidad de la República (UDELAR). Diplomada en Género y Políticas de Igualdad (Primer nivel de Maestría en FLACSO – Uruguay). Actualmente cursa la especialización en Psicoterapia Psicoanalítica en el Instituto Universitario de Posgrado de AUDEPP (Asociación Uruguaya de Psicoterapia Psicoanalítica). Ha publicado artículos a nivel nacional e internacional sobre Género y Psicoanálisis. Ha realizado diversas ponencias sobre feminismo y masculinidades. Docente del Centro de Estudios sobre Masculinidades y Género A.C. Administradora de la plataforma Moodle del CEMasG. Facilitadora en Género y diversidad sexual desde un enfoque LGBT – Queer, en un contexto de DDHH. Capacitada en diversidad sexual, masculinidades, feminismos y sexualidades masculinas. Cuenta con formación específica para la Prevención y Atención de la Violencia Masculina (CECEVIM – GENDES A.C). Trabajó como Psicóloga y docente de sexualidad y género en el Centro Juvenil “Cuatro Vientos” – Organización “El Tejano”. Trabaja en servicio de atención a mujeres en situación de violencia (Plemuu) Psicóloga Clínica de adolescentes y adultos en consultorio particular.

Datos para citar este artículo:

Stefanía Molina Torterolo. (2017). Duelo, literatura y psicoanálisis. Revista Vinculando, 15(2). https://vinculando.org/psicologia_psicoterapia/duelo-literatura-psicoanalisis.html

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Comentarios

  1. alejandra dice

    13 Ago, 2017 en 2:47 am

    horrible, no entendí nada.. no me gustó!

    Responder
  2. Sandra dice

    24 Oct, 2017 en 11:09 pm

    Excelente texto psicoanalítico!

    Responder
  3. Yazmín Paniagua C. dice

    18 Mar, 2023 en 3:38 pm

    Es un texto interesante para pensar la clínica como una re escritura de las pérdidas constantes del vivir, buscando un re vivir, un re significar.

    Responder

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