Resumen
Estamos viviendo una época de cambios vertiginosos a nivel mundial, que han implicado una serie de transformaciones en todos los órdenes, en las diversas sociedades. Uno de los contextos que se ve condicionado en sus acciones es el educativo, en el que se ha precisado ajustar, de manera permanente, políticas educativas que conllevan cambios curriculares que se aplican en las escuelas. Nuestro país, México, no es la excepción. Sus condiciones particulares demandan respuestas educativas que proporcionen a los estudiantes las herramientas pertinentes para afrontar los retos de la sociedad actual, que los lleve a convertirse en ciudadanos que participen de la transformación política, social y económica con una visión de progreso.
Las metodologías centradas en la enseñanza han permanecido mucho tiempo al interior de las instituciones educativas, provocando que las prácticas tradicionales generen alumnos pasivos, que no cuestionan su realidad; debido a esto, no pueden esperarse cambios positivos, ni transformación en los diferentes órdenes de nuestra sociedad. Se precisa cambiar de paradigma educativo a aquel que centra su atención en los estudiantes y sus aprendizajes.
Las comunidades de indagación constituyen una respuesta adecuada a estos cambios en la educación, que se perciben como indispensables. Se trata de promover el aprendizaje colaborativo, cuyo eje es el desarrollo de habilidades comunicativas y sociales que derivan en la construcción de conocimientos. El docente sólo es mediador y guía en este proceso, pues son los alumnos quienes definen en conjunto las estrategias y los métodos para cumplir con los objetivos planteados. El papel del docente, las características de su lenguaje y de los intercambios verbales que usa y promueve con los estudiantes, son de relevancia fundamental para conseguir la conformación exitosa de una comunidad de indagación, que redunde en la construcción reflexiva y crítica de aprendizajes.
Palabras clave: Educación, metodologías, comunidad, lenguaje.
Abstract
We are living in a time of vertiginous changes worldwide, which have involved a series of transformations in all orders, in different societies. One of the contexts that is conditioned in its actions is educational, in which it has been necessary to permanently adjust educational policies that entail curricular changes that are applied in schools. Our country, Mexico, is no exception. Their particular conditions demand educational responses that provide students with the relevant tools to face the challenges of today’s society, leading them to become citizens who participate in political, social and economic transformation with a vision of progress.
Teaching-centered methodologies have long remained within educational institutions, causing traditional practices to generate passive students, who do not question their reality; Due to this, positive changes or transformation in the different orders of our society cannot be expected. It is necessary to change the educational paradigm to those who focus their attention on students and their learning.
The communities of inquiry constitute an adequate response to these changes in education, which are perceived as indispensable. It is about promoting collaborative learning, whose axis is the development of communicative and social skills that derive in the construction of knowledge. The teacher is only a mediator and guide in this process, as it is the students who together define the strategies and methods to meet the objectives set. The teacher’s role, the characteristics of his language and the verbal exchanges that he uses and promotes with the students, are of fundamental relevance to achieve the successful formation of a community of inquiry, which results in the reflexive and critical construction of learning.
Keywords: methodologies, education, language, community
Introducción
Ante un mundo que está en continuo proceso de cambio, el sector educativo debe buscar las estrategias adecuadas, para dotar a los estudiantes de herramientas que les permitan adaptarse a las demandas en continua transformación, en contextos laborales, sociales y económicos. Lo anterior obedece, entre otras cosas, al crecimiento vertiginoso de la información y al acelerado avance de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones -TIC´s-(Montes de Oca & Machado, 2011).
La búsqueda de metodologías que respondan a las demandas actuales en el ámbito educativo, con el objetivo de que aporten mayores oportunidades a los estudiantes en el logro de aprendizajes significativos, ha llevado a explorar diversas opciones. De acuerdo con diferentes estudios (Biggs, 2005; Kemper, 2009; Monereo y Pozo, 2003; citados en Gargallo, 2017), se ha comprobado que el modelo educativo tradicional aún es una práctica común al interior de las aulas. Sin embargo, las metodologías centradas en el aprendizaje o en el alumno, están ganando cada vez mayor terreno. Estas tienen como objetivo favorecer la construcción reflexiva y autónoma de aprendizajes significativos en los estudiantes, al mismo tiempo que promueven habilidades metacognitivas y de autorregulación, que son de vital importancia para el logro de los objetivos educativos.
Los métodos de aprendizaje se han definido como “procesos de formación, que abarcan y estructuran una acción formativa completa” (INAP, 2013, p. 1). En el método tradicional se hace una exposición central de los contenidos por parte del docente, y se introducen actividades prácticas, debates y exámenes como métodos de evaluación para corroborar los aprendizajes. Se considera al docente como la fuente principal de información y conocimiento, que tiene la responsabilidad de transmitirlos, para que los alumnos los reproduzcan. De esta manera, se convierte en el único garante en el cumplimiento de contenidos curriculares, metodología y sistema de evaluación. La interacción entre el alumno y el docente es mínima y las actividades de aprendizaje se basan principalmente en la memorización, toma de apuntes y repetición. En estos casos, el papel de los alumnos es pasivo y el docente se convierte en protagonista en el aula (Gargallo, 2017).
Existen, por otra parte, métodos que no sólo buscan ser un proceso de formación, sino que pretenden crear ambientes que motiven el interés de los estudiantes, para que se conviertan en parte activa al construir sus aprendizajes. Este enfoque, centrado en el aprendizaje, requiere de los docentes un cambio importante, en la manera de pensar y de desarrollar su práctica. El compromiso del aprendizaje es compartido, lo mismo que el control de contenidos y la organización didáctica, lo que implica un cambio de paradigma, al dejar de lado el que busca sólo enseñar de manera repetitiva y adoptando un modelo transmisivo-receptivo.
Este tipo de enfoque se basa en la teoría constructivista y sociocultural del aprendizaje, que consiste en “un proceso activo y consciente, que tiene como finalidad la construcción de significados y la atribución de sentido a los contenidos y experiencias por parte de la persona que aprende” (SEP, 2012, p. 1).
Las tecnologías, como parte de las nuevas sociedades, promueven diferentes formas de organización y comunicación. A este respecto y como parte de las metodologías centradas en el aprendizaje, las comunidades de la indagación constituyen un modelo desarrollado por Garrison, R. &, Anderson, T, & Archer, W. (citados por González & Herrera & Díaz, 2015). Las comunidades virtuales de aprendizaje se basan en el constructivismo y la colaboración. Se define a la comunidad de indagación como “la conformación de un grupo de personas con metas en común respecto a un objetivo de estudio. Los integrantes asumen que la socialización del conocimiento representa beneficios para el conjunto por lo que los alcances en términos de aprendizaje son más efectivos” (Garrison & Andersen, 2000, p. 74). Es considerada como un cambio de paradigma en contraste con la educación tradicional, pues se requiere del alumno el desarrollo de un pensamiento filosófico a través de la indagación, es decir, aprende a construir saberes a nivel individual y proyectarlo en un trabajo colaborativo, lo cual favorece una identidad democrática.
En este tipo de comunidades se espera que los estudiantes aprendan de manera autónoma y colaborativa, lo cual implica que tengan lugar factores como disciplina, motivación, organización y autorregulación, aspectos que hacen posible el aprendizaje en una comunidad y que son interdependientes entre sí. Existen dimensiones por considerar en las comunidades de indagación, como son:
- Presencia Cognitiva
- Presencia Social
- Presencia Docente.
De acuerdo con lo que plantean Darlene González, Edith Herrera y Enrique Díaz (2015), la presencia cognitiva se genera con base en un proceso de indagación que consta de cuatro fases: detonación (se genera interés en el estudiante), exploración (se producen ideas a través de intercambios), integración (tiene lugar el aprendizaje significativo a partir de la reflexión) y resolución (se consolida el aprendizaje a partir de la aplicación de lo aprendido).
La presencia social se describe como “la habilidad que tienen los estudiantes para proyectarse social y emocionalmente como personas reales, a través del medio de comunicación utilizado” (González, 2015, p. 76). A través de este factor, se genera un ambiente de confianza entre los participantes y se desarrolla un sentido de pertenencia en el grupo. Esto contribuye a establecer canales importantes de comunicación.
En relación con la presencia social, se ha mencionado que favorece relaciones positivas entre los integrantes, de manera que fortalece el sentido de pertenencia en el grupo, lo cual finalmente contribuye de manera fundamental en los aprendizajes de todos los miembros. Estas relaciones no se darían sin los elementos de interacción y colaboración que se potencian por elementos como la comunicación afectiva, comunicación abierta y cohesión de los integrantes de la comunidad, (Gutiérrez & Gallego, 2017).
Por último, la presencia docente es el elemento que facilita y dirige los procesos cognitivos y sociales, con el propósito de lograr resultados valiosos de tipo tanto educativo como personal. Representa un puente entre lo cognitivo y lo social. El docente tiene tres funciones fundamentales: organiza lo referente al ambiente de aprendizaje, estableciendo objetivos y estrategias de enseñanza y de evaluación; favorece la participación, moderando las intervenciones de los participantes; finalmente, ofrece retroalimentación a las intervenciones.
El estudio mencionado tuvo entre sus objetivos analizar los elementos sociales en las comunicaciones virtuales, mostrando que la cohesión y la comunicación afectiva son los elementos que se reconocen -por los miembros de la comunidad de indagación- como los más significativos, por encima de la comunicación abierta.
Lo anterior nos lleva a reflexionar acerca de la importancia de la comunicación en una comunidad educativa, sea ésta virtual o presencial. Es importante mencionar que representa un reto para los docentes lograr una comunicación efectiva entre los miembros de un grupo o comunidad. Esto se debe, entre otras cosas, a que el docente no maneja los mismos modelos de comunicación que los aprendices. En general, éste se conduce con un lenguaje instruccional, conceptual, analítico, crítico, mesurado e incluso filosófico. Por su parte, los estudiantes, con base en sus diversos contextos socioculturales, manejan un lenguaje abreviado, espontáneo, emocional y abundante en códigos.
Las razones por las cuales la comunicación alumno-docente encuentra obstáculos son variadas: desde la brecha generacional, hasta la creencia de que el lenguaje usado por el docente debe ser formal y basado en la enseñanza tradicional.
Diferentes teorías abordan la interacción comunicativa como factor fundamental en el proceso enseñanza aprendizaje. La revisión de fuentes bibliográficas -en las que se analiza el éxito de una comunidad de aprendizaje y que consideran la labor docente como un factor clave para la consecución de objetivos educativos- muestra que existen diferencias entre la definición de categorías y conceptualizaciones sobre el tema (Chiecher & Donolo, 2013), lo que exige una exploración más amplia al respecto.
Para lograr una mayor claridad del tratamiento del tema, se precisarán los siguientes conceptos: lenguaje, comunicación y comunidad de indagación.
Se entiende como lenguaje la capacidad que tiene el ser humano para interpretar el mundo, el propio y el que le rodea, de modo que estas construcciones son reflejo del universo personal, más el cultural, de manera que se estructura y cambia de manera constante con base en la interacción con el otro; esta capacidad nos permite, como docentes, comunicarnos con nuestros alumnos todos los días. De acuerdo con Claude E. Shannon y Warren Weaver, en la acción comunicativa existen elementos: fuente de información, transmisor, receptor, destino, un canal, ruido semántico y receptor semántico; este esquema parece muy limitado para el análisis que nos ocupa, ya que en la práctica el docente está cada hora estableciendo comunicación con un cierto número de receptores diferentes e interpretando múltiples mensajes, enviados casi de manera simultánea, viéndose precisado a hacer diferentes interpretaciones que no siempre arrojan conclusiones correctas.
Viviana Mancovsky (Keil, 2011) considera que la palabra del maestro constituye un discurso singular, y este modo particular de dirigirse a sus alumnos llega a etiquetarlo dentro de una cultura, en la que se le considera “el que explica siempre”, “el que habla mucho” […] (p. 22) De este modo explica que, a través del instrumento privilegiado de su trabajo, es decir la palabra, produce efectos en quien la recibe y crea destinos escolares. La educación basada en la comunicación y el diálogo que genera consensos y acuerdos, fortalece la relación pedagógica y de vinculación. Esta relación se considera clave para la mejora de la calidad educativa.
Por lo tanto, se define a la comunidad de indagación como “la conformación de un grupo de personas con metas en común respecto a un objetivo de estudio. Los integrantes asumen que la socialización del conocimiento representa beneficios para el conjunto por lo que los alcances en términos de aprendizaje son más efectivos” (González & Herrera & Díaz, 2015, p.74).
El objetivo que se persigue en este artículo es identificar las características del lenguaje que puede emplear el docente, para favorecer la comunicación en una comunidad de indagación, a través de la revisión, análisis bibliográfico y experiencial.
Estado de la cuestión
La curiosidad de los estudiantes los lleva a indagar lo que no conocen, les atrae y emociona el poder descubrir algo. En 1968, el filósofo Matthew Lipman, profesor de la Universidad de Columbia, refiere que los niños y niñas poseen la capacidad de asombro que da origen al pensamiento filosófico, y es tarea del educador motivarlo a descubrir y buscar respuestas, ya que sólo se aprende lo que es significativo para cada persona, lo que tiene sentido (Accorinti, 2002).
Es necesario enseñar a pensar, a juzgar y a reflexionar para llegar a ser autónomos y responsables (Brenifier & Ruillier, 2006); llevar a los estudiantes a que sean capaces de construir sus propias ideas, mediante el diálogo filosófico entre niños y niñas en la comunidad de indagación, un ambiente en donde el pensamiento es el centro del juego intelectual que los enseña a crecer y a aprender a aprender. (Richard, 2009)
El lenguaje, como capacidad del ser humano, ha sido estudiado por lingüistas, como Ferdinand de Saussure o Mauricio Swadesh –concepto que han distinguido del de lengua-, autores que lo reconocen como instrumento de comunicación y elemento unificador e identificador de culturas.
Desde el ámbito educativo este concepto ha ganado terreno. El aula es un universo de lenguajes (oral, escrito, corporal) y metalenguajes. Una de las posturas más interesantes en el tema lo concibe como modificable, con base en la convivencia, el diálogo, la comunicación colaborativa, que impacta los contextos en los que cada alumno se desarrolla.
El lenguaje es considerado como una facultad individual que se desarrolla en un entorno social, de modo que se consolida, reflexiona y evoluciona a partir de la convivencia con el lenguaje del otro. De acuerdo con Habermas, “la acción comunicativa está basada en la reciprocidad comunicacional lingüística” (Rodríguez, 2013, p. 47).
En el tópico de las interacciones en el ambiente educativo, es una tendencia generalizada focalizar la atención en sus aspectos cognitivos, en referencia al impacto de dichas interacciones en el aprendizaje. Sin embargo, se ha llamado la atención sobre aspectos fundamentales relacionados sobre las habilidades para el trabajo en equipo. De acuerdo con Chiecher & Donolo (2013), la comunicación en su dimensión afectiva y social parece que no guarda relación con el aprendizaje de los contenidos de un curso, e incluso puede ser considerada una interferencia. Sin embargo, de acuerdo con diversas investigaciones (por ejemplo Pérez, 2009; Chiecher & Donolo, 2013; Gutiérrez & Gallego, 2017) se le ha revalorado como un apoyo en los procesos cognitivos.
Lo anterior, lleva a reflexionar acerca de la importancia del tipo de relación comunicativa que el maestro lleva a cabo en su práctica docente. Si el profesor se convierte en un guía o facilitador, priorizando la participación de sus alumnos en la construcción de aprendizajes, favorecerá en gran medida el éxito en la tarea de formar individuos críticos y con autonomía para aprender (Cabrera, 2003).
Marco metodológico
Este estudio, como ya se ha señalado, tiene como objetivo identificar las características del lenguaje docente que influirán positivamente en la comunicación en una comunidad de la indagación.
La metodología usada en esta investigación es descriptiva, ya que, partiendo de una revisión documental, se describe y analiza la importancia del discurso que el docente usa en el aula y ante las comunidades de indagación; y cualitativa, porque se basa en estudios que construyen sus conclusiones a partir de observaciones en contextos naturales que generan valoraciones de corte empírico.
En una sociedad como la nuestra, en la que procesos como la democracia, la equidad y la justicia prevalecen, es necesario que los individuos desarrollen y fortalezcan su facultad lingüística. Esto podrá ser posible a través del trabajo cotidiano y consciente de los actores educativos, principalmente; partiendo de que el primer ambiente socializador del niño es la familia, se podría pensar que ésta tiene un papel importante en el desarrollo de las habilidades comunicativas. Sin embargo, estudios como el de Argiro Velázquez Pérez (2007), señalan que el lenguaje que los niños adquieren en el seno familiar no es suficiente ni los prepara para una futura inserción en su evolución educativa, social o laboral.
Es el ámbito educativo el que se constituye como la principal plataforma de formación de los estudiantes, favoreciendo el desarrollo no solo de los aspectos cognitivos, sino de cómo estos conocimientos son usados en conjunto con otras habilidades adquiridas, tales como las operativas, sociales y morales.
El lenguaje es1 la herramienta por excelencia utilizada por los docentes para el desarrollo de su práctica con alumnos y toda la comunidad escolar; en la comunicación con el alumno, debe presentar características específicas, mencionando, algunas son, que se adecue a la edad cronológica y desarrollo cognitivo de sus alumnos; esto podría ampliar las posibilidades de que el estudiante desarrollara una mayor plasticidad en su lenguaje y tenga lugar la comunicación.
El lenguaje es la capacidad primordial para la construcción de conocimiento en el niño: de él mismo, del otro y de su realidad2. El ambiente escolar requiere de la práctica del lenguaje oral y escrito, el trabajo en comprensión lectora y la escucha atenta (Miranda, 2011). En este sentido, la interacción dialógica cobra una importancia fundamental. Las Comunidades de Indagación, son una metodología centrada en el aprendizaje, que privilegia el uso del diálogo entre pares para el desarrollo del pensamiento crítico y reflexivo, que favorece la conformación de individuos autónomos y con herramientas cognitivas y sociales que los llevarán finalmente a contribuir en la generación de una sociedad más justa, democrática y equitativa.
La comunicación en el aula debe contar con características como: coherencia, claridad, organización, empatía, flexibilidad, libertad, con creatividad y juicio crítico.3 El papel que juega el docente es fundamental, ya que debe dirigir y orientar el diálogo cumpliendo con estas características. Esto constituye un reto para él, debido principalmente a que el tipo de comunicación que practica es unilateral y autocrático, creando un ambiente en el que predominan las metodologías tradicionales de enseñanza.
La comunidad de indagación, como parte de las metodologías centradas en el aprendizaje, rompe con el paradigma tradicional, favoreciendo una educación activa en la que el conocimiento se construye y se reconstruye a través de la discusión filosófica, creando el pensamiento complejo, en el que el alumno razona, piensa y genera diálogo, confiado en que sus puntos de vista serán escuchados y respetados; tanto el alumno como el docente son susceptibles de modificar sus posturas a través de estos intercambios4.
De acuerdo con Jünger Habermas, la comunicación es fundamental, ya que posibilita el consenso y con ello se genera compromiso entre los participantes de dicha interacción en el cumplimiento de metas establecidas. Lo anterior constituye una condición indispensable en el funcionamiento de las comunidades de indagación. Es ahí en donde el papel del docente cobra relevancia, ya que éste requiere la construcción de ambientes activos de aprendizaje en donde se use un lenguaje que genere el diálogo razonado, constante, creativo y auténtico. En un ambiente con estas características se manifiesta la heterogeneidad en la que insistía Saussure, pues el docente debe entender al lenguaje de sus alumnos como algo inacabado y perfectible…igual que su propio lenguaje, en que influye el contexto biopsicosocial (Vygotsky, 1983).
De acuerdo con lo expuesto hasta el momento, se propone que los docentes consideren formas de enriquecer su lenguaje áulico, además de poner en práctica estrategias innovadoras en el aula, tal como se plantea en el apartado siguiente.
Lenguaje y comunicación bajo otra visión
En términos generales, los modelos de comunicación contemplan elementos comunes en un proceso que se establece de uno a uno. Este no es el panorama del aula: debemos rescatar y aplicar ideas más revolucionarias5. La palabra del docente, su lenguaje, se enriquecerá en la medida en que logre conectar con los intereses (lo conocido, habitual y apreciado) de los alumnos. A través del conocimiento del vocabulario, estructuras sintácticas, neologismos, anglicismos, uso de símbolos y lenguaje corporal, el maestro generará la identificación con los alumnos, que se mostrarán más abiertos y sensibles a las propuestas del profesor. Esta forma de trabajo no implica copiar los modelos lingüísticos de los adolescentes, sino conocerlos y entender cómo operan, qué les ofrecen. Lo que el estudiante escucha en el aula (que puede llegar a coincidir con aquello que percibe fuera de la escuela) debe adquirir un significado nuevo, profundo, lógico; desarrollando así un sentido crítico y autorregulatorio de la expresión.
La propuesta anterior lleva implícita la modificación actitudinal del docente frente a la expresión del adolescente; la mente abierta a nuevos conocimientos deberá iniciar por el docente. El nuevo modelo de comunicación del docente estará permeado por un lenguaje provocativo de nuevos significados y posibilidades en crecimiento. Según Luis Alfredo Miranda (2011), el lenguaje, para comunicar, requiere primero de un proceso de selección, el hablante; alumno/o docente requiere decir algo en el aula que no sea repetición, sino producción, e incluso creación. Este desarrollo del lenguaje (del docente y del alumno) representará una herramienta de conocimiento y acompañamiento en los procesos de enseñanza aprendizaje.
Es importante el factor actitudinal docente, pues le permite dejar el papel protagónico en el aprendizaje a los alumnos, usando metodologías centradas en el aprendizaje, tales como las comunidades de indagación. Aspectos como la cohesión y la comunicación en un grupo, como se abordó en este trabajo, proporcionan oportunidades únicas de aprendizaje. Los intercambios verbales entre los estudiantes, aun cuando se considere que en apariencia son ajenos a la tarea, abonan de manera fundamental a la integración del grupo, contribuyendo a mantener los objetivos y el compromiso del grupo (Gutiérrez y Gallego, 2017). Al respecto, se señala que “cuando la presencia social es alta, los participantes se sienten más comprometidos e involucrados en el proceso de grupo” (Chiecher & Donolo, 2013, p. 48).
Los estudiantes son reconocidos como sujetos dialogantes con posibilidades importantes de participar en la construcción de los ambientes educativos y sociales, pues aprenden a través de la comunicación con el otro, al argumentar, colaborar y construir. Este punto de vista se desprende de la Teoría de la Acción comunicativa de Habermas, que dirige la atención hacia la razón comunicativa en el aula y nos brinda orientaciones fundamentales en relación al papel del docente al interior de las aulas, principalmente promoviendo el diálogo, y con ello la construcción de ideas en colectivo y su argumentación, favoreciendo de manera permanente el aprendizaje crítico y reflexivo (Rodríguez, 2013).
La fortaleza de una comunidad de indagación se hace evidente también a través del lenguaje y sus innovadoras fórmulas de comunicación. La relación entre los elementos analizados en este documento requiere de un tratamiento que parta de búsquedas en común, y a ello se llega sólo recurriendo a procesos lingüísticos frescos, edificados a partir de la concepción del otro y su lenguaje como universos vivos y con potencialmente perfectibles.
Conclusiones
Los universos lingüísticos son personales, distintos entre el alumno y el docente, por lo que es imprescindible que esas fronteras no sean insalvables, sino una oportunidad para reelaborar los lenguajes y formas de comunicación.
Los maestros en el México actual trabajan con lo que llega a su aula, de esa manera es como debemos seguir actuando: ¿por qué tratar de alterar el lenguaje del estudiante si es una materia cargada de significación para él o ella? Hay que formar nuevas facultades comunicativas, que permitan al alumno saber que es entendido, aceptado, respetado. La propuesta de este artículo es tomar en cuenta la parte emocional tomando en cuenta la inclusión, participación, en la construcción de nuevos individuos.
El papel del docente, ante los nuevos retos y demandas educativas, debe sufrir una transformación, tanto en sus convicciones como en sus acciones educativas al interior de las aulas; las prácticas educativas tradicionales, bajo enfoques metodológicos centrados en la enseñanza, deben concluir y hacer un cambio de paradigma, hacia las metodologías centradas en el alumno y en el aprendizaje. Lo anterior lleva a dejar de lado el papel protagónico del docente, ubicándolo como agente de cambio, cuya mirada debe centrarse en los alumnos y sus procesos cognitivos; promover el aprendizaje autónomo, lo que implica necesariamente favorecer el intercambio en la comunicación entre alumnos y profesor, de carácter circular, de manera que en esta interacción se manifieste una retroalimentación constante, que permita la construcción conjunta de significados, que en una comunidad del indagación este nuevo pensamiento permite que el alumno pueda buscar nuevas formas de aprendizaje autónomo, ya sea virtual o presencial.
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- Algunos autores lo conciben como habilidad, otros como capacidad y, en el caso de Ferdinand de Saussure, facultad, sin embargo todos reconocen que por naturaleza está presente en todos nosotros.↩︎
- “El estudio del lenguaje comporta, pues, dos partes: la una, esencial, tiene por objeto la lengua, que es social en su esencia e independiente del individuo; este estudio es únicamente psíquico; la otra, secundaria, tiene por objeto la parte individual del lenguaje, es decir, el habla, incluida la fonación, y es psicofísica” (Saussure, 1945, pp. 45-46).↩︎
- Las características del deber ser de la comunicación en el aula varían según el autor que se consulte. Invitamos al lector a enriquecer esta lista con las cualidades comunicativas que considere necesarias.↩︎
- En la comunidad de la indagación el desarrollo del pensamiento cognitivo tendrá lugar de acuerdo con las capacidades intelectuales de cada estudiante, lo cual lo llevará a aprender a aprender.↩︎
- Como la del modelo de Tuba, de Wilbur Schramm, que permite visualizar la comunicación de uno a muchos, tal como sucede en el aula. Este tipo de modelos hace que salgan a la superficie minucias del lenguaje que, como profesionales de la docencia, debemos tomar en cuenta.↩︎
Autoras: Mtra. María del Carmen Gutiérrez Salcido [email protected]; Mtra. Dulce María Medellín Frausto [email protected]; Mtra. Haydee Myriam Ramírez Sánchez [email protected].
Datos para citar este artículo:
María del Carmen Gutiérrez Salcido, Dulce María Medellín Frausto, Haydee Myriam Ramírez Sánchez. (2019). Características del lenguaje y comunicación docentes que favorecen una comunidad de indagación. Revista Vinculando, 17(2). https://vinculando.org/psicologia_psicoterapia/lenguaje-y-comunicacion-docentes-que-favorecen-la-indagacion.html
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