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Desarrollo
Desde la perspectiva fenomenologica existencial se considera que la naturaleza del ser humano consiste en ser experiencia aquí y ahora. Sin embargo, esta premisa fundamental tiende a disolverse por completo cuando encaramos alguna experiencia conceptualizada como "trastorno mental" o cuando enfrentamos cualquier tipo de sufrimiento emocional intenso. En estos casos, la perspectiva que ocupa el lugar dominante es la visión que se sustenta en los discursos de la generalidad, de la clasificación y de la deficiencia o enfermedad. Desde estos discursos, la persona con algún "trastorno mental" deja de ser la experiencia fenomenologica del instante y se convierte en una idea que corresponde a una abstracción general.
Acto seguido, la persona es incluida en un cuadro clínico que lo define y lo explica, y se le cataloga como "enfermo", con todas las repercusiones personales y sociales que esto implica. El ser inaprehensible del fenomenólogo que se co-construye en la temporalidad queda borrado de la escena y es sustituido por una cosa estática y malograda que debe ser intervenida por el experto conocedor.
Incluso al fenomenólogo existencial le puede resultar muy difícil encontrar un ser humano en alguien que ha sido clasificado como "esquizofrénico catatónico" o "depresivo mayor". Es decir, puede tener serios problemas para descubrir a una persona que simplemente "ve y oye" situaciones que la mayoría de las personas no alcanzamos a ver ni a oír, o a alguien que es capaz de mantenerse por horas en una misma posición corporal y que escasamente se relaciona con los demás, o a una persona que sólo experimenta un dolor inmenso y que sus niveles de actividad han disminuido ostensiblemente.
Le resulta muy difícil establecer una relación de igualdad y respeto con estos "enfermos", como sí lo podría hacer con cualquier otra persona "normal". Es decir, no puede relacionarse con ellos sin tener que recurrir a cuidados especiales ni a experimentar congoja o desprecio por su condición.
Probablemente, ni siquiera podría imaginar que estas personas "enfermas" pudieran ser capaces de convivir igualitariamente con nosotros, en un ambiente social que también fuera de su pertenencia y que se adecuara a su peculiar forma de existir.
La experiencia que cada persona encarna puede asumir diferentes tonalidades de algunas de las siguientes características, sin importar la clase de experiencia de que se trate: * Estar más cerca de una "normalidad estadística" o más alejada de ella.
- Generar mayor o menor grado de sufrimiento o gozo.
- Extenderse a muchas situaciones personales de vida o focalizarse sólo en alguna de ellas.
- Ser personalmente o socialmente deseable, o no serlo.
- Impedir o disminuir un determinado número de posibilidades (crecimiento, madurez, desarrollo, autenticidad, etc.), o promoverlas.
- Estar más acorde al discurso y práctica de vida, o no estarlo.
- Adquirir intensidades mayores, o no adquirirlas.
- Aparecer con mayor frecuencia o con menor frecuencia en diferentes momentos y situaciones de la vida.
- Ser un obstáculo para alcanzar aquello que la persona se proponga, o favorecerlo abiertamente.
- Durar toda la vida o gran parte de la vida, o mantenerse presente sólo durante ciertos segmentos de tiempo.
En otras palabras, son muchas las cualidades que alguna experiencia puede asumir en determinadas circunstancias, pero ningún conjunto peculiar de características constituye un prototipo a priori de existencia ni puede erigirse como el criterio- rey que posea la facultad para dictaminar la condición de salud o enfermedad de alguna de ellas.
Sin importar sus características, cualquier conjunto de experiencias sólo hace alusión a una forma, un estilo, un modo o un tipo de ser en la existencia, es decir, la experiencia que somos sólo es una de las tantas maneras de ser que una persona puede encarnar en este mundo.
Por eso, los casos diagnosticados como "trastornos mentales" tampoco indican ningún tipo de anormalidad por sí mismos. Acaso sólo indican alguna anormalidad respecto a algún contexto específico o, desde el ángulo fenomenología), este tipo de experiencias solamente nos indican la variedad de ser, única e infinita, del ser humano.
En realidad, cualquiera de estas formas de existencia pueden ser mejores o peores, dolorosas o placenteras, adaptadas o inadaptadas, funcionales o disfuncionales, racionales o irracionales, sanas o enfermas, pero sólo de acuerdo al contexto sociocultural en que ocurran. El contexto sociocultural es el criterio de clasificación de esta diversidad única de ser de cada persona, y no algún mecanismo oculto y misterioso de la mente.
Pero la diversidad en sí misma sólo expresa la existencia de dicha diversidad, porque no entraña necesariamente ningún tipo de anormalidad o de alteración, ni requiere ningún tipo de reajuste o tratamiento, excepto por aquellas exigencias impuestas desde este contexto.
Pero volvamos a considerar la posibilidad de "la experiencia enferma" y hagamos la siguiente pregunta: ¿Bajo qué circunstancias podría concebirse realmente una "experiencia enferma"? La respuesta es que esto sólo podría suponerse desde una perspectiva teórica patologizante. En otras palabras, para que fuera posible concebir que una experiencia pudiera "enfermarse" tendríamos que considerarla como una estructura con un funcionamiento predeterminado, es decir, como una condición que estuviera regida por determinadas leyes que la naturaleza dictara.
Visto así, la experiencia tendría que ser algo semejante a un órgano corporal, a un músculo, a una planta o a una máquina, esto es, a algo que ya poseyera una esencia que la rigiera y la dirigiera.
Pero entonces la experiencia se convertiría, en rigor, en una "experiencia-esencia", lo cual es un contrasentido desde la perspectiva fenomenológica. La idea de una "experiencia enferma" nos hablaría de una cosificación de la experiencia, de una predeterminación o esencialización, de un tipo único, específico y originario de ser, de vivir, de sentir, de pensar y de expresarse en cualquier momento o lugar, que sería dictado por una naturaleza innata precedente. Esta "experiencia enferma" sería una "cosa que ha dejado de funcionar con la naturalidad con que debería hacerlo".
Una "experiencia" con estas características ya no sería el equivalente de la existencia misma sino tan sólo una mera "expresión de dicha existencia". Es decir, no sería un fenómeno sino un epifenómeno, con lo cual dicha experiencia estaría supeditada a ciertas condiciones fijas que la definirían y la calificarían. Y, por consecuencia, esta "experiencia-esencia", sana o enferma, tampoco poseería la capacidad originaria de pensar, sentir o elegir por sí misma porque tales expresiones de autonomía existencial estarían sujetas y dominadas por las "normalidades" (o las "anormalidades", según sea el caso) de la forma y el funcionamiento que privaran en su propia condición natural de esencia.
Así, la experiencia ya no sería la existencia ni la persona misma. La experiencia sería un acontecimiento más, bueno o malo, sano o enfermo, de una esencia prístina que reflejaría la suma original del ser humano.
No obstante, es imposible negar la existencia de estas "experiencias enfermas", así consignadas por el discurso patologizante, pese a que la perspectiva fenomenológica sólo las considere parte de la pluralidad de formas de ser en el mundo de cada persona. Tampoco podemos negar que sean condiciones claramente "anormales", aunque sólo lo sean porque se aparten de los estándares sociales establecidos.
En definitiva, hay una coincidencia general en que este tipo de experiencias no se corresponden con la norma mental, emocional ni comportamental aprobada. Las características existenciales de las personas diagnosticadas con "trastorno mental" contravienen drásticamente la normatividad convencional. Estas personas ven y oyen cuestiones que la norma no aprueba, experimentan estados de ánimo eufóricos o disfóricos que sobrepasan los límites eutímicos fijados, presentan comportamientos y reacciones que se alejan del patrón conductual y temperamental permitido. Pero tampoco vayamos a suponer que esta norma oficial es un criterio abstracto de regulación social.
Por el contrario, esta norma se halla presente en cada aspecto concreto de nuestra vida social y personal cotidiana. La hallamos en el diseño de la ciudad, de nuestras casas, de nuestros gustos, de las costumbres, en los horarios de las diversas actividades, en la vestimenta, en el tipo de distracciones, en la forma de relacionarnos entre amigos, familiares y desconocidos o en el tipo de aspiraciones. Cualquier cosa que imaginemos, salvo que también seamos una persona "anormal" en algún aspecto o en muchos, es una expresión palpable de esta norma social. Traemos atravesada la "norma" en cualquier cosa nuestra. Y, sin duda, las personas diagnosticadas con "trastorno mental" se apartan en muchos sentidos de esta norma contextual inevitable.
Asimismo, las personas diagnosticadas con "trastorno mental" tienden a ser "disfuncionales" en un amplio grado. Difícilmente podrían mantener un ritmo de "funcionamiento" como la norma aprobada lo dicta porque sus características mentales, emocionales y conductuales no se lo permitirían. Empero, esta disfuncionalidad múltiple no es una formulación abstracta de alguna teoría caprichosa, porque cualquier espacio, tiempo y movimiento social sería probatorio de su indiscutible manifestación.
No obstante, esta "disfuncionalidad" sólo es aplicable en los contextos en que dicha norma rige. Debe quedar claro que la "disfuncionalidad" sólo existe respecto al sistema que la indica, porque dicho sistema es quien evalúa, diagnostica y prescribe los tratamientos correspondientes. O sea, la "disfuncionalidad" no es una condición natural a la que es proclive el ser humano, sino una construcción social del mundo que habita. Lo funcional, lo deseable y lo normal sólo ocurre dentro de un sistema particular de comprensión.
Una característica sobresaliente de las personas diagnosticadas con "trastorno mental", o incluso de muchas otras personas que no son diagnosticadas de esta manera, es la presencia de un sufrimiento emocional de altas magnitudes. Sin embargo, gran parte de este sufrimiento también es una construcción social porque está preñado de significados y exigencias sociales que son propios del contexto donde ocurren.
Es sorprendente reconocer que este tipo de significados y exigencias, impuestas por el ser humano al propio ser humano, conducen a situaciones dolorosas que, de otra manera, no sucederían jamás. Otra importante vertiente de este sufrimiento humano es de origen biológico y, otra más, es ocasionada por la presencia natural del dolor en la existencia cotidiana del ser humano.
El dolor, pero no el sufrimiento emocional extremo, es inherente a la naturaleza biológica del ser humano y a su existencia. En cambio, el sufrimiento emocional extremo es principalmente una construcción de carácter social.
Este sufrimiento emocional, así como las formas "sintomáticas" que adquiere y las restricciones subsecuentes de la funcionalidad, son intencionales, es decir, son experiencias "de algo" porque implican un movimiento y apuntan hacia una dirección determinada, y esta experiencia de algo es la situación existencial que encarna la persona en cada instante de su vida. No existe un sufrimiento emocional en sí mismo, porque el sufrimiento no es una entidad con vida propia, ni es un objeto mental o emocional que la persona pueda o deba quitarse de sí misma como si tratara de algo extraño a él. El sufrimiento emocional es una vivencia de la persona bajo determinadas situaciones o, dicho con propiedad, es aquello en que la persona se convierte en un espacio y un tiempo específicos cuando se arroja en alguna dirección.
Ahora bien, aunque hemos dicho que es imposible clasificar a la experiencia en virtud de su indiscutible carácter único, singular y temporal, vamos a proponer una ordenación fenomenológica emergente, de las experiencias clasificadas como "trastornos mentales", a manera de agolpamiento propositivo, con el único objetivo de acercarnos a la postura psicopatológica para reconocer y darle legitimidad a la presencia de estas "experiencias enfermas" y poderlas comprender desde una perspectiva fenomenológica existencial. No obstante, sabemos que un ordenamiento de esta naturaleza resulta finalmente ocioso.
Hacemos esto porque es evidente que las experiencias clasificadas como "trastornos mentales" sí existen y la perspectiva fenomenológica existencial también las reconoce, pero no con el carácter de "trastornos mentales" sino como un tipo más de la amplia gama de experiencias que los seres humanos pueden llegar a vivir.
Tal es como, este particular tipo de experiencias podría ser visualizado desde la perspectiva fenomenologica existencial en los siguientes términos:
- EXPERIENCIAS EMOCIONALES DOLOROSAS, con o sin participación de condiciones naturales, o con o sin algún grado de funcionalidad propia.
Son experiencias desagradables que restringen diversas posibilidades de vida, aunque también son capaces de generar posibilidades nuevas. Se distinguen por la presencia de un dolor emocional muy intenso que puede adquirir formas de expresión anímica, corporal, mental, relacional o actitud i nal.
Desde la visión psicopatologizante, serían el equivalente de la neurosis. Para algunos fenomenólogos, la neurosis es una "angustia de dimensiones clínicas que envuelve en un círculo a la persona que la sustrae de la vida".
En estas Experiencias Emocionales Dolorosas se pueden incluir las experiencias de depresión, angustia, disociación, somatización, o de actitudes generales y emotivas disfuncionales como la inseguridad, posposición, perfeccionismo, baja tolerancia a la frustración, culpa, autocompasión, autoindulgencia, enojo y miedo, entre otras. - EXPERIENCIAS DE FUNCIONALIDAD PROPIA, con o sin la participación de condiciones naturales, con o sin dolor emocional, o con habilidades propias o no.
Son experiencias que presentan una perspectiva propia para procesar la realidad, para relacionarse y para vivenciarse a sí mismos. Pueden ser experiencias placenteras o no y generalmente presentan diversas formas de funcionalidad propia.
Desde la visión psicopatologizante, serían el equivalente de la psicosis. Para algunos fenomenólogos, la psicosis es "la pérdida de la autoevidencia natural por autoconciencia aumentada, o hiperreflexividad, y un sentido disminuido de sí mismo como sujeto de la experiencia".
En estas Experiencias de Funcionalidad Propia se pueden incluir las experiencias de esquizofrenia, paranoia, bipolaridad, retraso mental y autismo, entre otras. - EXPERIENCIAS DE ESTILO DE VIDA PROPIO, con emociones dolorosas o no, o con funcionalidad propia o no, pero en ningún caso esta emocionalidad dolorosa o funcionalidad propia es la principal característica.
Son experiencias de estilo de vida original en donde las formas de existencia personal son muy diferentes a las establecidas por el patrón social dominante. Estas modalidades de existencia varían en cuanto a la forma de reacción emocional, de comportamiento, de relación, de metas, de costumbres y de concepciones y valores.
Desde la visión psicopatologizante, serían el equivalente de los trastornos de la personalidad, de las perversiones y de algunos comportamientos más.
En estas Experiencias de Estilo de Vida Propio se pueden incluir las experiencias de homosexualidad, antisocial, drogadicción o adicciones diversas, esquizoides, expresiones sexuales comportamentales, personalidades retraídas, dependientes, límite, narcisistas, abúlicos, e incluso los comportamientos que, aunque son considerados "normales", resultan excéntricos porque son notoriamente diferentes a las costumbres de vida.
Esta propuesta fenomenológica de los "trastornos mentales" ha sido construida de manera emergente a partir del reconocimiento del dolor emocional, la funcionalidad psicosocial y el repertorio de habilidades personales porque estos son los tres aspectos centrales que constituyen la base del discurso psicopatologizante para realizar sus diagnósticos e intervenciones terapéuticas.
Por su parte, las experiencias que se clasifican como "normales, "sanas", "funcionales" o "adaptativas" se establecerían de la siguiente manera:
- EXPERIENCIAS DE BIENESTAR EMOCIONAL.
Son experiencias de vida que la persona percibe, en la mayoría de los casos y en diferentes grados, como placenteras, satisfactorias y realizadoras, con un estilo de vida propio o acorde a los estándares prevalecientes.
Para evitar cualquier tipo de equívocos, a continuación se presentan los conceptos empleados en esta propuesta fenomenologica emergente junto con la idea general que los desglosa:
- EMOCIONALIDAD DOLOROSA.
Es la presencia de dolor emocional, lo cual es considerado anormal desde la visión psicopatologizante. - SIN EMOCIONALIDAD DOLOROSA.
Es la presencia de bienestar emocional, lo cual se corresponde con el concepto de salud mental según el criterio de la visión psicopatologizante. - FUNCIONALIDAD PROPIA.
Desde la perspectiva fenomenologica, es la forma particular de funcionar de cada persona, pero que no coincide con la norma dominante de funcionalidad. Para la visión patologizante, esta idea se corresponde con el concepto de disfuncionalidad y desadaptación. - SIN FUNCIONALIDAD PROPIA.
Desde la visión psicopatologizante, corresponde al concepto de funcionalidad dictado por la norma prevaleciente, es decir, que no presenta formas de funcionamiento consideradas anormales. - HABILIDADES PROPIAS.
Desde la perspectiva fenomenologica, son las habilidades con que indefectiblemente cuenta cada persona en particular, sean convencionales o no. Para la visión psicopatologizante, esta idea se corresponde con la falta de habilidades de cualquier tipo (cognitivas, corporales, sociales, emocionales, conductuales o de comunicación), y considera que esta falta de habilidades es motivo de dificultades y anormalidades. - SIN HABILIDADES PROPIAS.
Para la visión psicopatologizante, este concepto implica que la persona posee las habilidades convencionales exigidas por el contexto para tener una vida saludable, placentera y 11 funcional. La perspectiva fenomenológica reconoce la presencia de habilidades en los casos en donde la visión psicopatologizante no las reconoce, y las llama Habilidades Propias. Fenomenológicamente, tanto las habilidades propias como las habilidades convencionales son modalidades de una amplia gama de posibilidades.
En resumen, desde la perspectiva fenomenológica existencial se puede entender a la psicopatología como el estudio de aquellos comportamientos, sentimientos y cogniciones humanas diferentes a la norma social o, dicho con propiedad, como el estudio de aquellas formas de ser en el mundo que entrañan experiencias emocionales dolorosas, experiencias de funcionalidad propia y experiencias de estilo de vida propio las cuales tienden a presentarse a través de una amplia diversidad de formas de experienciación y expresión, y en una amplia diversidad de grados de intensidad, duración y frecuencia, con repercusiones diferenciales específicas en su vida personal y social.
En sentido estricto, la perspectiva fenomenológica existencial no comparte la idea de que exista una disciplina llamada "psicopatología" la cual se encargue de estudiar, diagnosticar y prescribir tratamientos psiquiátricos y psicológicos a aquellas personas que presentan algunos de los trastornos mentales clasificados en las categorías diagnósticas de los textos que normatizan la "salud mental" de la sociedad. Pero esto no significa que se desconozca la existencia de este innumerable tipo de experiencias. La diferencia sustancial se halla en que la "psicopatología" establece que estas experiencias constituyen trastornos mentales que deben ser atendidos con base en las medidas de salud psicológica establecidas por los expertos.
En cambio, la perspectiva fenomenológica existencial considera que estas experiencias son formas de existencia que por sus características se apartan efectivamente de los patrones de normalidad social de emocionalidad, funcionalidad y estilo de vida, pero que no pueden ser concebidas como enfermedades propiamente dichas. En consecuencia, tampoco afirma que las personas que se vivan desde estas experiencias "socialmente no normales" requieran ser tratadas psiquiátrica o psicológicamente, pero sí considera, como podría ocurrir con cualquier otro tipo de personas "socialmente normales o no", que puedan iniciar un proceso de reconocimiento y apropiación 12 de su forma de estar existiendo en el mundo con el propósito de ampliar su conciencia de posibilidades y determinar el curso de su existencia con mayor claridad, libertad y responsabilidad.
Para finalizar este apartado, se presentan algunos ejemplos de "trastornos mentales" dentro del marco de la ordenación fenomenológica emergente que estamos proponiendo con la intención de mostrar la manera en que pueden ser entendidos y descritos desde la perspectiva existencial. Se presenta la referencia psicopatológica del trastorno según el DSM-IV-TR y la CIÉ-10 [Capítulo V (F)] y la propuesta fenomenológica que hacemos.
- DEPRESIÓN (Clasificada con el nombre de "Depresión mayor" dentro del DSM-IV-TR en la categoría de "Trastornos del estado de ánimo". En la CIE-10 es clasificada dentro de la categoría de los "Trastornos del humor (afectivos)" con el nombre de "Episodio depresivo"):
- Experiencia emocional dolorosa con probabilidad de experiencia de funcionalidad propia y, en algunos casos, con experiencia de estilo de vida propio.
- Generalmente, una persona diagnosticada con depresión reporta una experiencia emocional intensamente dolorosa que probablemente la lleva a desarrollar formas propias de funcionalidad, diferentes a las establecidas por los estándares sociales y que incluso, en algunos casos, la dirijan a construir un estilo de vida propio.
- ESQUIZOFRENIA (Clasificada en el DSM-IV-TR dentro de la categoría de "Esquizofrenia y otros trastornos psicóticos". En la CIE-10 es clasificada dentro de la categoría de "Esquizofrenia, trastorno esquizotípico y trastornos de ideas delirantes" y aparece con el subtipo correspondiente):
- Experiencia de funcionalidad propia con probabilidad de experiencia emocional dolorosa y experiencia de estilo de vida propio.
- Generalmente, una persona diagnosticada con esquizofrenia reporta una experiencia de funcionalidad propia, es decir, una experiencia de funcionalidad que se aparta de los estándares sociales y que en varios casos se encuentra acompañada de una experiencia emocional dolorosa con un estilo de vida propio, es decir, con un 13 estilo de vida muy diferente al establecido por los estándares sociales.
- BORDERLINE (Clasificada en el DSM-IV-TR con el nombre de "Trastorno límite de la personalidad" dentro del grupo B de la categoría de los "Trastornos de la personalidad" codificados en el Eje II. En la CIE-10 es clasificada en la categoría de los "Trastornos de la personalidad y del comportamiento del adulto" dentro de los "Trastornos específicos de la personalidad", particularmente en el "Trastorno de inestabilidad emocional de la personalidad" correspondiente al "Tipo límite"):
- Experiencia de estilo de vida propio con probabilidad de experiencia emocional dolorosa y, en menor grado, con probabilidad de experiencia de funcionalidad propia.
- Generalmente, una persona diagnosticada como borderline reporta una experiencia de estilo de vida propio, es decir, con un estilo de vida muy diferente al establecido por los estándares sociales y en varios casos se presenta una experiencia emocional dolorosa, aunque en pocas ocasiones llega a presentar experiencias de funcionalidad propia.
- RETRASO MENTAL (Clasificada en el DSM-IV-TR dentro de la categoría de los "Trastornos de inicio en la infancia, la niñez o la adolescencia" en el apartado de "Retraso mental" codificados en el Eje II. En la CIE-10 es clasificada en la categoría de "Retraso Mental"):
- Experiencia de funcionalidad propia, sin experiencia emocional dolorosa ni experiencia de estilo de vida propio.
- Una persona diagnosticada con retraso mental reporta una experiencia de funcionalidad propia, es decir, una experiencia de funcionalidad que se aparta de los estándares de funcionalidad diferente al establecido por los estándares sociales. No hay una experiencia emocional dolorosa ni una experiencia de estilo de vida propio como resultado directo de su experiencia de funcionalidad propia.
Ninguno de los síntomas y signos que utilizan estos textos psicopatológicos normativos para diagnosticar los trastornos mentales son específicos de ninguna persona. La psiquiatría y la psicología clínica categorizan al individuo para poderlo manejar desde el nivel de la abstracción y la generalidad. Después de arrebatarle su condición humana mediante esta operación teórica, lo conminan a plegarse a la normalidad oficial mediante una aplastante tecnología ideológica y profesional.
En cambio, el terapeuta existencial no pierde de vista al ser humano en ningún momento. Por el contrario, se adentra en la vastedad infinita de su ser experiencial, "normal" o "anormal", para co-construir un mundo terapéutico donde este ser humano pueda habitarse y elegirse a sí mismo desde el ángulo existencial que decida.
Evidentemente, para contar con un conocimiento apropiado de cada una de estas experiencias de caso será necesario realizar una descripción fenomenológica concreta y única de la experiencia de cada persona y la comprensión hermenéutica del sentido relacional de cada experiencia vivida. Sólo con este tipo de descripciones y significados, podremos mantener a la persona en el primer plano de nuestro interés.
Datos para citar este artículo:
Ricardo Arturo Arreola Viera. (2015). Psicopatología desde la psicoterapia existencial: experiencias. Revista Vinculando, 13(1). https://vinculando.org/psicologia_psicoterapia/psicopatologia-desde-la-psicoterapia-existencial-experiencias.html
Vanessa Uribe dice
Hola!!
Quisiera saber si tienen este artículo completo en un PDF o documento compactado.
Y cómo puedo acceder a éste.
Muchisimas gracias, desde Colombia!
Revista Vinculando dice
Hola Vanessa,
Por el momento no tenemos este texto en un único PDF, pero como el archivo tampoco está protegido para editarlo, puedes descargar las partes y editarlas en un solo texto, en caso de que eso te ayude. Deseamos que esta sugerencia te ayude y gracias por visitarnos!