El comercio internacional[1] se ha desarrollado históricamente en torno a los mercados de las metrópolis, de manera que las colonias empezaron a producir desde hace más de cuatro siglos aquello que demandaban los consumidores en los centros europeos y posteriormente norteamericanos. El intercambio que se desarrolló a partir de esta situación tuvo como una de sus consecuencias que los países de América Latina, Asia y África se especializaran en la exportación de productos básicos cuyo destino era la exportación, como en el caso del café, cacao, frutas tropicales, maderas preciosas, etcétera.
En contrapartida, los países del llamado norte vendían a las colonias cada vez menos productos básicos, sustituyéndoles por diversas manufacturas durante este periodo, las cuales en general presentaron un patrón de precios ascendente con respecto a los productos básicos. Esta situación empezó a producir un desequilibrio en el intercambio comercial internacional que cada vez se acentuó más.
Durante la segunda mitad del siglo XX dicho desequilibrio comercial representó uno de los factores que aumentó la pobreza en los países de América Latina, Asia y África, pues los bajos precios pagados internacionalmente por numerosos productos básicos a su vez se reflejaban en los precios que se pagaba al producto individual y en los salarios de los jornaleros dentro de las economías de países en desarrollo.
Frente a lo anterior, existieron diversas iniciativas que buscaban paliar la situación de pobreza que se vivía en estos países. Entre ellas, algunas iglesias cristianas principalmente jugaron un papel muy activo junto a algunas organizaciones y grupos civiles, los cuales en general buscaron comprar artículos como café y artesanías directamente de los grupos de pequeños productores[2] y venderlos a aquellas personas políticamente comprometidas o interesadas con tales causas en los mercados de países desarrollados.
El desarrollo de distintos movimientos a favor de productores del llamado tercer mundo, al experimentarse en distintos países, hace difícil establecer un inicio específico para este tipo de intercambios solidarios. En este sentido Laure Waridel señala como precursores, en América del Norte, a la Agencia Menonita de Desarrollo Internacional, que impulsó el primer proyecto de compra directa con artesanos latinoamericanos en 1946. En 1950 una organización inglesa llamada Oxfam empezó a planear la venta en tiendas británicas de artesanías de refugiados chinos, y poco después algunos activistas holandeses importaron esculturas de madera de Haití para ayudar a los artesanos a lograr su independencia económica. Cabe señalar que en un inicio a este tipo de comercio se le denominó “alternativo”.
Estos primeros intentos de equilibrar los intercambios comerciales tuvieron un alcance muy limitado en tanto se realizaban sobre la base de trabajo voluntario y en espacios frecuentemente no comerciales, como en los atrios de algunas iglesias. Adicionalmente se determinaban los precios de compra de los productos en cada organización, sin que existieran los lineamientos uniformes y transparentes que formalizaran dichos intercambios.
Esta experiencia comercial tuvo como una de sus consecuencias que el volumen de ventas de artículos provenientes de grupos de pequeños productores fuese muy reducido, pues era necesario para los consumidores viajar mayores distancias para encontrar una tienda con una variedad muy limitada de productos y frecuentemente eran asociados a grupos de determinados credos únicamente, por ser algunas iglesias las que respaldaban estas iniciativas. Incluso en el caso del café Frans VanderHoff y Nico Roozen afirman que hubo casos donde el aromático era de una calidad inferior, pero se vendía sobre todo por razones sociales y no de calidad.
[1] Desde la perspectiva de la teoría del Intercambio Desigual de Mercaderías, que “ubica la causa fundamental del subdesarrollo en la práctica del comercio mundial, donde numerosos países del Tercer Mundo dependen de la exportación de materias primas. El precio de estos productos en el mercado mundial decrece sistemáticamente, mientras que se incrementa el precio de los productos acabados que estos países importan de los países industrializados”. Tomado de Marie-Christine Renard; Los intersticios de la globalización. Un label (Max Havelaar) para los pequeños productores de café; México; CEMCA, 1999; Pág. 184
[2] Se llama pequeño productor a aquel campesino que no depende estructuralmente de la mano de obra contratada, que mantiene y aprovecha su propia unidad de producción, predominantemente con trabajo no remunerado de familiares y/o de intercambio laboral comunitario, como el Tequio. Tomado de Lic. Francisco Aguirre; “El comercio justo y los pequeños productores mexicanos”, en https://vinculando.org/comerciojusto/productores.htm página consultada el 10 de junio de 2005.
Datos para citar este artículo:
Francisco Aguirre-Saharrea. (2005). 3.1 Antecedentes del comercio justo. Revista Vinculando. https://vinculando.org/comerciojusto/cafe_mexico/antecedentes_comercio_justo.html
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