En 1978 el crédito bancario canalizado hacia el sector agropecuario, que había ido aumentando desde principios de esa década, cayó por debajo del 60% del total, acentuándose dicha tendencia después de 1988 con sólo 41% en dicho año, 38% en 1990 y 35% en 1991.
Por su parte, las inversiones extranjeras hasta 1988 no rebasaron 0.04%, pero con la cristalización de las medidas neoliberales en la estructura agraria, esta inversión creció 27% en promedio anual durante los tres primeros años del gobierno salinista[1] lo que, sin embargo, no benefició a los pequeños cafetaleros que tienen sus parcelas dentro de lo que se conoce como áreas marginales[2] y que, por su naturaleza, no son atractivas para los inversionistas privados.
Lo anterior pudo confirmarse directamente en investigaciones de campo realizadas en la sierra de Zongolica en Veracruz entre 1995 y 1997, cuando se observó que la mayor parte de los cafeticultores de esa región no pertenecían a ninguna organización, no habían tenido acceso a créditos desde hace varios años, y los pocos que sí lo habían tenido, no presentaron mejora alguna ni en sus parcelas ni en sus niveles de vida respecto a sus vecinos, lo que mantiene las precarias condiciones de los pobladores de dichas comunidades.
Junto a lo anterior, debemos tomar en cuenta que 91.77% de los cafeticultores mexicanos tienen, como en dichas comunidades, menos de 5 hectáreas de cafetal, normalmente con poco o ningún apoyo económico ni técnico, por lo que México tiene uno de los niveles de productividad más bajo: una media de 10 Qq. por hectárea entre 1980 y 1990, y 9.6 Qq. en 1996/97, en comparación con los 34 Qq. de Costa Rica, uno de los países con más alta productividad en el mundo.
Si a los pequeños y extemporáneos apoyos económicos gubernamentales, la baja productividad y altos costos de producción agregamos el hecho de que el promedio nacional de tierra por cafeticultor es de dos hectáreas, veremos que ello representa una producción muy pequeña que al final deja sólo diminutas ganancias a los minifundistas cafetaleros, lo que tiene diversas repercusiones para la mayoría de ellos, cuestión que analizaremos más adelante.
También encontramos dos factores que empeoraron la situación de los cafeticultores, y que empezaron a notarse a partir de 1989, con el descenso de los precios del aromático en el mercado internacional y con el gran cambio que han tenido las políticas del Estado dentro de la cafeticultura. Estos factores minimizaron las expectativas de inversión en los predios, lo que estancó e incluso redujo la producción de los pequeños cafeticultores. Esta disminución en la captación de divisas y la falta de apoyos del gobierno también causaron que dos años después (1991), la deuda cafetalera ascendiera a casi 670 mil millones de pesos, correspondiéndole 170 mil millones a los productores del sector social y 500 mil millones a exportadores de café.[3]
A partir de la liberalización del mercado internacional del café y del retiro del Inmecafé de las actividades de financiamiento, acopio, beneficiado y comercialización, diversas empresas extranjeras empezaron a participar en el beneficio y exportación del café mexicano.
Esta forma de penetración del capital extranjero al sistema agroindustrial del café ha pasado prácticamente desapercibida para los productores, pues se ha manifestado por una substitución de fuentes de financiamiento en la agroindustria y no al nivel de producción primaria.[4]
En la década de los noventas la difícil situación de la cafeticultura nacional continúa debido a que a la inestabilidad de precios en los cuatro ciclos posteriores a 1989 se sumaron factores importantes de la persistente crisis general del país, tales como problemas de financiamiento al productor y comercializador cafetalero, la eliminación de los subsidios a la producción por parte del gobierno, factores provenientes del medio internacional, bajo consumo interno, etcétera. Así pues, aún cuando el precio internacional repuntó para 1996, el efecto de los fenómenos ocurridos en la fase más crítica no permitieron una plena recuperación de la actividad cafetalera nacional.
Comercialización internacional.
Durante la década de los noventa, México ocupó el quinto lugar como país productor en el ámbito internacional, participando para el ciclo 1997/98 con 4.9 millones de sacos después de Brasil, que produjo el 23.5 millones, Colombia 11.9, Indonesia 7.2 y Vietnam con 6.6.[5] Sus principales puntos de embarque son Nuevo Laredo por vía terrestre (3’225,528 sacos de 60 Kg. en 1996/97), y por vía marítima, los puertos de Veracruz (1’079,175 sacos) y Salina Cruz (216,489 sacos).[6] Sin embargo, para alcanzar esa posición ha tenido que atravesar, además de lo visto anteriormente, por diversos problemas de tipo comercial.
Entre dichos problemas, uno de los más importantes se encuentra en la caída de los precios internacionales del café. Así, en julio de 1989 las reservas de café de nuestro país eran de aproximadamente 3.5 millones de sacos, lo que en diciembre de 1990 se había vendido, alcanzándose la cifra (sin precedente) de 4’359,000 sacos exportados. No obstante que en el ciclo 1989-1990, año en que México concurrió al mercado ya liberado, el volumen de sus ventas se incrementó en más de 600,000 sacos, la captación de divisas en dicho ciclo descendió en 20%, fenómeno que continuó en 1990-1991 al deteriorarse un 33% con respecto a 1989.[7]
Una vez que se superó la etapa de crisis, y hasta 1997, las exportaciones mexicanas de café oro[8] se han ido dirigiendo cada vez más hacia los Estados Unidos, que a partir de 1992/93 recibieron el 87% del total, mientras los países de la Unión Europea consumieron 3.5%[9] en el mismo periodo. La explicación a este fenómeno se encuentra en que los productores nacionales, al verse frente a un mercado europeo cada vez más competido, lejano y exigente, han optado por retirarse y reorientarse hacia el mercado de los Estados Unidos, más cercano y menos exigente.
Cabe apuntar que las repercusiones del Tratado de Libre Comercio en la comercialización del café no son ni serán sustanciales con respecto a las exportaciones, ya que Estados Unidos, principal destino del café mexicano, no aplica arancel alguno a las importaciones de este producto.[10]
Finalmente debemos señalar que el problema de cumplir o no con las normas de calidad que establecen los mercados internacionales se observa en los precios que fijan los compradores de otros países a nuestro café. En la mayoría de los casos, el café mexicano es castigado en su precio.[11] Por ello, surgió la certificación de productos, que no es otra cosa que la comprobación de que el café adquirido cumple con las especificaciones que se establecen en las normas internacionales de calidad. Así, la certificación del café permitirá que el producto mexicano cuente con un valor agregado, reconocido en los mercados internacionales, además de que será una herramienta para negociar mejores cotizaciones.[12]
Tabla II: Comparativo superficie con cafetales, volumen producido, exportaciones y su valor (1988/89 – 1998/99)
Periodo | Superficie cosechada (ha.) | Volumen producido (miles de sacos de 60 kg.) | Volumen exportado (miles de sacos de 60 kg.) | Valor de las exportaciones (miles de usd) |
1988/89 | 560,343 | 5,440 | 3,739 | 530,891 |
1989/90 | 560,217 | 5,150 | 4,359 | 422,954 |
1990/91 | 558,415 | 4,586 | 3,506 | 384,545 |
1991/92 | 558,500 | 5,159 | 3,119 | 266,030 |
1992/93 | 559,891 | 4,421 | 3,061 | 271,585 |
1993/94 | 592,565 | 4,116 | 3,150 | 437,200 |
1994/95 | 615,516 | 4,159 | 3,257 | 678,043 |
1995/96 | 683,166 | 5,300 | 4,579 | 663,843 |
1996/97 | 690,077 | 5,100 | 4,381 | 858,364 |
1997/98 | 700,087 | 4,801 | 3,882 | 770,731 |
1998/99 | 713,095 | 4,750 | 4,085 | 550,821 |
Fuente: Consejo Mexicano del Café, Estadísticos básicas "Producción y exportación", en www.sagar.gob.mx/Cmc/cafe04sp6.htm consultada el 29 de abril de 2001
Fernando Celis, asesor de la Coordinadora Nacional de Organizaciones Cafetaleras (CNOC) afirma que dichos castigos son generados por empresas establecidas en México como AMSA e industriales estadounidenses para que el precio del café mexicano sea menor, beneficiando a las grandes firmas involucradas en detrimento de todos los productores del país.
Consumo interno.
A pesar de que durante los años noventa México fue el quinto país más importante en cuanto a producción mundial de café, el consumo del grano en nuestro país fue sumamente bajo, entre 400 y 530 gr. per cápita anual debido a que los refrescos se han convertido en su principal competidor, arrasando prácticamente con el mercado de las bebidas.[13]
Aurora C. Martínez Morales sostiene que del total de su producción, México exporta alrededor de 70% del café verde, y el 30% restante es consumido por la industria nacional productora de cafeína, de café soluble, tostado y molido.
Así, la planta industrial absorbe un promedio de 1.6 millones de sacos (de 60 kg.) de café verde al año, del que se destinó alrededor de 45% a la fabricación de cafés solubles; 18.3% a la torrefacción y 36.7% se convirtió en café tostado y molido mezclado con azúcar.[14] Vinicio Santoyo afirma que este café es el remanente de las exportaciones, y su abasto en el mercado nacional depende de las cotizaciones internacionales, por lo que hay más café en el mercado interno cuando los precios internacionales son bajos.
Cabe señalar que en la mayoría de estas industrias no se cuida la calidad del grano, pues las exigencias del consumidor mexicano no se reflejan en la fabricación de cafés tostados, molidos y solubles. Además, la normatividad legal no establece exigencia alguna, por el contrario, permite la inclusión de otros materiales en la producción. La materia prima principal, el café verde u oro, dirigida a la industria torrefactora, no tiene ninguna norma, por lo tanto es el de peor calidad desde su origen. Se consume “mancha” de cafés naturales, con diferentes grados de daño, pues durante la industrialización son mezclados con cafés buenos y se amortigua el sabor y el cuerpo propios del café dañado.[15]
Por su parte, el mercado al menudeo consume dos tipos de productos, café soluble y café tostado y molido, que representaron en 1990, respectivamente, 79% y 21% del valor del mercado. Así mismo se podían distinguir dentro del café tostado dos tipos: el café tostado puro, que representó el 26% del valor del café tostado y molido, así como el café tostado mezclado que representó el restante 74%.
El mercado del café soluble ha sido d
ominado por la empresa Nestlé, que en la zona del Valle de México controlaba cerca del 84% del mercado; su producto principal es el Nescafé, que representó más del 42% de este mercado. En segundo lugar está General Foods; después de ésta, ninguna empresa tiene una participación significativa. En el mercado del café tostado, la empresa Café El Mar con su café mezclado Legal ocupa 72.2% del mercado del Valle de México; los otros tostadores se encuentran lejos pues el café fino Mexicano y el extrafino Internacional ocupan el segundo y tercer lugar respectivamente con 7.1% y 6.9%. El resto de los tostadores participaron con menos de 3.5% en este mercado.[16]
Con el ánimo de mantener su parte del mercado y su competitividad, empresas como Nestlé, Sabormex, Café Internacional de Córdoba, etc., realizan periódicamente importaciones de café de muy baja calidad para elaborar algunos de sus productos. Esta situación obedece principalmente al hecho de que el café importado (de Indonesia y Brasil principalmente) es de menor calidad y por ello más barato que el mexicano, lo que tiene como dos de sus principales consecuencias el posible ingreso de nuevas plagas al país, además de que puede provocarse la depresión en los precios pagados al productor mexicano.[17] Así, aunque ese tipo de acciones disminuye los costos de las grandes empresas, se está poniendo en riesgo al campo cafetalero mexicano, que normalmente tiene excedentes de producción, además de estar libre de numerosas plagas que existen en otras latitudes.
La reciente apertura al comercio internacional del café podría ser aprovechada para elevar las exportaciones del aromático industrializado y de su cafeína, aunque también es igualmente posible que ingrese al país café producido en el extranjero, aun cuando la fuerte devaluación del peso mexicano haya restringido el consumo de productos importados. Así, durante el ciclo 1994-1995 se importaron 1,196 toneladas de café soluble y 5,400 de café tostado y molido, sin contar las importaciones de café de baja calidad por parte de algunas grandes empresas.[18]
[1] Aurora C. Martínez Morales, op. cit.; pág. 70
[2] Se consideran como marginales las áreas que se ubican debajo de los 600 metros sobre el nivel del mar (msnm), las zonas que presentan climas con precipitaciones inferiores a 1,500 mm por año o con más de cuatro meses sin lluvia o bien zonas con presencia de heladas.
[3] Cifras tomadas de Ma. del Carmen García Aguilar y José Luis Pontigo Sánchez; “Las reformas económicas del Estado en la cafeticultura nacional”, en El café en la frontera sur. La producción y los productores del Soconusco, Chiapas; pág. 50
[4] Vinicio H. Santoyo Cortés et al.; op. cit.; p. 93
[5] Cifras tomadas de www.fonaes.gob.mx/comercn/cafe/port3.htm en junio de 2000 con base en datos de la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Desarrollo Rural y del Consejo Mexicano del Café.
[6] Cifras tomadas del Consejo Mexicano del Café, Base de datos estadísticos de café. "Volumen, valor de las exportaciones de café por aduana de salida", 1996
[7] Aurora C. Martínez Morales, op. cit.; págs. 143-144
[8] O café verde, es decir, café beneficiado (procesado) pero sin tostar.
[9] Datos tomados de Vinicio H. Santoyo Cortés et al.; op. cit.; pág. 117
[10] Aurora C. Martínez Morales, op. cit.; pág. 63
[11] Hasta mayo de 1999, el café mexicano era castigado con diferenciales de 23 puntos con respecto al precio de la Bolsa de Nueva York, lo que significa que si la cotización de los cafés “otros suaves” es de 123 dólares por quintal de café verde, en la práctica el café mexicano sería pagado sólo a 100 dólares por la misma cantidad, argumentando que es de baja calidad.
[12] Mercedes Irueste Alejandre, directora general del Instituto Mexicano de Normalización y Certificación, citada por Rodolfo Valadez, “Mejorarían las ganancias del café si se cumplen normas internacionales”, en 100% café; op. cit.; pág. 18
[13] Cifras tomadas de Rodolfo Valadez, en 100% Café; op. cit. Pág. 14 y www.fonaes.gob.mx/comercn/cafe/port3.htm
[14] Aurora C. Martínez Morales; op. cit.; pág. 57
[15] Entre los elementos ajenos al café se han encontrado remolacha, higos secos, cebada, garbanzo, haba, maíz, centeno, trigo, soya y bagazo de la cebada y de la caña de azúcar; datos tomados de Aurora C. Martínez Morales; op. cit.; págs. 56 y 59
[16] Datos tomados de Vinicio H. Santoyo Cortes et al; op. cit.; págs. 136-137
[17] Véase “Rechazan cafeticultores la importación de 150 mil sacos” en El Financiero, 11 de junio de 1997, pág. 32 y a Lourdes Edith Rudiño, “La producción de café, la más baja de los últimos 20 años debido a la sequía”, en El Financiero, 10 de junio de 1998, pág. 16
[18] Cifras tomadas de Aurora C. Martínez Morales; op. cit.; pág. 58
Datos para citar este artículo:
Francisco Aguirre-Saharrea. (2005). 1.10 Características económicas y financieras de la cafeticultura en México. Revista Vinculando, 3(2). https://vinculando.org/comerciojusto/cafe_mexico/cafe_caracteristicas_economicas.html
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