Desde el punto de vista social, la importancia del café reside en que más de 190,000 productores y aproximadamente 350,000 jornaleros participan en este cultivo, además de que considerando las familias de estos grupos y las del personal ligado a la transformación y comercialización del grano, alrededor de 3 millones de mexicanos dependen del café en algún grado.[1]
Junto a ello, durante los doscientos años de cultivo y transformación del café, se han generado una serie de particularidades que se manifiestan por regiones cafetaleras, entendiéndose por región el área geográfica integrada por varios municipios contiguos y características geográficas semejantes; donde generalmente alguna cabecera municipal se ha desarrollado más que otras y constituye el centro económico, comercial y hasta político del área.
Sin embargo, debemos resaltar que de los 9,748 productores registrados por el Censo Cafetalero de 1986/87, 14.6% son productores de infrasubsistencia, 51.8% de subsistencia y sólo el 29% son excedentarios. Además, el 95.4% de todos los productores se incluyen en la categoría de campesinos, mientras que solamente el 4.6% pertenecen a la categoría de empresarios, de los cuales cerca del 3% son pequeños y el resto medianos y grandes.[2]
Una de las consecuencias de todo lo anterior es que los pequeños productores vivan prácticamente empeñando su cosecha, pues apenas la recogen y finiquitan sus adeudos anteriores, deben buscar nuevos créditos a cuenta de la próxima cosecha, pues de otra manera les sería imposible pagar la mano de obra para las labores agrícolas del cafetal y solos no alcanzan a realizarlas; incluso ellos mismos muchas veces dependen de tales créditos para satisfacer sus necesidades más básicas.[3] En otros casos, los cafeticultores y sus familias se ven obligados a emplearse en otras fincas para obtener un ingreso extra.
Para el pequeño o mediano productor con capacidad para beneficiar o secar la cereza, la sujeción a las condiciones diarias del mercado se da debido a su bajo nivel de capitalización, lo que le impone la necesidad de obtener inmediatamente el dinero producto de su cosecha.[4] En esta dinámica, los finqueros y compradores locales (coyotes) juegan un papel muy importante debido a su capacidad para otorgar créditos y transformar el producto, situación para la cual se encuentran mejor preparados que las instituciones gubernamentales.
La cafeticultura y su relación con la fuerza de trabajo.
En México la cafeticultura requiere mayor fuerza laboral entre noviembre y marzo (época del corte del grano) afirma Rodolfo Valadez, por lo que no se tiene una demanda regular de mano de obra durante todo el año. Durante el ciclo 1996/1997 la fuerza de trabajo que se ocupó en labores relacionadas con la cafeticultura representó el 10% de los empleos generados por la agricultura del país.
Alfredo Moisés Ceja, presidente de la Confederación Mexicana de Productores de Café (CMPC), afirma que el café es un generador neto de empleo, debido principalmente a las condiciones topográficas en donde se encuentran las fincas cafetaleras del país: ‘nosotros no podemos meter maquinaria como lo hacen en Brasil. Las condiciones topográficas en donde se cultiva el café en México son totalmente quebradas, no cabe la maquinaria, por lo que el trabajo tiene que ser 100% manual. Inclusive se considera que las labores cafetaleras desde la siembra, las limpias, la fertilización y el corte son actividades artesanales que difícilmente van a poder mecanizarse.
"La mecanización puede llegar solamente ha [sic] algunas zonas productoras, pero es seguro que el 70% de los terrenos en donde se desarrolla la actividad cafetalera no podrán entrar las máquinas".[5]
Gráfico III: Superficie cafetalera en México por estado (2000)
Fuente: ; consultada en junio de 2000
Algo muy característico de las fincas cafetaleras es que toda la familia trabaja. Al padre de familia se le encomiendan las tareas más pesadas como en el transportar los granos al beneficio para su procesamiento, o bien, realizar la fertilización o fumigación de las plantas. Mientras que los demás se dedican a la selección de granos o se les ubica en los almácigos, en donde se requiere una mano más fina.[6]
Junto a lo anterior, la importancia del trabajo en las fincas cafetaleras también se observa al considerar que el productor con una parcela muy pequeña depende, para su subsistencia cotidiana, de la venta de su café y de la posibilidad de emplearse como asalariado en cafetales mayores, pues la diversificación de cultivos en su propiedad es casi nula. Si consideramos los bajos salarios pagados al trabajador en las grandes fincas[7] podemos constatar que su nivel de vida es muy precario, pues a todo lo anterior se suman las condiciones deficientes de los niveles de salud, educación, vivienda, etc., imperantes en las zonas cafetaleras, y que corresponden a los más bajos del país.
Algunos de los problemas más importantes.
Los problemas que enfrenta el campo cafetalero mexicano son múltiples, además de estar íntimamente relacionados entre sí, situación que presenta sus efectos combinados prácticamente en cada pequeña parcela del país. Por esta razón, ahora vamos a presentar una breve explicación de algunos de los inconvenientes sociales que más afectan al campo cafetalero mexicano, lo que nos permitirá entender mejor cuál es la situación que viven los pequeños productores cafetaleros mexicanos. Entre los problemas a tratar se encuentran la situación crediticia de los pequeños cafeticultores, la diferencia entre los precios pagados al productor y cobrados al consumidor y la migración.
A partir de que el café fue introducido en zonas indígenas y campesinas tradicionales, llegaron a esas regiones diversas innovaciones agrícolas (fertilizantes, mejoradores, asesoría técnica, etc.), que han provocado un constante proceso de aculturación donde los pequeños productores vieron incrementada la cantidad de dinero de que disponían, de tal manera que su subsistencia ha tendido a depender de la compra de productos exclusivamente con dinero, abandonando antiguas prácticas de trueque, y a dar preeminencia al café como fuente de esa monetarización en detrimento de sus cultivos tradicionales usados para el autoconsumo.
Este proceso vuelve especialmente vulnerables a las regiones tradicionales (83.7%) de los cafeticultores, ya que les ha sido difícil absorber diversos cambios negativos en el sector. Ya desde 1985 la doctora Nolasco afirmaba que las bajas importantes en el precio del café causarían una depresión económica significativa en estas regiones y casi imposible de asimilar, por lo que se presentarían graves crisis que causarían mayor emigración y podrían ser la base potencial de estallidos sociales considerables que resultaran en patologías sociales inaceptables para el desarrollo nacional como en hambrunas, miseria extrema, etc.
El problema anterior ya ha podido experimentarse en diversas intensidades a partir de los bajos precios internacionales del café, además de que existen diferencias significativas entre el precio internacional y el precio pagado directamente al productor. Esta brecha podía representar una diferencia negativa de entre 25% y 50% de los precios internacionales, lo que reduce aun más las ganancias que reciben los pequeños productores. Por ejemplo, en 1992 el precio pagado al productor por el café verde estaba cerca de los dos pesos por kilogramo (2.2 libras), que en ese momento equivalían a cerca de 30 centavos de dólar estadounidense por libra, cuando el promedio del precio internacional estaba en 55 centavos. En los primeros tres meses de 1995 el promedio internacional estaba cerca de $1.60 dólares por libra, mientras que el productor recibía el equivalente a 80 o 90 centavos de dólar por libra.[8]
En este sentido es importante enfatizar que los precios internacionales que aquí tomamos como referencia no son considerados tampoco como atractivos o justos para los cafeticultores, sin embargo sí nos ayudar a entender el gran rezago que existe dentro del país en esta materia, mismo que debería ser corregido para poder empezar a mejorar las condiciones de vida de los pequeños cafeticultores nacionales.
Tabla III: Factura Desglosada del Café | |||
Productor de 1.7 Kg de café cereza | $1.20 (16%) | Total: | |
Beneficio húmedo | $0.21 (2.8%) | ||
Beneficio seco y gastos de exportación | $0.41 (5.5%) | $1.82 (24.3%) | |
Flete a Europa en barco y 5% de derechos de aduana | $0.37 | (4.9%) | |
Tostado y envase | $1.35 (18%) | Total: | |
Publicidad y promoción | $1.35 (18%) | ||
Gastos de comercialización | $1.29 (17.2%) | $3.99 (53.2%) | |
Margen del detallista e IVA | $1.32 | (17.6%) | |
Precio del café tipo Altura Mexicano, tostado, molido y envasado al alto vacío en el mercado europeo. | $7.50 | (100%) |
Fuente: Datos tomados de Sallée, B., “Modernización del sector cafetalero del estado de Veracruz”, en Revista de Cooperación Franco-Mexicana; mayo de 1992, págs. 19-21, citado por Vinicio H. Santoyo Cortés, Ibídem.
Un análisis detallado en la repartición típica del ingreso generado en la cadena comercial internacional del café indica que cerca del 70% del precio pagado por el consumidor se queda entre los torrefactores, negociantes y detallistas ubicados en los países desarrollados. Los beneficiadores, exportadores, intermediarios locales y productores reciben una parte menor, que oscila alrededor del 25%. El ingreso del productor no representa más que el 16% del precio pagado por el consumidor europeo.[9]
Los problemas aquí expuestos han propiciado la migración de la población residente en zonas rurales; sin embargo, este fenómeno no es selectivo ni se da por familias completas, por lo que causa problemas sociales y envejecimiento de la población que permanece en su lugar de origen debido a que un cultivo comercial como el café no logra retener todo el año a la población local, existiendo dos factores que refuerzan esta situación:
a) el minifundismo de buena parte de los productores (84%), que implica una agricultura en muy pequeña escala y, en consecuencia, incapacitada para absorber a más mano de obra; y
b) las condiciones de comercialización del grano en algunas zonas dependen del crédito privado y oficial, lo que obliga a la venta del grano al prestamista; pero también acarrea el control caciquil de la población, lo que crea un medio económicamente cerrado y políticamente opresor, obstruyendo el desarrollo de condiciones para un aceptable desenvolvimiento social.
A esta situación muchos productores ya le han encontrado una salida práctica en dicha migración. En efecto, desde 1989 en varias comunidades los campesinos han empezado a dejar sus tierras para dirigirse hacia la Ciudad de México, a las entidades del norte del país y a los Estados Unidos. En otros casos, se observa ya la sustitución
del café por el cultivo del maíz y la introducción de pastizales, fenómeno que se ha visto reforzado con los pocos créditos otorgados por el Pronasol.[10]
Los efectos de los fenómenos anteriores se manifiestan en la aparición de situaciones antagónicas como la desintegración familiar, litigios internos por tierras, etcétera. No obstante, también se han producido algunas respuestas a esta situación en la constitución de organizaciones campesinas que permiten enfrentar los problemas mencionados desde otra perspectiva, lo cual será abordado en el capítulo siguiente.
[1] Vinicio H Santoyo Cortés, et al.; op. cit.; pág. 5
[2] Daniel Villafuerte Solís y Salvador Meza Díaz; “Integración finca-ejido en la cafeticultura del Soconusco”, en El café en la frontera sur. La producción y los productores del Soconusco, Chiapas; Chiapas, México; Gobierno del Estado de Chiapas, 1993; pág. 101
[3] Ibídem; pág. 79
[4] Aurora C. Martínez Morales; op. cit.; pág. 22
[5] Rodolfo Valadez; la cafeticultura, generadora de empleo y oportunidades, en El café en México; op. cit.; pág. 14
[6] Ibídem; pág. 15
[7] En una visita realizada a una finca del Soconusco se pudo constatar que los sueldos varían tanto por la actividad realizada (corte, chapeo, almácigos, etc.) como por la modalidad de trabajo (por tarea o por un día completo), quienes percibían los sueldos más altos obtenían aproximadamente 30 pesos por día (enero de 1998), más dos comidas diarias.
[8] Cifras tomadas de Gonzalo Piñón Jiménez; Understanding rural development: a case study of grassroots coffee organizations in the Isthmus region of Oaxaca, Mexico; Michigan; UMI Dissertation Services, 1995; págs. 93-95; traducción propia.
[9] Vinicio H. Santoyo Cortés et al.; op. cit.; pág. 127
[10] Tomado de Daniel Villafuerte Solís y Salvador Meza Díaz, op. cit.; pág. 118
Datos para citar este artículo:
Francisco Aguirre. (2005). 1.12 Características sociales de la cafeicultura en méxico. Revista Vinculando, 3(2). https://vinculando.org/comerciojusto/cafe_mexico/cafe_caracteristicas_sociales.html
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